Desechar para recibir

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Hace tiempo que estoy por continuar con nuestro estudio basado en la Carta del Apóstol Santiago, estamos usando esta epístola para fundamento y base de nuestras meditaciones los miércoles en la noche, cuando yo puedo estar acá. Quiero continuar con el estudio que hemos estado siguiendo en el capítulo 1 y el miércoles antepasado hablamos de estos versículos 19 y 20 donde el Apóstol Santiago dice que:

“… Por esto, mis amados hermanos, es decir, debido a la misericordia, a la bondad de Dios, el hecho de que es tan generoso con nosotros en maneras específicas, que Santiago señala el versículo 17 y 18 – por esa causa, mis amados hermanos, todo ser humano, todo hombre, mujer, sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse porque la ira del ser humano, la ira del hombre, la mujer, no obra la justicia de Dios...”

Entonces el Apóstol Santiago continua diciendo, “… por lo cual – es decir, está como desarrollando más su pensamiento, está mirándolo desde otra perspectiva de cómo nosotros tenemos reaccionar en esa vida de santificación, de entrega creciente al Señor, de darle más a él de nuestro ser por lo grande y lo bueno, lo misericordioso que él es, entonces dice, − por lo tanto, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas…”

Hay un contraste aquí en dos palabras, dos verbos, desechando y recibid. Podríamos decir, desechando y recibiendo, uno es rechazar y el otro es ingerir, recibir, acercar hacia a nosotros. Uno aleja ciertas cosas y otro atrae ciertas cosas.

Yo tengo aquí unas notas que tomé, que hice, tiene que haber sido como 20 años atrás, tenía unos 5 ó 7 años cuando las escribí, eso fue un estudio… de qué se ríen? Dije algo de lo cual se pueden reír ustedes? Bueno, después me van a explicar porque no sé de qué se están riendo.

Esto fue en Cambridge, hace años atrás, que hicimos un estudio de la epístola del Apóstol Santiago y estas notas están aquí, no había computadoras entonces todavía, en páginas amarillas y amarillentas, son como pergaminos antiguos. Pero yo escribí unas notas de los versículo como algo expositorio.

En versículo 21, esta idea de desechar y recibir digo yo aquí, como consecuencia de todo lo anterior, tenemos que tirar lejos, arrojar definitivamente, de una vez por todas, todo aquello que obstaculiza la libre entrada de la palabra de Dios a nuestra vida. Porque Santiago está enfatizando esto de la palabra. Más adelante él va a continuar hablando de la importancia de la palabra. Ya en el versículo 18 él ha dicho que él de su voluntad nos hizo nacer por la palabra.

Y esto es lo que yo quiero que ustedes se impregnen en su mente de la importancia de venerar la palabra de Dios, la Biblia, de darle gran importancia. Lo que caracteriza a un hombre, una mujer, llena del Espíritu Santo, un pentecostal de hueso colorado, de cepa, es que ama la palabra de Dios. Amén. Que venera la palabra del Señor, la toma en serio, la lee, la ingiere, la medita, la rumia como las vacas, − no que le estoy diciendo a ustedes que son vacas ni nada por el estilo – pero medita en la palabra del Señor.

Dice, de día y de noche, hay un salmo, bienaventurado la persona que ama la palabra del Señor y medita en ella. Una de las grandes carencias que hay en nuestro tiempo y de las grandes pérdidas, yo creo que por eso la iglesia de Cristo está decayendo tanto y yéndose hacia la herejía y cayendo en errores a veces, no errores específicos sino errores de actitud, de postura que entonces la preparan para errores específicos. Es esa carencia de reverencia y continuo estar en la palabra del Señor, y ver la palabra de Dios casi con asombro y con temor y temblar.

Hasta que uno no llega a ese punto, hermanos, de amar la palabra de Dios, leerla, memorizársela, adorar sus patrones, sus versículos escogidos, sus temas principales, sus personajes resaltantes, sus doctrinas fundamentales, y uno la conoce como un soldado conoce su arma, que la desmonta y la vuelve a armar en cualquier situación, hasta con los ojos cerrados. Así debemos nosotros conocer la palabra de Dios, hermanos. Nuestra meta como hijos de Dios a través de toda la vida, debe ser llegar a ser expertos en la palabra del Señor.

