Cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar y tardo para la ira

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Capítulo 1 Santiago, comenzando con el versículo 18. Dice aquí: “… Dios, él, de su voluntad nos hizo nacer por la palabra de verdad para que seamos primicias de sus criaturas…”

Yo hablaba acerca de eso la última vez. Hablamos de que toda buena dádiva, Dios generoso que nos da más allá de lo que nosotros a veces esperamos, merecemos o nos atrevemos a creer que él puede darnos. Y una de esas cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas es precisamente es hacernos nacer por la palabra de verdad.

Yo decía que nosotros no nacemos espiritualmente de nosotros mismos. Hablamos de que hay un nuevo nacimiento que se da en la vida de aquellos que reciben a Cristo como Señor y salvador. Es un cambio de naturaleza y eso solamente Dios lo hace. Nosotros no venimos a Dios porque un día como que nos amanece de nuestra buena voluntad arrepentirnos y entrar, sino que Dios mismo inicia ese proceso de arrepentimiento de nosotros y de acercamiento a él. Y entonces él hace una obra milagrosa en nuestros corazones, en nuestra naturaleza y nos hace nacer, y nos da una nueva naturaleza, una nueva identidad, por eso es que es un nuevo nacimiento.

Si alguno está en Cristo es una nueva criatura para que seamos primicias de sus criaturas. Entonces, de ahí él habla, como consecuencias de ese hecho de que Dios es quien hace todas las cosas, Dios es quien inicia el proceso de salvación de nuestra vida. Dios es el origen de toda cosa buena que hay en nuestras vidas, por lo tanto, como él es tan grande, tan poderoso, tan soberano en todo lo que él hace, cuál es nuestro rol ante ese Dios generoso, ese Dios que toma la iniciativa, ese Dios soberano, cuál debe ser nuestra postura? Cómo debemos nosotros comportarnos ante esa grandeza, ese Dios todopoderoso? Dice,

“… Por esto, por esa razón, por la naturaleza de Dios, amados hermanos, todo hombre, toda mujer, debe hacer lo siguiente, esta debe ser nuestra actitud, ser prontos para oír y tardos para hablar y tardos para airarnos. Qué quiere decir tarde? Quiere decir como lento, como esperar el último momento, no lanzarnos enseguida, no tirarnos enseguida.

Yo creo que una de las cualidades más importantes de una persona madura en el Evangelio es la sobriedad. Digan todos sobriedad. Ustedes saben cuándo uno sabe que una persona es madura en el espíritu, cuando esa persona es sobria y se toma tiempo para medir las cosas. No está con grandes entusiasmos ni está tampoco con excesivo escepticismo y cinismo, sino que en el momento preciso hace las cosas.

Cuando viene una nueva noticia o viene una nueva revelación o una posibilidad de hacer algo, primero toma tiempo y piensa las cosas. Esa persona está en dominio de sí mismo, no actúa por emociones. Lo contrario de una persona sobria es una persona impulsiva, es una persona que dispara desde la canana, ni siquiera saca el revólver, como esos vaqueros de antaño.

Yo siempre he amado ese concepto de la sobriedad y debemos todos pedirle al Señor, ‘Padre, hazme una persona sobria, hazme una persona que mida las cosas y que le de tiempo al tiempo antes de moverme. El joven, la persona joven inexperta es una persona generalmente impulsiva. Usted ve que los jóvenes siempre van de un sitio al otro y hacen las cosas rápido, sin reflexión.

Dios quiere que nosotros seamos gente comedida, y gente sobria, antes de dispararnos, antes de decir las cosas… muchas veces en el matrimonio es una de las cosas más dañinas, en la amistad, cuando uno habla impulsivamente, y si tiene ira por dentro uno simplemente la suelta. Si tiene un pensamiento lo deja ir enseguida. Sabe que ese tipo de persona siempre anda con los ojos amoratados, siempre anda pidiendo disculpas o siempre alguien le cayó encima o tuvo una pelea con alguien o una discusión y siempre anda con problemas, porque no mide las cosas.

