Sermon clásico #6057: Judo espiritual

Dice allí la palabra del Señor: “… oísteis que fue dicho, ojo por ojo y diente por diente pero yo os digo, no resistáis al que es malo, antes a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale. Y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo, pero yo os digo, amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os siguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, que hace llover sobre justos. Porque si amáis a los que os aman qué recompensa tendréis? No hacen también los mismos los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, qué hacéis de más? No han también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto….”

El Señor me ha estado hablando acerca de la necesidad de nosotros meditar sobre esa verdades que a veces tendemos a dejar como en un plano de segundo lugar en nuestro deseo de buscar el poder de Dios y de buscar la gloria de Dios en nuestra vida, buscamos a veces las cosas más llamativas y más espectaculares, y nos olvidamos de esas cosas sencillas que tienen que ver con las actitudes de nuestro corazón, que tienen que ver más con el ser de la vida cristiana que con el hacer de la vida cristiana.

Porque hermanos, si nuestra vida relacional no está bien y no es agradable a Dios, no importan cuántas cosas grandes queramos hacer y cuantas oraciones elevemos delante de Dios, cuántas veces ayunemos. Lo que nos entre por un lado asimismo se ha de escapar por el otro. Muchas de las derrotas que sufre el pueblo de Dios, cualquier nivel, sea el nivel de la familia, el nivel del matrimonio, el nivel de la iglesia, el nivel del ministerio, vienen yo creo, por esa falla que hay en nuestro carácter y esas zonas de nuestra vida que no están tratadas por el Señor, y esas actitudes y esa forma de relacionarnos unos con los otros, que no son agradables a Dios y que por lo tanto le dan cabida al principio satánico a operar en nuestra vida.

Y nosotros tenemos que aprender técnicas tanto ofensivas como también defensivas, y por eso a mi me gusta cada año sacar una porción de mis sermones y dedicarlo a que reflexionemos un poco sobre esa dimensión un poco más sutil de la vida cristiana.

Yo quiero hablarles acerca del yudo espiritual. Han oído esa expresión alguna vez? Yudo espiritual? El yudo es uno de las artes marciales. Yo le voy a hablar un poquito acerca de eso. Yo creo que el Señor Jesucristo en este pasaje acerca del amor hacia los enemigos y de vencer el mal con el bien estaba hablando acerca de yudo espiritual.

Recuerdo que el domingo pasado hablábamos acerca de sobrellevar las cargas unos de los otros. Y yo decía que para que la iglesia pueda ser una comunidad verdaderamente sanadora, y para que la familia pueda ser un organismo sanador y para que nosotros podamos ser individuos sanadores que Dios pueda usar para canalizar su gracia a otros que están en necesidad tenemos que sobrellevar las cargas unos de los otros como yo hablaba de Pablo que decía, hijitos míos, por los cuales padezco dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, yo les decía, que así nosotros cada uno tenemos que padecer dolores de parto los unos por los otros hasta que el propósito de Cristo y la personalidad de Crista sea formada en cada uno de nosotros. Desgraciadamente hablábamos, muchas veces las iglesias no son ese lugar, como Pablo decía, restaurador donde hay espacio para que Dios vaya trabajando y para que a veces cometamos errores y caigamos, y entonces unos nos levantemos a los otros y haya esa intención restauradora. Como decía el Apóstol Pablo, si alguno de vosotros cayere en la trampa y fuere sorprendido en alguna falta vosotros que sois espirituales, dice, restaurad con espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado por lo mismo que el otro cayó. Ahí hay unos principios que elaboramos, de que para que Dios pueda sanar y restaurar y cumplir su propósito en la vida de la iglesia, de la familia, tiene que haber gente que asuma un poco de la carga y el peso que lleva la otra persona. Y eso se tiene que traducir en paciencia, en mansedumbre, perdón, en soportar las inconsistencias y las inexactitudes y los pecados de los demás en lo que Cristo va elaborando su propósito.

