Jesucristo es la resurrección y la vida

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Quiero compartir con ustedes un pasaje de la escritura que se encuentra en el Evangelio según San Juan, el capítulo 6. Queremos celebrar y memorizar este día tan especial en toda la cristiandad. Vamos a ir al versículo 37 y quiero conectar la resurrección de Cristo con nuestra propia esperanza de resurrección y explorar qué es lo que hace posible esa conexión entre esos dos aspectos. Juan 6:37 son palabras del Señor Jesucristo:

“…Todo lo que el padre me da vendrá a mí y al que a mí viene no le echo fuera...” Es importante que tu recuerdes eso, si tu has venido en este día y piensas quizás que no hay esperanza para ti o que las ofensas que tu has cometido a través de tu vida son demasiado grandes para que el Señor las persone o para que tu puedas gozar de comunión con el Padre, si tu estás viniendo a él, si has venido a él en este día y estás buscándolo a él el Señor no te va a rechazar, si lo estás buscando es porque él mismo te está invitando, no porque tu vinieras de tu propia cuenta sino por el Señor mismo quiere tener comunión contigo. Él no te va a echar fuera, él recibe a todos los que vienen a él.

“… porque yo he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió… – Y ahora estamos entrando más en materia – … y esta es la voluntad del Padre, el que me envió, que de todo lo que él me diere no pierda yo nada sino que los resucite en el día postrero…”

Hay una cantidad de términos del día postrero, de resucitar, de no perder nada de lo que el Padre ha dado, son conceptos muy importantes que tenemos explorar. Y el versículo 40 dice:

“…Y esta es la voluntad del que me ha enviado, que todo aquel que ve al Hijo… – ver al Hijo, ¿qué quiere decir eso de ver al Hijo? No lo podemos ver físicamente pero podemos concentrar nuestra mirada en él. – … todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero.”

Entonces, vemos aquí que el Señor dice que todo aquel que mira, que ve al Hijo y que cree en él tiene vida eterna, y el Señor promete resucitar a todo aquel que fija su mirada en él en el día postrero. Juan 11:25 también tiene una palabra muy linda para nosotros que hace conexión con eso. El Señor dice:

“…Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto vivirá y todo aquel vive y cree en mí no morirá eternamente. – Y entonces el Señor le hace una pregunta a Marta con quien estaba hablando en este caso y le dice – …¿Crees esto?”

Yo quiero preguntarte a ti en esta tarde, recibe esta pregunta como si fuera para ti solamente, ¿crees esto? ¿Crees tu que si tu crees en Jesucristo aunque estés muerto por un instante vas a vivir eternamente? Yo espero que tu respuesta sea sí, yo creo, que puedas afirmar eso.

Hoy, hermanos, de nuevo repito estamos aquí para celebrar el domingo de resurrección. Cristianos a través de toda la tierra han estado celebrando y continuarán celebrando la resurrección de Cristo Jesús. A mí me gusta a veces pensar al Señor sentado en su trono desde temprano, desde que comenzó este nuevo día, yo no sé cuál es el país que tiene la distinción de ser el primer país donde comienza el día, no estoy seguro cuál es la tecnología detrás de eso. pero imaginemos ese país que hace ya horas atrás no sé si es en Asia probablemente, en algún país de Asia, Nueva Zelandia, guau, tenemos aquí un geógrafo que conoce. ¿Hace cuántas horas estuvieron ellos celebrando entonces? Muchas horas atrás en Nueva Zelandia se levantaron cristianos tempranito en la mañana, quizás alguna hermana o hermano cuando tocaron as 12 de la noche ya estaban comenzando a darle gracias al Señor por la resurrección y a celebrar la resurrección de Jesucristo.

Desde que comenzó el día no ha parado esta humanidad de darle gracias a Dios por la resurrección de Jesucristo. Según la tierra ha ido girando para que el sol la alumbre, según ha ido amaneciendo en diferentes partes del mundo, cristianos, católicos romanos, griegos ortodoxos, rusos ortodoxos, adventistas, bautistas, evangélicos de todas las diferentes persuasiones y todas las variantes de cristianismo que hay en el mundo, han estado celebrando la resurrección de Jesucristo.

Y el Padre allá arriba sentado en su trono ha aspirado el olor de toda esa humanidad diciendo, Cristo vive, Cristo vive, y no terminará hasta que termine el día. 24 horas de incesante declaración de que Cristo ha resucitado. Se trata de una de las doctrinas céntricas de la fe cristiana. El hecho de que Cristo no solo no se quedó en la tumba, sino que resucitó activamente al tercer día de su crucifixión y que está a la diestra del Padre como dice esa gran confesión de nuestra fe.

La Biblia relata en hermoso detalle el evento de esas mujeres que van a la tumba temprano en la mañana un día como hoy, hace dos mil años y pico y encuentran que ese cuerpo que ellas pensaban que iban a estar viendo y adornando con especies como era la costumbre en aquel tiempo para que ese cuerpo no se descompusiera demasiado rápido, por así decirlo, esas mujeres que tenían una fe imperfecta, porque ya el Señor les había dicho lo que tenían que esperar pero no lo podían creer porque biológicamente era como imposible creer en algo tan raro como la resurrección de un muerto.

Pero esas mujeres cuando llegan a la tumba dice la palabra que encontraron que la piedra que cubría esa cueva donde estaba encerrado el cuerpo de Jesús había sido removida. Y la cueva a donde estaba el cuerpo de Jesús, esa tumba, estaba vacía.

Hay otro pasaje en la Escritura que dice que había un ángel que se sentó sobre la piedra que cubría la entrada a la tumba de Jesucristo, como en una señal de la victoria de la resurrección sobre la muerte, sobre todo obstáculo que impide que nosotros entremos en comunicación con ese magno evento de la resurrección de Jesucristo.