Tenemos que pedirle al Señor, ‘Señor, ayúdame siempre a meditar las cosas, meditar antes de hablar.” Yo creo que eso viene de ese sentido de que el mundo es una cosa seria, el mundo es peligroso y las palabras con… dice la Biblia que la vida del hombre está en la boca, por eso es que uno tiene que tener mucho cuidado cuando uno habla.

Hay un pasaje, no recuerdo dónde está, que dice ‘ten cuidado antes de hacer una promesa’, estoy seguro que es en Eclesiastés. Dice así, ten mucho cuidado antes de hablar porque Dios está en el cielo y tu estás en la tierra, por lo tanto, sean pocas tus palabras. ¿Verdad que sí? Amén.

Uno tiene que tener mucho cuidado antes de estarle diciendo al Señor “Oh, Señor, te voy a hacer esto, sácame de este lío y te prometo que voy a caminar hasta Roma de rodillas.” Tenga mucho cuidado antes de decir las cosas. Eclesiastés 5:2, dice aquí, “No te des prisa con tu boca ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo y tu sobre la tierra, por tanto, sean pocas tus palabras. Porque de la mucha ocupación viene el sueño y de la multitud de las palabras la voz del necio…”

Hermanos, hay una relación directa entre las muchas palabras y la necedad. Miren las personas viejas y de mucha sabiduría, calladitos, usted habla y habla y ellos ahí midiendo lo que usted está diciendo, y ellos también pensando antes de decir cualquier cosa. Porque ya han visto mucho y han vivido mucho.

Entonces, una de las cosas que uno tiene que tratar en su vida siempre, es ser una persona… es como en la economía, en las finanzas hay una ley que se llama la ley de supply and demand, de disponibilidad y demanda. Por qué si usted compra un puñado de tierra es barata la tierra? Ahora, los diamantes son caros, ¿verdad? Un diamante chiquito vale una fortuna pero un puñado de tierra casi no vale nada, por qué? Porque la tierra está por todas partes. Usted va a la calle, dondequiera, usted va a encontrar un puñado de tierra, pero búsquese un diamante, porque es poco. Y así pasa con la gente.

Muchas veces cuando nosotros hablamos mucho, cuando estamos siempre diciendo cosas y hablando y ofreciendo nuestra opinión para todo, nuestras palabras como están en tan gran disponibilidad valen poco, la gente no las toma en cuenta. Pero cuando uno piensa las cosas, cuando uno habla, las palabras de uno tienen peso. Entonces, tenemos que tratar en todo lo posible en nuestra vida por ser gente sobria, gente que mida sus palabras y que nuestra conversación sea el producto de una reflexión previa y un tiempo de que se vaya cociendo dentro de nosotros lo que nosotros vamos a decir. Entonces cuando brota la palabra, brota con fuerza, brota con sentido.

Entonces, es muy importante, el Señor nos llama, como ustedes ven, a la luz de la grandeza y dice que porque Dios está en el cielo y tu estás en la tierra. Así que no hables mucho, no le estés prometiendo al Señor todas las cosas todo el tiempo, te voy a hacer esto, voy a hacer lo otro…

Es lo mismo también que dice Santiago en otra parte, no sé si es Santiago, que no impongamos las manos con ligereza. Por qué? Porque si usted está imponiendo todo el tiempo a todo el mundo y ungiendo a todo el mundo y declarando a todo el mundo, ordenando a todo el mundo para el Evangelio y todo eso, pierde su valor. Las cosas tienen que hacerse en el momento de Dios, cuando Dios quiere, cuando está el Espíritu Santo, cuando hay un mover de Dios, entonces uno entra en ese mover de Dios.

Pero la gente quiere a veces como que todo el tiempo sea un relajo, todo el tiempo se le esté cayendo el moño a todo el mundo, y la gente en el piso, y todo eso, llega un tiempo ya en que no hay diferencia. Se convierte en un ritual barato como cualquier otra cosa. Entonces, es importante que sea en el momento de Dios, cuando Dios manda, cuando Dios habla, entonces uno se mueve. Uno tiene que estar mostrándole su unción a todo el mundo por dondequiera, eso es una tontería. Es cuando Dios dice las cosas.