Ahora vamos a ver más adelante que solamente ser experto no es suficiente, hay que hacer más. Pero yo creo que la verdadera madurez, la grandeza espiritual, el poder, la autoridad contra los demonios y contra las luchas y los terrores y las amenazas y las trampas de la vida, ceden cuando un hombre y una mujer están continuamente fundamentados, cimentados en la palabra de Dios.

A veces decimos la palabra de Dios y pensamos, oh, algo grandioso, no, la Biblia, esto que está aquí, este librito que es un librote. Esto es un universo. La mente de Dios vertida en palabras humanas. Y por eso es que es infinitamente maleable y variable. La palabra del Señor no tiene fin. Usted la lee y cada vez es nueva, es diferente. Usted coge un versículo y usted lo puede ver en mil maneras diferentes porque eso es lo bello. Es la palabra de Dios, es viva y siempre revela una nueva faceta. Es como un diamante de mil facetas, cada palabra, cada letra, cada versículo.

Por eso los hebreos, ahora mientras digo eso, veían la palabra como algo casi mágico, como objetos, eran como físicos, por eso la cábala y otras doctrinas místicas del judaísmo que hasta cuentan el número de letras y sacan deducciones de todo esto, porque es que… yo creo que cuando uno, como los hebreos cuando amaban y adoraban la palabra del Señor, cuando uno está dentro de la palabra, uno se da cuenta de su multi dimensionalidad y casi de su presencia física, vida. Es viva, dice la Biblia. Y eso no es una metáfora. Yo creo que es real. Hay vida en la palabra, ella es viva y cuando usted se la come, esa vida se mete dentro de usted y se manifiesta a través de usted.

Por eso es que usted tiene que amar la Biblia, no me venga con cuentos de que María se fue lavar y se le acabó el jabón. Lea la Biblia. Estúdiela. Conózcala. El Señor dice que examinar las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas hay testimonio de mí. Entonces, Santiago habla bastante acerca de la palabra, porque su carta es una carta eminentemente pastoral, práctica, acerca de la vida cristiana y sus bases fundamentales.

No espere de Santiago grandes verdades teológicas y misteriosas, como del Apóstol Pablo en los Romanos o en Efesios, Santiago es pan con mantequilla y un cafecito con un poquito de azúcar, que no está malo ¿verdad? Los manjares grandes usted se los deja quizás al Apóstol Pablo, a Pedro quizás un poquito aquí y allí, hebreos. Pero Santiago es a ras del suelo, Santiago es allí papas y carne para el pueblo de Dios.

Entonces, él habla mucho acerca de la palabra. Y entonces él dice:

“… Por lo cual desechando toda inmundicia, abundancia de malicia, recibid…”

Entonces yo decía que tenemos que arrojar lejos de nosotros todo aquello que obstaculiza la libre entrada de la palabra de Dios a nuestra vida, toda cosa impura, toda cosa indebida. Muchos cristianos no crecen porque se olvidan de este importante principio, que antes de vestirnos de nuevo hombre, tenemos que despojarnos del viejo hombre y de la vieja mujer, por si acaso, y de la vieja, vieja, lo que sea, pero sepárese, aléjese.

Tenemos que despojarnos del viejo joven inclusive también, del viejo niño inmaduro en la fe y tenemos que vestirnos de nuevo, tenemos que despojarnos de todo aquello que nos obstaculiza en la carrera de la fe.