Nosotros también recordamos que el Señor se le aparece después de su resurrección a una cantidad de personas, no fue una resurrección así y entonces él se fue al cielo, sino que él estuvo en la tierra por un tiempo y se le apareció a Pedro que estaba triste porque había negado al Señor y le dio unas encomiendas. Se apareció a los 12 discípulos que estaban… o a los 11 porque ya Judas no pertenecía a esos 12, pero también se les apareció a ellos y los bendijo y confirmó la fe de Tomás que dudaba.

Y luego se le apareció a otro grupo de discípulos entre los cuales estaba Pedro también, que estaban pescando creían ya que no había esperanza para ellos y se le apareció a los 2 discípulos en el camino a Emaús y les recordó que él había dicho que él iba a morir y que tenía que pasar por un proceso y que eso era parte del cumplimiento de las Escritura.

Y dice el Apóstol Pablo en Primera de Corintios capítulo 15, que luego el Señor se le apareció también a más de 500 hermanos, 500 cristianos, 500 seguidores de Jesucristo y se presentó ante ellos. No era una alucinación porque 500 personas no van a tener la misma alucinación. Era una realidad. Y Pablo dice, cuando escribe eso dice que hay todavía algunos que viven, porque Pablo ya escribía algún tiempo después de la resurrección, 30, 40, 50 años después, quizás menos, y él decía, todavía hay unos que están vivos, dándoles como una nota de autenticidad a lo que él estaba diciendo.

Los primeros cristianos creían que era muy importante que ellos testificaran acerca de la resurrección de Jesucristo y Pedro en su primer sermón, en el Libro de los Hechos, el primer sermón que la iglesia predica en realidad después de la ascensión de Cristo, habla acerca de que ese Cristo que los judíos había crucificado, Dios lo había levantado de entre los muertos y lo había hecho Señor de toda la creación. Es porque la resurrección es el hecho central de la fe cristiana.

La crucifixión es bien importante también, pero sin resurrección no habría consumación de la deidad de Jesucristo. Es lo que garantiza la victoria de Cristo sobre la muerte, su divinidad, su carácter divino. Ninguno de los fundadores de las grandes religiones del mundo pretende haber resucitado, y ninguna de las grandes religiones del mundo asevera que sus fundadores hubieran resucitado.

Los musulmanes admiten que Mahoma murió y no reclaman como que él haya resucitado. Los budistas no afirman que el Buda que fundó su religión haya resucitado, es más, saben que él murió de un dolor de estómago, hasta saben de qué murió y tienen una tumba que memoriza la vida y la muerte del Buda. Y lo mismo con respecto a Confucio, que ese nombre creo que dice algo también, no sé, pero Confucio murió también y fundó una gran religión, pero falleció, no resucitó.

Pero los cristianos insistimos en que nuestro fundador vive y reina como lo hemos proclamado esta tarde. Él resucitó de entre los muertos. Y desafiamos al mundo a que nos pruebe lo contrario. Y durante dos mil y pico de años la gente ha estado tratando de meterle el clavo a esa afirmación de los cristianos y matar nuestra esperanza, pero no pueden, no lo han podido hacer. Nadie jamás ha podido desprobar que Jesús resucitó de entre los muertos. Los más desarrollados cerebros han tratado a través de los siglos pero no ha sido posible.

¿Por qué? Porque el hecho del nacimiento de Jesús es algo histórico porque generaciones de creyentes, nuevas declaran que el Señor ha resucitado, como lo hacemos nosotros aquí en el Siglo XXI en la ciudad de Boston en esta tarde.

Ha habido abogados muy desarrollados que han tratado de hacerle un juicio a la resurrección de Jesucristo y tratar de determinar si conforme a los principios de la jurisdicción o del legalismo, de lo legal, pueden desprobar y han tenido que bajar sus cabezas ante la evidencia que existe para la resurrección. Hay muchísima evidencia que junta hace un cúmulo de argumentos que resulta muy difícil desprobar la resurrección de Jesucristo. Yo he conocido gente que ha tratado de desprobar la resurrección de Jesucristo pero no han podido.

Yo les decía a los hermanos esta mañana, mi cuñado Eddie que quizás más adelante va a ver este programa, era un intelectual marxista, comunista, ateo, muy convencido de que la Biblia era una patraña y una cantidad de mentiras, y hace muchos años atrás algunos cristianos comenzaron a visitar a mi hermana Sari en Miami, y llegaban en los momentos más inoportunos de la semana y Eddie se metía en el dormitorio hasta que ellos se fueran. Le molestaba la presencia de estos cristianos. Y le molestó tanto que él decidió, mientras esperaba que ellos se fueran, pasar el tiempo y ponerse a leer la Biblia para desarrollar argumentos y un día ponerlos en vergüenza a todos.

Y pasaron varias semanas y Eddie comenzó a leer la Biblia solo, mientras estaban los demás evangélicos en la casa molestando, y un día Eddie salió de su cuarto convencido de que Jesucristo era el Hijo de Dios. Y hace ya varios años que él sirve como pastor en la ciudad de Miami y a veces yo creo que es más evangélico que yo en muchas de sus insistencias doctrinales porque Cristo es una realidad en el corazón del hombre. La resurrección de Jesucristo nos da esperanza a todos contra el más grande enemigo de la humanidad que es la muerte. Todo ser humano tiembla ante ese hecho irrefutable.

