Cristianos avergonzados

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Tengo una palabra que quiero compartir con ustedes de la Epístola o la carta a los romanos, Capítulo 1, versículos 16 y 17. Romanos 1:16 y 17.

Ustedes recordarán que hace unas semanas atrás estuvimos leyendo en el Capítulo 8 de romanos, como a veces comienzan mis sermones, comenzó solamente como una meditación sobre un pasaje y se fue expandiendo y terminamos estudiando todo el Capítulo 8 que nos tomó unos 4 sermones y pudimos ver allí lo maravillosa que es la palabra del Señor.

Fueron unos sermones más bien de índole doctrinal, como es toda la carta a los romanos, y después me quedé pensando qué bueno sería si pudiéramos continuar de vez en cuando en estos próximos domingos, meditando pasajes diferentes de la Epístola a los Romanos. Y eso es lo que voy a estar haciendo cuando tenga la oportunidad, ir a través de pasajes selectos de la Carta a los Romanos para continuar con nuestra educación espiritual. Muchos de ustedes están tomando las clases de los discipulados. De hecho, levanten la mano, ¿cuántos van a ir después de aquí a su clase de discipulado? Vamos a ver. Ok, tenemos un grupo lindo, y otros que vendrán en el servicio de las 12.

Ustedes están precisamente continuando con su educación teológica, por así decirlo, su educación espiritual, les animamos a continuar con esto. Y yo quiero como unirme a ese proceso en esta mañana y desarrollar con ustedes algunos principios sacados de esta preciosa carta, que es como, una de las cartas culminantes de toda la teología cristiana, de todos los escritos del Apóstol Pablo, uno de los escritos más profundos, más complejos y más completos que tenemos disponibles.

Capítulo 1, Carta a los Romanos, versículos 16 y 17. Escuche lo que dice la palabra del Señor. Dice: “.... porque no me avergüenzo del Evangelio –estas son palabras del Apóstol Pablo- porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree...”

“....No me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios para todo aquel que cree. Al judío primeramente y también al griego porque en el Evangelio la justicia de Dios se rebela por fe y para fe como está escrito. Más el justo por la fe vivirá.” Gloria al Señor. Amen.

Esto es uno de los pasajes más fundamentales de toda la Escritura en realidad. Aquí está condensado el mensaje del Evangelio. El Apóstol Pablo acaba de hablar en su introducción a la carta, en los versículos previos, acerca de que él quiere ir a Roma.

Recuerden que esta carta, es una carta como un tratado que el Apóstol Pablo le escribió a los cristianos que estaban en la ciudad de Roma. En ese tiempo era como decir Nueva York, o decir Paris, o decir aún Boston hasta cierto punto.

Roma era la ciudad clave de todo el mundo occidental. Roma era inclusive el poder porque era una nación estado, era el asiento del poder romano, era la sede gubernamental del poderío romano. El poder más grande quizás comparable solamente al poder que ha tenido los EEUU en este tiempo. Roma era una nación extremadamente poderosa y gobernaba grandes, grandes extensiones de tierra y muchos otros gobiernos y naciones que habían sido conquistados por Roma. Y allí en Roma, en esa ciudad floreciente se había desarrollado un grupo de cristianos. En ese tiempo el Evangelio se estaba esparciendo por todas partes de la tierra y estaba corriendo como un germen por diferentes naciones y países.

El Apóstol Pablo no había visitado Roma en ese tiempo todavía, pero sí sabía que había allí un grupo de creyentes muy importante y en el corazón del Apóstol Pablo había un profundo deseo de ir y visitar la ciudad de Roma, porque él sabía que Roma era tremendamente estratégico. Si Roma recibía el Evangelio y el Evangelio se convertía en una fuerza influyente en la ciudad de Roma, era inevitable que el Evangelio entonces se iba a esparcir por todas las demás ciudades y todos los demás pueblos que gobernaba.

