Desechar toda inmundicia y todo resto de malicia

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Vamos a la palabra del Señor. Santiago, como ustedes saben estamos estudiando el libro de Santiago, algunos momentos específicos, algunos puntos específicos. No tenemos prisa, estamos yendo poco a poco siempre y cuando le saquemos provecho a esa palabra del Señor que es tan rica y tan densa.

En el versículo 21 del capítulo 1, el miércoles antepasado estábamos hablando de que Santiago dice, “… por lo cual” y ese por lo cual quiere decir, como consecuencia de lo anteriormente dicho. Y Santiago ha hablado acerca de la generosidad del Padre, su amor para con nosotros, su bondad, dice que toda buena dádiva, todo don perfecto viene de él y entonces dice, como resultado de todas estas cosas y del hecho de que nosotros tenemos que tener cuidado de cómo hablamos, cómo nos comportamos con los demás y ser tardos para hablar, tardos para airarnos, prontos para oír, etc., por razón de todas estas cosas tan serias, nosotros entonces desechando toda inmundicia y abundancia de malicia.

Óigame, ahí me mataron a cuatro o cinco de una vez, toda inmundicia y abundancia de malicia. Yo espero que nadie aquí califique dentro de esa categoría. Como que le di a alguien ahí, están riendo como diciendo, seré yo, Señor?

Y yo decía, si no me equivoco, que a veces hay que primero quitarse cosas antes de ponerse cosas, hay que desechar antes de recibir. Y se me ocurre ahora mismo, fíjense cómo es el Espíritu Santo, ahora mismito mientras digo esto me sale una nueva iluminación acerca de eso. Desechando es una palabra bien fuerte, bien intencional.

Nosotros tenemos que desechar, quiere decir como repudiar, renunciar a, rechazando. ¿Saben qué? A menos que nosotros no hagamos una decisión radical en nuestra vida, creo que la esencia de lo que resta de ese pasaje, de ese capítulo 21, es el llamado a la santidad, es el llamado a la vida que agrada al Señor, es el llamado a una vida de integridad, es un llamado difícil para todos nosotros pero es la esencia misma de la vida cristiana.

Hasta que nosotros no nos confrontamos con el llamado de Dios a ser diferentes al mundo, a vivir un estilo de vida diferente a lo que vivíamos antes, hasta que eso no se hace una pasión en nuestro corazón y un deseo grande, en realidad, no hemos llegado francamente. Somos simplemente gente religiosa, pero no somos gente espiritual.

Entonces yo creo que Dios nos está llamando a todos nosotros en este tiempo como iglesia, a abrazar la santidad para él poder hacer lo que él quiere hacer en nuestras vidas y en nuestra congregación. Ustedes recordarán que cuando en el Antiguo Testamento cuando los hebreos van a pasar del desierto a Canaán un ángel del Señor encuentra a Josué, que es ahora el líder principal después de la muerte de Moisés, y le dice que circuncídame a todo el pueblo porque de hoy en adelante yo voy a hacer grandes maravillas entre ustedes.

Y ese circuncidar quería decir que se consagraran. La circuncisión era una señal de pertenencia total al Señor, era la marca sobre un hombre, y por extensión a sus mujeres también de ese ser humano pertenecía a Dios. Era como una res que le pegan un hierro candente, pues a hombre lo circuncidaban en su lugar más estratégico, por así decirlo.

En el centro mismo de su personalidad lo marcaban como que ese hombre pertenece a Dios, y por el resto de su vida en su cuerpo iba a tener la marca de su pertenencia al Señor. Ninguna otra tribu ni nación tenía esa marca. Hoy en día se usa como razones de higiene pero en ese tiempo los hebreos eran los únicos que hacían eso y era una marca de que esa persona pertenece al Señor.

Fíjense que Dios le dice, antes de yo poder hacer las maravillas que yo quiero hacer entre ustedes, ustedes tienen que consagrarse a mí, sellarse. Y yo creo que eso pasa en nuestras vidas, antes de que Dios pueda hacer algo en nosotros, él tiene que santificarnos y purificarnos.