Un hombre o una mujer puede vivir una vida negando muchas cosas pero nunca va a poder negar la muerte. Sabe que en algún momento por más poderoso que sea, por más intelectualmente desarrollado que sea, por más dinero que tenga, por más logros, por más adulado que sea por la gente, un día como dice la Biblia, desnudo vino al mundo y así mismo desnudo se irá. Todos los juguetes se le quedan. Alguien ha dicho que nadie ha visto un féretro arrastrando un camión de mudanza detrás, porque todos tenemos que confrontar la muerte. Tu y yo sabemos que un día nuestra biología es irrefutable y todos los reclamos de grandeza y de independencia bajan la cabeza ante el hecho de que la muerte es una realidad y entonces qué, qué queda detrás de la cortina.

La Biblia declara que Cristo resucitó que nosotros también podemos resucitar después de la muerte si ponemos nuestra esperanza en él. Yo espero que en esta tarde tu puedas decir sí, yo he puesto mis ojos sobre Cristo Jesús y mi camino, mi destino eterno está asegurado. Yo sé en quién he creído como dice el Apóstol Pablo. Nosotros también como consecuencia de la resurrección de Jesucristo podemos tener nuestra propia resurrección.

Esa es una de las cosas más importantes que al poner nuestra mirada en Cristo y afirmar que él resucitó de entre los muertos, nosotros somos salvos también. La Biblia dice eso mismo, si creemos en nuestro corazón, si confesamos con nuestra boca que Jesucristo es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos somos salvos. Tan sencillo y tan contundente como eso.

Jesús declara en Juan capítulo 11, “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto, vivirá y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” Cristo es tan parte de la resurrección que dice que él es la resurrección y cuando tu conectas tu vida a él tu también eres parte de esa resurrección. La resurrección de Cristo pasa directamente también a tu propia vida.

Es interesante que cuando el Señor hace esa afirmación de que él es la resurrección y la vida y que todo aquel que en él cree no muere eternamente, él está haciendo esa declaración a Marta mirando a la muerte de su hermano Lázaro y ya Jesús presto a resucitarlo. Pero el Señor no se queda solamente en esa declaración teórica de que él es la resurrección y la vida, sino que él entonces le pregunta a Marta, “¿Crees esto?”

Yo creo que es importante no solamente escuchar pasivamente y asentir en una forma genérica que Cristo es la resurrección, sino que también es importante tener nuestra propia reacción a ello, afirmarlo con nuestra propia boca, con nuestras propias acciones y palabras. El hecho de la resurrección de Jesucristo demanda una reacción de todos nosotros.

Hay un libro que se escribió muy famoso que se titula “Evidencia que demanda un veredicto.” En otras palabras, ante la afirmación de que Cristo es la resurrección y la vida y de que si uno cree en él uno tiene vida eterna, hay que reaccionar, hay que dar un veredicto, o creo o no creo. Y en esta tarde mi deseo es ser como un peine que se pase a través de esta congregación y que se atore dondequiera que haya uno que no cree en Jesucristo como resucitado y levantado de entre los muertos y que se quede ahí un momentito estas palabras, y que hasta que tu no reacciones positivamente, tu digas, no, hoy yo no salgo de aquí sin afirmar mi fe en Jesucristo, sin creer, sin confesar que él es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos. Ese es mi deseo, que esto sea un punto de referencia para cada uno de los que estamos aquí, porque eso es bien importante.

Por eso es que la iglesia de Cristo a través de los siglos ha pedido a la gente que haga una confesión pública de su fe en Jesucristo. Cómo sabemos, por ejemplo, en el Libro de los Hechos cuando Pedro predica ese sermón, el primer sermón evangelístico que registra la escritura podríamos decir, ¿cómo sabemos que se convirtieron 5000 ó 3000, hubo dos sermones? ¿O cómo sabemos que se convirtieron 3000 ó 5000? ¿Cómo se sabe? Yo creo que porque él les dijo, hey, ¿cuántos creen que ese Jesús que nosotros crucificamos es el Hijo de Dios y que resucitó de entre los muertos? Porque les pidió una reacción y porque más o menos se hizo un conteo rápido.

Porque es que siempre hay que tener una reacción. Mucha gente dice, no, yo creo en mi espíritu, yo no tengo que decirle nada a nadie porque eso es entre Dios y yo. No, hay algo muy importante de uno expresar externamente lo que uno ha creído en el interior. Por eso Pablo dice que si tu crees en tu corazón que Jesucristo es el Señor y confiesas con tu boca que Dios lo levantó de entre los muertos serás salvo. No se trague el humo, bótelo, sáquelo. No ingiera la resurrección, declárela también. Dé una afirmación de ello.

Hay que humillarse ante los procesos que Dios ha establecido. Hay que pasar por el proceso. Si un médico te dice, mire, haga esto, hago lo otro, usted lo hace porque su vida depende de ello probablemente y así mismo pasa con la escritura. La iglesia de Jesucristo ha dado una forma, Cristo mismo lo ha… Él dice, si alguno me confesare ante los hombres, yo le confesaré ante mi Padre que está en los cielos.

Hay que confesar a Cristo públicamente y esa confesión, mis amados amigos y hermanos, es la confesión más importante que un ser humano puede hacer y requiere una declaración formal y no solamente un asentimiento pasivo. Es más importante esa confesión que una declaración matrimonial, usted se paró ante su comunidad, ante sus familiares y amigos, y el pastor le dice, “Fulanito, ¿tu aceptas a fulanita como tu esposa para amarla?” Usted sabe el drill, ¿verdad? Y usted dice, “Sí, lo recibo, sí, la recibo.” Y ahí hay una foto que queda en el record. ¿Por qué hacemos eso? porque se trata de algo tremendamente serio.