Y de hecho eso fue lo que sucedió en el cuarto siglo, el emperador romano Constantino finalmente se convirtió a Jesucristo, unos 300 años después que Pablo escribió esta carta y como era el emperador él usó su influencia para traer a toda la nación a los pies del Evangelio. Claro, fue algo inicialmente superficial, pero fue un momento muy importante porque se rompió una resistencia que había y hubo una conversión simbólica del poder más grande político y militar de la época, y eso tuvo una influencia muy grande para el resto del esparcimiento del Evangelio.

Y Pablo conociendo la importancia de Roma escribió esta carta a esos cristianos y su deseo era indoctrinarlos e instruirlos en los principios básicos del Evangelio, porque esta gente no conocía. El estaba predicando a un terreno completamente virgen. Esa idea de Jesús como el hijo de Dios, como venido al mundo para asumir nuestros pecados, nuestra culpabilidad y que por medio de eso entonces el resto de la humanidad fuera salva, y reconciliada con Dios y que esto era para todos los seres humanos, ricos y pobres, estos conceptos eran totalmente foráneos para esa cultura. No entendían, estaban en cero.

Hoy en día, uno conoce muchas de estas cosas porque o viene de un trasfondo católico, religioso en términos generales y hay en nuestra mente y en la cultura una cantidad de principios que se han repetido y que ya la gente los sobreentiende más o menos y cuando uno entra en el Evangelio de lleno, pues hay ahí un caudal de información previa que uno puede usar. Esta gente no tenía eso, necesitaban que se les diera la leche del Evangelio, que se les diera los fundamentos más básicos del Evangelio.

Y el Apóstol Pablo que era un maestro y un pastor además de un evangelista, escribió esta carta para instruir a los cristianos que estaban en la ciudad de Roma. Entonces, él habla, si usted mira en los versículos anteriores, en el versículo 15, que es el versículo antes del que acabamos de leer, dice él en su introducción a la carta, dice:

“... así que en cuanto a mi persona, pronto estoy –es decir, listo estoy- a anunciarles el Evangelio también a vosotros que estáis en Roma.”

El tenía un gran deseo de ir a Roma y predicarles el Evangelio a ellos allá y compartir con ellos la doctrina del cristianismo. Y estaba muy deseoso de hacerlo. Dice, estoy listo, estoy preparado para ir y anunciarles el Evangelio a ustedes también que están en Roma. Y de ahí viene la expresión, dice, porque no me avergüenzo. En otras palabras, ¿por qué estoy yo dispuesto, por qué estoy tan deseoso de ir a Roma? Esta ciudad tan resistente, tan carnal, tan sensual, tan poderosa y tan reacia a los principios del Evangelio, por qué estoy yo, dice, porque no me avergüenzo del Evangelio.

¿Saben qué? El Apóstol Pablo estaba orgulloso en el sentido más positivo de la palabra de ser un portador del Evangelio, de ser un creyente en el Evangelio.

Hermano, ¿estás tu orgulloso de ser cristianos en el sentido positivo de la palabra? No, que andes por ahí con la nariz hacia arriba; no, yo soy cristiano, mejor que nadie. De eso no se trata. No, el orgullo del cristiano viene de saber que guau, que ha entrado en algo que no tiene comparación, que no hay ningún privilegio más grande que tenga un hombre, una mujer que ser un seguidor de Cristo Jesús.

Nuestro orgullo no viene de nosotros mismos, sino viene del Evangelio que nos ha adoptado. De eso estamos orgullosos. ¿Usted entiende? Hay una diferencia y vamos a ver de hecho que el Apóstol Pablo se asegura de una cosa, y es de que nadie se crea que merece ser salvo, que nadie se crea que por sus buenas obras o su justicia, se ha ganado la entrada al Reino de Dios. El dice, todo están bajo condenación, todos están totalmente descalificados de ser hijos de Dios.

Asimismo lo dice, por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios. Pero el orgullo del creyente viene de saber que guau, Dios me ha adoptado a mi. Dios en su misericordia me ha dicho, ven y entra a mi familia.