Decía yo que la iglesia es un hospital, que en un hospital habrá manifestación de enfermedad. Todos estamos enfermos en un grado u otro, entonces para que la iglesia pueda sanar tiene que haber una atmósfera de tolerancia y de amor y de paciencia. Yo creo, de igual manera, que para que en la vida de la iglesia, de la familia, en el trabajo, en la comunidad, haya canales para que la gracia de Dios corra y se manifieste a través de ellos tiene que haber un espíritu de mansedumbre y tiene que haber ese espíritu del cual habla Jesucristo de yudo espiritual.

Yo le voy a explicar qué yo quiero decir con eso. Si usted busca el yudo en sí en su forma puramente como deporte o como arte marcial, el yudo establece como principio primordial el usar la fuerza del contrincante en su contra para ventaja del otro contrincante. Es decir, esa es la forma en que, según el yudo, una persona mucho más débil puede derrotar a una persona mucho más fuerte. Usa la fuerza del enemigo y su superioridad de fuerza la usa en contra y eso permite que haya una victoria, usa el impulso y la agresividad del otro para derrotarlo. En un sentido caso no resistiéndolo sino dejando que el ímpetu que lleva el individuo lo haga tropezar y lo derrote. Es un misterio, en un sentido, es una paradoja. El yudo usa la paradoja para obtener la victoria.

Y Cristo habla en este pasaje precisamente de ese tipo de dinámica en que nosotros usamos la agresividad y la violencia y la maldad que hay en el otro, y en vez de oponernos frontalmente y pararnos y tratar de oponer fuerza en contra, usamos la fuerza del enemigo para en un sentido derrotar y vencer. Claro, mi palabras ponen las palabras de Jesucristo en un contexto como militar o de guerra, aunque Cristo aquí no las trata de esta manera pero yo creo que cuando el Señor habla de correr la segunda milla, o de no resistir al que te pide tu capa o que te pide tu túnica está usando situaciones que son potencialmente de conflicto para que nosotros podamos entonces usar los principios de los Evangelio, el principio del amor y de la paz y del perdón para neutralizar esa agresividad, para derrotarla.

Miren lo que dice Romanos, capítulo 12, versículos del 19 al 21, dice:

“… No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios porque escrito está mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, si tuviere sed, dale de beber pues haciendo esto ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No sea vencido de lo malo sino vence con el bien el mal….”

Yo creo que ahí, en este pasaje de Romanos está más claro esta idea de qué es lo que nosotros estamos persiguiendo en un sentido. Yo no creo que el Señor Jesucristo estaba hablando de dejarnos pisotear, o de dejarnos abusar o simplemente ser víctimas que la gente haga lo que le de la gana con nosotros. El Señor nos estaba enseñando cómo obtener la victoria más bien en situaciones de conflicto y de guerra usando principios de luz en vez de principios de las tinieblas. La Biblia dice que nuestras armas no son armas carnales, nuestros principios no son principios de guerra carnal sino de guerra espiritual. Nosotros luchamos con armas que Dios ha revelado a nuestras vidas, con actitudes y con comportamientos que obtienen la victoria pero sin agredir, sin dañar, sin ofender, sin destruir a nuestro contrincante.

Y yo creo que esto neutraliza la idea entre muchos que han leído este pasaje y que lo han rechazado, porque asumimos que lo que Cristo estaba diciendo es que simplemente nos convirtamos en víctimas, que la gente pisotee una y otra vez. Yo no creo que haya un principio bíblico que asegure más una vida victoriosa y una vida de dignidad y de provecho y de progreso que este principio que Cristo ha establecido aquí.

La resistencia a este principios, yo diría, que reside muchas veces en que va tan en contra de la intuición natural de nosotros, las ideas que nosotros tenemos que cómo funciona la vida humana y las relaciones humanas, este principios de Cristo del amor hacia los enemigos es tan contra intuitivo, tan contrario a lo que nosotros entendemos como la forma en que debemos tratar a los demás que por eso a veces resistimos la idea de practicarlo.

