Despójate y vas a recibir

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En el capítulo 2 de Filipenses en el versículo 3 comienza lo que algunos consideran el primer himno o uno de los primeros himnos de la iglesia. Ahí en el versículo 5 se cree que este es un himno que se cantaba en las reuniones de los primeros cristianos. Porque para los primeros cristianos la Resurrección de Jesús era esencial, era la exaltación de Jesús, su condición exaltada, su levantamiento de la tumba. Establecimiento como el Señor de señores, el Rey de reyes. El hecho de que Dios lo levantó de su condición de humillación cuando Él se despojó de su Gloria y asumió la forma de un mero hombre –que no era mero hombre pero tenía la apariencia de un hombre aunque era humano- pero era mucho más que simplemente humano.

Y entonces como Dios lo levantó de entre los muertos y lo puso en un lugar es sobretodo otro lugar. Y parece que en su exaltación del Cristo Resucitado, el Señorío de Cristo, su carácter Mesiánico este es uno de los primeros signos. Habla acerca de ese proceso que Cristo vivió. Pero antes de entrar el Apóstol Pablo en el Himno que es en el versículo 5 él comienza con unas palabras de práctica, de aplicación y las explicaciones de la vida para la conducta cristiana. En realidad esto es lo importante. Fíjese, ese maravilloso himno, esa maravillosa exaltación teológica, porque ese texto que comienza con el versículo 5 es uno de los textos claves acerca de la deidad de Jesucristo y su superioridad sobre toda otra figura que podríamos mencionar en la economía de la fe.

Pero lo que motiva al Apóstol Pablo guiado por el Espíritu Santo a exaltar y señalar ese carácter mesiánico, superior de Cristo es los dos versículos anteriores, donde él está llamando a sus lectores y nosotros somos parte de esa generación y de esa iglesia al cual el Espíritu Santo dirige este pasaje. Los está llamando a un estilo de vida, a un comportamiento, a una forma de relacionarse unos con los otros. Y eso es en realidad lo que está en la mente del Apóstol Pablo, el comportamiento. Al Apóstol no le interesaba solamente hacer una exposición teológica –aunque eso siempre es importante- doctrinal. Al Apóstol Pablo lo que le interesaba era qué implicaciones tiene la Resurrección para la vida cristiana.

Y ¿cómo tenemos nosotros que vivir nuestra vida? ¿Qué tipo de conducta? ¿Qué tipo de ética debemos nosotros vivir como miembros de la familia de la fe cristiana? Entonces él comienza en el versículo 3 con una exhortación a cada uno de nosotros. Escuche esa exhortación porque eso es para ti y para mí. Dice aquí: “Nada hagáis por contienda o por vana gloria”. ¿Qué es lo que tantos problemas causa a veces en la vida cristiana y en las congregaciones? Precisamente dos cosas: el orgullo y el conflicto. Y a veces el orgullo lleva al conflicto.

Y el Apóstol Pablo muchas veces a través de sus escritos llama a los cristianos porque ¿sabe qué? El conflicto y el orgullo no son enfermedades del Siglo XXI ni de la Congregación León de Judá. Eso es algo que viene desde la humanidad misma pero ciertamente la iglesia primitiva tenía sus propios problemas y dificultades, sus conflictos. El Apóstol Pablo en Primera de Corintios en el capítulo 2 habla precisamente acerca de –y en el capítulo 3 también- los conflictos entre los cristianos y de que se están metiendo demandas legales unos a otros y de que hay luchas y todo este tipo de cosas.

En la Epístola al Apóstol Santiago habla también acerca de las cosas que rugen dentro de nosotros, los conflictos interiores que llevan a las guerras a las divisiones y a las peleas en el pueblo de Dios y en el mundo en general. Y en otras cartas también el Apóstol Pablo siempre llamaba a las comunidades a las cuales él les escribía a que pusieran a un lado las peleas y la búsqueda de gloria personal. Pienso por ejemplo en Romanos, creo que es en el Capítulo 12 si no me equivoco, donde Pablo habla precisamente acerca de preferirnos unos a otros. De no pensar más de nosotros mismos de lo que tenemos que pensar.

Sino que pensemos en nosotros mismos con cordura, con una mente sobria. Que no estemos exaltándonos más a nosotros mismos de la cuenta sino que nos prefiramos unos a otros, que pongamos a los demás antes que nosotros. Porque el conflicto siempre ha estado en las iglesias y el conflicto siempre ha estado en la humanidad. Entonces el Apóstol Pablo dice “nada hagan por contienda o por vanagloria”. ¿Cuántos de nosotros hemos hecho cosas simplemente para mostrarle a alguien que nosotros podemos o que no se pueden salir con la suya? O que tenemos algo, ¿no? Porque tenemos algo que probar. Contienda, vanagloria.

Dice “antes bien -¿con qué?- con humildad. Estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”. En otras palabras no mirando nuestra propia gloria, nuestra propia preferencia, sino siendo humildes. Es más llegando al punto de ver lo bueno que hay en los demás y de apreciar mucho las virtudes que hay en las demás personas. Yo creo que si nosotros pasáramos más tiempo mirando las cosas buenas que tienen las personas en vez de las malas yo creo que resolveríamos por lo menos el cincuenta por ciento de los problemas de la raza humana.

Si nosotros lográramos enfocarnos en el don de Dios en una persona que a veces nos cae mal o una persona que está siempre metiendo las patas en algo en la iglesia o algo así y miráramos su buena intención, su buen deseo, su amor a Dios. Mire, yo creo que la mitad de las molestias que experimentamos se esfumarían enseguida. Entonces, está esta idea de estimar a los demás. Claro, eso no quiere decir, que nos miremos a nosotros como la cosa más baja de la Tierra. Hay una cosa que también podemos tener una baja autoestima y echarnos tierra en la cabeza y pensar “yo no valgo nada”, “yo no soy nadie” y “todo el mundo es mejor que yo”. Esa no es la idea.