Y eso viene de una convicción interna, de una seguridad que uno tiene. Cuando uno está seguro de sí mismo uno no tiene que estarle probando a la gente, ni estarle hablando, ni estar dándole su opinión en todo, sino que en su momento Dios hace las cosas.

Yo creo que por eso Santiago dice, este Dios tan poderoso que nosotros tenemos, este Dios que nos hace nacer de nuevo con su poder, este Dios que nos da tantas cosas buenas en la vida, este Dios que tiene un carácter de plata y de oro puro, santo, tenemos que ante su grandeza y su majestad, nosotros tenemos que caminar bajito y ser muy cuidadosos en lo que decimos y cómo nos movemos.

Entonces, dice, tenemos que ser prontos para oír. Alguien ha dicho que Dios nos ha dado dos orejas y una boca para que oigamos el doble de lo que hablamos. Y me parece un gran consejo. Escuche. Siempre esté cogiendo información. Usted es como un espía que siempre está tomando inteligencia, los servicios de inteligencia siempre están recaudando información, por eso tienen sus espías en todas partes del mundo. Ah, fulanito que lo van a elegir, mira, este hombre que parece que está subiendo en la política, le envían a Washington un telegrama o lo que sea, diciendo, “Aquí hay tal persona que parece que va a tener influencia y ya la CIA está mirándolo y está tomando información quién él es, de dónde viene, de qué pie cojea, etc. Uno siempre tiene que estar tomando inteligencia y escuchando, menos que hablar. Si uno habla demasiado, no puede escuchar y entonces no sabe de lo que está hablando.

Entonces, dice, hay que ser prontos para oír y tardo para hablar, y también dice, y tarda para airarse. Eso es otra cosa, hermanos, si nosotros sufrimos de ira, pidámosle al Señor inmediatamente que trate con nuestras vidas, porque la ira es una de las cosas más terribles y más dañinas. Yo diría que tenemos que ser tardos para ofendernos, punto.

Hay gente que se ofende de cualquier cosa. Tiene un ego que dice que es como un vidrio de Belén, se rompen de cualquier cosa. Han oído esta expresión? Como un vidrio de Belén. La gente que es demasiado sensitiva no puede servir al Señor, es que te van a ofender tanto, van a hablar a de ti tantas veces que si tu te estás ofendiendo por todo lo que dicen de ti, olvídate, que tu no sirves para nada. Sinceramente.

Si cada vez que te dijeron que fulanito dijo algo de ti, ya tu no le hablas a esa persona, mira, mejor métete en tu casa y no salgas de ahí porque desde que tu salgas te va a caer algo enseguida. Y si tu estás haciendo algo bueno para Reino de Dios, alguien te va a criticar y alguien no va a estar contento contigo. Sí o no?

Entonces, usted tiene que tener mucho betún, untarse mucha grasa para que le resbalen las cosas continuamente. Usted tiene que estar seguro de sí mismo, tan seguro que usted no le importa lo que la gente… si quieren decir que digan, porque qué caray, ya si lo dijeron de Cristo, cómo no lo van a decir de ti?

Todo eso está ahí en ese pasaje. Me gusta. No terminé de leer. Dice,

“Mejor es que no prometas y no que prometas y no cumplas, no dejes que tu boca te haga pecar, ni diga delante de nadie que fue ignorancia. Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz y que destruya la obra de tus manos?”

Hay un pasaje que estaba buscando aquí mismo, que lo vi en un momentito y después se me pasó, donde dice que no estemos atento a todo lo que la gente está diciendo de nosotros, porque recuerda que tu también dijiste algo de los demás. Sí o no?

Los otros día vi a una persona que me estaba diciendo que fulanito es un murmurador, entonces le digo, y qué no estás haciendo lo mismo? Quejándose de que fulanito murmura y él está haciendo eso precisamente antes dos o tres de nosotros que están allí sentados en una reunión.