Yo les llamo a ustedes y a mí mismo ahora mismo, hermanos, en esta época de nuestra vida como iglesia, a redoblar nuestro propósito de vivir vidas agradables al Señor, de ser una congregación que se distinga por gente de integridad y que cualquier persona que no esté viviendo en esa integridad se sienta profundamente incómoda.

Yo estoy hablando en términos bien radicales y Dios me ayude también a hacer esto los domingos, es que es una pena – la verdad que estas meditaciones debiéramos estarlas predicando también los domingos. Nos ha tocado el miércoles y yo me he tropezado con ella y me he metido en este proceso, pero yo sé que también vamos a tener que hacerlo y tengo la intención.

Dios quiere que cada uno de nosotros haga un compromiso de consagrarnos para que Dios pueda entonces hacer lo que él quiere en nuestra vida. Estoy hablando de algo difícil, hermanos, no es fácil, yo entiendo bien lo difícil que es, entiendo lo que es la lucha contra la carne, la lucha contra las tentaciones que hay en nosotros y nuestra biología normal, y por lo tanto – a menos que uno no deseche, yo quiero como detenerme ahí sobre esa palabra, desechando.

We must renounce sinfulness, we must renounce impurity, we must develop an aversion, a strong aversion to sinfulness in order to achieve holiness.

Si nosotros no llegamos a repudiar y a aborrecer el pecado no podremos vivir vidas adecuadas. Nosotros tenemos que pedirle al Señor, Padre, desarrolla en mí una aversión activa a una vida pecaminosa, de manera que a mí me duela verdaderamente ofenderte y violar tu voluntad.

Yo creo que nosotros tenemos que, antes de poder agradar al Señor, tenemos que hacer un repudio, un rechazo. Me viene a mí las palabras también de Job. Este hombre, Job, hizo un propósito de vivir una vida íntegra y por eso Dios lo honró de la manera que lo honró, y por eso de hecho sufrió lo que sufrió, porque era una amenaza contra Satanás, y Satanás por eso le dice a Dios, quiere desacreditar a Job delante de Dios.

Cuando nosotros hacemos un pacto con Dios y un propósito de vivir una vida agradable al Señor, olvídese que el enemigo va a hacer todo lo posible por tratar de desacreditarnos y derrotarnos, pero tenemos que persistir. Pero me gusta eso que él dice, hice pacto con mis ojos. Uno tiene que hacer pacto con su mente, hacer pacto con su corazón, hacer pacto con su cuerpo, hice pacto con… Eso quiere decir como que yo trabé un compromiso con mis ojos, como de mirar a una joven, pero puede ser cualquier otra cosa de la vida.

Si usted no hace pacto con la santidad no va a llegar a ella, y es duro, es difícil pero tenemos que hacerlo, hermanos. Y tenemos que hacer un trato con Dios. Yo llamo a mis hermanos, llamo a mi propia vida a eso, y Dios nos ayude y nos libre del cinismo y las malas intenciones del enemigo.

Por eso yo creo que Santiago dice, por lo cual desechando… y eso es lo que el Señor me ha puesto. Desechemos, hagamos un trato con nuestra vida y con Dios de no vivir vidas que desacrediten el Evangelio. Y si estamos luchando, hermanos, no lo reciba como una condenación para añadir más dolor a su lucha. Si usted trata en todo lo posible y está luchando, entonces, encomiéndese a la gracia y la misericordia del Señor, porque Dios también es misericordioso, pero no usemos eso para excusa. Pero tampoco quiero, si usted está luchando en su vida, alguna situación también, no se vaya de aquí tampoco desesperado.

El cristiano vive en la tensión entre la justicia de Dios, de su santidad y su gracia y su misericordia. Eso permite que no nos convirtamos en neuróticos, porque también hay gente que se obsesiona tanto con la santidad que se convierte en una neurosis. Entonces continuamente están azotándose, por eso es que viene el monje con su azote en una celda fría, dándose golpes para echar fuera los demonios de su cuerpo. Eso no funcionó.

Tenemos que vivir entre la santidad de Dios y su gracia y si fallamos, nos levantamos otra vez pero tenemos el propósito, no abusamos de la santidad del Señor porque el Señor tiene que ser justo, aunque él no quiera, él tiene que hacerlo, porque él no puede violar su santidad. Y el diablo es un acusador horrible que no nos suelta ni una.