Mire a ver si su novia se va conformar que usted diga, no, pero tu sabes que yo te amo y ya eso es suficiente para ti. No, ella quiere ver ese anillo, ella quiere vestirse ese traje, ella quiere agarrarlo a usted y que no se le pueda escapar, que usted recuerde que usted le dijo a ella que usted la iba a amar hasta que la muerte los separara. Algunos aún así se escabullen, imagínense si no lo hicieran.

Es importante. Cada vez que alguien hace algo de gran importancia siempre se requiere como un evento público. Es más, cuando uno se muere hasta hay que publicarlo a veces en los periódicos para que la gente crea, finalmente se murió ese malasangre. No lo puedo creer porque la hierba mala no muere, pero ahí está en el periódico así hay que creerlo.

Cuando usted se hace ciudadano de Estados Unidos o de cualquier país, hay una ceremonia, Vilma de ciudadanía, ¿sí o no? ¿Por qué? Porque usted está pasando a algo bien importante. Usted está en ese momento como confrontando a qué país usted pertenece y a qué país usted le está dando alianza y lealtad y eso requiere una declaración, algo solemne que afirme. Hay juramento de bandera, hay graduaciones donde una universidad certifica que esos que están allí han pasado por los requisitos de esa universidad y que merecen ese diploma que se les entrega en la mano y que entonces ellos cuelgan sobre una pared para que todo el mundo sepa que ellos son graduados de universidad y de tal universidad.

Toda cosa importante requiere firmar un contrato. Usted compra una casa, firma un contrato. Es más, usted le pide a su computadora que le cambie el operating system y hay un cuadrito que dice, yo estoy de acuerdo con los requisitos y qué se yo qué, de Google o de Apple o lo que sea, con 7 mil diferentes condiciones y usted dice, simplemente lo oprime y ya, I agree, porque es importante.

Toda gran decisión requiere una ceremonia específica, un momento. Y no hay decisión más importante en el mundo que la que va a determinar tu destino eterno, la que va a determinar lo que tu vas a hacer por el resto de la eternidad. La vida es un suspiro. La Biblia dice que el hombre es como la flor del campo que pasó el viento por ella y pereció y su lugar no la conocerá más.

Estamos en el mundo por un instante, 70, 80 años nos parece una eternidad sobre todo si tenemos achaques y queremos ya que Dios nos lleve de este mundo, pero en realidad cuando tu piensas en la eternidad algo que no tiene fin, que va por todo el tiempo de los tiempos, de los tiempos, tu miras la vida y esto que te parece tan importante y tan definitivo te parece como un abrir y cerrar de ojos, no tiene significado a la luz de la eternidad. Y sin embargo, tristemente mucha gente se va a la muerte sin haber determinado, sin haber asegurado qué va a pasar con su destino eterno.

Muchos de nosotros sacamos seguros y pagamos todos los meses 30, 40, 50 dólares a un seguro raro para asegurarnos unos cuantos años de vejez sin problemas, pero no aseguramos lo más importante que es nuestra eternidad. Y la Biblia dice que cuando nosotros entramos en una relación verbal, un asentimiento personal con Jesucristo, su resurrección, sus reclamos, solamente entonces podemos estar seguros de nuestra vida eterna. No es algo que podemos dejar para mañana, no es algo que podemos decir, bueno, yo soy demasiado joven.

¿Te gustaría a ti vivir la vida pendiendo de una cuerda que se te puede romper en cualquier momento y no tener debajo una malla de seguridad? Es una decisión que tenemos que hacer y tenemos que hacerla hoy. Hoy, dice la Biblia, es el día de salvación, hoy es el día que Cristo te pregunta, ¿crees esto? ¿Crees lo que yo he declarado?

Jesús dice, el que vive y cree en mí, poniendo ese énfasis ahora en el que vive en mí, en otras palabras, se trata no solamente de un asentimiento verbal sino también de adoptar un estilo de vida que muestre que creemos en él. Yo les invito, hermanos, al ustedes expresar su fe en Jesucristo también hacer un compromiso, a vivir una vida cristiana auténtica, a continuar creciendo en el Señor.

Dios ha puesto en nuestros corazones esta inquietud de traer muchos al conocimiento de Jesucristo, más de los que hasta aquí Dios nos ha permitido hacer, en una forma bien intencional pero también ha puesto en mi corazón este compromiso que tenemos que aprender entonces como iglesia cómo llevarlos a ustedes a una vida robusta en Cristo Jesús.

Porque recibir a Cristo es simplemente decir, I do, es ponerse el anillo, pero después entonces hay que vivir juntos, hay que hacer un hogar, hay que tener una relación con él, no simplemente venir de vez en cuando y tener una vida casual cristiana. No, quiero invitarte a echar raíces en tu fe cristiana y recibir todos los beneficios de tu relación con Jesucristo.

Eso quiere decir que no te dejes de congregar. La Biblia dice no dejemos de congregarnos como algunos tienen de costumbre. Sabes que cuando tu te congregas y adoptas una familia de fe y esa familia de fe te adopta a ti, así es que tu puedes seguir creciendo y conociendo más del Señor y cada día entonces conocer algo más de lo que Dios quiere para tu vida. La fe cristiana es un gran manual con instrucciones para todos los aspectos de la vida, para tu vida financiera, tu vida matrimonial, tus relaciones personales, tu vida profesional o de ama de casa o de obrero, cómo confrontar la enfermedad, las tragedias, las pérdidas, los sinsabores, los retos, los triunfos de la vida.