Viene, yo creo, en parte de ver la vida como una forma desintegrada y atomizada. Cada elemento, cada individuo por su parte, cada persona por su lado en vez de ver la vida humana y las relaciones humanas como un sistema, como una red de relaciones en el cual todos estamos ubicados. Ahora mismo yo miro esta congregación y yo veo hilos invisibles que van de una persona a la otra y hay una red de relaciones entre nosotros como iglesia. Si pudiéramos ver este lugar con los ojos de Dios veríamos hilos invisibles y si lo miráramos desde arriba, desde la parte superior del techo veríamos hacia abajo una red luminosa que va de persona a persona y que establece puntos de contacto entre todos los que estamos aquí y nos constituye en un sistema de relaciones espirituales, emocionales, físicas, de comunicación, etc. todo esto, no somos, dice por ahí, ningún individuo, nadie es una isla, ningún hombre es una isla hay un dicho en inglés. Ningún ser humano es una isla, todos somos parte de un continente, todos somos parte de una red, de un sistema de relaciones.

Y precisamente yo creo que las peleas y las luchas y esa forma agresiva en que muchos de nosotros nos tratamos unos a otros viene de no entender ese sentido de comunicación y de sistema que nos une a todos en una sola unidad, en una sola familia. Y yo creo, hermanos, de nuevo, que para que en una iglesia pueda reinar el amor y la armonía de Dios nosotros tenemos que entendernos unos a otros en esa manera. Sino no se va a dar el propósito de Dios en la vida de la iglesia. Lo que menos encuentra a veces en la iglesia es ese espíritu de sobrellevar las cargas unos de los otros y restaurar al caído.

Y les digo, hermanos, que lo que menos reina muchas veces en la vida de la iglesia es el espíritu de amar al que percibimos como nuestro contrincante y por eso muchas iglesias se dividen y se rompen y se quebrantan, y yo creo que el problema más grande de las iglesias no es tanto los ataques de Satanás sino lo que hay en el corazón humano que Satanás usa para dividir y para disgregar esa unidad que Cristo ha establecido entre su pueblo.

Pero yo creo que cuando comenzamos a vernos como parte de un sistema, como todos unidos en lazos indisolubles unos con los otros, que lo que yo hago aquí afecta todo lo que pasa en la vida de la congregación y que mis palabras aparentemente dichas y aisladamente van a reverberar sobre toda la congregación y que la manera en que yo resuelvo un conflicto con mi hermano, allá en la oficina del pastor, o por teléfono tarde o temprano va a diseminar sus influencias negativas o positivas, toda la vida de la congregación. Y cuando yo entiendo que yo soy parte de un tejido mucho mayor que yo, entonces las cosas comienzan a cambiar. Es la forma en que nos percibimos.

Cuando yo veo a mi hermano allá afuera en la calle como parte de un sistema mayor o cuando yo me veo en mi trabajo donde hay quizás, 20, 30, 40 personas como parte de un sistema y yo estoy implicado dentro de ese sistema y nada que yo haga o diga va a dejar de afectar todo el sistema, entonces las cosas cambian en la manera en que yo actúo, en la manera en que yo reacciono a lo que yo percibo es un ataque, o un error, o un cualquier acto negativo de parte de mi hermano en contra. La manera en que yo lo perciba a él y el lugar que él ocupa en mi vida, y en ese sistema de relaciones, esa forma va a determinar cómo yo voy a reaccionar.

Déjenme darle un ejemplo, porque esto suena un poco teórico, pero yo quiero aplicarlo a lo que Cristo dice aquí, el que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica déjale también la capa; cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Eso no lo podemos aceptar y no lo podemos practicar y no lo podemos entender a menos que no veamos ese sentido de familia y de unidad y de sistema dentro del cual nosotros nos movemos.