Imagínense un niño miserable y pobre, completamente mendigando por la calle, y un día se para un gran carro lujoso, un Mercedes Benz o uno de esos grandes carros, y ese niño que es huérfano y que está comiendo de la basura de la calle, sale un gran y poderoso señor de ese carro y le dice, ¿te gustaría ser parte de familia y comer de mi mesa, y vestirte como si tu fueras mi hijo, y ser adoptado y llevar mi apellido? Verdad que ese niño cuando se viera en su casa con sirvientes por donde quiera, comiendo de la mesa y la gente mirándolo como hijo de ese gran señor, ¿no se sentiría orgulloso? Claro que sí. Se sentiría muy bendecido.

Y eso es lo que el Apóstol Pablo está transmitiendo aquí. Dice yo quiero anunciar el Evangelio, estoy listo para ir a donde ustedes, es más estoy listo para ir a donde sea porque no me avergüenzo del Evangelio, al contrario estoy orgulloso.

Hermanos, ¿saben qué? esta generación necesita gente contenta, feliz de ser creyentes. El mundo quiere que nosotros andemos tímidos acerca del Evangelio.

Saben que hoy en día en muchos lugares la gente no quiere que se mencione el nombre de Jesucristo. Cuando yo voy a veces a reuniones de agencias sociales y en el mundo secular, usted diga que es un cristiano o que es un hijo de Dios y enseguida hay un silencio. Es como que .... absorben el aire y hay un silencio tenso. Y la gente no quiere.

Hay mucha gente que no quiere eso de la fe ni de cristianismo. Háblele de cualquier otra cosa, pero no le hable del Evangelio de Jesucristo, no mencione a Jesús. Es increíble como el nombre de Jesús tiene un poder en esta sociedad para trancar las puertas de la gente y para crear tensión en el aire. Yo eso lo he visto una y otra vez hermanos, por qué, porque hay una atadura espiritual sobre esta cultura. Hay poderes demoníacos que gobiernan a esta cultura y el nombre de Jesús es un nombre que causa disgusto. Dice que es un motivo de escándalo en la sensibilidad del que no conoce a Dios y entonces la gente no son ellos, es el espíritu que está en ellos, que es un espíritu dañino y demoníaco.

Entiéndame lo que quiero decir, no estoy diciendo que están endemoniados en el sentido de que están echando baba por la boca o algo así. No, pero dice la Biblia que cuando uno no está en Cristo dice que está bajo el poder de la potestad del aire. Eso está en Efesios, búsquelo en Efesios Capítulo 2, si usted quiere, y usted va a ver eso. Y quiero aclarar lo que estoy diciendo para que entienda. No me refiero a nadie en particular sino que genéricamente toda persona que no está en Cristo Jesús, está bajo la potestad del príncipe del aire.

Mire lo que dice Efesios, Capítulo 2, versículo 2, aún el versículo 1. Dice que “.... Cristo nos dio vida a nosotros cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados en los cuales anduvimos en otros tiempo, -mire aquí lo que dice- siguiendo la corriente de este mundo conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo.”

La persona que no tiene a Cristo en su corazón está condenada a ser esclava del reino demoníaco: las reglas, los principios, los propósitos, las influencias del reino de las tinieblas. Todo ser humano está bajo ese poder si no tiene a Cristo en su corazón. El único capaz de libertar a un hombre o una mujer de la influencia de Satanás, sea un influencia genérica o sea una influencia específica y personal, es Cristo Jesús, el Evangelio de Dios.

Y, hermanos, por eso el mundo necesita hombres y mujeres que lleven su cristianismo a flor de piel, por así decirlo. Que todo el mundo sepa, yo soy un cristiano, yo soy un hijo de Dios, tu eres un afiche ambulante, tu eres un anuncio viviente del poder del Evangelio, de la gracia de Jesucristo y si tu tomas tu luz y la escondes debajo de una silla, entonces estás perdiendo tu llamado, estás perdiendo tu destino. Porque tu has sido llamado a ser un anunciador de la palabra del Evangelio. Diga amen.