Tenemos que desechar, por eso dice, desechando toda inmundicia, es decir, inmundicia es toda impureza, suciedad, pecaminosidad, cosas que no convienen al Señor, todo lo feo, todo lo vil, toda impureza, toda concupiscencia, todas esas cosas. Hay muchas cosas que califican, es más, yo no creo que son solamente cosas sexuales, todo pecado, toda cosa sucia, toda cosa vil que es contraria a la naturaleza de Dios, tenemos que desecharlo, rechazarlo, echarlo fuera de nuestra vida.

Y toda abundancia de malicia – porque hay gente que no es inmunda, pero son maliciosos. Así que aquí caemos todos, el que no cae en una cae en la otra. Hay gente que no son inmundos pero son chismosos. Oh, Señor, gracias porque no soy, pero están chismoteando por allí, serruchándole el palo a la gente y criticando y alejando a las ovejitas nuevas que vienen a la iglesia con palabras hirientes.

La idea es que sea fallas de carácter, fallas de comportamiento, desechémosla, y saquémosla de nuestra vida, reflejemos el carácter de Jesús.

Desechando eso, y recibiendo… entonces tenemos que recibir con mansedumbre, desechamos y entonces nos abrimos para recibir activamente. Esa palabra recibir es una palabra activa, es como darle la bienvenida a abrirnos activamente a algo, decir, ven, entra, estoy abierto a ti.

Y recibid con mansedumbre. Fíjense eso, es interesante esa idea, recibir con mansedumbre. Aquí se nos presenta al cristiano como en una forma femenina, donde recibe y la palabra penetra, perdonen la imagen sexual, estoy hablando de pureza, no debiera ni siquiera entrar en ese asunto. Pero la idea es que nosotros somos como preñados por la palabra, nosotros nos abrimos a la palabra y la palabra penetra y nos implanta y hace nacer su vida. Es como la imagen de un hombre fecundando a una mujer. Nosotros abrimos a la palabra con mansedumbre, decimos, Señor, no voy a resistir tu palabra.

Esa idea de recibirla con mansedumbre quiere decir que no luchamos con ella, no tratamos de racionalizar la palabra. Cuánta gente está allí y cuando el pastor está predicando y predica algo, están ellos tratando de ver qué cláusula consigo para escaparme de lo que él me está diciendo, como un abogado. Y no debe ser así. Lo que nosotros tenemos que hacer es, okay, me dijo eso y es verdad, lo recibo y me lo aplico.

Nosotros tenemos que ser tierra fértil, tierra abierta a la penetración de la palabra del Señor. yo amo a esos cristianos que son como niños. Usted le dice cualquier cosa y la reciben y la creen y están buscándola. A mí me entusiasman esas personas que están enamoradas del Señor, enamoradas de la palabra y están tratando de agradar al Señor y de sujetar sus vidas al Señor. y usted le dice cualquier cosa y como niños la agarran y corren con eso.

Lo que pasa es que con el paso del tiempo, nos ponemos muy sofisticados como cristianos y dejamos de tener esa hambre y esa sencillez del espíritu. Qué lindo es cuando la gente está con el primer amor, en realidad nosotros debiéramos vivir en el primer amor todos los días de nuestra vida. No hay segundo amor hay solo un primer amor, lo demás es indiferencia, no hay otra cosa.

Pero esa gente que están enamorados de la palabra de Dios y la reciben como niños, con mansedumbre, entonces Dios puede hacer su obra en nosotros. Dios ama al cristiano manso y humilde y sencillo con la palabra, no lucha con la palabra, sino que se abre a su penetración.

Entonces dice, recibid con mansedumbre la palabra implantada. La última vez que hablamos, hablamos de eso, implantado es como el injerto, la palabra injertada. Que entonces yo decía que un injerto lo que hace es que le imparte la naturaleza del injerto al árbol, se le mete genéticamente casi y entonces el fruto que sale es un fruto que refleja la genética del injerto.

