La mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo

3 de mayo del 2010 - Por Meche López-Miranda

En 1865 el poeta norteamericano William Ross Wallace publicó un poema titulado Lo que gobierna el mundo. Este poema elogia la labor insustituible de la mujer como madre. La frase “la mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo” se repite al final de cada una de las tres estrofas. Evidentemente, esta frase ha hecho eco en la mentalidad colectiva ya que por muchos años se ha mantenido como un dicho popular.

Por diseño del Creador las madres están posicionadas estratégicamente desde la concepción para nutrir al hijo. En la tierra no hay otra relación tan cercana y tan incondicional como la que existe entre una madre y su hijo.

El éxito de la maternidad se fundamenta en gran medida en las actitudes que reinan en nuestro corazón con respecto a ella. ¿Has tomado tiempo para pensar en cuáles son las actitudes que guían tu estilo maternal, las actitudes que determinan cómo “tu mano mece la cuna”? Podemos tener actitudes, aún escondidas, que pueden impactar negativamente a nuestros hijos. Una actitud peligrosa que permea la sociedad moderna feminista, y que frecuentemente pasa desapercibida, es el menosprecio sutil, y a veces no tan sutil, de la vocación de madre. Muchas mujeres hemos colocado el rol de madre como una actividad más en la que invertimos nuestro tiempo. Muchas hemos caído en la tentación de permitir que muchas ocupaciones le roben consistentemente tiempo y calidad a esta gran empresa.

Permíteme ilustrar esto con una experiencia de mi propia vida. Un día sábado de hace muchos años cuando era una joven mamá de dos preciosas niñas de siete y dos años Dios me habló unas palabras, a la vez dulces y categóricamente firmes. Mientras transfería la ropa de la lavadora a la secadora le hacía comentarios de queja y reclamo a El. Me quejaba de lo rutinario de la vida, del mucho trabajo que era atender a todas las cosas relacionadas con ser mamá. Además le expresaba mi frustración de no poder dedicarle al ministerio más tiempo como yo estaba segura que El quería.

En el momento en que cesé mi monólogo quejumbroso mi Padre me dijo: Meche, ahora tu misión más importante es tu hogar y las hijas que te he dado. Eso fue todo. Comenzaron a brotar las lágrimas y el arrepentimiento del corazón de una madre. Esa lección de vida se impregnó en mi alma para siempre. Mentiría si te dijera que de ahí en adelante fui una madre casi perfecta. Continué necesitando sus correcciones y ajustes pero nunca más subestimé el valor de la maternidad.

Ser una mamá “en equilibrio” en esta época es verdaderamente una hazaña. Es una aventura cuesta arriba que vale la pena emprender para el beneficio de tus hijos. Manténte vigilante en cuanto a las actitudes de tu corazón. Después de todo, tu tarea de mecer la cuna es de importancia trascendental, y el tiempo para impactar la formación de tus hijos es muy corto. Dios se agrada de que cumplas tus responsabilidades como mamá. Pero se agrada aún más cuando lo haces con deleite y paciencia creciendo en el proceso. ¡Qué hermoso es oír a una mujer gozarse en ser madre!

Oración
Padre, que tus hijas siempre veamos la maternidad como Tú la ves. Que nunca subestimemos el valor de los que has puesto en nuestras manos.