Hay mucho despojarse que hay que hacer en la vida cristiana, hermanos, hay mucho morir para poder vivir, hay mucho deshacerse de para ponerse, hay mucho olvidarse de y dejar atrás para poder ir hacia adelante. Romanos, capítulo 12, versículo 1 dice:

“…Por tanto, nosotros también teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos…”

Ahí está esa idea de desechar, deshacerse de, “… despojémonos de todo peso…” Cuál es el peso? Todas esas cosas que arrastramos del pasado, esos malos hábitos, esas malas actitudes, eso que te impide correr, dice, “… todo peso del pecado que nos asedia, − que nos rodea como un ejército y quiere estrangularnos e impedir que entren los nutrientes de Dios a nuestra vida, o que salga la bendición de Dios hacia otros de parte nuestra, − y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”

Despojémonos. Hay que despojarse. Hermanos, nosotros tenemos que estar continuamente pidiéndole al Señor, “Señor, despójame de todo lo que no te agrada.” Hay mucho conformismo en el pueblo de Dios, creemos que venimos al iglesia, ponchamos la tarjeta y ya hicimos todo lo que teníamos que hacer. Gran parte de la vida cristiana es eso, lo más doloroso es el despojarse, inclusive de cosas que amamos y de cosas que nos son muy, muy queridas y apetitosas. Nos hemos acostumbrado a nuestros demonios y nos gusta cuando están ahí por la mañana, sentaditos en la mesa con una taza de café esperándonos a que nos levantemos para irse con nosotros al trabajo otra vez.

Ya cuando no los tenemos cerca nos sentimos que estamos solos. Porque uno se acostumbra hasta las cosas más terribles. Hay gente que están 20 años en una celda y cuando usted le abre la puerta no quieren salir porque están tan cómodos dentro de la celda. Es así. Entonces nos acostumbramos muchas veces a nuestras ataduras y el Señor nos dice, “Despójate.”

Hay que estar continuamente como el salmista, examíname, oh Dios, conoce mi corazón, pruébame, conoce mis pensamientos, ve si hay en mí camino de perversidad y guíame hacia el camino eterno. Y eso quiere decir, yo no quiero decir que usted ande por allí siempre con una paranoia de que Dios le va a tirar un rayo y lo va partir por mitad a cada rato. No. yo siempre vivo dentro de la gracia de Dios, su misericordia, su amor. Él sabe que yo soy travieso y me ama a pesar de eso, pero yo tengo que cada día esforzarme por ser mejor y agradarlo más y conformarme más a la imagen de Cristo Jesús. Y en eso hay protección, satisfacción, que cuando uno sufre en la vida, vienen problemas y uno se examina y uno dice, “Bueno, yo creo que yo estoy bien delante de Dios.” óigame, eso hace las cosas más llevaderas.

Cuando uno padece como hijos de Dios dice la palabra, eso está bien. Ahora lo malo es cuando usted sabe que usted es un sinvergüenza y está padeciendo, “Oh, oh, será porque hice algo que no está bien con Dios.” Pero cuando usted está cubierto y usted sabe que, no, mira, yo me estoy examinando y yo sé que no soy perfecto, pero yo creo que estoy haciendo todo lo posible para agradar al Señor. Eso es seguridad. Vienen las pruebas pero las pruebas le fortalecen, le levantan, le depuran, le adelgazan esa grasa extra que hay en nosotros que nos hace correr la carrera de la fe con pesadez.

Entonces, hermanos, hijos de Dios, siervos del Altísimo, vamos a hacer un compromiso de ser un pueblo santo, agradable al Señor que es nuestro culto racional, nuestra verdadera adoración es esa, entregarnos como sacrificio vivo al Señor.

Por eso Santiago dice que debemos desechar toda inmundicia y toda abundancia de malicia. Quizás tu eres una persona inmunda pero eres malicioso, así que no te salgas demasiado rápido de la palabra. Él quiere cubrir a todo el mundo, a todo el mundo le cae algo ahora mismo. Digo aquí, en la pintura de una casa hay que raspar la vieja pintura antes de poner la nueva, sí o no? qué pasa? Si usted pone la pintura nueva sobre la vieja, como está descascarada, la nueva también se sale con la vieja. Entonces, primero hay que raspar esa pintura vieja, dejar una superficie lisa y entonces pintar para que la nueva se pegue.

Y así tiene que ser en nuestra vida. Para que el Señor pueda aplicar sus virtudes y sus atributos e impartirnos su gracia, tenemos primero que despojarnos de muchas cosas, tenemos que desvestirnos del viejo hombre para ponernos la nueva vestidura del Cristo Jesús.