Nosotros todos, dice, recuerda cuando tu dijiste algo de los otros. Hermanos, esa es la naturaleza del mundo. Yo sé que hay gente que me ama, y daría su vida por mí, pero hablan de mí por detrás. Yo lo sé. A mí eso no me molesta, porque yo sé que yo hago lo mismo a veces de los otros también. Así que yo los dejo que hablen y los ama y me dicen que fulanito dijo, amén. Yo sé que me ama y yo lo amo también. No tomo muy en serio las cosas, porque es que uno no puede estar continuamente peleando y confrontando cada cosa que uno oye. Uno se agota, se quema. Eso es lo que el diablo quiere, que uno esté siempre, ‘ah, que tu dijiste qué sé yo qué, alguien me dijo que tu dijiste…’ Deje eso, deje el agua correr.

Ayer mismo yo estaba en un lugar fuera de Boston y vino un hermano a hablarme acerca de otro hermano que estaba hablando de mí, de él, le dije, “Mira, deja a ese hombre tranquilo, que hable todo lo que quiera, esa persona no tiene ningún poder. Todo el mundo sabe quién es, así que no te pongas a estar peleando con él.” El hombre estaba amargado completamente. Le dije, “No te amargues, para qué te vas poner a estar… déjalo que se agote, que se canse. Cuando se canse entonces ya deja de hablar y tu vas a estar igualito. Pero si tu te pones a pelear con él todo el tiempo, te vas a agotar y eso es lo que diablo quiere.”

Entonces, tenemos que ser tardos para ofendernos, tardos para airarnos. Nosotros tenemos que estar seguros de quién somos en Cristo Jesús. Si usted está bien, nadie puede hacerle daño, mi hermano, mi hermana. Asegúrese que usted está bien, sólido en Cristo. Si el Señor es conmigo, quién contra mí?

Muchas veces cuando somos frágiles, entonces es cuando nosotros nos sentimos como que nos ofendemos por cualquier cosa que la gente dice. Déjenme decirle algo, mientras más débil usted es y más frágil es, más va a pelear. La persona que es fuerte pelea muy poco porque solamente pelea cuando tiene que pelear y escoge sus batallas el 90 por ciento de las veces, si puede caminar entre la multitud lo hace y solamente pelea cuando es absolutamente necesario, porque tiene confianza en sí mismo. No tiene que estar continuamente… identifica qué es lo que verdaderamente vale la pena confrontar y acerca de lo cual pelear y lo que no, lo deja tranquila, para qué gastar su energía porque está seguro de quién es, está confiado en Dios y sabe que el Señor va a cuidar su espalda, y que la verdad siempre prevalece.

No hay nada como cuando tu enemigo tropieza por su mal caminar en vez de tu empujarlo o tenderle una zancadilla. Déjalo que se caiga él mismo en su propio peso. Ascuas de fuego amontonará sobre su cabeza.

Cuando tu sabes que alguien está actuando en una forma indebida acerca de ti y tu vida… ahora, si está haciéndote un daño verdaderamente significativo, entonces intervén. Pero mientras esté haciendo algo allí, déjalo, ora y tranquilo, ascuas de fuego amontona sobre su cabeza. Va a haber tanto carbón sobre su cabeza encendido que se le va a quemar el pelo y la piel y la camisa, y todo cuando se prenda de fuego. Déjalo que el Señor… no hay nada como cuando el Señor tumba a un enemigo tuyo, y cuando caiga, no te alegres, dice, para que el Señor no lo bendiga. Déjalo ahí en el piso para que se quede mucho tiempo, porque si te alegras mucho de su caída entonces quizás Dios lo perdone y lo bendiga.