Déjenme darle el ejemplo del matrimonio, por ejemplo, en el matrimonio el conflicto sostenido, esa guerra a veces fría que continuamente hay en los matrimonios o el conflicto que surge una y otra vez en los matrimonios que siempre están en lucha y en pugna y en pelea, eso viene del cada uno verse separado y pensar en sí mismo como un elemento separado y no verse como parte de una unidad que compone al esposo y a la esposa. Por eso es que cuando nos casamos y venimos ante el pastor y él lee la porción que dice, y serán una sola carne y dice, yo los declaro marido y mujer y ahora ustedes pasan a ser como Cristo y la iglesia, una sola cosa. Eso nos pasa por aquí, suena muy bonito, pero no entendemos las implicaciones de eso. Entonces en el matrimonio hay lucha y hay pugna. Yo digo que cuando el matrimonio tiene una pugna continua, no las pugnas aisladas que van a surgir inevitablemente, pero cuando la pugna y la lucha se convierten en el principios rector de la vida matrimonial es porque a la raíz cuando usted busca y usted coge todo el follaje, el ramaje y todas las hojas y va a la raíz, usted encuentra egoísmo. Es decir, cada uno, el esposo y la esposa pensando en términos individuales y no viéndose como una unidad, como un sistema que es el matrimonio. Entonces no somos capaces de pensar en la pareja como una unidad, como un organismo sino que cada uno está pensando como algo separado el uno del otro.

Y entonces cuando surge un conflicto o hay una ofensa, o se hace algo que ofende al otro, el otro se tranca y se siente ofendido y quiere contraatacar y quiere en un sentido entre comillas vengarse, ya sea a través del insulto, a través del silencio, a través de una acción dañina al otro. Por qué? Porque piensa la persona que lo que hace no está afectando el sistema, sino que está afectando a la persona que él o ella percibe como el origen de su incomodidad, o de su dolor, o de su ofensa, pero no está viendo a la pareja como un sistema en el cual lo que yo hago en esa dirección también me rebota y me va a afectar a mi. Cuando hay ese tipo operación, uno de los dos cónyuges no estaba pensando en que yo le estoy haciendo daño, no a mi cónyuge, sino a la pareja de la cual yo soy parte. Lo que yo estoy haciendo con mi esposa está afectando al otro sistema que es la familia, que incluyen entonces a mis hijos. Y lo que nosotros estamos haciendo está rebotando de él o de ella y pasando a los hijos y de los hijos unos a los otros y de los hijos entonces otra vez al padre o a la madre que comenzó todo, o el que reaccionó, al que inició todo.

Es decir, es algo bien complejo pero hay una red de relaciones en que cada uno está afectando al otro y si nosotros nos percibiéramos como parte de esa red indisoluble, entonces las cosas cambiarían. Porque lo que comienza como una ofensa de un solo individuo en realidad está afectando al otro individuo y la reacción del otro individuo está afectándolo a él mismo, al que está reaccionando, y al que originó la ofensa, y entonces está afectando a los demás. Y esto se convierte en una cadena que se refuerza a sí misma, como un disco que está siendo tocado una y otra vez, ese patrón se va haciendo más y más fuerte y las ranuras más y más hondas, más difícil se hace escapar de ese círculo vicioso. Porque no estamos entendiendo que lo que yo estoy haciendo y la forma en que estoy reaccionando está afectando todo el sistema, sino que yo pienso que solamente es una pugna entre dos personas y que mi acción solo afecta a la persona a quien está dirigido.