Es importante esa idea de desechar. Hay mucho que desechar, hay mucho a lo cual renunciar. Una buena oración es, yo renuncio a todo lo que no te agrade, Señor. yo renuncio a todo lo que no haya pasado por tu filtro, Padre. Yo renuncio a todo lo que no tenga tu aprobación sea un millón de dólares, sea una carrera que no te agrade, sea el amor de un hombre o una mujer, sea una casa que tu no me has dado, sea una ciudad a donde tu no me has mandado a vivir, sea un atributo de mi personalidad que no te agrada, sea una amistad que no conduce a un comportamiento adecuado, un crecimiento como tu lo quieres en mi vida. Renuncio a ello.

No quiero nada que no haya pasado por tu aprobación. Dígale así al Señor siempre. No quiero nada en mí, no quiero que me den nada, no quiero recibir nada que no sea aprobado por el Señor primeramente. Lo renuncio, lo rechazo, lo echo fuera de mi vida. Renuncie y deseche todo lo que no sea de Dios y entonces reciba, dice aquí, “desechando recibid con mansedumbre.”

Bajo recibid digo, tenemos que abrirnos a la palabra de Dios, tenemos que darle franca entrada. Recibirla alegremente, generosamente, entusiastamente. Por eso que dice, recibid con mansedumbre la palabra implantada. Esa idea de mansedumbre quiere decir que usted se abre a ella, usted no la resiste, usted no argumenta con ella, usted no le pone peros, no trata de escaparse de ella, como hacemos muchas veces. Tratamos de buscarle esa cláusula de escape, como los buenos abogados, a la palabra del Señor.

Señor, tu sabes que yo trabajo muy duro así que necesito una escapadita de vez en cuando. Tu sabes que me he portado bien en los últimos 6 meses, Padre, así que voy a coger una vacacioncita de una noche o un día.

Dice aquí, recibid con mansedumbre, eso quiere decir que uno tiene que abrirse y ponerse mongo cuando la palabra quiere entrar. Muchas veces se ponen trinco así, no va a entrar. No. dice, recibid con mansedumbre. Tenemos que darle bienvenida a la palabra de Dios en nuestras vidas.

Esa es la idea. Donde dice que sea tardo para hablar, tardo para airarse, hay cosas que Dios quiere que seamos como lentos, y mongo, y blandos y uno de ellos es eso, abrirnos a la palabra del Señor. todos los poros tienen que estar bien abiertos para que la palabra entre y penetre en nuestra vida.

Entonces, recibid con mansedumbre la palabra implantada. Yo digo aquí, pero también con mansedumbre dispuestos a obedecerle, sin pre concepciones, callando nuestro monólogo interior. Guau, yo escribí eso? Qué estaba comiendo ese día, yo quisiera saber, Señor, un poco más. Lo que estaba haciendo era estudiando mucha literatura, porque ese concepto de monólogo interior es un concepto literario.

Sabe lo que quiere decir callar tu monólogo interior? El monólogo interior es esa voz que siempre está… tu estás conversando siempre contigo mismo, siempre estás pensando. Uno tiene que callar eso y dejar simplemente que la palabra del Señor… cuando usted está en su meditación en la mañana o en la noche antes de acostarse, calle un momentito las voces internas, las preocupaciones, céntrese en el Señor y deje que la palabra le hable, coja un versículo, medite en él y deje que ese versículo le hable. Calle por un momento las preocupaciones de que mañana tengo que dejar los zapatos limpios para el trabajo, de que no lavé la ropa interior y ahora tengo que ir antes de acostarme. No, no. deje todo eso y simplemente deje tranquilo, calle toda preocupación y deje que el Señor le hable a usted.

Callando el monólogo interior, dispuestos a ir por donde la palabra nos lleve. Digo aquí, esta es la única manera de acercarnos a la palabra de Dios. O mejor dicho, de dejar que ella se acerque a nosotros. Hay dos formas de recibir a una persona en el hogar, número uno, casualmente, informalmente de tu a tu, es decir, diciéndole a la persona, “Bueno, siéntate y espera en lo que yo atiendo a otras cosas, yo vengo después, no te preocupes.” Atiéndete y como tu puedas. O número dos, con reverencia, respeto, admiración, asegurándose que todo está bien ordenado para la persona, que el lugar es agradable, limpio, prestándole total atención al invitado y escuchándolo atentamente.