La idea es ‘Mira, mira las virtudes que hay en los demás. Enfatiza la bendición que son los demás’. No mirando cada uno por lo suyo propio sino cada cual también por lo de los otros. Siempre pensando en el bien de las demás personas. Siempre atendiendo y asegurándonos de que la gente alrededor de nosotros esté bendecida. Si hay alguna necesidad, si hay algún déficit en su vida, si yo puedo ser en alguna manera un agente de la bendición de Dios. Un agente de gracia, una antena por la cual baje la gracia y la bendición de Dios y la generosidad de Dios; en cualquier contexto sea en mi trabajo, mi casa, la iglesia, la calle, en el autobús, en el tren, donde sea siempre que yo esté velando por el bienestar de las demás personas.

No pensando en mi propio bien sino en el bien de las demás personas. De paso, déjenme decirles, hay ilustraciones de eso. En un día como hoy donde hay tanta gente en la iglesia y el primer servicio estuvo tremendamente apretado, óiganme, ¡que importante es que en ocasiones así los cristianos tengamos eso en mente! ¡Qué fácil se nos olvida el cristianismo cuando nos aprietan los cayos un poquito! o cuando alguien coge nuestro espacio favorito o alguien está sentado donde nosotros nos sentamos regularmente.

O nos piden que abandonemos un asiento para que una persona o una familia pueda estar más cómoda. ¡Qué lindo es cuando uno como Pastor puede pedirle a los hermanos: “Hermanos, ¿podrían acomodarse un poco?”! Y los hermanos con ese buen rostro dicen: ‘Claro que sí, Pastor’. Vi dos o tres muestras de eso durante el Servicio y que gozo nos da eso, ¿no? Porque estamos experimentando, estamos llevando a cabo esto que dice la Palabra del Señor.

Pero miren, ese llamado práctico del Apóstol Pablo lo que lo lleva a dar una ilustración de eso. Es interesante que una de las declaraciones más exaltadas de la deidad de Cristo y de su señorío y de su exaltación vino como resultado de una humilde meditación sobre el comportamiento cristiano, sobre la ética cristiana; sobre como deben ser las relaciones entre los hijos de Dios y también hacia el resto de la humanidad. Y vino porque el Apóstol Pablo quería dar un ejemplo de esa actitud. Él está diciendo ‘Hermanos compórtense de esta manera, relaciónense de esta manera’.

‘Esta es la actitud en cada uno de ustedes, esta es la forma en que deben ustedes relacionarse’. Y les voy a dar un ejemplo de esto, les voy a ilustrar esa actitud. Sientan esto que yo les voy a describir. Entonces dice: “Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Es decir, hermanos, que habite en cada uno de nosotros esa actitud que hubo en Cristo Jesús. Mire, ¿sabe? La palabra que se traduce en español ‘sentir’ en realidad en el griego original es más bien ‘mente’. ‘Haya en ustedes la misma mente que hubo en Jesucristo’. La misma mentalidad podríamos decir, la misma actitud, la misma convicción, la misma manera de pensar que hubo en Cristo Jesús.

En otras palabras para Cristo lo que Él hizo de despojarse de su gloria y obedecer al Padre e incomodarse por nosotros fue producto de una actitud esencial que había en Él. Un principio gobernante de su persona. Y yo creo que es importante insistir en eso porque a veces decir “haya en ustedes el mismo sentir” uno piensa en una emoción, ¿no? Y a veces las emociones pueden ser algo pasajero. Un día puedo sentirme como que quiero ser generoso y otro día estoy de mal humor y ‘mira, que se lo lleve quien lo trajo. Yo voy a hacer lo que tengo que hacer’ y no nos preocupamos por las otras personas, ¿no?

Pero lo que dice aquí es que tiene que haber en nosotros una mentalidad, una ética, una forma de pensar, un sistema que gobierne nuestra vida, queramos o no. Nos sintamos que queremos hacerlo o no, nos guste a la persona o no nos guste, nos caiga bien o no nos caiga bien. Es un concepto porque eso fue lo que Cristo hizo. Cristo no pensó en si Él quería despojarse de su gloria y venir a la Tierra y hacerse hombre y soltar sus beneficios y sus privilegios de Dios. Él lo hizo porque el Padre –por así decirlo, esta es la complejidad de la Trinidad, ¿no?- lo hizo porque quería resolver el dilema de esta raza humana y su propio dilema de la Justicia y la Misericordia y el Pecado de la Humanidad, todo esto.

Y el Señor Jesús, como dijimos el viernes pasado, en nuestra meditación, Cristo era la respuesta y Él simplemente en obediencia se humilló a si mismo, puso a un lado los privilegios. No pensó en lo que Él quería hacer, pensó en la necesidad de una humanidad que estaba perdida en el pecado, condenada a la muerte, abandonada. Porque había una separación entre Dios y esa humanidad pecaminosa. Y la humanidad estaba completamente desprovista de esperanza, a la merced del enemigo.

[Ujieres, hay una hermana allí que –atiéndanla por favor-] A la merced del enemigo. Y dice en uno de los pasajes, creo que es en Efesios ‘Pero Dios, cuando estamos sumidos en pecados, Cristo murió por nosotros’. Fíjese, no era como que nosotros merecíamos. Nosotros no merecíamos ser salvos. No fue como que Dios dijo ‘Esta pobre humanidad que está tan deseosa de reconciliarse conmigo y que necesita que yo les envíe un Salvador’. No era como que la humanidad estaba clamando a Dios por un Salvador. No era como que la humanidad había evolucionado hasta un punto que Dios dijo ‘¿Saben qué? Ahora merecen una obra especial’. No.

En el momento más inmerecedor de la historia de la humanidad, en ese momento Cristo murió por nosotros. Cristo se despojó de su gloria. Es decir que lo que Dios hizo fue puramente por su amor objetivo, no fue porque lo mereciéramos. Dios decidió hacerlo y Cristo decidió obedecer al Padre. Yo pienso en eso, hay en nosotros esa mentalidad, esa actitud, ese principio gobernante de la vida cristiana que llevó a Cristo a despojarse de su gloria. Cuando yo veo a Jesús en el jardín de Getsemaní orándole al Padre y le dice “Señor, si Tú quieres, si es posible pasa de mi esta copa”.

¿Ustedes recuerdan ese pasaje? Es un pasaje que muchas veces se predica los viernes Santo, sudaba gotas de sangre de tan terrible que era la tensión que Él sentía porque Él sabía lo que le esperaba en esa cruz. Él sabía el vía Crucis, el sufrimiento que estaba delante de Él. Y Él dijo: “Señor, si es posible líbrame de esto. Yo no quiero eso. Me aterroriza -en su humanidad decía el Señor- la idea de subirme a esa cruz”. Pero que dijo: “Pero hágase Tu voluntad y no la mía”. En otras palabras Él puso a un lado sus preferencias, Él puso a un lado su terror, puso a un lado sus sentimientos y simplemente se abandonó a un principio.