Todo hijo de Dios es un evangelista. Todo hijo de Dios debe sentirse contento, feliz, agradecido de haber sido libertado del poder del diablo y transmitido a la luz admirable de Cristo Jesús.

Hermanos, eso es bien importante que entendamos porque hay muchos cristianos que creen, bueno, el anunciar el Evangelio es algo solamente para los pastores, los evangelistas y las personas que tienen algún cargo oficial o que se les paga para que haga eso. Pero ¿sabes qué? Si tu eres un hijo de Dios tu estás llamado a hacer obra de evangelismo, tu estás llamado a compartir de gracia lo que de gracia tu recibiste.

Yo le pido al Señor, Padre, ayúdame a estar orgulloso de ser miembro del Reino de Dios. Ayúdame a estar contento, feliz, agradecido de ser un cristiano redimido por la sangre de Jesucristo y de donde quiera que yo esté ser una levadura, una influencia para el Evangelio.

Dios nos llama a estar contentos de ser cristianos, orgullosos de ser cristianos. De nuevo digo, orgullosos del Cristo que tenemos, orgullosos del Evangelio que hemos recibido, orgullosos de la fe que nos ha sido confiada, orgullosos de la obra redentora que Cristo ha hecho en nuestras vidas.

Por eso Pablo dice “porque no me avergüenzo del Evangelio”. Y ¿sabes lo que pasa? Que cuando tu tienes esa satisfacción de ser un cristiano entonces tu boca va a anunciarlo continuamente, en tu trabajo, tu lo vas a hablar.

Óigame, sabe yo me sorprendo continuamente de cuánta gente cristiana yo descubro en la ciudad de Boston y sin embargo yo digo, ¿dónde está la influencia de esa gente? Qué cosa, hermanos.

Hace un tiempo fui a la oficina de Inmigración acompañando a unos hermanos que tenían unos papeles que tenían que hacer, y necesitaban una intervención allí. Y fui allá y por la gracia del Señor allí descubrí una hermana que yo conozco hace tiempo, que ni siquiera yo sabía que trabajaba allí y allí me recibió ella y fue de gran bendición para estos hermanos. De hecho, yo creo que fue una cita divina, porque esa persona nos recibió con tanta cortesía y de hecho fue un milagro de Dios, porque eso hizo la diferencia para esa familia.

Y ella vino, nos invitó, nos honró invitándonos a Gregory y a mi a entrar a su oficina, y allí nos presentó a otra joven que también es cristiana, que asiste a otra iglesia norteamericana. Guau! Cristianos encubiertos por dondequiera.

Hermanos, yo los encuentro por todas partes. Están en la política, están en las corporaciones, están en las agencias de leyes y en las agencias sociales, maestros, por dondequiera. Y yo digo, Padre, ¿cuándo va tu pueblo dejar sentir su presencia en esos lugares? ¿Cuándo vamos a dejar de estar avergonzados e intimidados de que somos cristianos? Y vamos a decir, no, yo soy cristiano y lo llevo como una honra, y vamos a hablar de nuestra fe y el diablo que menee la cola como quiera. No importa, porque eso es lo que él quiere.

Dice la palabra que ni nuestro Evangelio está encubierto, dice entre los que se pierde está encubierto, dice entre los cuales el Dios de este siglo cegó el entendimiento de ellos para que no les resplandezca la luz del Evangelio.

El diablo no quiere que la gente escuche acerca del Evangelio verdadero. El diablo no quiere que la gente escuche acerca de las buenas nuevas y él quiere que usted se calle la boca. El quiere que usted ande por allí metiendo su Biblia en una bolsa de papel de esas oscuras, como usted mete un libro de pornografía para que nadie sepa que usted es cristiano. Que usted llegue a la iglesia con su Biblita lo más chiquita posible, metida en el bolsillo de aquí, para que en la calle nadie sepa que usted es cristiano. ¿Por qué? Porque el diablo sabe que si él logra amordazar y callar la boca de los cristianos, la influencia libertadora del Evangelio no se dejará sentir en la sociedad.