Recuerdan ustedes la diferencia entre María y Marta? Marta estaba haciendo algo bueno, era atendiendo y era constructivo, pero María había escogido la mejor parte. No era que Marta tenía una parte mala. No, Marta tenía una buena parte porque ella estaba haciendo algo constructivo. Y hay muchas veces así nosotros estamos haciendo cosas constructivas pero al Señor le gusta que las cosas del Reino, nosotros le demos una escogencia especial. Por eso decía, las primicias, esas mejores emociones, esos mejores pensamientos, esas actitudes concentradas, a la palabra del Señor hay que darle bienvenida, hay que invitarla a que entre y se siente en el lugar escogido en nuestra vida, recibiendo con mansedumbre.

Recuerdan también Simón y María? Simón le da la bienvenida al Señor, “Entra, Señor, siéntate allí,” y lo deja ahí sentado, le da una Coca Cola caliente, inclusive. María viene y llena de gratitud por lo que Dios ha hecho, Cristo ha hecho por ella, la ha libertado, la ha amado, le ha dado valor a su vida y viene y coge un perfume carísimo que ella tenía, especial, y lo vierte sobre el Maestro y con sus lágrimas lo baña y lo seca con sus cabellos y le da preferencia al Señor. y el Señor viendo los pensamientos y las maquinaciones de Simón, le dice, “Simón, tu te acuerdas cuando yo entré? Tu me invitaste, me sentaste allí, me atendiste como cualquiera, pero ésta me ha preferido.”

Y eso pasa, hermanos, con la palabra. Sabe, cuando uno ama la palabra y uno la valora, esa palabra se activa. Cuando ama a Cristo con todo su corazón, cuando uno le da preferencia, el Señor detecta eso. No se crea que usted puede estar adorando, y está pensando que cuando salga de aquí va a ir a tal restaurante y lo que va a pedir, y lo bueno que estaba el domingo pasado la comida cuando usted fue al mismo restaurante. Y está cantando porque los evangélicos cantan cuando vienen a la iglesia, y el Señor sabe detectar, él tiene un adorametrómetro que sabe exactamente el nivel de su consagración y su pasión por el Señor, él sabe, él detecta, no se crea.

Y asimismo con la palabra. Cuando usted recibe la palabra, la ama, la valora, le da tiempo, le da escogencia en su vida, la palabra se crece dentro de usted. Santiago usa una expresión bien interesante, dice, “recibid con mansedumbre la palabra implantada.” Otra mejor expresión es injertada, esa es mi idea, la palabra injertada. La palabra de Dios viene desde afuera como un injerto pero después de un tiempo se compenetra con uno mismo y se mezcla con la parte más íntima de nuestro ser, como un injerto. Su obra es en el interior del hombre, desde adentro, es implantada por Dios.

El injerto hace que un árbol produzco frutos diferentes a los que producía al principio, pues cambia la naturaleza de ese árbol o planta. Cuando usted le mete un injerto, los genes de la mata nueva, o de la rama nueva se compenetran con los antiguos. Eso es algo raro, y entonces como que se hace una nueva naturaleza, se mezclan las dos naturalezas y por eso es que producen unas veces unas flores de un color diferente. Muy parecidas a las anteriores de ambos, pero ahora con un color diferente, una configuración diferente, una fruta, un sabor diferente. Es una mezcla. Las naturalezas se mezclan.