El principio de obedecer al Padre, humillarse y ser un siervo y hacer lo que el Señor quería que Él hiciera, el Padre quería que Él hiciera, ¿no? Entonces, por eso dice “Haya en ustedes este mismo sentir”, esta misma mentalidad que hubo en Cristo Jesús. El cual siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa ‘a que aferrarse’. ¿Sabe usted que Jesucristo es Dios mismo? Esa es una de las grandes verdades de la fe cristiana. Jesucristo es Dios mismo. En el misterio de la Trinidad y de la Encarnación, la Biblia dice una y otra vez que Jesucristo es Dios. Él no fue creado. El Hijo de ese misterio que llamamos la Trinidad no fue creado, Él no tiene ni principio ni fin, Él es la esencia misma, está hecho de la esencia misma que el Padre.

Él es Dios mismo. No deje que nadie le meta gato por liebre. No deje que nadie jamás arroje duda acerca de que Jesucristo es Dios mismo. De que no podamos comprender, ni explicar eso en términos racionales yo entiendo muy bien, pero no todas las cosas de Dios se sujetan a la razón necesariamente. Por fe nosotros creemos lo que dice la Biblia. Pero Jesucristo era Dios, es Dios y cuando Él vino al mundo algo mágico –no se como decirlo- sucedió y fue que Él se despojó de su gloria. No se despojó de su deidad porque el siguió siendo Dios en hombre pero se despojó de todos los privilegios y la gloria y la refulgencia de ser Dios no estaba…

En su deidad pura Él no estaba sujeto al tiempo, al espacio, nada. Es decir, Él era Dios mismo con todos los privilegios y todos los poderes de la deidad del “cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. La palabra aferrarse es un palabra que quiere decir ‘como algo que codiciaba’, algo que robar, algo que arrebatar, algo que era tan valioso que uno como que quiere pegarse a ello y nadie me lo va a quitar porque eso es mío. Y dice ‘a pesar de que Él era igual a Dios, Él no se apegó a esa gloria ilimitada, a esa comodidad absoluta, total’.

¿Cuántos de nosotros nos aferramos a las cosas, eh? Y ahí vienen los problemas, ¿no? Nos aferramos a nuestros derechos, nos aferramos a nuestras prerrogativas, nos aferramos a lo que hemos estudiado, nos aferramos a esa persona que tanto amamos, nos aferramos a una profesión, a una casa, a un carro. En la iglesia nos aferramos a nuestra posición de líderes, nos aferramos al trato que se supone que se nos de por todo lo que nosotros hacemos por la iglesia o nos aferramos a lo que creemos que Dios tiene que hacer por nosotros, porque nosotros servimos y damos, etc.

Nosotros nos aferramos a muchas cosas. Nos apegamos a cosas que no son valiosas y yo creo que parte del crecimiento cristiano, la madurez comienza cuando nosotros comenzamos a despegarnos de cosas que nosotros amamos. ¿Usted entiende? Cuando usted cree que a usted se le debe dar cierto trato y a veces no lo recibe, usted dice ‘¿Sabes qué? Amén. Más se perdió en el diluvio’. Y uno no se apega a eso, no se siente ofendido. Cuando no te dan ese regalito de Navidad que tú sabías que tenían que darte y dices ‘Amén. No importa yo voy a dar aunque no me den’. Si no te celebran el cumpleaños, tú no te ofendes y te sientes como que no te aman y pones mala cara por el próximo año con la gente alrededor de ti.

Sino que tú no te apegas a esas cosas, no te aferras. Si estuviste enferma y el Pastor no te llamó, no le pones mala cara el próximo domingo cuando lo veas. ¿Amén? ¿Cuántos de nosotros confiesan nos aferramos, nos apegamos a las cosas que hacemos? ‘Eso me lo deben, eso me lo tienen que dar’. Hay tantas maneras. En la familia, en el hogar, en las relaciones entre esposo y esposa, en el trabajo. ¿Cuántas veces el problema y el conflicto viene de que secretamente nos estamos aferrando a algo? Decimos ‘No, esto es mío, yo lo tengo por derecho y si no me lo dan va a haber un problema’. Entonces de alguna manera reaccionamos.

La Biblia dice ‘No te apegues a las cosas que tú crees que te deben. Despégate de ellas como Cristo se despegó de su gloria’. Dice “Por lo cual, siendo en forma igual a Dios, no se aferró a ninguna de estas cosas”; sino ¿qué hizo? Se despojó asimismo. Esa palabra “se despojó” quiere decir se vacío, se ahuecó. Es como coger una cuchara y coger una fruta y sacarle todas las semillas que tiene adentro. No sé, bueno un aguacate, yo puedo poner otro. ¿Todos saben lo que es una calabaza o una uyama? Los dominicanos tienen uyama los otros calabaza, ¿no? Esta semana, de hecho, me habían dicho que si usted coge una calabaza, hermanas, esto es una receta. No les voy a cobrar por esto. [Risas]. ¿Usted sabe que la calabaza se daña rápidamente? Pero tengo entendido que si uno le saca todas las semilla de adentro que se corrompe más fácilmente, la calabaza le va a durar mucho más tiempo. Así que hay un secreto allí para ustedes.

Yo tenía un lindo pedazo de uyama, de calabaza allá en mi casa y decidí hacer eso. Cogí una cuchara y la raspé por dentro toda. Le saqué todas las semillas y quedó la calabaza bien limpiecita. Yo diría que eso es algo como lo que Cristo hizo, ¿no? Él cogió, se vació, todo lo que tenía adentro, toda su deidad, toda su gloria o los privilegios. Él se vació, raspó todo eso y se quedó simplemente como un árbol podado y asumió forma humana. Esquilasen es la palabra. Es una palabra teológica muy poderosa. Él se despojó, se robó a si mismo, podríamos decir, en un sentido.