Y ¿saben lo que usted tiene que hacer? Resistir eso en nombre del Señor. Usted tiene que andar con su Evangelio ahí abierto a flor de piel. Yo soy cristiano y lo que Dios hizo conmigo lo puede hacer contigo también. Yo soy un pecador arrepentido, lavado por la sangre de Cristo, limpiado por la obra redentora de Jesús en la cruz y tengo mi pasaporte sellado para irme al cielo. Y tu también puedes tener el mismo privilegio. Eso es lo que Dios quiere, hermanos. No es que andemos por allí creyéndonos mejor que nadie, pero que le digamos, ‘lo que me pasó a mi te puede pasar a ti también’. ‘El que me adoptó a mi, también te puede y está dispuesto y deseoso de adoptarte a ti también’.

Hermanos, de eso se trata el anunciar el Evangelio. De eso se trato el estar orgullosos y satisfecho de ser un cristiano. Debe desaparecer ya el día en que los cristianos seamos cristianos generales, cristianos genéricos, cristianos encubiertos.

Todo creyente, todo hijo de Dios debe ser un hombre o una mujer militante con su Evangelio siempre enfrente. Y yo se que es difícil, yo se que hay unos riesgos que involucra eso. Yo se que vamos a veces a fallarle al Señor y a veces decimos, no, yo prefiero no decir que soy cristiano porque así nadie espera nada de mi.

¿Cuántos han oído eso? ¿Verdad? Y debemos mirarlo de la manera contraria, cuando nosotros decimos, yo soy cristiano, eso es un acicate, es un estímulo para que nosotros entonces nos acerquemos más al Señor. Cuando nosotros declaramos que somos hijos de Dios, que somos seguidores de Jesucristo, eso pone en nosotros una presión mayor para agradar más al Señor y vivir más de manera que podamos hablar con autoridad de nuestra fe.

Así que en el nombre del Señor declare, sí yo soy un hijo de Dios. Sea una influencia positiva dondequiera que usted vaya, dondequiera que usted esté. Déjele saber a la gente, anuncie el Evangelio. No ponga su luz debajo de un almud, como dice la Biblia.

Y creo que lo voy a dejar allí porque ya se que el tiempo se ha hecho corto y no quiero robarle tiempo a nuestros hermanos que tienen que ir a su clase. Pero déjeme simplemente arroparlo, porque vamos a continuar con este pasaje más adelante.

El Señor Jesucristo dijo lo siguiente, hermanos, dijo, nadie pone su luz debajo de un almud, él quiso decir de una cama, o debajo de una mesa.

Voy a pedir a los músicos que pasen por aquí, por favor. Se nos hizo corto el tiempo esta mañana, pero está bien. La alabanza estuvo preciosa y adoramos al Señor y la palabra de Dios se comunica en muchas maneras.

Pero, lo importante es, hermanos, yo quiero aislar ese pensamiento solamente. Hay mucho más ahí en ese pasaje pero ojalá que en esta noche nosotros podamos irnos con ese llamado del espíritu santo en nuestros corazones y en nuestras mentes de que Dios quiere que tu te sientas orgulloso, que te sientas afirmado en ser un hijo de Dios. Que no le niegues a la sociedad en la cual tu te mueves, el privilegio de llegar a conocer a Cristo Jesús, porque el Apóstol Pablo dice, porque el Evangelio es poder de Dios, es poder de Dios.

Hermano, mi hermana, ¿sabes tu que cuando tu anuncias el Evangelio no es conceptos lo que tu le estás anunciando a la gente, no es doctrina, no es teoría, no es una filosofía, no es palabras? El Apóstol Pablo dijo una vez que el Reino de Dios no consiste en palabras sino en el poder de Dios. Lo que está diciendo eso, hermanos, es que mira, cuando tu compartes el Evangelio de salvación a alguien, cuando tu compartes el mensaje del Evangelio tus palabras se convierten en energía, tus palabras tienen en ese momento un poder que no tiene cualquier otra cosa que sale de tu boca.