Es lo que dice la Biblia. No nos alegremos ni siquiera cuando nuestros enemigos caen. Dios es muy complejo y la vida cristiana es muy compleja y misteriosa. Hay algo bello en la sabiduría de Dios, es tan importante. Tenemos que ser tardos para airarnos. Si nosotros somos gente muy delicada, que nos ofendemos cuando no nos miran o cuando nos miran, cuando nos llaman o no nos llaman, cuando nos visitan o cuando no nos visitan, tenemos problemas. Nos vamos a agotar. El diablo va a hacer de nosotros lo que quiera. Nos va a torear como un toro es toreado por un matador.

El diablo usa esas emociones no tratadas en nosotros. Y esas emociones, él se conecta a ellas y entonces él hace de nosotros lo que quiere. Por eso es que la ira es una de las cosas más terribles que hay en el mundo, porque eso es puramente diabólico y cuando el diablo detecta ira en nosotros, él tira una línea de conexión, como un electricista se conecta con un cable de energía, y entonces por ahí él se comunica con nosotros y nosotros con él. Él no se puede comunicar con el amor, ni con la verdad, ni con la justicia, ni con el perdón ni la misericordia, ni la gracia, él se comunica con la ira, con el odio, con la sensualidad, con el amor al dinero, con todas las pasiones que son igual a él, con eso él puede bregar en nosotros. Él usa la concupiscencia que está en nosotros para conectarse y lo que nosotros tenemos que hacer es limpiar todo eso, sacarnos todo eso, para que él no tenga dónde agarrarnos.

Por eso es que todo esto está involucrado en esa cuestión, de que seamos tardos, prontos para oír, tardos para hablar y tardos para airarnos, porque la ira del hombre nunca podrá obrar la justicia de Dios.

Les voy a dejar eso. Váyase a su casa tranquilito, duerma bien esta noche y piense en eso. Vamos a pedirle al Señor, ‘Señor, trata con mis emociones, trata con mis heridas, trata con esas áreas de mi ser que no son de ti, que no convienen.’

Ahora mismo pídele al Señor, si hay algo en usted que no obedece a esos principios de orden de Dios, ahora mismo vamos a deshacernos en el nombre de Jesús. Yo me deshago, me desentiendo de esas emociones irredentas, de todo lo que no viene del Padre, todo lo que no obedece.

Señor, a veces tenemos distorsiones y no sabemos de dónde vienen. Un padre que no nos amó, una persona que abusó de nosotros y que nos hostigó, nos insultó, se aprovechó de nosotros, nos hizo pasar una vergüenza ante nuestros amiguitos. Padre, hemos estado heridos todos estos años y atacamos cuando nos critican y nos ofendemos fácilmente. Pedimos ahora, Padre, que tu nos ayudes.

Nos sentimos inseguros y queremos probar que sabemos lo que somos, y por eso a veces alardeamos y decimos más de la cuenta. Ayúdanos, Señor y límpianos de todo eso, Padre. Somos impacientes y actuamos rápido y no pensamos las cosas antes. Límpianos, sánanos, Señor, ayúdanos a ser gente como Cristo, sólidos, plantados en nuestra relación contigo, anclados a nuestro poderosos Dios.

Oh Señor, sana toda herida del pasado, Señor, sana toda tendencia nuestra a tomar ofensas rápidamente, Dios mío. Sana toda inseguridad que nos pone a estar observando qué dijeron de nosotros y sí dijeron de nosotros. Señor, sánanos de cualquier tendencia a herirnos demasiado fácilmente porque alguien nos miró de una manera indebida o hizo un comentario de alguna forma y entonces te echamos la culpa a ti o a la iglesia, y nos vamos de la iglesia porque nos sentimos ofendidos.

Padre, quita eso ahora mismo en el nombre de Jesús. Yo declaro sobre tu pueblo una unción de sabiduría, Señor, de entendimiento, de madurez, de estar cimentados en ti. Si tu eres nuestro Dios, tu eres nuestro defensor, Señor, ayúdanos, Padre, haz que el carácter de Jesús, el fruto del espíritu se manifieste en nuestras vidas, Señor. Trata con mis hermanos y mis hermanas.