Él se quitó las cosas que Él podía tener y las entregó por amor al hombre, a la humanidad y por amor al Padre. Porque Él vivía bajo ese principio de servir, de dar a los demás. Pero miren, lo que está pasando aquí y la conexión que yo veo entre el día de Resurrección que es el que celebramos hoy y este proceso que yo estoy describiendo es que, hermanos, lo maravilloso es que el Apóstol Pablo describe todo este proceso de el Cristo que se despojó a si mismo, que se desvistió de su gloria, que se vació y se desvistió de todo lo que Él tenía que le daba su comodidad y su gloria, porque eso es lo que nosotros hablamos acerca de la encarnación.

Nosotros en estos días celebramos el viernes donde el Señor fue crucificado y ya antes de ser crucificado fue azotado, fue avergonzado, se quedó solo. Todos nos escandalizamos de Él, se fueron todos sus discípulos. Él estuvo solo para padecer, todo esto. Y antes de esto, estuvo treinta años más o menos en la Tierra viviendo como Clark Kent, simplemente nadie sabía, muy poca gente sabía que Él era Dios. Él caminaba por las calles y ‘¡Ah! Es el hijo, sí de María y José el carpintero. Yo lo conozco’. Era tan poco impresionante que la gente no podía creer que Él fuera quien Él era. Y cuando hizo milagros se sorprendieron. Sus propios hermanos no podían creer que Él…

María su madre, nunca entendió plenamente, parece, lo que Él era verdaderamente. Era un misterio. Él caminó esos años, simplemente, humilde, sencillo. Cuando entró a Jerusalén, no entró en un caballo de guerra inmenso. Entró en una asna, sencillo de corazón. Vivió toda su vida así. Dice la Biblia “Sin atractivo”, para que dijéramos ¡Guau! ¡Qué atractivo! Esas pinturas de Jesús como si fuera Clark Gable o un Robert Redford u otro de esos actores hermosos y muy atractivos… Yo no creo.

Cuando Él se despojó, se despojó. Él andaba por las calles. La gente lo que veía era un judío allí mediano, promedio. Eso era todo. Él pasó treinta y pico de años en esa existencia. Metido en la camisa de fuerza de su humanidad, pero dentro de Él palpitaba el poder de Dios, la vida de Dios. Era Dios también, era Dios pero metido –en alguna manera misteriosa- en base plenamente humano. Dios y la humanidad, allí adentro, en perfecta unidad. Y eso terminó en la Cruz. Y por eso es que el Apóstol Pablo dice “Se despojó a si mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en la condición de hombre –es decir, no fue suficiente simplemente que Él fuera hombre, sino que estando en esa condición- se humilló a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte”.

No cualquier muerte, sino muerte ¿de qué? Muerte de cruz. La peor muerte que una persona podía experimentar. Es decir, ¿qué estamos diciendo aquí? El despojamiento de Jesús, su descuido de si mismo fue absolutamente total. No podía haber una manera más grande de uno rebajarse que lo que Cristo hizo. Y recuerdo lo que decíamos antes, ¿qué dice el Apóstol Pablo? ‘Mire, haya en ustedes esa misma actitud. Esa misma mentalidad que llevó a Cristo a hacer todo esto’. Y por eso es que él dice ‘No puedo pensar, es como si él estuviese diciendo, en otro ejemplo excepto el de Cristo’.

Si ustedes quieren saber a qué yo me refiero, miren a Cristo y miren lo que Él pasó. Ahora hermanos, aquí está la cosa. Esto es lo importante, escuche esto. Lo que el Apóstol Pablo está describiendo aquí es para mí el principio central de la vida cristiana. Escuche esto, es lo que para mí hace distintivo el cristianismo por encima de cualquier otra religión. Y es la cosa más misteriosa y más contradictoria y aparentemente más paradójica que yo conozca en todos los principios filosóficos y teológicos de la humanidad. Y es este. El Apóstol Pablo dice: “Si ustedes hacen eso y si ustedes viven de esa manera y si ustedes dejan que su vida sea gobernada por ese principio de despojarse de lo que les pertenece y lo que ustedes tienen derecho a tener y lo que ustedes aman y lo que ustedes valoran y lo que la gente les debe a ustedes”.

“Si ustedes no están dispuestos a despojarse de eso, a despegarse de ello, a entregarlo por amor a los demás y por el bienestar de los demás lo mismo que le sucedió a Jesucristo les va a suceder a ustedes también”. El mismo resultado que Jesucristo recibió como consecuencia de su conducta y de su obediencia y de vivir conforme a ese principio, ustedes lo van a experimentar también en su propia vida”. Y ¿cuál fue el resultado que Jesucristo recibió? Mírenlo aquí. Después de describir el viernes, el proceso, el rebajamiento, el sufrimiento, dice; mire el versículo 9: “Por lo cual –digan conmigo por lo cual, en otras palabras: como consecuencia, como resultado de ese comportamiento, de esa acción, de esa conducta- Dios también –es decir, Dios hizo una cosa pero hizo la otra.

Dios lo humilló, lo rebajó, lo metió en una camisa de fuerza, permitió que fuera subido a la cruz, permitió que se metiera en las profundidades de la Tierra y experimentara la muerte y sintiera todo el pecado de la humanidad, se ensuciara con el pecado total de la humanidad a través de toda la historia. Hizo eso. Pero también hizo lo siguiente: lo exaltó hasta lo sumo. Lo exaltó hasta lo sumo. Lo levantó, lo glorificó en la manera más extremada que podemos considerar. Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que “es sobre todo nombre”.

En el tiempo antiguo y siempre el nombre representaba la dignidad, representaba la autoridad, representaba el poder de una familia, de una persona. Todavía eso es así. Cuando usted firma ¿qué usted firma? Usted firma su nombre. El nombre encarna a la persona. Cuando usted pone su nombre en un cheque o en un contrato o en un documento legal, usted está diciendo ‘mi persona está metida allí. Mi vida está implicada en ese nombre que yo estoy poniendo en ese documento’. O sea que todo lo que usted es está allí metido. Entonces aquí lo que dice es eso: Dios le dio un nombre. En otras palabras, le dio una autoridad, le dio un poder, le dio una personalidad, le dio un carácter representativo que está por encima de toda otra representación.

