Ser sensible al toque de Dios

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El autor Gary Chapman en su libro “Los cinco lenguajes del amor” habla de la importancia que el toque físico tiene en nuestras vidas. Él explica con mucha claridad cómo un abrazo, una palmada en la espalda, una caricia puede comunicarnos amor, afecto, aceptación y cuán necesario es esto en nuestras vidas.

También nos habla que el toque de una palabra puede ser una afirmación útil para que nosotros sigamos adelante y para que venzamos obstáculos. Y si esto hace el toque de una persona en nuestras vidas, y es tan necesario porque hay estudios que indican que cuando este toque físico, este toque de la palabra no está en nuestras vidas, nuestra espina dorsal emocionalmente se seca. Y somos personas con una personalidad disfuncional.

Para que la personalidad funcione emocionalmente bien necesitamos este tipo de toques. Cuánto más el toque de Dios es necesario en nuestras vidas para cambiarnos y para transformarnos. Por qué razón? Porque Dios nos ha creado y como él nos ha creado él es el que nos sostiene. Él es el que nos sustenta, él es el que nos sujeta, pero también él es el que nos transforma.

El toque de Dios lo podemos ver en su palabra en la naturaleza. Si usted tiene su Biblia vaya, por favor, al salmo 144:5. Dice así:

“…Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende, toca los montes y humeen, despide relámpagos y disípalos, envía tus saetas y túrbalos, envía tu mano desde lo alto, redímeme y sácame de las muchas aguas…”

Aquí podemos ver con toda claridad cómo el toque de Dios ha cambiado la naturaleza. También en la Biblia hay muchos personajes que fueron sensibles al toque de Dios, personajes que no solo recibieron el toque de Dios sino que dejaron que este penetrara en sus vidas, se apropiaron de ese toque de Dios y respondieron con obediencia a ese toque.

Uno de ellos es Jeremías. Yo quiero que usted me acompañe ahí en su Biblia, por favor, al libro de Jeremías y busque el capítulo 1 y luego el versículo 4. dice así:

“…Vino pues palabra de Jehová a mí diciendo, Antes que te formases en el vientre te conocí, ya antes de que nacieses te santifiqué, te di por profeta las naciones y yo dije, ah, Señor Jehová, he aquí no sé hablar porque soy niño, y me dijo Jehová, no digas soy un niño porque a todo lo que te envíe irás tu y verás todo lo que te mande. No temas delante de ellos porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová, he aquí he puesto mis palabras en tu boca…”

Aquí podemos ver con claridad el llamado que Dios le hace a Jeremías. Le hace ver el propósito que tiene para él desde antes de que nació. Le da el aliente de que va a ir con él a donde él lo envíe, pero también le da la capacitación. Toca sus labios y con esto pone palabra en su boca y lo capacita para lo que tiene que ir a hacer.

Y a usted y a mí Dios quiere hacer lo mismo en esta mañana. Todos tenemos que ir a hablar de Cristo. No necesitamos tener un gran ministerio, podemos ir a hablar de Cristo al vecino. Hace un rato el pastor Omar decía, llévenle un almuerzo a su vecino. Y claro, cuando nosotros llevamos algo físico al vecino también lo podemos acompañar y lo debemos acompañar con algo espiritual.

Y Dios va a tocar en esta mañana nuestra boca para que nosotros podamos hablar de Cristo a todos aquellos que tenemos cerca, para que no pase un solo día sin que nosotros hablemos de él.

Aquí vemos claramente el toque de Dios capacitándonos. No hay nadie que podamos decir, es que yo no puedo hablar de Cristo, es que yo no conozco mucho para hablarle a otro. Vemos que aquí Jeremías decía, soy niño. Dios le dijo, no digas que eres niño, yo te capacito, yo pongo mi palabra en tu boca.

Y este toque de Dios también lo podemos ver en Isaías. Vayan conmigo por favor a Isaías, capítulo 6, busque por ahí el versículo 5. Aquí tenemos algo muy hermoso, aquí en Isaías se nos habla que había un rey llamado Usías. Este rey había gobernado por 43 años, pero en estos 43 años le había entrado el orgullo. Entonces viene Dios y le manda una lepra y debido a eso este rey se muere. Y en ese mismo año Isaías tiene una visión del trono de Dios, tiene una visión hermosa del trono de Dios porque ve que encima de él hay serafines. Esos seres hermosos, esos seres celestiales que tienen tanta energía, que tienen 6 alas con las cuales dos cubren su cabeza, su cara, dos cubren sus pies y con las otras dos vuelas.