Esto no es geometría pero es una familia bien pequeña. Aquí usted tiene arriba el esposo y la esposa, ven, y aquí usted tiene usted tres hijos solamente. No los quise poner muy grande, aquí usted tiene en esta parte una familia, un poquitito más extendida, suegro 1, suegra 2, suegro 3 y suegra 4, y entonces aquí usted tiene las relaciones entre estas 9 personas, cada flecha, por ejemplo, del esposo va una flechita a cada uno de los hijos y a la esposa. De la esposa a cada uno de los hijos y al esposo, y del hijos hacia el papá y la mamá y entre ellos también. Usted entiende el diagrama? Y cada uno de esas flechas quiere decir influencias que van de un lado al otro; el esposo afecta a la esposa, la esposa afecta al esposo, los hijos afectan al esposo y a la esposa, y viceversa, se afectan unos a otros, y ese es el sistema de la familia nuclear, es decir, la casa, solamente papá, mamá y tres hijos.

Pero entonces hay también las relaciones entre los suegros, ellos se relacionan entre sí uno con el otro, pero también ellos se relacionan con la familia, con el hijo o la hija de una sola. Imagínense si yo pusiera aquí 4 ó 5 hijos más con sus propia familia lo complicado que sería ese diagrama ¿verdad? Pero toda esta gente se están afectando unos a otros en diferentes maneras y lo que pasa en el hijo de arriba, la ‘h’ primera va a influenciar lo que pasa aquí, porque una cosa va ligada a la otra. Es como una conexión eléctrica que el sistema de la casa está todo vinculado uno al otro.

Entonces muchas veces hay un hijo pequeñito por allá que está haciendo unas cosas, y nosotros creemos que lo que hay que hacer es atender el hijito eso. Pero de dónde viene ese problema, en alguna parte comenzó. Y ese hijito va a afectar todo el sistema de la familia y entonces nosotros tenemos que entender, hermanos, que cuando nosotros hacemos algo, decimos algo, estamos afectando a mucha gente a nuestro alrededor. Cuando hay conflicto, cuando dejamos que las reacciones negativas rijan un pequeño aspecto de la familia, estamos envenenando todo el sistema. Y ese sistema me está envenenando a mí también que soy solamente una piececita. Así que cuando yo reacciono y cuando trato de resolver un problema, una pugna, una lucha, yo tengo que entender que lo estoy haciendo no solamente por mí y por mi cónyuge sino un nivel mucho más amplio de relaciones. Ya mis acciones y mis reacciones tienen un peso mucho, mucho mayor del que yo jamás podría pensar si yo me veo solamente como una piececita aislada de todo el sistema.

Por eso los psicólogos hablan del paciente identificado, porque muchas veces en la familia puede que el individuo X esté manifestando ciertas neurosis y ciertos problemas y ciertas reacciones, y entonces las reacciones, vamos a llevarlo al psiquiatra porque está pasando un problema para que el psiquiatra nos lo cure. Pero la familia tiene que ver cómo ese individuo está siendo afectado por todo el sistema familiar. Toda la familia necesita sanidad en un sentido.

Cuando mi esposa me ofende o el esposo ofende a la esposa no es solamente que unilateralmente ella o él está haciendo eso, está reaccionando a algo y la forma en que yo reaccione va a rebotar de ella, en la manera en que yo actúe y va a afectarme a mí también. Así que conviene muy bien yo resolver el problema en una manera que no le haga daño a ella, ni me haga daño a mí, le haga daño a los hijos, le haga daño a la iglesia ni al Reino de Dios ni a la comunidad.

Una piedra que yo tiro en un lago tiene reverberaciones que llegan hasta el fin del universo, porque el universo y las relaciones humanas son toda una red de relaciones bien bien (….) y por eso tenemos que tener cuidado cómo nos tratamos. Tenemos que tener cuidado cómo resolvemos los problemas unos entre los otros, porque somos responsables. Muchos pueblos en última instancia, las acciones que yo lleve a cabo va a afectarme a mí, la manera en que yo trate a mi enemigo, si yo lo apuñalo, o si yo lo venzo como un principio positivo de bien y de amor, va a determinar la calidad de mí vida interior y sanidad emocional, la manera en que yo disfrute de la vida, la manera en que yo hable, la calidad de persona que yo sea, la calidad de cristiano que yo sea. Así que a mí me conviene, para yo defenderme a mí mismo y para yo tener ventaja para mí mismo, yo tengo que obrar conforme al principio de Jesucristo porque la manera en que yo reaccione para con mi contrincante va a determinar la manera en que yo viva también.