En otras palabras, usted puede dar toda la realidad que existe potencialmente tiene un nombre. Puede ser una galaxia, puede ser una estrella o una súper estrella, puede ser un pez, puede ser un elefante, puede ser una enfermedad. Satanás tiene nombre, los principados y potestades del infierno tienen nombre, los ángeles tienen nombre, los átomos en el centro mismo de la materia tienen nombre. Las células del cuerpo tiene su nombre: células. Todo tiene un nombre y si no tiene nombre es porque no ha sido descubierto todavía. Pero todo en el universo tiene nombre.

Dice la palabra que a Cristo se le dio un nombre, que no importa lo que se mencione, que el nombre de Él es siempre más poderoso, más alto. Todas las enfermedades que nosotros conocemos tienen un nombre, por ejemplo. ¿Saben qué? El nombre de Cristo es más poderoso que cualquier enfermedad y por eso nosotros en el nombre de Jesús orar para sanidad. [Aplausos]. Satanás tiene un nombre, que el Señor lo reprenda. ¿Sabe qué? El nombre de Cristo es más poderoso que Satanás y por eso cuando tú usas el nombre de Jesús, tú estás pegándote al poder más grande que existe en el universo, más poderoso que diez mil o cien mil o billones de bombas atómicas o cualquier energía que el hombre pueda imaginarse.

Cuando tú estás enchufado al nombre de Jesús, tú eres infinitamente poderoso, potencialmente. Cuando tú vives tu vida en el nombre de Jesús no hay concepto, no hay problema, no hay dificultad, no hay reto, no hay tragedia que pueda estar por encima de ti porque tú tienes el nombre de Jesús a tu favor. Tú estás moviéndote en el poderoso nombre de Jesús. Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre, todo concepto, todo principio, todo ser, toda fuerza, toda energía, toda situación. El nombre de Jesús.

Como consecuencia de su abatimiento, su humillación, su despojamiento, su vaciarse de si mismo el Señor le dijo: ‘¿Sabes qué? Como consecuencia de todo eso te voy a dar algo que está por encima de todo. Te voy a dar gloria, te voy a dar tu poder, te voy a devolver todo lo que tú perdiste’, supuestamente. ¿Saben qué? Inclusive déjenme decir esto, cuando Cristo subió tenía algo que no tenía cuando bajó. Uno puede pensar ¿cómo puede Dios tener más? Porque si es Dios no hay más que se le pueda añadir. Si yo fuera un filósofo yo diría: Dios es la suma total de todo y a Dios no se le puede añadir ni se le puede quitar. Eso diría un filósofo, ¿verdad?

Pero, ¿sabe qué? Cuando Dios bajó y se hizo hombre adquirió algo que no tenía: humanidad. ¿Si o no? Dios era Dios, es Dios. Pero cuando Cristo bajó asumió forma de hombre. Cuando subió Él no dejó su humanidad como un traje arrugado y ya no lo necesitaba. La piel de Cristo no se quedó allí abajo como si fuera ‘Men in black’ que se queda la piel allí. Su humanidad no se quedó abajo, su humanidad subió con Él. El que subió es Dios y es hombre, está sentado a la diestra de Dios Padre, tiene las marcas de su crucifixión que lo prueban. Cuando Él resucitó comió peces para decir ‘Yo soy un hombre, también’. [Aplausos].

Así que, yo creo que los privilegios… Dios le dio algo al Señor que ¡guau! No puedo ni siquiera pensar cuan grande fue. Cuando el Señor fue resucitado, Él había experimentado algo incomprensible. Dios le exaltó hasta lo sumo, le dio “un nombre que es sobre todo nombre” para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los Cielos y en la Tierra y debajo de la Tierra. Si Él hubiera podido decir algo más dentro de la Tierra, alrededor de la Tierra, más allá de la Tierra lo hubiera dicho.

Pero dijo ‘lo que está en los Cielos, en la Tierra, debajo de la Tierra’ sea el infierno, sea lo que sea ahí está comprendido. Un nombre. No hay ningún otro nombre mayor que el nombre de Jesús y que toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. ¿Saben qué? Todavía no toda lengua ha confesado, ni confiesa que Jesucristo es el Señor. Por aquí en el South End hay algunas personas que no creen que Jesucristo es el Señor y hay también en todo Boston y en Estados Unidos y en la historia de la humanidad hay naciones y hay personas que…

Pero ¿saben qué? Dice que ‘un día toda lengua confesará, toda rodilla se doblará y confesará que Jesucristo es el Señor’. [Aplausos]. Y qué bueno que los que estamos aquí hemos ido delante de eso, nosotros sabemos. Y cuando dice que Jesucristo es El Señor –Curios en el griego original, esa es la palabra que se traduce Señor- está tomando prestado del nombre que le daban los hebreos a Jehová. Los hebreos piensan que el nombre de Dios es tan sagrado que no lo pronuncian con su boca. Entonces lo que dicen es El Señor. Curios es la traducción del hebreo original para la palabra Señor. Los judíos hablan de El Señor.

Por ejemplo Isaías cuando vio la visión de Dios dijo ‘vi al Señor’. Entonces cuando dice aquí que ‘Jesucristo es el Señor’ está diciendo que es Dios en su forma de soberano, de gobernante de todo lo existente. Él domina todo, Él tiene poder sobre todo, Él gobierna lo visible, lo invisible, el microcosmos y el macro cosmos, todo está bajo el control, el Señorío de Jesucristo. Jesucristo es Dios. Él le ha entregado todo al hijo, dice. Y un día cuando el Hijo lo haya tomado todo y haya sometido toda autoridad, todo principado, toda nación bajo su dominio dice que lo tomará todo y se lo entregará al Padre para que todo sea uno en uno y ahí la historia se habrá consumado en su totalidad.

Pero Dios le dio ese derecho al Hijo. Pero miren, ya con esto les prometo que cierro la historia, y es que Dios dice “ Si tú te sometes a esa misma dinámica que Cristo se sometió, lo mismo que le pasó a Jesús –claro en forma menor como ser humano, en la dimensión humana, en la escala humana- te va a pasar a ti también”. Porque recuerde que así es que comenzó la meditación del Apóstol Pablo: “Haya en ustedes este mismo sentir que en Cristo Jesús. Ámense los unos a los otros, no piensen en ustedes mismos, no se aferren a las cosas, no estén demandando de la gente”. No estén pensando primero en su propia comodidad, en su propio provecho, piensen en los demás. No estén pensando de si mismo como que ‘yo soy la gran cosa’.