Se llenó de humo todo el lugar y vienen entonces Isaías que ante esa visión hermosa él se da cuenta de la santidad de Dios. Pero al mismo tiempo que se da cuenta de la santidad de Dios, de ese Dios que es tres veces santo, viene él y también se da cuenta de su impureza. Él se da cuenta de la impureza de los labios. Cuando usted y yo llegamos a la presencia de Dios ahí es donde nos damos cuenta de la santidad de Dios, viene la revelación de su santidad, pero junto con la revelación de su santidad viene la revelación de nuestras impurezas. Si nosotros no nos damos cuenta de todas las impurezas que tenemos, porque las tenemos, no somos perfectos, es porque no vamos a la presencia de Dios, porque es ahí en la presencia de Dios donde vienen esas revelaciones.

Y cuando Isaías se da cuenta de esto, miren lo que sucede, viene el ángel y viene volando hacia él y ahí en el altar agarra con su mano, con unas tenazas, un carbón encendido y lo pasa por los labios de Isaías, y dice Isaías:

“…He ahí que el ángel volando vino con un carbón encendido y tocó mis labios y me dijo, “he tocado tus labios, he quitado tu culpa y he quitado tu pecado.”

Es Dios limpiando la iniquidad en Isaías. Es Dios limpiando sus labios con el toque divino que cambia, que transforma y que limpia. Y por qué le ha limpiado también su corazón? Le ha limpiado su corazón porque cuando nos limpia los labios, cuando nos limpia lo que nosotros hablamos, nos está limpiando el corazón, porque los labios es el resultado de lo que tenemos en el corazón.

De la abundancia del corazón habla la boca. Y por qué limpió Dios esta área en Isaías? Por qué sus labios? Porque era el área donde quería usarlo. Después de que le limpia sus labios le dice,

“… Quién irá por nosotros? Isaías está ya listo para decirme, he aquí, envíame a mí…”

Y cuando yo usted y yo recibimos el llamado de Dios y le decimos, he aquí, envíame a mí, y por el llamado de Dios le vuelvo a decir, no se trata de un llamado a las naciones. No se trata de un llamado a otro lugar. Que bien si Dios lo da, pero a veces el llamado que Dios nos está haciendo es a nuestra misma familia, a veces el llamado que Dios nos está haciendo es a nuestro mismo vecindario. A veces el llamado que Dios nos está haciendo es a las personas con las que trabajamos.

Y Dios necesita limpiar ciertas áreas en nuestra vida para usarnos. Si no estamos siendo usados por Dios, preguntémosle si lo que sucede es que no estamos dejando que limpie las áreas que tienen que ser limpiadas. Cómo las vamos a conocer? Cómo nos las va a revelar? Cuando nosotros vamos a su presencia, ahí viene la revelación de él, la revelación de lo que tenemos que cambiar, también viene ahí la decisión del cambio, la necesidad de cambiar, pero también viene otra parte muy linda, cuando Dios nos toca también viene la necesidad de obedecerlo.

Cuando Dios le dice a quién enviaré, él le dice, heme aquí, envíame a mí. Y Dios también nos da a nosotros voluntad para el servicio. Dios quiere que usted y yo, cuando Dios nos llama tengamos voluntad para el servicio.

Yo quiero que usted me acompañe a Primera de Samuel, en el capítulo 10. Tenga sus ojos en el versículo 27. Samuel había recibido la orden de Dios para ungir como rey a Saúl y viene y entonces agarra una redoma de aceite y lo coloca sobre su cabeza. Luego viene Dios y muda, cambia, transforma, el corazón de Saúl. Y Saúl, ya ungido como rey, y cambiado su corazón empieza a profetizar. En ese momento el pueblo de Israel tenía un gobierno teocrático. Dios los gobernaba directamente, Dios se había encargado de protegerlos, Dios se había encargado de cuidarlos, se había encargado de dirigirlos, sin embargo, el pueblo lo que quería era tener un rey de carne y hueso.

Ellos lo que querían era tener un rey como el de las otras naciones. Decían que un rey como el que tenían los otros pueblos, las otras naciones era el rey que los iba a defender a la hora que los atacaran. Y entonces viene Samuel y junta a todos los pueblos y les va a presentar a Saúl como rey, a Saúl como el escogido de Dios por la petición que ellos estaban haciendo. Y les hace ver Samuel a todo el pueblo que Dios les está dando ese rey porque ellos lo están pidiendo, porque no era la voluntad de Dios en ese momento para Israel.