Así que al yo defender a mi contrincante y buscar una forma no destructiva de vencerlo, yo me estoy defendiendo a mí mismo porque los dos somos parte de un sistema. Déjenme darle un ilustración de este principio de cuerpo y de unidad que no se puede separar. Cuando nosotros nos quemamos por casualidad, alguien coge una olla caliente por el mango, se quema y arde. A uno le da ira ¿verdad que sí? Pero usted no coge un martillo y le da a la mano por haber cogido el mango caliente por lo descuidada que fue la mano, ¿verdad que no? Por qué? Porque usted sabe que su mano está vinculada a su brazo y que el que cometió el error quizás fue el cerebro porque usted dice, qué tonto fui yo. Usted no dice, esta mano es tan estúpida, me la voy a cortar para que no lo vuelva a hacer. Por qué? Porque sabe que si usted da el martillazo a la mano el que va a sentir el dolor es todo el cuerpo y el que tiene la culpa es todo el cuerpo, incluyendo el cerebro que estaba ahí adentro. Usted dice, yo tuve la culpa. Que tonto soy. Y eso es si lo dice bien. Otros decimos otras cosas. Pero la idea es que todo mi cuerpo y todo mi ser cometió el error y agarró el mango en última instancia. La mano fue simplemente el punto de contacto. Por qué? Porque yo soy una totalidad, yo soy una unidad.

Lo mismo pasa en el matrimonio y en la relación con los hijos y la iglesia. Cuando nosotros nos vemos como esa totalidad que todos somos el producto unos de los otros, y que nos afectamos unos a otros y que nos hacemos daño unos a otros en cualquier acción, ya entonces cuando adquirimos ese sentido de cuerpo y de organismo y de unidad, la forma en que resolvemos los conflictos y que tratamos los errores que cometemos unos con los otros, es muy diferente. Yo soy parte del problema siempre porque yo soy parte del sistema y por lo tanto yo soy parte de la solución. Y tengo que tener mucho cuidado cómo yo resuelva el problema porque no solamente soy yo parte de este sistema de aquí, sino que yo soy parte del Reino de Dios y del pueblo de Dios. Y lo que yo haga afecta el nombre de Dios.

Cuando Abraham y Lot tuvieron problemas Abraham se acercó y dijo, la implicación fue, mira, alrededor de nosotros están todas estas tribus, todos estos grupos, tu y yo somos hermanos, no traigamos vergüenza en un sentido a nuestra relación familiar entrando en conflicto. Vamos a resolver el problema.

Cuando David pecó violando a la esposa de Urías, el profeta Natán le dijo a David, tu hiciste blasfemar a los hijo de Dios. Por qué? Porque hay una relación entre una cosa y la otra. Lo que David hizo allí a escondidas afectó a Urías, afectó a los enemigos de Dios, afectó a Dios, afectó las generaciones futuras de David, todo fue dañado.

Cuando Adán y Eva pecaron en el Edén toda la humanidad por el resto de la historia fue afectada y todavía nosotros sentimos las reverberaciones de ese acto mínimo y privado que se cometió allá en el Edén. Porque todos somos parte de una comunidad indisoluble, y la forma en que nos tratamos unos a otros y la forma en que nos vemos unos a otros va a tener unos daños terribles sobre el nombre de Dios y la calidad de la vida en nuestra familia, la iglesia. Por eso es que nos conviene tratar las cosas conforme a este espíritu de mansedumbre y de bondad y de sanidad, por eso es que hermanos, depende de cómo nos concibamos a nosotros mismos, de esa manera, nosotros nos vamos a tratar unos a los otros.