Esa es la idea de Santiago, implantado, es la idea de injertado. Podríamos estar aquí, qué pena que no tenemos más tiempo, porque estoy atorado, hace días que quiero entrar en ese sentido de lo que es la palabra viva, lo que es el poder de la palabra, la vida de la palabra. Sabe usted que esto no es un libro inerte, esto es papel pero está vivo también. No me pida que le explique cómo es que se da esa química, pero esta palabra es tan viva como un ser viviente. El contenido de la palabra de Dios, el espíritu que está dentro de la palabra de Dios, es un espíritu vivo. Esta no es como cualquier otra palabra, las palabras de los hombres son palabras como balas que cuando se disparan llega un momento en que pierden su ímpetu y caen muertas a la tierra.

Pero la palabra de Dios es viva, dice la Biblia. Y una y otra vez uno ve esa propiedad que tiene la palabra que cuando entra en un corazón lleno de fe y abierto a ella, ella se mete y comienza a moverse dentro del ser y hace algo dentro de nosotros, hace un efecto, nos cambia, nos reconfigura, nos transforma, va poco a poco reorganizando la naturaleza de nuestro ser. Con el paso del tiempo esa palabra te va a cambiar en algo diferente si tu la amas, la veneras, la respetas, tratas de obedecerla en todo lo posible y te llenas de fe cuando te acercas a ella. Esa palabra va a hacer una obra transformadora en tu vida, pero se necesita gente enamorada de la palabra, gente respetuosa y reverente ante la palabra y gente que la reciba con mansedumbre.

Entonces, yo quiero después entrar en eso pero ya el tiempo – no quiero tampoco entrar en otra cosa que nos va a llevar mucho tiempo. Esa palabra, una de las cosas que dice, la cual puede salvar vuestras almas. Déjenme terminar con eso. La palabra de Dios, una de las cosas que hace es que puede salvar, preservar, nuestras almas. Esa palabra se puede asegurar de que cuando nosotros muramos, vayamos ante la presencia del Señor.

Todo lo que la Biblia hace es mostrarnos cómo tener comunión con el Padre y cómo vivir una vida de tal manera que al final de nuestros días, nosotros podamos entrar ante la presencia del Señor y tener vida eterna con él. Esa palabra es tan poderosa, esa palabra se mete dentro de nosotros, hace su obra y su producto final, lo que la hace tan digna de respeto y de admiración es que puede salvar nuestras almas.

Ojalá cada uno de nosotros tuviera un sentido serio de lo que está en juego cuando nosotros estamos en el Evangelio.

One of the most serious, as Christians we need to be possessed by this idea that we move in a very serious thing. It’s a matter of life and death, our eternal destiny is at risk and so when we are in the Kingdom we are dealing with matters of eternal life and eternal death and we need to understand that the thing that guarantees our eternal life is that word of God that contains all the teachings that we need for a healthy relationship with God in order to be able to enter in that eternal life at the end of our earthly life.

Muchos de nosotros yo creo que pecamos porque no entendemos la seriedad de lo que estamos trabajando aquí. Y no entendemos lo serio que es caminar en los caminos del Señor, que se trata de vida o muerte, se trata de decisiones que pueden afectar nuestro destino eterno y el destino de mucha gente en la humanidad. Como hijos de Dios estamos poseídos por un sentido de seriedad ante lo que nosotros hacemos y tenemos que agarrarnos de esa palabra, aferrarnos como un náufrago se agarra de una tabla en el medio del mar, que es su garantía de que por lo menos puede flotar en el mar hasta que vengan a rescatarlo.

Y la palabra de Dios es como una tabla que Dios nos ha tirado en un mundo peligroso para que nos agarremos de ella, es como una antorcha encendida que alumbra en medio de la oscuridad. Esa palabra es nuestra garantía de vida eterna y por eso tenemos que venerarla, recibirla con mansedumbre, trabajar con ella. Enamorémonos de la palabra del Señor.