Pero también aquí entra la voluntad permisiva de Dios, como lo pedían, pues Dios se los dio, era la voluntad permisiva de Dios aunque no era su voluntad soberana. Y cuando Samuel empieza a buscar a Saúl no lo encuentra. Era un jovencito y se hbái escondido por ahí entre los bagajes. Al fin aparece y lo presenta y cuando lo presenta muchos del pueblo empiezan a victorearlo, viva el rey! Viva el rey!. Y viene Samuel y entonces lee todas las leyes que tenía que presentarle al pueblo, las escribe también y después manda a su casa todos, inclusive a Saúl, a su casa en Gabá y dice aquí en la palabra de Dios, en el versículo 27 lo siguiente:

“…Saúl había sido ungido rey. Dios le había mudado su corazón y el espíritu de Dios había venido sobre él y estaba profetizando. Y luego dice así, y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabá y fueron con él los hombres de guerra cuyo corazón Dios había tocado…”

Es Dios el que toca nuestro corazón para que tengamos voluntad para servirlo. En esta mañana yo sé que Dios va a tocar su corazón para que usted tenga voluntad de servir a esos ministerios de niños que hace falta servidores. La mies es mucha lo vimos aquí, y los obreros pocos.

Yo creo que debería de haber sido al revés, que habían demasiados servidores y muy pocas familias, pero vimos que es a la inversas. En esta mañana yo clamo porque Dios toque los corazones de quien él quiere que vayan a ese servicio a ayudar a los niños, también a los niños especiales, y que seamos sensibles al toque de Dios y respondamos con voluntad.

Y los que Dios había tocado su corazón se fueron tras Saúl para servirlo. No vieron quién era el líder, no vieron si les gustaba, si no les gustaba, simplemente Dios había tocado su corazón y tenían voluntad de hacerlo. Pero los que Dios no tocó su corazón o tal vez lo tocó pero no dieron cuenta que Dios estaba tocando su corazón, miren lo que dice en Primera de Samuel 10:27:

“…Pero algunos perversos dijeron, cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presentes más el disimulo…”

El no llevarle presentes significaba que no lo reconocían como que Dios lo había puesto como rey. Y cuando Dios nos hace un llamado no tenemos que ver si el lugar nos gusta, si quien lo dirige nos gusta, lo que tenemos que ver es que Dios nos está haciendo un llamado a servirlo.

Elías también fue otro hombre sensible al toque de Dios. Elías era un hombre poderoso en Dios. Elías había sido un hombre tremendamente usado por Dios y no solo era tremendamente usado por Dios, era un hombre valeroso en todo el sentido de la palabra. Él se había atrevido a retar a todo los baales diciéndole que demostraran quién era el verdadero Dios. Y todos se habían puesto a clamar a sus dioses para ver cuál de todos hacía descender fuego del cielo porque ese era el verdadero Dios. Y el único que hace descender fuego del cielo fue nuestro Dios, el Dios suyo y el Dios mío, porque ese es el verdadero Dios.

Y yo quiero que usted le de un aplauso a ese verdadero Dios que es el único que hace descender fuego del cielo. Y Elías, después de esto, mata a todos esos hombres que eran como 40. y qué le parece a usted? Después de haber matado a 40 de los baales va huyendo y huyendo de una mujer llamada Jezabel. Esta mujer lo había mandado a matar, y el va huyendo, va cansado, va desanimado, va abatido porque encima de que lo están persiguiendo y encima de todos los logros que él ha tenido que habían sido bastantes, él quería que fueran más, él quería que todo el pueblo de Israel se volcara a Dios y eso no lo había logrado del todo. Se sentía abatido, decía, y ahora me persiguen a mí, soy el único que quedo de los profetas.

Y cuando está tirado en el suelo abatido, tan abatido que está dormido, qué es lo que sucede? Él empieza a clamar a Dios antes de acostarse a dormir, se sienta debajo de un enebro y le dice, Dios quítame la vida porque no soy mejor que mis padres. Y ese Dios tan sabio que tenemos no responde siempre a las peticiones de nuestro corazón, gracias por su sabiduría, porque imagínese lo que le estaba pidiendo este hombre, le estaba pidiendo que lo matara y venía huyendo de una mujer que lo quería matar.

Y a veces como que las oraciones que le hacemos a Dios son un poquito así de incongruentes, pero Dios que es sabio, sabe lo que necesitamos. Y nos responde muchas veces más a lo que necesitamos que a lo que le pedimos. Y sabía que lo que Elías necesitaba en ese momento era fortalecerse, lo que necesitaba era alimentarse. Y le manda una torta de pan y le manda agua. Elías obedece porque el ángel viene, lo toca y le dice, levántate y come. Elías obedece sensible al toque de Dios, se levanta y come de la torta. No se pone a averiguar quién hizo la torta, de qué la hicieron.