Voy a usar un ejemplo, una ilustración: el concierto de Juan Carlos Alvarado. Una operación de esa magnitud usted ve que la gente llega y dos o tres horas todo se esfuma. Horas y horas y días y días de preparación en dos o tres horas todo está consumado, y la gente llega bien vestidita y se sienta y no saben que detrás de todo eso hay un sistema inmenso operando de días y de días que ha sido capaz de producir esos minutos de adoración y de alabanza y de gozo. Y detrás de todo eso, hermanos, ha habido, yo diría, docenas de oportunidades para que el espíritu de ese concierto se dañara y que al final lo que quedara era malos sentimientos entre todos los que participaron. Hubieran podido pasar muchos disgustos bien grandes en ese tiempo.

Ahora, qué fue lo que permitió que esos momentos de calor y de potencial conflicto fueran neutralizados y que al final pudiera haber un espíritu tan lindo de armonía y de paz y de bendición? Te voy a dar tres momentos en que pudo haber un conflicto bien serio. El primero fue cuando hace unos días se nos notificó ya a última hora y casi por coincidencia que Marcos Vidal, el segundo cantante que venía, no iba a llegar. La tendencia de uno es a decir, nos han engañado, no nos han dicho las cosas como tenían que decirnos y uno reacciona violentamente e insultar a las personas o entrar en un conflicto serio, y dañar toda la cosa. Porque así es que se resuelven los conflictos en el mundo. Usted ve? Ese es uno de los principios que cuando usted permite espacio y lugar a Dios en vez de usted querer tomar las decisiones usted y resolver los asuntos usted, y buscar su propia justicia usted por fe le permite a Dios espacio para ser honrado, para ser bendecido. Ese el yudo espiritual y usted gana la victoria al final y Dios entonces llena ese espacio con gran bendición. Primer problema.

Segundo problema fue que cuando Juan Carlos Alvarado llegó al lugar entonces fue nuestra oportunidad para pedirle disculpas a él. A la larga él mismo me dijo, está bien, no hay problema, vamos a tocar con esto y la gloria de Dios se dejó sentir allí. Dios llenó el espacio. Yo no me puedo preocupar por mi propia dignidad solamente pequeñita ofendida, yo tengo que pensar en términos del beneficio del Reino de Dios a la larga, cómo lo que yo haga y lo que yo diga puede afectar almas que van a ser salvadas en el futuro. Ve? Eso se llama pensar sistémicamente, pensar en términos de todos los demás. La mayoría de nosotros pensamos solamente aisladamente, lo que a mí me toca.

La última cosa que sucedió fue que nosotros le habíamos llamado por teléfono con mucha anticipación para pedirle que si podíamos hacer un video del concierto y ellos nos habían dicho que sí, que no había ningún problema, y cuando llegaron aquí el representante de la firma de discos que graba las grabaciones de Alvarado, cuando se dieron cuenta que se estaba tomando este video, nos llamaron aparte, estaba allí el representante de firma y entonces ellos me dicen, la firma dice que eso no se puede usar. Bueno, me presentaron una ley, qué podía yo hacer en ese caso, ponerme a pelear, etc.? Ellos eran bien tajantes en su situación. Yo dije, bueno hermanos, miren, ya faltaban como unos minutos para el concierto. No nos vamos a poner a pelear aquí. Mandamos a hablar con ustedes y se nos dijo que podíamos hacerlo y si eso es lo que hay, no se preocupe. Mire, sabe, en ese momento cuando yo dije eso, cambió la cara. Yo lo vi y algo cayó en ese momento y entonces uno de ellos llamó al otro y se retiraron un poquito de mí. Y entonces se susurraron algo y vinieron y dijo, mira, vamos a permitir que se hagan 100 videos y hagan ustedes lo que quieran con esos 100 videos. Yo dije, bueno, gracias. Al ratito, como a los 3 segundos dice el ejecutivo de la firma, que hagan 150. Según iba progresando el concierto hacia el final de la noche, se acercó el mismo ejecutivo y dice, mire, hagan todos los que ustedes quieran. Hermanos, yo no tuve que disparar un solo tiro. La muralla cayó sin siquiera soplar, ojalá yo hubiera soplado aunque sea sobre la muralla.