Yo siempre hablo, mi madre una de las cosas que nos enseñó desde niños era amar la palabra. Ella no era una mujer altamente educada pero cuando ella se convirtió al Señor ella le entregó todo al Señor. Yo no he visto casi a nadie, estoy seguro que hay muchas mujeres y hombres así, pero he conocido poca gente, no porque era mi madre, pero que amara tanto la palabra de Dios y que se hubiera dado de una manera tan radical a obedecerla y a vivirla.

Vivimos el fruto de esa entrega. Uno pudo ver cómo esa palabra vivió en ella y la llenó de una sabiduría natural, una sabiduría sencilla y produjo un fruto increíble. Y es lo que pasa cuando uno se enamora de la palabra. Y eso como que ella nos lo legó a nosotros. Todos nosotros siempre hemos amado, sabemos que no se puede ser un cristiano maduro, poderoso, fructífero si uno no ama la palabra.

Hermanos, los nuevos en la fe, si usted no tiene una Biblia huya y consígase una Biblia pronto. Cómprese una buena Biblia y comience a leerla y pídale al Señor que le de sabiduría. Lo bello de la palabra de Dios es que uno no tiene que ser altamente estudiado. Si usted apenas sabe leer ya usted tiene todo lo que usted necesita para sacarle provecho a esa palabra. Sabe que lo irónico es que hay gente que tienen doctorados en teología y no le sacan la mitad del provecho que le sacan algunas personas que no tienen casi nada de educación a la Biblia, porque la Biblia es un libro que se abre solamente al que se acerca a ella con humildad y con apetito de corazón y que le pida al Espíritu Santo que ilumine su vida y que le da tiempo entonces a estudiar la Biblia.

Hermanos, yo les animo en el nombre del Señor, no se deje intimidar porque usted no sepa leer mucho ni nada, crea que la Biblia es capaz de hablarle si usted le da tiempo. Y comience a estudiar esa Biblia, no desperdicie un solo día sin leer. Yo sé que le estoy hablando a gente aquí que ama al Señor, viene a la iglesia pero no leen la Biblia en sus casas, no han desarrollado apetito por la Biblia. Ustedes se contentan, no lo estoy diciendo condenatoriamente, pero se contentan con recibir de aquí arriba su alimento y eso no es suficiente.

No hay nada como cuando uno lee la palabra y come de ella directamente. Es la diferencia entre usted comerse unos melocotones enlatados e ir a un árbol y coger un melocotón fresco de allí, madurito y comérselo ahí mismo. Es la diferencia entre tomarse esa leche aguada que a veces venden en la bodega e ir a la vaca misma y tomársela allí, espumosa y calentita. Es una diferencia grande.

No hay verdad bíblica que sepa tan buena como la verdad que usted ha conseguido por medio de su propia exploración con la palabra. Sí o no? esos descubrimiento por la mañana, con una tacita de té o de café en la mano mientras usted lee su palabra, eso no tiene comparación, hermanos, eso se va a quedar en su vida. Ame la palabra, vamos a convertirnos en amantes de la palabra.

Yo les reto en el nombre del Señor en esta noche a que usted se convierta en un consumidor ávido de la palabra de Dios y que su Biblia esté marcada, no tenga temor de coger un lápiz, a la Biblia le encanta que la marquen. Sí. No sea falsamente reverente, oh, no es la palabra de Dios, no puedo. No, hombre, arrugue la Biblia, márquela todo lo que usted quiera que se vean gotas de café y de té y de café con leche encima de ella, eso quiere decir que usted la consumió mientras estaba – no importa. Es más, una gotita de sangre y unas lagrimitas no sería malo de vez en cuando también sobre ella.

Amén. No hay nada como una Biblia bien marcada y bien arrugada. Eso quiere decir que está siendo usada. Si yo veo una Biblia por allí que está bien nítida, yo digo, este no está leyendo la Biblia.

Por lo cual desechando toda inmundicia, es más, pónganse de pie vamos a leer todos eso. Prepárense bien, arréglense bien la camisa, los pantalones y vamos a leer eso todos juntos, en el nombre del Señor, vamos a hacer un pacto con el Señor ahora mismo.

Por lo cual desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Denle un gran aplauso al Señor. Amén. Gloria a Dios. Gloria a Dios.