El cristianismo es un manual, esa Biblia tiene respuesta para toda situación que un hombre o una mujer pueda confrontar. Y para eso necesitamos crecer. Yo les confieso mi sentido de necesidad en este tiempo de como iglesia, no solamente aprendamos a traer a la gente a Jesucristo sino también a llevarlos a través de la carrera cristiana. Nosotros vamos a hacer nuestra parte, yo les aseguro, vamos a estar aprendiendo, vamos a estar desarrollando diferentes formas y entonces yo les invito a ustedes, cuando sirvamos la mesa, a tomar de ella. Cuando tu aceptes a Jesús comprométete entonces a buscar de él y a militar.

Ustedes pueden hacer una revolución en la ciudad de Boston, mis hermanos. Podemos traer a muchos jóvenes confundidos, a muchos que están atados en las drogas, en la desesperación de una vida sin significado y traerlos a un conocimiento de Jesucristo. Ahora mismo yo veo aquí cientos de evangelistas que queremos enviar a la ciudad para traer miles de creyentes al conocimiento de Jesucristo.

Ese fue el reto que yo le ofrecí esta mañana a los que vinieron al servicio en inglés. Esta iglesia, hermanos, es un paquete de dinamita que va a explotar no para matar vidas, como esos suicidas en Bruselas, sino para dar vida y distribuir la gracia de Dios a través de toda la ciudad.

Yo veo en cada uno de ustedes aún en los que han llegado hoy por primera vez, yo veo en ustedes mensajeros que pueden traer a sus amigos, a sus familiares, a las personas que trabajando con ustedes al conocimiento de Cristo para que vivan vidas transformadas. El mundo no le puede ofrecer a la comunidad latina – aunque sé que quizás hay otros de otra comunidad, pero así le hablé a los de la comunidad anglo parlante esta mañana – hermanos, el gobierno federal, las agencias sociales, las escuelas, no le pueden ofrecer a nuestra comunidad lo que nuestra comunidad necesita. Cristo y su Evangelio puede hacer la diferencia.

Yo pienso en nuestros niños, nuestros jóvenes, cuando abrazan la ética del cristianismo, cuando abrazan los valores morales de la fe cristiana entonces pueden convertirse en estudiantes saludables, entonces pueden prepararse para ser esposas y esposos saludables. Entonces los sistemas de esta ciudad informados por los valores sanos del Evangelio podrán encontrar la manera de crear estudiantes que puedan funcionar como deben. Y nuestro compromiso, nuestro deseo es que como iglesia nosotros aprendamos a ofrecerle a nuestra comunidad la enseñanza que necesita para vivir esa vida abundante que Cristo murió para darnos y que resucitó para asegurarnos.

Yo quiero que León de Judá se convierta en un transmisor y que tu te conviertas en un agente de transformación para nuestra comunidad porque el Evangelio de Cristo es algo revolucionario y hace la diferencia. Pero se necesitan cristianos comprometidos que estén educándose, que estén creciendo, que estén cambiando, que estén entregándole al Señor parte de su ser y de su vida cada día para que el Señor ponga nuevos componente en ellos y entonces puedan ser esa iglesia transformadora.

Ayer por la mañana 200 mujeres se dieron cita en el cuarto piso de nuestra iglesia y yo escuchaba esta conversación entre Meche y Eneida donde Eneida hablaba de la diferencia que hizo el Señor Jesucristo cuando ella pasó por años de crisis en su vida. Y yo veía esas mujeres muchas de ellas nuevas a la fe, pasándose los Kleenex como si fuera pan caliente, conmovidas e impactadas y recibiendo educación y enseñanza e identificándose con las verdades que estaban siendo intercambiadas en esa entrevista tan bella. Y yo decía, eso es lo que la iglesia puede hacer, tomar una mujer abusada, por ejemplo, y darle buena instrucción, buena enseñanza, cómo defenderse, cómo pasar por las crisis, cómo transmitir esa bendición a sus hijos.

Yo veía cómo una de las hermosas hijas de Eneida al final del servicio hablaba de lo que su madre había significado y el hecho de cómo su madre había hecho la diferencia a pesar de todo lo que ella había sufrido y padecido de abusos y decepciones, su madre les había transmitido la capacidad para ser saludables. Y esa joven tan atractiva, tan bien educada me mostraba a mí que cuando el Evangelio está metido en una situación de tragedia humana hace la diferencia y cambia las pérdidas en escalones para la grandeza y para la transformación y entonces en vez de legarles a nuestros hijos disfuncionalidad y enfermedad, les legamos salud, esperanza, buenos principios.

Y esa es la diferencia que hace Jesucristo y por eso yo les doy el reto en este día de resurrección, no solamente a recibir a Cristo, pero también a comenzar a vivir en Cristo y también entonces a transmitir a Cristo a otros y convertirse en cristianos capacitados y preparados para inducir esperanza en otros seres humanos.

Voy terminando, quiero hacer un par de puntos más. La resurrección de Jesús no solamente nos asegura vida eterna en el futuro, sino que también nos bendice aquí en la vida que tenemos y nos ayuda a vivir vidas libres, vidas abundantes. Porque el Señor ha dicho, “yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

Cuando nosotros creemos en la resurrección le perdemos el temor a la muerte que es algo tan importante. Usted puede vivir libre de ese miedo. Mucha gente, aún cristianos, le tienen miedo a la muerte, pero cuando tu crees en la resurrección de Jesucristo que hace posible tu propia resurrección, entonces tu estás libre de ese temor y entonces tu puedes vivir una vida donde ya la muerte ha perdido su aguijón, el sepulcro ha perdido su victoria. Sí es una realidad pero tu sabes que será como ese pinchecito de una aguja cuando entra pero ya, eso es todo. La muerte nos va a visitar pero tu sabes que inmediatamente tu pasas de una vida imperfecta a una vida perfecta y eterna ante la presencia de Dios. Ya tu no le tienes temor a la muerte.