A veces cuando Dios quiere tocarnos a través de alguien, ay, pero yo no quiero que esa persona ore por mí, yo quiero que ore aquella. A mí me gusta. No, Elías obedeció al toque, se levantó y comió pero se volvió a dormir. Estaba muy cansado, muy abatido. Y vino Dios y le manda de nuevo otra vez al ángel y viene el ángel, lo toca por segunda vez y le dice, levántate y come porque largo camino te espera. Lo restaura, lo levanta, lo fortalece, pero también le da una orden que siga adelante y no se quede tirado. Y ya fortalecido Elías con el toque del ángel, ya fortalecido Elías con lo que ha comido, es capaz de caminar 40 km, creo que son 3 ó 4 días y 4 noches lo que Elías camina para hacer lo que Dios le manda hacer.

Dios lo fortalece y muchas veces en el caminar en el Señor nosotros vamos a estar como Elías, agotados, cansados, desanimados que ya no podemos más. Y podemos llegar al punto de decirle a Dios, quítame la vida. Y podemos llegar al punto de decirle a Dios, quítame la vida, sabe por qué? Porque no tenemos el propósito de Dios claro, el propósito de Dios en nuestras vida nos da fuerza, el propósito de Dios en nuestras vidas nos da aliento, el propósito de Dios en nuestras vidas nos va a dar alegría, nos va a dar gozo, nos va a dar alabanza, pero cuando se pierde el propósito de Dios viene la tristeza, viene la depresión. Por qué razón? No hay propósito, otro día igual. Pero cuando tenemos el propósito de Dios en nuestras vidas, claro, cada día es un día hermoso, porque sabemos que las misericordias de Dios nuevas son cada día sobre nuestra vida y sabemos que esas misericordias de Dios que yo recibo todos los días de mi vida tan altas como del cielo a la tierra, tan inmensas como la eternidad me va a servir para algo, para que yo pueda ser misericordiosa con otros como Dios es misericordioso conmigo.

Y yo creo que muchos de nosotros, yo lo he necesitado algunos veces en mi vida, he necesitado el toque de Dios despertándome. Y sabe de qué me ha tenido que despertar el toque de Dios? De la comodidad. Hay algo muy lindo que se llama comodidad. Todos queremos estar cómodos en todas las áreas de nuestra vida, hasta cuando venimos a la iglesia a sentarnos. Y es bueno. Yo les he presentado mi iglesia, yo les he presentado las butacas que mi iglesia tiene, son riquísimas, muy cómodos, pero la comodidad hay un límite en que ya no es buena. Y ese límite cuando estoy tan cómodo que ya no miro las necesidades de otro y Dios necesita despertarnos de esa comodidad.

A mí me gustaría un amén. A veces mi amado hermano estamos tan cómodos que ni hablar queremos. Elías fue sacudido de esa comodidad, como sabemos que hoy Dios nos va a sacudir a algunos de nosotros. Hemos visto ejemplos en el Antiguo Testamento, vamos a ver un ejemplo en el Nuevo Testamento del toque de Dios.

El toque de Dios en el Nuevo Testamento lo podemos ver sanando, lo podemos sanando personas. Usted sabe cuando Jesús viene y toca al leproso, lo toca y qué pasa? El toque de Dios le quita su lepra y ese hombre que estaba leproso deja de pronto por el toque de Dios dejar de ser leproso. Ese hombre que había sido rechazado por todos, ese hombre que lo marginaban, que cuando entraba a un lugar todos se corrían y le dejaban un espacio porque no querían nada cerca de él. Ese hombre es transformado, es cambiado, pasa del estado de la enfermedad al estado de la salud por el toque de Dios.

Y muchas veces nosotros somos sanados de diferentes tipos de lepra. Lepra de abuso, lepra de heridas, lepra de dolores emocionales, lepra de cualquier enfermedad, y en nosotros está la decisión de si recibimos ese toque de Dios y empezamos a caminar de una diferente manera. Quizás si venimos caminando como leprosos y tenemos que empezar a caminar como personas sanas, pero a veces Dios nos toca, Dios sana áreas de nuestra vida y seguimos caminando como si no nos hubiera sanado. Y es entonces la persona que Dios puede sanarte, Dios hoy te toca y te sana, ah, sí, y si no me sana? Y si aquí y 20, 30, 40 argumentos para determinar que Dios no puede sanarnos. Y tal vez Dios nos ha sanado de todas esas lepras y nosotros insistimos en seguir caminando como estábamos antes de ser sanados porque no conocíamos otra cosa.

Pero Dios puede sanar cualquier cosa de nuestro cuerpo. Dios puede sanar cualquier cosa de nuestro corazón. Podemos ver el toque de Dios cuando Dios sana a los ciegos. Ellos eran ciegos, reciben el toque de Dios en sus ojos y recobran la vista. Y un toque pero de los más significativos en la palabra de Dios es el toque que le da a la suegra de Pedro. La suegra de Pedro estaba postrada. El estar postrado es un estado desagradable, es un estado que nos impide hacer cosas, estaba aniquilada, tenía fiebre. Pero viene Jesús, le toca su mano y qué pasa? La fiebre la deja. Y ella se levanta y lo sirve.