¡No! Piensen en lo que los demás tienen. Yo creo que si nosotros pensáramos en los demás y sus atributos habría menos gente segura de si misma en el mundo. Yo creo que mucha gente tiene la bendición de tener una seguridad que yo desgraciadamente no tengo porque uno que se conoce a si mismo lo sabe. ¡Hey! Yo no tengo derecho a tener tanta seguridad en mi mismo. Uno sabe lo que es y cuando uno mira alrededor uno ve tanta gente con más talento que uno.

Pero hay gente que son tan ignorantes que creen que son la cosa más grande del mundo. La última Coca-Cola en el desierto, y andan con una seguridad y una confianza y un llevarse el mundo por delante. Pero es porque son ignorantes no porque saben mucho, ¿saben? Porque yo creo que mientras uno más conoce, más inseguro se hace en cierto punto. Uno entiende menos que sabe y menos puede y más peligroso es el mundo y más tosco es uno y ¡cuantos errores podemos cometer en el mundo! Más frágil uno se siente.

Yo creo que la madurez de la fe cristiana es eso, que mientras uno más crece, más conoce, más fuerte se hace en el Señor. Como que uno más se disminuye, hermanos. Por eso Pablo dice “Me gloriaré más bien en mis debilidades” porque cuando soy débil entonces soy fuerte. El Señor le dijo “bástate mi gracia”, “mi poder se perfecciona -¿en qué?- en la debilidad”. Por eso hermanos les dije, escuchen, cuando dije hace un momentito: el principio clave de la vida cristiana, el principio número uno; yo diría el principio que corre desde Génesis hasta Apocalipsis, el principio que usted va a encontrar en todos los libros de la Biblia, en todos los personajes –yo creo- de la Biblia, en todos los grandes relatos de la Biblia es ese principio de que cuando nos hacemos pequeños, cuando nos despojamos de nuestros derechos, de nuestra gloria, cuando pensamos en los demás y no en nosotros mismos más se manifiesta el poder y la gracia de Dios en nuestras vidas. Mejor nos va.

Más éxito tenemos, más poder tenemos, más autoridad contra el demonio tenemos, más Dios nos cubre con su gracia, más misericordia hallamos cuando nos equivocamos. Más los dones del Espíritu Santo se manifiestan a través de nuestra vida, más gloria recibimos. Porque esa es la clave de todo. Cuando yo dije acerca de Cristo que se despojó por amor a los demás me vino a la mente inmediatamente… Mire un ejemplo, por ejemplo, sacado al azar casi. Antiguo Testamento, porque pensamos que estas cosas son del Nuevo Testamento, Dios ya estaba un poquito más maduro y por eso se inventó el Nuevo Testamento. No, yo creo que desde el principio mismo.

Mire por ejemplo la vida del Rey Salomón. Cuando Salomón entra al reinado y Dios se le aparece en un sueño y le dice “Hijo, pídeme lo que tú quieras. Yo te voy a conceder por amor a tu padre David lo que tú me pidas”. ¿Qué le pidió Salomón? Le dijo –sabiduría-: “Mira Señor yo soy un jovencito ignorante y tengo un pueblo difícil de gobernar, grande. Retos grandes de Estado que yo no tengo un doctorado en política o relaciones internacionales o economía. Me siento inadecuado para hacer este trabajo, quiero gobernarlo bien. Así que solamente te pido ‘dame sabiduría’”. Y ¿saben qué? Esa petición de Salomón agradó tanto a Dios, porque Dios vio el corazón de Salomón. Lastima que después cuando viejo se apartó de esa verdad.

Ahí está se fue detrás de las mujeres, se fue detrás del poder y la gloria y como perdió esa verdad, terminó un hombre destruido. Destruyó toda su reputación y toda su gloria que alcanzó como joven. Pero cuando se mantuvo en la dinámica esencial de Cristo, la dinámica esencial del corazón de Dios, cuando le pidió eso a Dios, Dios le dijo ‘¿Sabes qué, Salomón? Me agrada lo que me has pedido. Como no me pediste riquezas, no me pediste poder que es lo que normalmente me hubiera pedido un hombre, no me pediste las cabezas de tus enemigos que es lo que pediría un Rey que está comenzando. ¿Sabes qué, Salomón? Te voy a dar lo que me pediste. Te voy a dar sabiduría como no le he dado a ningún ser humano. Voy a darte conocimiento, te voy a dar entendimiento. Pero ¿sabes qué? No solamente eso, te voy a dar también dinero, te voy a dar gloria, te voy a dar poder, más que cualquier otro hombre”.

A través de la historia, proporcionalmente, Salomón fue el hombre más rico y más poderoso. Su reino alcanzó un nivel tan alto. Dios le dio, ¿por qué? Porque él no pensó en si mismo, pensó en su pueblo, pensó en agradar a Dios, pensó en hacer un buen trabajo. Estaba preocupándose por su nación. Y cuando Dios vio esa dinámica –porque eso es lo que mueve el corazón de Dios, eso es lo que arrebata a Dios- cuando un hombre, una mujer vive conforme a ese principio ‘No yo, sino Dios y los demás’. Cuando tú vives tu vida para agradar a Dios y como tú sabes que lo que más agrada a Dios es cuando nos preocupamos por sus criaturas. Cuando tú cuidas a alguien porque es un hijo de Dios, es una hija de Dios, eso es lo que le agrada a Dios.

Y ¿sabes qué? Cuando tú vives así, Dios está que no cabe dentro de si tratando de bendecirte. Él va a buscar mil maneras de bendecirte. Si nosotros entendiéramos eso y cada día viviéramos descendiendo para ascender, muriendo para vivir eternamente, despojándonos para recibir gloria. Haciéndonos pequeños para ser grandes, no pidiendo nada para tenerlo todo, despojándonos de nuestros derechos para tener la estima de la gente. Óigame si usted y yo que estoy predicando este sermón, a veces yo predico cosas que ni yo mismo me las creo, hermano, las predico porque se que es la Biblia. Yo digo a veces, yo estoy predicando algo muy exaltado. Yo digo ‘Señor ayúdame a vivirlo’.