Cristo dice, “y esta es la voluntad de quien me ha enviado, que todo aquel que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero.” Ese día postrero es el día del juicio, es el día en que la Biblia dice que llegará el momento en que todo individuo sobre la faz de la tierra, los que han vivido y los que están vivos y los que estarán vivos en unos próximos años, toda persona tendrá que comparecer ante la presencia de Dios y dar cuenta de lo que han hecho, sea bueno o sea malo, dice la Biblia.

En ese día postrero solamente los que han puesto su mirada en Jesús y han creído en su resurrección podrán permanecer eternamente ante la presencia de Dios. Los que no han hecho su paz con Cristo seguirán viviendo porque Dios no nos convierte en chatarra y nos apaga las luces cuando morimos. Su eternidad está en nosotros, pero viviremos apartados de la presencia de Dios si no hemos recibido a Cristo como Señor y salvador. Solamente aquellos que han puesto su firma en la parte de abajo del pacto entre Dios y los hombres a través de Jesucristo podrán disfrutar de esa vida eterna y perfecta que es solamente posible en Cristo Jesús.

Por eso es que creer en Cristo, afirmar que él vive y que él es real debemos hacerlo ahora para entonces poder estar libres para vivir la vida como Dios quiere y no tenerle temor a la muerte.

Hace poco, apenas una semana y pico, fui a la casa de nuestro hermano Efraín Ortiz que es un hombre que hemos conocido durante muchos años, fue miembro de nuestra congregación, fiel, generoso, participó en la iglesia, siempre estuvo disponible para ayudar en cualquier situación de necesidad, cualquier actividad, tenía un restaurante y siempre era muy generoso en su negocio con nuestras actividades. Se ganó el cariño de mucha gente. Hace poco, su ahora viuda, su esposa, nos llamó y él pidió que yo fuera a visitarlo a su casa. Sabíamos que él había estado enfermo pero yo no sabía que ya los médicos le habían dado 4 ó 5 meses de vida. Y el cáncer que él había estado combatiendo durante varios años ya finalmente lo había postrado en cama y ya no podía levantarse de la cama.

Y yo fui a visitarlos una tarde lluviosa hace pocos día y entré a su casa y llegué hasta su dormitorio y ahí estaba el hermano Efraín acostado, había perdido muchísimo peso, sus ojos habían adquirido un tamaño desproporcionado dado la pequeñez de su cuerpo y todo el peso que había perdido. Pero esos ojos en vez de ser ojos de desesperación y de tristeza, eran ojos de alegría y de paz y de dulzura. Eran ojos que tenían un conocimiento de algo que nosotros muchas veces no conocemos cuando estamos tan metidos en los afanes del mundo. Él sabía que su tiempo había llegado a menos que Dios no hiciera un gran milagro de resurrección prácticamente y me conmovió la expresión de paz que había en el rostro del hermano Efraín.

Él estaba tranquilo, no había desesperación en su rostro, estaba en paz. Pudimos conversar acerca de su situación con toda claridad. Y cuando yo miraba a través de la ventana de su cuarto, que era bastante amplio y estaba iluminado con dos grandes ventanas, fue interesante porque mientras yo hablaba con él me di cuenta que más allá del patio de su casa había un pequeño cementerio. Y me resultó dramático el hecho de que aquí estoy yo con una persona que está a unos pasos de la otra vida y allí hay como un cementerio recordándonos que hay algo que espera. Yo no le mencioné de hecho lo que estaba pensando en ese momento, pero mi mente estaba corriendo acerca de la realidad de la muerte, esperándonos a todos o muy cerca o muy lejos, pero ahí está.

Y la verdad es que yo salí de esa reunión edificado, bendecido y hasta confirmado en mi llamado pastoral porque yo digo, guau, nosotros los siervos del Señor podemos preparar a la gente para un evento tan importante como es la partida con Dios. Y este hombre hoy puede estar tranquilo esperando su momento sin terror, en paz con Dios y no hay dolor en su corazón, en su espíritu. ¿Por qué? Porque él había puesto su esperanza en Jesucristo, porque él sabía que la resurrección venía y que él simplemente iba a pasar de una vida imperfecta a una vida perfecta, que iba a haber un pequeño atrio de transición pero que inmediatamente que él expirara y que diera su último aliento inmediatamente estaba presente ante el Padre.

Así lo dice el Apóstol Pablo, estamos ausentes del cuerpo y presentes ante el Señor, y Pablo dice que estar con Cristo es muchísimo mejor. él estaba en problemas, dice Pablo, porque no estoy seguro qué es lo que prefiero, porque estar aquí en el mundo me permite bendecir a otros y ayudarlos a conocer a Jesucristo, pero estar en el cielo es 20 mil veces mejor para mí, así que estoy en aprietos, no sé cuál de los dos preferir.

Óigame, así yo quisiera que estuviéramos todos nosotros, en aprietos, simplemente estando en el mundo porque quizás podemos ser útiles al Señor pero sabiendo que nos espera la patria celestial, mucho más gloriosa porque estamos convencidos de nuestra fe.

Yo he visto esa misma convicción en los que han perdido seres queridos que saben que sus seres queridos están con el Señor. También hay esa tristeza dulce, mansa, de que sí, no tenemos el cuerpo físico y no tenemos a papá o a mamá para que nos de un abrazo, de esos abrazos que puede dar una madre, pero sabemos que un día les veremos y que celebraremos nuestra victoria juntos de estar en la eternidad.