Hermanos, qué hizo la diferencia? El yudo espiritual. El uno sobrellevar la carga del otro en ese momento. Uno asumir el pecado que haya en el grupo o donde sea y uno entender que en ese momento no podíamos dañar el ambiente, no podíamos darle gloria a Satanás, no podíamos entrar en una pugna de insultarnos unos a otros y pelear unos con los otros. Eso no lleva a nada. Un dinerito se saca de dondequiera y Dios es glorificado y a la larga Dios lo suple y Dios lo colma de bendiciones y Dios los multiplica.

Y simplemente uso esta experiencia que está allí así de esa manera, yo les podría dar tantas experiencias en mi matrimonio, en la relación con los hijos, en la vida de la iglesia. Hermanos, Dios nos ha puesto bajo un sistema muy diferente al que el mundo de afuera opera. El mundo allá afuera solo sabe a lo máximo la ley del talión, el principio diabólico es el principio de explotarnos unos a otros, matarnos unos a otros, buscar ventajas unos sobre los otros. Ese es el principio darwiniano de la evolución: el animal más grande se come al más pequeño. Ese es el principio diabólico de la carne y la biología que gobierna el universo y detrás de todo eso está Satanás que es el padre de ese principio carnal.

Ahora, Cristo ha establecido un principio totalmente diferente y es el principio de vencer el mal con el bien, el principio de vencer el odio con el amor, el principio de vencer la guerra con la paz, el principio de vencer la palabra hiriente con el silencio preñado de fuerza espiritual que neutraliza y que apaga el mal que hay en esas palabras hirientes.

Ahora, dónde está tu fe? Que si tu no crees en un Dios que interviene en las cosas más pequeñas de tu vida, eso no tiene sentido para ti. Tu solo crees que la vida y tus victorias y tus derrotas dependen de ti solamente, que Dios no está atento a las cosas de este universo, entonces tu no vas a entender lo que yo estuve diciendo. Ahora, si tu crees que Dios está metido ahí a tu lado, cuidando todas las cosas y velando por aquellos que lo honran, creyendo que la venganza es mía, dice el Señor, no tu darte el gusto de tu perpetrar tu propia venganza, entonces de esa manera tu vas a entender que Dios se ha comprometido contigo.

La gente más feliz que yo conozco es la gente que aprende a vivir conforme a ese principio. Yo todavía estoy, pero muy, muy lejos de poder estar a la altura de lo que yo mismo le estoy predicando. Ahora, noto que cuando tengo el valor y la fe necesaria para aplicar esos principios siempre Dios honra y siempre Dios bendice.

Así que hermanos, cómo nos vamos a ver nosotros? Nos vamos a ver cada uno como un individuo aislado, o nos vamos a ver como parte de una familia, partes de una red maravillosa que Dios ha establecido? Tenemos que velar los unos por los otros porque tenemos que perdonarnos unos a otros.

Yo les reto y me reto a mí mismo en el nombre del Señor, vamos a vivir conforme a los principios del reino, vamos a, como dicen por ahí, poner nuestro dinero donde está nuestra boca, te decimos cada domingo, vamos a vivir, vamos a darle el lugar a Dios y vamos a poner a Dios a prueba. Yo les garantizo en el nombre del Señor que si usted aprende a usar ese principio de yudo espiritual usted será una persona mucho más feliz y mucho más victoriosa a diario. Que el Señor nos bendiga.