La palabra de Dios es poder. Entonces dice, que la palabra de Dios es viva y eficaz. A mi me gusta cuando yo estoy compartiendo el Evangelio visualizar mis palabras como energía que está saliendo de mi boca, y que está entrando en el espíritu de la persona con quien yo estoy compartiendo el Evangelio, que está entrando a su mente y libertando a su mente. Es como agua que está lavando su mente. Es como una llave espiritual que está abriendo los resortes de su corazón.

¿Sabes tu que muchas veces puede que tu le compartas a alguien la palabra y esa persona te resista? Pero, a pesar de su resistencia algo está pasando más allá en lo hondo de su espíritu, que tu no te das cuenta, ni ella se da cuenta tampoco. Porque la palabra del Señor es una vida, es vida que se mete y es como un bisturí que comienza a meterse en las emociones, en el subconsciente, en los lugares recónditos del alma, y aunque la persona mentalmente la resista, esa palabra está, dice la Biblia, redarguyendo, está revolucionando el interior de la persona. Es un duelo a muerte entre la palabra de Dios y la obra del diablo en esa persona.

Quizás la persona mentalmente está resistiendo, pero en su espíritu hay cosas que están pasando. Y tu no tienes, eso no es tu asunto, eso es asunto de la palabra de Dios y el espíritu de esa persona. Si nosotros entendiéramos esto no seríamos tan racionales muchas veces en querer adornar mucho la Biblia y adornar la palabra y sacar cosas que puedan ser ofensivas del Evangelio, porque si entendiéramos que lo único que a nos toca es tirar la semilla, la palabra de Dios es la semilla, y la semilla cuando cae en la tierra hace su obra, sea lo que sea, hermanos.

Entonces, tu llamado es, anuncia el Evangelio, comparte el Evangelio con humildad, con gracia, con amor, con paciencia, con sabiduría y entonces deja que el Evangelio haga su obra. Ya tu hiciste lo que tenías que hacer, ahora deja que Dios haga su parte.

El Evangelio es poder de Dios, dunamis, dunamis, de donde viene la palabra dinamita. El Evangelio es poderoso para libertar al hombre. El Evangelio es poderoso para romper los esquemas del intelecto y de las emociones y liberar el hombre para que escuche la verdad de Dios.

¿Cómo nos vamos a avergonzar de algo tan sublime? No me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios.

Diga conmigo, no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. ¡Aleluya!

Póngase de pie. Denle un gran aplauso al Señor en esta mañana. Gloria a Dios. Gracias, Señor. Te adoramos, te bendecimos.

Gracias, Señor. Gracias. Alabe al Señor. Pídale al Señor que ponga en esta mañana en nosotros una unción especial de fe y de adoración a Dios.

Gloria al Señor. Hermanos, yo quiero que le pidas al Señor ahora un toque especial de su espíritu para que te haga un evangelista efectivo dondequiera que tu vayas. Mañana en tu trabajo, en la escuela, como maestro, como hombre o mujer de negocios, dondequiera que tu vayas, que tu puedas ser un agente del Reino de Dios, una persona que le anuncie a sus amigos, a sus familiares, Cristo vive, Cristo es real. Y levanta a Cristo para que otros lo puedan ver dondequiera que tu vayas.

Padre, bendecimos a tus hijos en esta mañana y declaramos una unción especial sobre sus vidas y te pedimos que llenes sus corazones de unción, de gozo, de orgullo sano para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Enviamos tu unción evangelística sobre tu pueblo, Padre. Haznos una iglesia efectiva para la proclamación del Evangelio y a ti daremos toda gloria y toda honra.

Denle un gran aplauso al Señor.