Hay una pregunta. Qué ha aniquilado en nuestra vida el servicio a Dios? Qué ha detenido en nuestra vida el servicio a Dios? Qué nos ha postrado para no seguir adelante? A veces incluso en todo el caminar del Señor, nos empezamos a sentir estancados, sentimos como que estamos como estancados y tenemos que ir delante de Dios y preguntarle, qué me está estancando? Qué es lo que me está deteniendo? Qué me tiene detenido de que todo ese potencial que Dios me dio? Qué me tiene detenido de que todo ese potencial que Dios me dio para usarme? Qué me tiene detenido que todo ese potencial que Dios me dio puede ser puesto en práctica para que yo pueda hacer a través tuyo grandes cosas?

Y cuando el potencial que Dios nos ha dado se queda detenido, aniquilado por alguna razón, la vida se empieza a hacer monótona, la vida cristiana se empieza a volver rutinaria. Entro a la iglesia, salgo de la iglesia, entro, salgo, pero todo sigue igual. No veo las señales que dice su palabra que deben acompañarme. Sobre los enfermos pondrán manos y se sanarán, echarán fuera demonios, todas esas señales deben acompañarnos. Qué está aniquilando que ese poder de Dios nos acompañe como cristianos?

Se lo pedimos a Dios, Dios lo revela y Dios viene, toca esa área de nuestra vida y qué sucede? Nos sana. Si regresamos un poquito al Antiguo Testamento vamos a ver en el Génesis, vamos a ver la historia de Jacob. Eso lo va a encontrar en Génesis en el capítulo 32, ahí va a encontrar que Jacob va al encuentro de su hermano Esaú, y deja a su mujer, deja a sus hijos, deja a sus criados y se va él solo, y cuando él está solo le aparece el ángel de Jehová y empiezan a luchar, empieza esa lucha entre ellos dos y en esa lucha el ángel de Jehová viene y le toca aquí el encaje del muslo y le produce una cojera. Y entonces viene este hombre Jacob y se queda cojo de por vida.

Y lo que significa esa cojera en Jacob es que Dios lo que estaba haciendo era acostando una parte de su vida que se llama orgullo. Estaba eliminando, estaba anulando la voluntad personal de Jacob para que pudiera hacer solo la voluntad de Dios.

Y si algo tenemos todos es qué? Nuestra voluntad sale a cada ratito. Es muy fácil empezar a perder cuál es la voluntad de Dios para mi vida, para empezar a hacer la voluntad mía, incluso en el servicio. A veces empezamos muy bien, haciendo la voluntad de Dios pero pronto este orgullo que tenemos aquí empieza a levantar imágenes fuertes y yo empiezo a querer hacer mi voluntad aún en el servicio al Señor. Y entonces tiene que venir Dios que tiene diferentes métodos y utiliza que yo me vuelva coja en algunas áreas de mi vida.

Y saben que esa cojera es la que nos hace recordar todo el tiempo que el que tiene el control es él y no nosotros. Esa cojera nos recuerda todo el tiempo quién es nuestro Dios y quiénes somos nosotros.

El toque de Dios es necesario para que nuestra vida sea rendida a él. El toque de Dios va a venir en aquellas áreas que no le hemos querido rendir. El toque de Dios va a venir en aquellas áreas que no le hemos entregado la voluntad.

Dios, yo te entrego mi vida, toditita, toditita, pero mi bolsa…esa la manejo yo. Y viene Dios y nos produce una cojera en la bolsa. Mejor se la entregamos. Si se la entregamos el la va a abundar, si yo me quedo con ella… va a cojear. Es mejor entregarle las áreas que más amamos a él porque cuando se las entregamos a él, él las hace prosperar, pero si nos quedamos con ella Dios las tiene que bajar.

Y un toque muy hermoso aquí en la palabra de Dios es el toque que le da a Daniel. Usted lo puede encontrar en el libro de Daniel, me parece que es el capítulo 10. Daniel era un hombre que buscaba mucho a Dios. Daniel hace tres semanas de ayuno y después de esas tres semanas de ayuno viene y está a la orilla de un río. Y entonces se le aparece un ser sublime, vestido de lino aquí en sus hombros lleno de oro, y le empieza a hablar a Daniel. Pero la voz y toda la figura era tan maravillosa y era tan grande que Daniel no lo puede resistir y cae en dos pies y en dos manos con su rostro postrado en el piso.