Padre, si hay algo ahora mismo, alguna ofensa que estamos reteniendo en nuestro corazón contra alguien, nos despojamos de ello, Padre. Perdonamos a nuestros deudores, perdonamos a los que nos han ofendido, Señor. si estamos resentidos por una palabra que alguien dijo de nosotros, ahora mismo lo ponemos a un lado. Tu unción está aquí, Señor, unción de madurez, unción de carácter de Cristo, unción de cambios, Padre. En el nombre de Jesús yo reprendo toda obra del diablo en tu vida, reprendo toda inmadurez en tu vida.

Declaro el orden de Cristo en tu corazón y en tu mente. Reconfiguro tu carácter en el nombre de Jesús conforme al carácter de Cristo. Padre, pedimos que tu ordenes y mates todo lo que sea tuyo, Señor. Ordena nuestras vidas, Padre, en el nombre de Jesús, ordena nuestra vida. Rechazamos todo lo que no sea como Jesús, rechazamos lo que no obedezca a los patrones del Reino de Dios. ¡Aleluya!

Gracias por tu palabra, Señor. Gracias por tu palabra. Tu eres mi Dios, tu eres poderoso. Queremos humillarnos delante de ti. Oh, Señor, nos humillamos ante tu grandeza. Nos humillamos ante tu justicia. Nos humillamos ante tu gran poder y tu señorío, Padre.

Ayúdanos a caminar bajitos delante de ti, con total humildad, Padre. Sabemos quién somos y no merecemos estar ante tu presencia, Padre, no meremos manejar tu palabra, no merecemos dirigir a otros, Señor, no merecemos ser maestros en tu iglesia, Padre, porque solo tu hablas y no ofendes, Señor. Nosotros ofendemos continuamente, perdónanos, Padre. Perdona el orgullo, perdona la soberbia, la presunción, Señor, en nosotros, comienza conmigo, Padre. Haznos humildes, haznos sencillos de corazón, Padre.

Damos la bienvenida al carácter de Cristo en nuestra vida en esta noche. Límpianos y guárdanos de la ira, guárdanos de la violencia, Señor. Guárdanos de ofender a otros con nuestras palabras, Padre. Ayúdanos a ser gente de bien, que nuestra boca sea para bendecir, Padre, no como dice tu palabra, que hay hombres cuya boca es como golpes de espada, Señor. Que no sea así, Padre, sino que nuestra boca sea para sanar, bendecir, inspirar, animar, iluminar, ungir, proferir la bendición de Dios. Haznos mansos y humildes, Señor, como tu hijo Jesús.

Gracias, padre, gracias. Espíritu de paz, declaramos paz, Señor, sobre tu pueblo, sobre toda mi iglesia, Señor. Paz, mansedumbre, humildad, gracia. El amor de Dios cunda, Señor, en este pueblo. Todo filo, Señor amado, que no convenga, lo quitamos ahora mismo, Señor, de este pueblo, de los que están aquí y de los que no están aquí, Señor. Que esta iglesia sea una iglesia donde el amor de Cristo prevalezca, Padre, donde la mansedumbre y el carácter de Jesús sean el distintivo, Señor amado.

Renunciamos a todo espíritu diabólico, carnal, animal, terrenal, Señor. Te damos la bienvenida al espíritu de Jesús en esta noche. Gracias, Señor, gracias. Tu estás aquí, Señor. Tu presencia está aquí. Llévanos a nuestros hogares, Señor, con tu bendición. Padre, mucho daño que ha hecho el rencor yo, demasiado daño, Padre, queremos que tu pueblo sea diferente, Padre. En esta noche tu nos has hablado, Señor, y abrimos nuestra carne para que tu entres desde el fondo de nuestro ser y hagas tu obra, Padre.

Renunciamos a todo lo que no sea tuyo, Padre, a todo lo que no te agrade. Declaramos nuestro rechazo, Padre, nuestro repudio de todo lo que no refleje la excelencia del carácter de tu hijo Jesucristo. Señor, gracias. Gracias. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Gracias Señor.