Asimismo, la naturaleza de Dios cuando Dios mete su palabra por medio de la recepción de fe, ahí está la clave. Cuando tu abres y tu corazón y tu mente por medio de un acto de fe y tu la recibes no como palabra de hombre. Por eso es que toda esta gente en esos seminarios raros, en esas escuelas de divinidad, que no creen ni en la luz eléctrica, leen la Biblia pero no creen que es la palabra de Dios. La ven simplemente como un documento arqueológico, como un reflejo de una cultura o de un tiempo o del temperamento de un hombre o su mente particular personal, pero no como la palabra divina, la revelación de Dios, la palabra viva y eficaz que penetra y examina y redarguye y cambia. No la ven así entonces eso es como comerse una carne y su cuerpo no es capaz de procesar los nutrientes y simplemente usted no la procesa. Y es como si no se la hubiera comido. Mejor hubiera comido cartón o una cáscara de guineo e igual…

Pero cuando usted la recibe la palabra por fe, con reverencia, esta es la palabra de Dios, este es el misterio de Dios, metiéndose dentro de mí, interactuando con mi mente, mi sistema cerebral neurológico, mis espíritu, mis recuerdos, mis memorias, mis traumas, los rasgos de mi carácter, aún mi cuerpo, y esa palabra está actuando dentro de mí, esa palabra se está circulando dentro de mí, a través de mis venas, a través de mis tejidos, y está haciendo algo. Y usted la visualiza de esa manera, usted la recibe y la celebra de esa manera, esa palabra adquiere vida y hace eso para lo cual fue enviada.

Pero tiene que ser por medio de la postura de fe, una actitud de fe, de receptividad, de entrega y de total sujeción a ella. Esa palabra hace que nosotros produzcamos frutos diferentes a los que producíamos al principio, como de un injerto, y eso mismo hace la palabra de Dios. Esta palabra es lo único capaz, dice la Biblia, de salvar nuestras almas.

Cómo dice Segunda de Timoteo 3:15? Dice Pablo aquí, “…Pero persiste a Timoteo, tu en lo que has aprendido y te persuadiste desde chiquito sabiendo de quién has aprendido y que desde la niñez…” qué bueno es cuando nosotros le inculcamos a nuestros niños desde pequeñitos la palabra de Dios. Eso es tan importante, que la gente se tome tiempo. Traiga sus hijos a la escuela dominical, tráigalos a las clases de jóvenes, tráigalos a Wanna. No desperdicie oportunidades de meter la palabra del Señor en sus hijitos y de empaparlos con la sensibilidad de un creyente. Esa palabra lo santifica y lo sella.

“…Desde la niñez has sabido las sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús…”

Las Escrituras dan sabiduría. No hay nada que dé más sabiduría que la palabra del Señor. yo lo aprendí de mi madre que valoró siempre la palabra de Dios y Dios la hizo una mujer sabia. No era una mujer altamente educada pero era una mujer sabia y yo aprendí que la palabra de Dios imparte sabiduría. Si usted quiere recibir sabiduría coma de la palabra de Dios generosamente. Esa palabra le va a dar sabiduría. Hágase un adepto estudiante y escudriñador de la palabra de Dios.

Pablo añade, “… toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia a fin de que el hombre, la mujer de Dios sea perfecta, es decir, completa, enteramente preparado para toda buena obra…”

Tu quieres estar listo para toda buena obra? Deja que la palabra del Señor tenga franca entrada en tu vida y que haga su obra en ti. Ámala, reverénciala, dale la bienvenida, recíbela con entusiasmo, sujétate a ella, vela siempre como la palabra viva y eficaz, inspirada de Dios. Y esa palabra te dará sabiduría y te preparará para todo lo que Dios quiera usarte. Tu serás como una bala en un revolver lista para ser disparada en el momento necesario, como una flecha en la aljaba de Dios para todo lo que Dios quiera usarte.

Recibe con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Que es la misma idea, interesantemente, es la misma idea que acabamos de ver, tanto Pedro como Pablo, dirigidos por el mismo Espíritu Santo tienen esta misma idea de que esa palabra puede salvar nuestras almas, porque esa palabra es viva y es eficaz. Asimismo es, porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, Hebreos, capítulo 4, versículo 12.

Hermanos, vamos a dejarlo allí. Despojándonos de ciertas cosas, vistiéndonos de otras, sometámonos entusiastamente y con mansedumbre a la palabra que Dios va a implantar, Dios va a injertar en tu vida, te va a dar una inyección. Él la va a inyectar en tu vida y va a hacer algo transformador y renovador en ti.