Y entonces viene esa figura hermosa y lo toca. Y entonces eso hace que Daniel se levante, le dice, levántate. Y Daniel se levanta y le empieza a hablar esa figura, pero tiene una voz de trueno tan maravillosa que Daniel se impacta tanto que se queda mudo. Viene de nuevo esa figura hermosa y lo vuelve a tocar y entonces Daniel recupera el habla.

Y esa figura hermosa le empieza a decir a Daniel todo lo que va a hacer en su pueblo, todo lo que va a acontecer en los postreros días. Y le dice Daniel, “pero cómo voy yo a poder seguir hablándote y contestándote si eres tan hermoso, tan maravilloso que yo pierdo toda mi fuerza, pierdo todo mi vigor, me quedo totalmente sin nada de fuerzas, sin nada de vigor y hasta me quedo mudo?” Y viene esa figura hermosa que es Dios y le dice, “yo te doy la fuerza”. Y lo vuelve a tocar por tercera vez. Ya él se levanta y puede hablar.

Dios nos va tocar cuantas veces nosotros lo necesitemos. Y si nosotros queremos como Daniel tener esas revelaciones de Dios, esas revelaciones de Dios que me van a decir qué va a hacer con mi vida, esas revelaciones de Dios que me van a decir qué va a ser con mi familia, esas revelaciones de Dios que me dicen qué va a hacer con mi iglesia, esas revelaciones de Dios que me dice qué va a hacer con mi país. Si yo quiero tener esas revelaciones, yo tengo que hacer algo, tengo que buscar a Dios. Yo no puedo tener esas revelaciones y tener esos toques maravillosos de Dios que me van a mostrar esa presencia sublime y maravilloso de él, si yo no entro a su presencia.

Y sabe por qué a veces no entramos a su presencia, a tener esas revelaciones? No son solo para Daniel, no son solo para el Antiguo Testamento, esas revelaciones son para usted y son para mí. Sabe por qué no las tenemos? Porque hay algo que a veces se acaba en nuestras vidas, es el hambre de Dios. Hay etapas en la vida en que el hambre de Dios se acaba. Hay etapas en nuestra vida que tenemos hambre de todo menos de Dios. Hay etapas en nuestra vida que nos saciamos de muchas cosas, mis amados hermanos, menos de Dios.

No pueden haber revelaciones, no pueden haber esos encuentros personales con él si no lo buscamos. El hambre de Dios es necesaria. El hambre de Dios cada vez tiene que ser más grande. Sabe por qué? Porque el hambre de Dios es la que sacia. No hay otra cosa, no hay otro pan que lo vaya a saciar usted más que él, el otro pan se enmohece, es temporal, pero el pan que Dios nos da es eterno y es imperecedero.

Ahora, por qué se acaba el hambre de Dios? Por qué dejamos de buscar a Dios? El salmista decía, de madrugada te buscaré, mi alma te anhela, mi carne te anhela, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en lugares áridos. Estaba en situación difícil. Estaba en un desierto, no había agua, no había vegetación, no había nada. Y ahí anhelaba el salmista a Dios. Por qué razón? Porque él sabía que si lo buscaba de madrugada, cuando nosotros buscamos a Dios de madrugada, Dios nos va a revelar todas sus características, nos va a revelar todo lo que nosotros necesitamos para poder meditar en la noche en nuestra cama en él.

Él nos va a dar todo lo que usted y yo necesitamos para que en esas vigilias de la noche nosotros podamos estar cerca de él. Y saben, el salmista sabía que si él buscaba a Dios de madrugada, si su alma lo anhelaba, su alma se iba a llenar de grosura y de meollo e iba a poder decir, mi alma está pegada a ti. El alma suya y el alma mía debe estar apegada a él.

Pero para eso se necesita hambre de Dios. Saben qué nos hace a veces perder el hambre de Dios? Hay dos cosas básicos y fundamentales. Yo se las voy a pintar como un triángulo. Están una aquí y otra aquí, y cuando esas dos las tenemos, hay una tercera aquí en el triángulo que es el hambre de Dios. Cuando estas dos de las esquinas faltan, falta la tercera. Y sabe cuáles son? Temor reverente a Dios, es una. El temor reverente a Dios lo hemos perdido. No hay temor a las cosas de Dios.

Cuando nosotros tenemos temor a Dios, ese temor reverente hay algo muy importante, hay respeto. El respeto es parte del temor de Dios. Y cuando hay respeto, mis hermanos, ese respeto, respeto a su palabra, respeto a su presencia, sabe qué hace este respeto? Ese respeto hace que yo no esté en las conversaciones que no debe de estar. Ese respeto hace que yo no vaya a los lugares donde no debo ir. Ese respeto a Dios hace que yo no mire lo que no debe ver. Es necesario, mis amados, que el respeto como parte del temor a Dios vuelva a nuestras vidas.