Uno puede inclusive memorizarse un versículo como ese. Un versículo como ese es poderosísimo, hermanos, y usted puede memorizarse algo así y eso tiene un poder increíble porque se mete en su espíritu y usted puede recordar ese pasaje, guau, me está diciendo esto, me está diciendo lo otro. Deténgase sobre cada palabra, cada verbo, esa es la manera en que uno consume la palabra del Señor.

Padre, gracias por tu palabra que hemos proclamado en esta noche, Señor, cada uno de nosotros recibe ese mensaje en sus corazones. Lo metemos, Señor, en nuestras almas, nuestros espíritus y te pedimos que nos ayudes a llegar a esa meta, Padre. Yo entiendo claro, que lo he declarado es increíblemente serio, es un compromiso, Padre, que yo hago conmigo mismo y con mi iglesia y cada hermano hace con tu palabra en esta noche.

Y te pedimos que nos ayudes a no caer de esa altura, Padre, que hemos declarado en esta noche y que esta palabra llegue a los corazones, no solamente de los que están aquí sino que corra a través de nuestra congregación, Padre, creándose una iglesia similar a la que describe este versículo. Lo recibimos en nuestros corazones, Padre, ahora y te damos gracias por tu palabra.

Gracias, Señor. Gracias por este pueblo lindo que tu estás levantando. Gracias por nuestro servicio, Señor, que tu nos estás dando. Bendice a mis hermanos y mis hermanas en esta noche, renueva sus fuerzas dentro de ellos, Padre, y llévalos a sus hogares rejuvenecidos y re fortalecidos y que en el día de mañana, Padre, y lo que queda del viernes y el jueves, podamos tener una buena semana de trabajo, sea en la casa, sea en la fábrica, sea en el bus, donde sea, Padre, bendice y prospera a tu pueblo.

Y Señor, te pedimos que llenes esta iglesia de tu poder, Padre. Anida en este lugar, Señor. Queremos más de ti, como decíamos, tenemos hambre de ti, Señor, tenemos hambre de ti. Esta iglesia tiene hambre de ti. Oh, Espíritu Santo, we are hungry for you. Espíritu de Dios si tu te posaras sobre esta congregación, Señor, si tu nos visitaras, Señor, si tu nos visitaras como visitaste a esos Apóstoles en el aposento alto, Señor, si tu hicieras de esta iglesia una muestra de tu gloria, Padre, del Dios que es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Oh Señor, si tu hicieras algo diferente, algo nuevo, algo que llamara la atención del mundo, Padre, para gloria tuya. Si tu hicieras de este lugar, Señor, una fuente de gracia para la humanidad, no atrevemos a pedirte así, Señor, si tu nos visitaras, si tu nos fecundaras, si tu nos preñaras, Señor, con tu poderoso espíritu y nos hicieras dignos, Señor, de contener tu gloria y de manifestar tu poder, Padre. Inunda nuestro servicio, Señor, inunda nuestras reuniones, inunda nuestros programas, toca nuestros líderes, estalla, Señor, en medio de nosotros con tu poder. Oh, Dios, te pedimos, ten misericordia. Mira nuestra hambre, nuestra sed de ti. Tenemos apetito de ver tu gloria manifestada, Señor, y de que tu iglesia levante su cabeza, Padre, en vez de estar avergonzada como está en este tiempo, Padre, impotente, Señor.

Levanta la cabeza de tu pueblo, Señor. Y hágase tu voluntad en las naciones, Padre. Aquieta la locura, Señor, que se ha poseído este mundo, Padre, y dale a tu iglesia poder, una voz profética, Señor, en la ciudad. Haz algo, Señor, en medio de nosotros, nos ofrecemos a ti, nos abrimos a ti, Señor. Nos tendemos sobre la mesa del sacrificio para que tu hagas algo diferente, Señor, con esta congregación. Te la entregamos, Padre, yo no soy digno de manejarla pero tu tienes el poder de tomar control de ella, Padre y es lo que te pedimos, Señor, en esta noche. Glorifícate, Señor. Te necesitamos y queremos más de ti, queremos más de tu gloria, obra, Señor, en nosotros, por favor Padre, te lo pedimos, te lo pedimos, te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén. Gracias Señor.