Es lo que yo sentí cuando mi madre amada falleció a los 92 años hace casi 10 años ya y estábamos reunidos los familiares y me recuerdo bien ese círculo alrededor de nuestra Toñita en su cama de hospital y sabíamos que ya el tiempo estaba listo, estaba aún el médico que la había atendido durante muchos años con ella y Toña estaba en su cama y estábamos hablando con ella, orando con ella, sabíamos que ya el momento los médicos nos habían dicho, reúnanse porque ella va a partir en cualquier momento. Y todavía recuerdo, como si fuera ahora mismo ese momento en que Toña dio su último suspiro y se fue con el Señor.

Y nosotros lloramos hasta el médico estaba llorando porque había aprendido a amar a mi madre en los años que la había atendido, porque fue algo tan bello, tan dulce que fue como que vino un ángel y extendió la cortina alrededor de su cuerpo y dijo, “ya no pertenece a ustedes. Se fue con su Padre celestial.” Y nosotros lloramos calladamente, eso fue un sábado un poquito después de mediodía, y al otro día domingo, cuando le notificamos a la congregación yo pude predicar un sermón, tranquilo, porque yo sabía dónde estaba mi madre. Yo sabía que ella estaba con el Señor y que a los 92 años quizás ella quería ya que la entraran en la presencia del Padre. Y yo sé que ahora ella corre maratones a través de los planetas y de las galaxias y no se cansa, no tiene dolor del trigémino, sus sistema digestivo está funcionando perfectamente, es más no tiene ni siquiera, ¿para qué? No tiene que comer. Está libre.

Mi hermano, mi hermana, yo quiero que tu tengas también esa misma esperanza en esta mañana en la resurrección de Cristo Jesús. Yo quiero que tu prepares tu corazón ahora mismo, si te puedo pedir que inclines tu cabeza aquí, que todos estemos… puede que tu seas un joven lleno de vida todavía y lleno de fuerzas con unos molleros bien grandes, porque levantas pesas, y la muerte es lo que está más lejano de tu mente ahora mismo. O puede que tu seas un profesional con logros y con grandes ilusiones acerca del futuro y la muerte parezca que eso es para dentro de 50 años todavía. o puede que tu seas un anciano o una persona avanzada en edad y ya la muerte adquiere más realidad en tu vida. O puede que tu estés padeciendo de algún tipo de condición médica que te recuerde de tu mortalidad en una forma bastante contundente. No importa cuál sea tu condición, quizás algún niño puede entender lo que yo estoy diciendo, también los llamo a recapacitar y a pensar en lo que es la vida eterna y lo que es esa garantía que Cristo ofrece.

Yo quiero para ti la seguridad, yo quiero para ti la convicción, yo quiero para ti el contrato firmado por medio de tu declaración de que Jesucristo es tu Señor y que tu crees que él resucitó de los muertos y tu no tienes vergüenza de confesarlo ante los hombres y tu estás dispuesto a casarte con él, y tu estás dispuesto a decir, sí, lo recibo, sí, lo prometo, sí, me caso con él, sí, estaré con él en las buenas y en las malas, en las pruebas y en los triunfos. Jesucristo será mi Señor.

Yo quiero invitarte ahora mismo que lo confieses internamente y que todos nosotros aquí confesemos a Jesús como Señor y salvador, particularmente aquellos que no lo han hecho todavía. y yo quiero darles a todos la oportunidad y yo veo a varias personas venir aquí al frente si no muchos ahora mismo o levantar su mano donde usted está y decir, “Yo me comprometo con Cristo Jesús y su resurrección.”

Yo quisiera que tu levantaras tu mano ahora mismo, quiero pedirte que levantes tu mano, si tu has venido en esta tarde y no lo has hecho antes, entrega tu vida a Jesús ahora mismo. Levanta tu mano y dile al Señor, “Señor, yo te recibo.” Allá arriba en los balcones, aquí una mano se levanta, yo sé que hay muchos más. Usted ha venido esta tarde, entregue su vida a Jesús ahora mismo. Allí hay otra mano que se levanta. Levántela bien en alto.

Cristo dice, “si alguien se avergüenza de mí, yo me avergonzaré de él en el día del juicio.” Por qué no recibes a Cristo esta tarde. Entrega tu corazón al Señor. Ven a aquel que ha dado su vida por ti. Veo varias manos detrás también. Hay otros. Hermanos, tiene que haber un momento en el que tu te humilles delante del Señor y este es un momento precioso para hacerlo.

Ponte de pie, aquellos que han levantado su mano pónganse de pie dondequiera que usted esté. Póngase de pie. Yo quiero ver decenas de personas, porque yo sé que aquí hay muchos que necesitan hacer su pacto con Cristo Jesús. No tenga vergüenza de poner su fe en Jesús. Mientras más joven mejor, mientras más elegante mejor, mientras mejor educado mejor, mientras más lejos de la muerte mejor, porque entonces puede vivir muchos años a la luz de tu relación con Jesucristo.

¿hay alguien más? Si tu estás batallando ahora mismo, si ella quiere venir déjenla aquí adelante. Si estás batallando, es el Espíritu Santo que dice, recíbeme. No seas demasiado orgulloso para aceptar a Jesús. ¿Alguien más?

Hermanos, quisiera invitarles, pueden ustedes caminar con ellos y traerlos acá. Quiero que varios de los hermanos de la iglesia pasen aquí, algunos hujieres o diáconos o hermanos que son parte de nuestra comunidad, Peter y Eneida y otros, pasen aquí. Vamos a orar con ustedes. Vengan, vamos a hacer una gran multitud aquí, convertidos y no convertidos y convertidos por primera vez, vengan acá y vamos a celebrar la resurrección de Jesucristo.

Y hay otros acá, hay otros que deben venir también y hacer su pacto con Jesús. Vengan aquí adelante. Yo tengo fe para creer que muchos van a venir acá. Ven con tu pareja. Si no te has casado y están viviendo juntos, no se preocupen mejor, venga. Si tienes alguna adicción, algún problema, algún hábito y todavía no lo has resuelto, yo te necesito. Cristo te necesita acá.