Porque yo les aseguro que si nosotros entendiéramos eso, seríamos la gente más poderosa, más feliz y más exitosa del mundo. Hoy hermanos, yo deseo en el nombre del Señor que cada uno de nosotros, que nuestra iglesia, esta comunidad de fe y que el cristianismo en general entienda eso, básico. Si tu padre vive no para vivir a través de tus hijos vicariamente. ¿Cuántos padres quieren realizarse a través de sus hijos? Y usamos a los hijos como un instrumento para nuestros sueños y resolver nuestros problemas del pasado. Si tú vives para que tus hijos lleguen a ser lo que Dios quiere que sean y tú te das a ellos; esposo, tú eres la cabeza del hogar, tú eres el líder espiritual de tu familia. Pero si tú vives para que tu esposa llegue al máximo en Cristo Jesús, si tú la sirves a ella, si tú le sirves a ella, si tú la bendices, si tú la amas como Cristo amó a la iglesia.

Si tú te conviertes en un líder espiritual, en un mentor, un Jesús que sirva y lave los pies de su esposa ¡cuanta gloria tú vas a recibir! Hijo, si tú te sujetas a tu papá como Cristo se sujetó al Padre y tú veneras a tu padre o a tu madre y tú obedeces a tu padre y a tu madre porque son tu padre y tu madre, porque la Biblia dice “Honra a tu padre y a tu madre” y si tú los obedeces aunque no estés totalmente convencido de todo lo que ellos te están diciendo pero tú les das a ellos la preferencia y los cuidas y los tratas bien y los sirves a ellos, ¿sabes qué? Un día cuando tú seas padre tus hijos te van a bendecir a ti y te van a servir a ti. Y tú vas a saber lo que es la gloria verdadera.

Jefe de una oficina o manager de una fabrica o dueño de una compañía si tú sirves a tus empleados, en el sentido no de dejar que ellos hagan de ti lo que quieran no estoy hablando de eso, pero si tú entiendes que tú tienes un compromiso con ellos de cuidarlos, de tratarlos bien, de respetar la dignidad que hay en ellos, de ayudarlos inclusive a que se entrenen y crezcan y se desarrollen más profesionalmente, tú vas a tener gente leal y entregada a ti. A menos que no sean unos canallas y los hay ahí por de vez en cuando, pero Dios te va a defender de ellos porque tú estás haciendo las cosas conforme a lo que Dios dice.

Hermanos, si nosotros en la iglesia nos tratáramos con ese cuidado, esa atención, ese cariño, esa consideración los unos a los otros. Si tú no estuvieras pensando en como te están tratando, que te están dando, si simplemente tú das, tú eres un siervo o una sierva. Tú estás aquí para bendecir a tu comunidad, estás aquí para bendecir a tu iglesia, bendecir a tus Pastores, bendecir el reino de Dios, tú vives de esa manera. No te preocupas tanto por ti mismo, tus propios derechos, tu propia naturaleza que demanda consideración y tú vives simplemente como un niño inocente, deja que Dios se preocupe de ti. Preocúpate tú de los demás por amor a Dios y Dios siempre estará defendiéndote a ti. Tendrás estima de los demás.

¿Sabes por qué muchas veces tenemos tanta ansiedad e insomnio? Porque hay algo secreto dentro de nosotros que no hemos resuelto. Algo de lo cual no nos hemos despojado. Despójate de todo, entrégaselo todo a Dios. Vive para Dios, vive en Dios, vive para los demás y vas a tener salud mental y emocional. Y los psiquiatras se van a morir de hambre. Gloria a Dios por los psiquiatras. [Aplausos] Porque vas a tener paz en tu corazón. Nadie te puede quitar nada porque tú no tienes nada, todo es de Dios. Tú vas a tener estima, vas a tener respeto, vas a tener influencia.

La gente va a venir a ti porque el mundo está deseoso de encontrar maestros, mentores, modelos y te van a buscar. Van a querer que tú les enseñes, les aconsejes. Mira Dios te va a dar materialmente, no te va a faltar nada porque Dios se va a encargar de lo que tú das te sea regresado con creces. Vas a tener conocimiento de las cosas de la palabra y de los misterios del Evangelio. Porque los misterios del Evangelio dependen de ese principio principal: “Despójate y vas a recibir, muérete y vas a vivir, hazte débil y vas a ser poderoso, da y vas a recibir más y más cada día. Cree que no sabes nada y lo sabrás todo. Muévete en el poder de Dios y tendrás el poder del universo, no en tu propio poder”.

Es el principio principal. A través de toda la Escritura, es ese principio. No es con espadas, no es con ejércitos, es con el espíritu. No es con tu fuerza, no es con tu talento, no es con tu destreza, es en el poder de Dios. Y mientras tú más te vacías, más te despojas, más te ahuecas por dentro, más Dios puede poner su unción dentro de ti, su gloria dentro de ti, sus dones dentro de ti. Y tú va a experimentar la bendición. Esa es la clave, hermanos. Yo creo que muchos de los problemas del cristianismo es porque no hemos entendido esa verdad. Muchos de los sufrimientos. Y por eso es que nosotros vamos a tener que insistir una y otra y otra y otra vez en esta iglesia y todo el cristianismo.

Yo creo que esa verdad tenemos que estarla insistiendo, insistiendo, insistiendo. Porque yo les digo, yo creo que el problema de los cristianos a través de los siglos ha sido que los sacerdotes, los pastores hemos fallado en eso. Y ahora tenemos iglesias por donde quiera y tenemos una cultura evangélica o católica, semi-cristiana donde le enseñamos a la gente una cantidad de cosas pero no le estamos enseñando lo más importante de todo que es vivir la vida como Cristo la vivió. Sentir lo mismo que Cristo sintió, pensar como Cristo pensó, conjugar la vida y las relaciones humanas como Cristo las conjugó. En esa dinámica de “mientras yo más pequeño me hago, más grande soy. Mientras más doy más recibo, mientras más amo, más amado soy, mientras más me despojo, más tengo. Mientras más débil me hago, más fuerte soy, mientras más me preocupo por los demás, más Dios se preocupa por mi”.