Y saben qué otra cosa hemos perdido que también hace que se vaya el hambre de Dios? Nos hemos olvidado del sacrificio de la cruz. El sacrificio de la cruz representa el más grande amor que Dios haya tenido por usted y por mí, pero es un amor solo por usted y por mí, es un amor por los que están afuera, por los que no lo conocen y se nos olvida ese gran inmenso amor. Tenemos que regresar una y otra y otra vez a la cruz, a recordar ese inmenso amor de Dios de ese sacrificio de su Hijo por usted y por mí, y por otros.

Y cuando nosotros constantemente tenemos esas dos cosas, automáticamente el hambre de Dios viene. Si usted recuerda el amor de Dios por usted, el sacrificio en la cruz, si usted tiene el respeto a Dios, hay hambre de Dios. Y cuando hay hambre de Dios, cuando nos saciamos de madrugada para tener con qué meditar al mediodía y en las vigilias de la noche, ¿saben qué? Usted y yo vamos a estar tan saciados del amor de Dios y cuando estamos tan saciados del amor de Dios, no podemos dejar de dárselo a otro. Y es entonces donde no hay quién esté en frente a quien no le hablamos de Dios, porque lo tenemos abundantemente, porque estamos tan saciados de él que lo único que podemos es dar y dar de lo que tenemos.

Eso es lo que Dios quiere en esta mañana para usted y para mí. Dios quiere hoy tocarnos, Dios quiere hoy tocarnos. Dios quiere darnos hoy diferentes toques para eliminar todo aquello que nos está impidiendo servirlo y quiere darnos un toque muy especial, el toque que nos va a dar hambre de Dios.

Póngase de pie. Doy gracias, Padre. Padre, cierren sus ojos, es entre usted y Dios. Dios hoy lo va a tocar a usted en el área que usted necesite, recuerde una cosa, usted decide si es sensible o no es sensible al toque de Dios. Usted decide si se apropia de ese toque de Dios. Usted decide si se apropia, si lo recibe, si deja que lo cambie y si obedece ese toque de Dios.

Cierre sus ojos para que tenga esa comunión con Dios. No se distraiga de nada y deje que el toque de Dios venga sobre su vida. Padre, tócanos, tócanos en el área en que necesitamos. Tu conoces a cada uno por nombre, Padre, toca hoy a aquellos que están abatidos, toca hoy a aquellos que están dormidos por algunas circunstancia, toca hoy a los que están dormidos a las necesidades ajenas. Pon tu mano tocándolos hoy, Dios. Toca hoy, Padre, a aquellos que están desanimados, aquellos que están en situaciones cómodas, que se han estancado, que ya nos sienten que pueden seguir adelante. Tócalos hoy, Dios, tócalos.

Toca hoy a todo aquel que siente que se ha quedado estancado, que no ha llegado al límite de potencialidad, que no ha podido desarrollar su potencial, que tu le has dado. Toca a aquel que siente que su vida día con día, con día, es rutinaria, es igual, es estancada.

Tócalo hoy, Dios, tócalo hoy, despiértalo. Despierta, rompe de raíz aquello que nos ha llevado a ser rutinarios, aquellos que nos ha llevado a ser cómodos, aquello que nos ha llevado a no tener sensibilidad de la necesidad de otro. Tócalo, Dios.

Dios, tócanos para sacudirnos de la comodidad. Gracias por la comodidad que nos das, pero tócanos para que esa comodidad no pase al límite donde ya no sirve esa comodidad, Padre.

Si usted necesita que Dios en esta mañana lo sacuda, pídaselo. Dios, todos necesitamos el toque tuyo, no hay quien no necesitemos el toque tuyo. Si usted ha estado desanimada en su vida, desanimado en la obra de Dios, si siente que no hay llegado hasta donde Dios lo quiere, en el potencial de su vida, pídale un toque a Dios en esta mañana. Mire, Elías estaba a punto de muerte, a punto de muerte, tan abatido como tal vez usted y yo nunca hemos llegado de abatimiento, y sin embargo ahí vino el toque de Dios, los dos toques de Dios que usted necesita uno o dos, tres toques de Dios, porque su abatimiento es tan grande, pídaselo pero no se vaya sin el toque de Dios.

Ese toque de Dios que lo levanta y le va a dar la visión y el propósito para su vida. Ese toque de Dios que lo va a sacar de la comodidad, ese toque de Dios que lo va a despertar y le va a abrir sus ojos espirituales. Padre, en esta mañana toca nuestros ojos espirituales para que veamos la necesidad de otro. Toca nuestros ojos espirituales para que veamos lo que tienes para nosotros en tu reino, lo que tenemos que hacer para ti, Padre. Tal vez hemos hecho mucho, poco, pero Padre, abre nuestros ojos para ver cuánto más, cuánto más hay que hacer.