Si estás batallando con algo y tu crees que estás demasiado enmarañado para recibir a Cristo, precisamente para ti es este llamado. Si no eres una persona muy religiosa pero tienes inquietudes espirituales ven y dile a Jesucristo, “Señor, vengo tal y como soy, con mis problema, mis ataduras, mi negocio que no estoy seguro si tu lo apruebas o no, mis malos hábitos, pero yo te necesito Jesucristo, y yo por lo menos creo dos cosas, que tu eres el Hijo de Dios y que tu resucitaste de entre los muertos y estoy dispuesto a confesar esto hoy ante una comunidad como esta.”

Y después comienza entonces a desempacar eso que tu has confesado. Yo le suplico que si alguien está de pie, algún creyente se acerque a ellos y los bendiga. Aquí veo esta pareja linda que está acá. Alguien que se acerque aquí, eso es hermana, venga, oren con ellos dondequiera que haya una vida. Allí hay otros, hermanos alguien que conoce al Señor, ore con esa persona, que no se quede nadie sin recibir afirmación de parte de alguien de la comunidad de fe.

El Señor está mirando, no se preocupe si alguien se acercó a usted, el Espíritu Santo se para a cada uno de ustedes como si fueran el único esta tarde y el Espíritu Santo está moviéndose en el corazón suyo ahora mismo en el en el nombre de Jesús. Yo creo que algo maravilloso está pasando aquí ahora mismo. Hay una unción especial. El Espíritu Santo te está tocando. El Señor está corriendo a través de esta multitud y tu dialoga con el espíritu de Dios, dile, “Señor, te recibo, yo creo que tu resucitaste de entre los muertos, yo creo que tu eres el Hijo de Dios, yo creo que tu eres mi salvador, yo creo que tu vienes por segunda vez, yo pongo mi fe en ti, yo no confío en mi propia justicia sino que confío en ti. Yo no tengo el capital para pagar por mis pecados pero tu lo tienes y yo tomo un préstamo de ti y con eso pago por mi vida eterna ahora mismo. Señor, eres tu el capitalista. Eres tu el que paga por mi salvación.” Dile así al Señor.

Señor Jesucristo yo voy a vivir mi vida creyendo en su resurrección y creyendo en tu divinidad y yo voy a caminar contigo todos los días de mi vida. Y entonces, mi hermano, mi hermana, ponte a pelear esa buena batalla hasta que Cristo se haga real en tu vida. Esta iglesia es tu iglesia, recuerda eso, es tan tuya como de la persona que más años… como mía, tenga en este lugar, y entonces comienza vivir una vida auténticamente cristiana. Dale tu vida al Señor.

Comienza a leer la palabra. Pídele al Espíritu Santo que te cambie, pídele al Espíritu Santo que entre en ti ahora mismo. Di, Espíritu Santo entra en mi vida y siéntate en el trono de mi vida y enséñame cómo ser tu hijo, cómo ser tu hija. Yo quiero conocerte. Dile al Espíritu Santo, quiero conocerte y quiero ser conocido por ti.

Hermanos, yo les prometo que vamos a hacer todo lo que esté de nuestra parte, dennos un tiempecito y nosotros vamos a montar una forma de ayudarlos a ustedes a crecer en la fe y yo les pido simplemente que se unan a nosotros y que nos den un poquito de su tiempo para instruirles y enseñarles, porque queremos que ustedes sean cristianos productivos, fructíferos, y que puedan experimentar el provecho de ser hijos de Dios y que todos los beneficios de la ciudadanía cristiana vengan a ser parte de ustedes.

Qué linda, veo una madre con su hija recibiendo a Cristo. Generaciones siendo bendecidas. De eso trata. Deja que el Señor te toque en esta tarde, deja que el Señor te toque.

Padre te damos gracias por esta cosecha de almas. Lo consagramos a ti, Señor, los atamos a ti, que puedan sentir tu amor esta tarde, Padre, que puedan sentir el amor de esta congregación. Señor, acompáñalos a través de su vida cristiana y que nada de este mundo les obstruye ni les escandalice de manera que se aparten de ti. Ayúdanos a ser una iglesia genuina que ame a los pequeños y los lleve hacia una vida firme y permanente en Jesucristo.

Oh, yo les bendigo en nombre del Señor en esta tarde. Cristo les ama y tiene grandes cosas para ustedes. Cada uno de ustedes es una joya ahora mismo en los ojos del Señor. Usted no sabe lo precioso que usted es, lo preciosa que usted es ante Cristo Jesús. Ahora mismo hay fiesta en el cielo, ahora mismo hay celebración, ahora mismo los ángeles están danzando alrededor del trono de Dios por cada uno de ustedes.

Y yo estoy en las nubes, estoy declarando grandes cosas para sus vidas. Ahora vivan esa vida poderosa en el Señor y comiencen a caminar. Estaremos en contacto con ustedes, pronto vamos a… queremos que ustedes tomen algunas clases básicas, unas cuantas horas que ustedes donen a este esfuerzo de convertirlos a ustedes en cristianos furctíferos. Les abrazo a cada uno en el nombre del Señor ahora mismo y declaro gracia sobre gracia, sobre gracia sobre sus vidas.

Cuando ellos regresen a sus asientos denles un abrazo también, estréchele la mano y dígale, te felicito por la más hermosa decisión que tu has hecho en tu vida. Están sellados. Aleluya! Sellados con la gracia del Señor. Les bendecimos en el en el nombre de Jesús. Amén. Amén.