Hermanos, vamos a hacer un propósito esta noche renovado de ser grandes estudiosos de la palabra del Señor. Yo no creo que hay una persona bien entendida en la palabra del Señor, y que ame la palabra y la lea y la viva y la reciba que no sea una persona bendecida y que tenga todo lo suficiente que necesita para su vida. Quizás no sea rica en términos humanos, pero va a tener lo suficiente.

Yo les digo, hermanos, cuando Dios entra a una casa, a un hogar y hay alguien allí que tiene autoridad espiritual, yo personalmente, hermanos, yo no creo… puede que por un tiempecito, pero pasar hambre, no, Dios va a traer cuervos y te van a traer la comida, sinceramente. Yo creo que viene la bendición a una casa cuando hay autoridad espiritual. El orden del Reino de Dios y la luz del Reino de Dios entra. El poquito de azúcar que necesitas para el puchito de café que te vas a tomar ese día, pero va a estar allí, yo creo eso sinceramente. La bendición de Dios habita donde está una persona que sabe cómo atraer la bendición porque está pegada a la palabra de Dios.

Seamos una iglesia que ame y estudie y se fundamente en la palabra del Señor. Amén. Baje su cabeza un momentito y comprométase de nuevo con esa palabra. Joven, persona nueva en el Reino de Dios, visitante, gente nueva que está ahora comenzando el caminar cristiano, o si tu has estado muchos años en el Evangelio pero no has cobrado ese gozo, ese entusiasmo por la palabra del Señor, en esta noche yo te invito, corre y consíguete una Biblia y escribe tu nombre en ella y un propósito bueno y atesora ese instrumento y ponlo en un lugar escogido y léelo continuamente.

Comienza, pídele al Espíritu Santo cuando te acerques a ella que te abra esa palabra, los tesoros de ella. No te preocupes si al principio no logras entenderla toda, no te preocupes. Ella se va a abrir ante tu escrutinio con el tiempo. Toma una clase de discipulado, pégate a gente entendida en la palabra del Señor. Hay buenas meditaciones en la televisión, en YouTube, hay muchas maneras, pero si tu supieras que hay un tesoro en algún lugar, no importa cuán difícil, tu vas a escarbar y vas a buscar y vas a hacer todo lo posible por llegar a él.

Así pasa con la Biblia, no te preocupes que al principio no sea fácil, métete en ella. Ella no te va a dejar fracasar, pero ámala, reverénciala, estúdiala, léela y a veces mientras menos estudiados somos más la podemos disfrutar. A veces el intelecto es un impedimento. No te preocupes si no tienes grande educación, no importa, la Biblia es lo maravilloso, se puede revelar a ti aunque no tengas gran educación. No importa, lo que importa es que tu corazón esté abierto a ella.

Yo les puedo decir, habiendo leídos muchos libros a través de mi vida, si me tiraran a la luna y me dijeran, qué libro tu quieres tener contigo? Yo les diría, búsqueme una Biblia ahora mismo. Con esa Biblia yo me atrevo a inventarme una nave para regresar a la tierra. Esa Biblia es un manual para toda situación y toda necesidad. Eso es lo maravilloso de ella.

Ame la Biblia, ame la palabra de Dios y veremos la próxima vez que estemos juntos, miércoles, que hay que vivirla, hay que obedecerla, hay que aplicársela. Eso lo dejamos para otra ocasión. Es otra parte bien importante.

Pero ahora, Padre, te damos gracias por tu palabra, gracias por tu hermosa palabra, misteriosa, elusiva, ilimitable palabra. Gracias por ese tesoro que nos has dejado, Señor y gracias por Cristo que es la palabra misma encarnada.

Te amamos, Señor, en esta noche te profesamos nuestro amor y nuestra entrega a ti, por todo lo bueno que tu eres, Señor. Sigue con este pueblo, sigue edificándote un pueblo digno de tu nombre, síguete levantando un pueblo que traiga crédito al nombre de Jesús. Gracias Señor. Te adoramos, te bendecimos, Señor. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Gracias, Señor.