Padre, ven hoy y tocándonos, tocándonos, Padre. Toca las áreas que nos han tenido aniquilados, toca las áreas que como la suegra de Pedro, nos han tenido incompetentes. Toca las áreas que nos han tenido postrados. Pídale a Dios que le revele qué área de lo que lo ha tenido a usted detenido, aniquilado. Cuál es el área que no le ha dejado despegar en ese servicio a Dios?

Pídale un toque en esa área. Pídale también que toque el área en el que lo va a usar, para que usted le rinda a esa área y haya una limpieza total de esa área. Si usted Dios le revela que usted necesita que su boca tiene que ser tocada porque su boca está siendo abierta para otras cosas que no son la palabra de Dios, pídale que toque su boca. Pídale que toque sus manos para que puedan ser manos fructíferas en la obra de Dios, manos llenas para que usted pueda regresar en la noche a su casa con sus manos llenas de la cosecha de lo que usted ha hecho por Dios y no regresar con manos vacías.

Ríndale sus manos a Dios. Ríndale sus manos a Dios. Ríndale sus pies a Dios para que usted pueda ir a los lugares donde tiene que ir, que no haya impotencia, debilidad en sus rodillas, debilidad en sus pies para buscar lo que toque hoy sus pies, que los hago como de siervo para que usted pueda ir a donde lo envíe.

Padre, danos el toque que capacita, sea permeable al toque de Dios que lo va a capacitar. No hay nadie que no pueda hacer las cosas que Dios le pide que haga. Deje que Dios lo toque hoy capacitándolo. Pídale el toque de Dios que capacita. El toque de Dios que la va a capacitar para que usted pueda hacer lo que Dios le mande.

Pídale el toque de Dios que capacita, la fuerza que necesita, la fuerza que le dio a Elías, para ya no ir en su propia fuerza, para ir en la fuerza de Dios. Dígale, quiero ir en tu fuerza a hacer tu obra, en la fuerza de Dios para que usted pueda ver grandes cosas que todavía no ha visto, grandes cosas que todavía no ha visto. Sabe, el caminar en el Señor es más que venir a la iglesia, entrar y salir, el caminar en el Señor es hacer grandes cosas a través de él como él las hizo, cosas mayores harás, dice. Quiere ver usted que en su vida grandes cosas se vean? El caminar en el Señor tiene grandes cosas para usted. El caminar en el Señor tiene revelaciones grandes para su vida.

Pero sabe, esas revelaciones se encuentran cuando nos llenamos de su presencia. Si usted necesita el toque de Dios para tener hambre de Dios, pídaselo en este momento, Padre, yo te clamo tu toque de hambre tuya para esta congregación. Padre, tu conoces, toca a aquellos que tienen que ser tocados hoy para tener hambre de ti. Esa hambre que cuando nos saciamos queremos más de ti, Padre, toca a esta congregación para que tengan hambre de ti, hambre de ser saciados de ti, de tu presencia, para que sea una congregación que de madrugada te busque, que pueda meditar en ti en las vigilias de la noche; Padre, que sea una congregación para pueda decir, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela. de madrugada te buscaré.

Padre, yo te clamo que sea una congregación que pueda decir que tu la has saciado, que tu la has saciado con tu grosura, con tu meollo y por eso dicen, mi alma está pegada a ti. Padre, te clamamos por una congregación con almas apegadas a ti, por una congregación saciada de tu presencia, tan saciada, tan llena que lo único que puede hacer es dar, y dar, y dar a los que están afuera, porque tiene tanto de ti, está tan saciada, tan sobrante que puede dar y dar, y dar a otros, a los que están cerca y a los que están lejos.

Padre amado, yo declaro esta congregación es una congregación donde el respeto a ti impera. Yo declaro que es una congregación donde el respeto a tu palabra impera, donde tu palabra es oída con reverencia, donde tu palabra es implantada en el corazón de las personas.

Padre, yo declaro que es una congregación que vive tu palabra, yo declaro que es una congregación que va a la cruz todo el tiempo y todos los días a recordar el gran amor tuyo en ese sacrificio para que podamos darlo a otros, Padre. Yo declaro en esta mañana una congregación llena, llena, llena, saciada de ti, una congregación en la que el hambre por tu presencia jamás, jamás, jamás faltará en el nombre de Jesús.

Denle un aplauso a este Dios y crea, crea, crea, crea, crea, crea que Dios quiere que usted pueda decir, mi alma está apegada a ti. El Señor los bendiga grande y abundantemente.