Si aprendemos eso, hermanos, usted no tiene que venir a la iglesia. Quédese en su casa y va a ser un gigante espiritual. Estoy jugando por si acaso. Pero es la palabra esencial. La real, la resurrección depende de la crucifixión. Al poder del domingo de resurrección no se llega sino a través del viernes de crucifixión. No se llega sino a través de treinta años de anonimato y despojo y pobreza. Pero entonces vas a tener gloria, Dios te va a dar un nombre. ¿Tú quieres nombre? Mucha gente quiere nombre y se matan ellos tratando de conseguir el nombre. Deja que Dios te de el nombre. Si Dios te da el nombre, ese nombre va a ser excelso, va a ser hermoso, va a ser maravilloso. Quiera Dios que esta congregación, por lo menos, entre nosotros hoy nazca un deseo o se aumente de tener el mismo pensamiento que tuvo Cristo. La misma forma de proceder, el mismo principio gobernante de no pensar en mí sino pensar en los demás y pensar en Dios sobre todo.

A mi me gustaría estar a la altura de esa enseñanza y yo quiero que tú también te unas en ese deseo en esta tarde. Amén. Vamos a bajar nuestras cabezas un momento y vamos a pedirle al Señor que haga nacer o fortalecer ese principio en nuestros corazones, en nuestras mentes, en todo nuestro ser. Señor, yo quiero pensar como Cristo, yo quiero pensar como Cristo. Yo quiero tener la mente, la actitud de Cristo, yo quiero ser Cristo caminando sobre la Tierra. La gente verá simplemente un ser humano común y corriente pero Cristo estará caminando en mí con su poder, su autoridad, su discernimiento, su sabiduría y yo recibiré de Ti lo que yo anhelo y necesito.

Tú me lo darás. Yo quiero ser así, yo quiero ser como Cristo, yo quiero vivir la vida como Cristo. Quisiera preguntar si hay alguien en esta tarde que nos visita o que no ha dado un paso de fe todavía de entregar su vida al Señor Jesús. No quiero que nadie se vaya de aquí sin un deseo quizás de reconciliarse con el Señor o poner su vida en las manos de Jesús o invitar a ese Cristo a entrar a su corazón. Si tú no lo has hecho antes y quieres hacerlo ahora vamos a tomar un momento para invitarte a que consideres poner tu vida en las manos de Jesús e invitarlo a entrar a tu corazón y hacer del Señor tu vida para que Él te enseñe como vivir como Él vivió y tener el poder que Él tiene y tuvo.

Quiero preguntar si hay alguien aquí en esta tarde que quiera invitar a Cristo a su corazón, si no lo ha hecho antes. Quisiéramos orar por ti en esta tarde antes de que te vayas. ¿Habrá alguien que no lo haya hecho antes y que quiera dar su vida a Jesús en esta tarde? El Señor dice “El que viene a mi yo no le echo fuera”. [Pasa por aquí] Gloria a Dios. Quizás haya alguien más todavía que no haya entregado su vida al Señor y quiera hacerlo ahora. Se necesita valor en ser el primero ¿saben? ¿Habrá alguien, un hermano, una hermana, un joven, alguien más que quiera dar un paso de fe en esta tarde? Yo le invito a pasar por acá y comenzar a caminar en la manera en que Cristo caminó. Esto es una jornada de mucho tiempo. Si no lo ha hecho antes yo lo invito a pasar un momento por acá y en un día como hoy que es un día de Resurrección, usted quizás quiere dar ese paso.

Yo le invito a venir aquí. ¿Habrá alguien más que no haya dado ese paso y quiera hacerlo ahora? [Aplausos] Gloria a Dios. Amén. Gloria a Dios. Todavía habría tiempo si alguien quisiera hacerlo, si está inquieto allí o inquieta en tu asiento, quizás sea el Espíritu Santo que te está diciendo “Te vas a sentir incómodo pero es parte del proceso que está describiendo el Pastor Miranda en su sermón. Tienes que moverte no conforme a emociones sino conforme a principios espirituales”. ¿Habrá alguien más que no haya dado ese paso todavía y que quiera hacerlo ahora en esta tarde? Hacemos un llamado. ¿Habrá alguien más allá arriba o allá abajo? Esperamos si están en los balcones, si está en los últimos asientos del lugar. ¿Habrá alguien más? Vamos a orar por estos hermanos.

Vamos a darle gracias a Dios por ellos. Lord we thank you for these wonderful men who have given their lives to You. We bless this young woman. Señor te damos gracias por esta joven también, que tenemos aquí delante. Hay un par de hermanas que por favor vengan por favor conmigo también. Y damos gracias Señor, gracias por esta vida son preciosas delante de ti. Valen estrellas, valen galaxias, valen mundo Señor. Valen para ti infinitamente. Yo bendigo a cada uno de ellos en el nombre de Jesús. Y Señor Jesús te los ofrecemos como trofeos de tu Resurrección. Te los ofrecemos como trofeos de tu Crucifixión y de tu vida de padecimiento y sacrificio. Te pedimos que entres a sus corazones como promete tu palabra que Tú has de hacer, Señor. Entrar con ellos, sentarte con ellos y tener intimidad con ellos.

Los bendigo y declaro tu Señorío, tu sanidad, tu bendición, tu nombre sobre sus vidas y sobre esta iglesia, Señor, también establecemos los principios del Reino de Dios. Quiero que esta iglesia en tu nombre, Señor –lo digo así- quiero que esta iglesia ejemplifique ese principio central de la vida cristiana: amor, humildad, entrega a los demás, obediencia al Padre, sujeción mutua, misericordia, bondad, mansedumbre, perdón, gracia, paciencia, benignidad. Esos principios, Señor, los abrazamos como hombres y mujeres y Dios. No vamos a vivir para nosotros mismos, vamos a vivir para ti y para tus criaturas. Vamos a ser instrumentos de tu gracia. Queremos que esta iglesia, esta familia se caracterice por estos principios. Comienza conmigo y sigue a través de toda persona, Señor.

Y pedimos así que Tu iglesia en toda la Tierra conozca que sirvió a los demás aunque Él es Señor de señores y Rey de reyes. Establece Tu persona, Señor, en este lugar y en esta familia de fe. Hoy lo pedimos y nos comprometemos a vivir en esta manera para gloria de tu nombre. A ti la gloria, no a nosotros. Gracias, gracias. Sigue con esta familia de fe, Padre. Y gracias por todo lo que hemos experimentado en este día, Señor. Séllalo en nuestros corazones y nuestras vidas. Gracias Señor. Te amamos. En el nombre de Jesús. Amén y Amén.