De la crisis a la bendición

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Capítulo 20, Segundo de Crónicas, un evento muy, muy significativo en la historia de Israel. Y es uno de esos eventos que es como un modelo para la vida Cristiana. ¿Qué hacemos cuándo estamos en crisis? Yo podría llamar esta meditación De la Crisis a la Bendición, De la Crisis a la Bendición. Y nos enseña cómo atravesar ese camino, cómo ir de las profundidades de la crisis a las alturas de la bendición. Y eso es lo que nosotros queremos guardar este año en nuestros corazones y siempre en nuestra vida al confrontar situaciones difíciles.

Yo voy a relatar parte, para no leerlo todo, pero mire en el versículo 12 del capítulo 20 el Rey Josafat, en medio de una terrible crisis nacional rodeado por enemigos, se acerca el enemigo, y el Rey Josafat, que es un rey justo, le dice, “O, Dios nuestro. No los juzgarás Tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros. No sabemos que hacer. Y a Ti volvemos nuestros ojos.”

El Rey Josafat era un nombre, como decimos, como hemos dicho, un hombre justo, un hombre que amaba al Señor. Cometió sus errores y todo, pero era un hombre que amaba a Dios, y temía al Señor. Y eso es bueno, porque cuando vino el momento de la crisis en su tierra, él supo qué hacer en un sentido espiritual de la palabra. Dice la palabra que vinieron algunos hombres, ahí como estaba en el versículo 20, adonde el Rey Josafat, y le dijeron, “Contra ti viene una gran multitud, y he aquí están en Asesonta Mar, qué es en Gadi.” Usted mira un mapa, usted verá que… Bueno, hoy en día, en carro, en Gadi, o en Geddi, hasta Jerusalén es como una hora y media de camino. Me imagino que ese tiempo habrá sido más, un día de camino quizás o algo así, o un poco más. Pero venía un ejército grande desde el sur yendo hacia el norte, hacia Judá. Dice, “Entonces él tuvo temor, y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá.”

Usted ve que pasa. Muchas veces cuando tenemos problemas en la vida, cuando hay crisis grandes, claro, es natural sentir temor. No somos hechos de goma. Sentimos miedo, sentimos temor cuando hay situaciones difíciles en nuestra vida. Viene el bill del gas por ahí, y no tenemos, no nos llegó el cheque a tiempo, y sabemos que tenemos que pagar porque si no va a pasar fríos, y no sabemos de dónde va a venir el dinero, no? Y hay temor en nuestros corazones. Se nos acabaron la colecta, y todavía no aparece el trabajo, y ya nos queda como una semana o dos, y no sabemos qué va a pasar, y hay temor en nuestro corazón. Muchas veces lo que hacemos en esos casos es simplemente, seguimos temiendo, seguimos cosiéndonos en el jugo del temor y de la angustia, y damos vueltas, y perdemos el sueño. Pero el Señor ha dicho, ya en Sus palabras, a través del Apóstol Pablo, dice, “Por nada estéis afanosos si no sean conocidas vuestras peticiones en toda oración y ruego.” Eso es lo que con la acción de gracia, eso es lo que nosotros tenemos que hacer. Ve? Cuando hay crisis, cuando hay necesidad en nuestra vida, lo que tenemos que hacer es buscar el rostro del Señor.

El Apóstol Santiago dice también así, “¿Por qué no recibís,” dice. “Porque no pedís.” La palabra siempre está invitándonos, hermanos, llamándonos a orar. Si nosotros pasáramos más tiempo de rodillas, y menos tiempo haciendo más cosas, nuestra vida sería diferente. Nosotros tenemos que aprender a orar a tiempo y a destiempo. Tenemos que aprender a orar de noche y de día, mientras estamos acostados, mientras nos estamos bañando, mientras estamos en el carro, mientras caminamos hacia el trabajo, mientras estamos operando la máquina en el trabajo, mientras estamos lavando los platos, tenemos que cultivar… El Apóstol Pablo dice, “Orad cómo?” Sin cesar. Lo que él está implicando ahí es que en toda situación de la vida, nosotros tenemos que hacer de la oración como la respiración. Continuamente tenemos que estar trayendo nuestras necesidades al Señor. Cada vez que ustedes escuchen una necesidad, tengan una necesidad en su vida, en vez de dejarla así simplemente en el terreno del tiempo, y del espacio, de lo humano, bendígala y sacralícela, conságrela, y levántesela al Señor. Diga, “Padre, aquí está mi necesidad.”

A alguien le preguntaron, a un gran hombre de Dios, un gran profeta de Dios que hacía muchos milagros—no recuerdo su nombre ahora—pero le preguntaron que cuánto tiempo él oraba, porque pensaban, este tipo tiene que estar orando horas y horas ahí todo el día. El decía, “Bueno, les voy a decir la verdad. Yo no oro mucho tiempo, pero tampoco paso mucho tiempo sin orar.” Él quiso decir que él estaba siempre orando. Su vida estaba puntualizada por la oración. Y nosotros tenemos que cultivar ese arte de siempre estar trayendo nuestras necesidades al Señor. Si usted se despierta a las tres de la mañana, mire, en vez de estar ahí dando vueltas en la cama, comience a orar, y usted verá que a los quince minutos está durmiendo como un bebé. ¿Sí o no? Y no es que la oración sea aburrida. Es que mejor que contar ovejas, ore. Y es la mejor pastilla de dormir que hay en el mundo. ¿Porque qué pasa con usted? Cuando su espíritu se pone en contacto con el Señor, eso le trae descanso a su alma, y eso es como un masaje a su mente, y como que su espíritu comienza a sentir, no yo, estoy en los brazos de mi Papá. Y cuando tu vienes a ver, ah, se está durmiendo ahí. Y esos ronquidos llegan hasta la esquina allá del vecindario, porque es así, es así.

Tenemos que aprender a orar. Tenemos que aprender a buscar el Señor. Dios quiere un pueblo de oración, un pueblo que siempre esté clamando al Señor, que Dios sea tan real para nosotros. Que para nosotros ponernos en contacto con Dios sea tan fácil como pues cambiar de canal, boom. En un momentito estamos en el tiempo y el espacio. En otro momento estamos en la eternidad ante el trono de Dios, rápidamente, porque tenemos práctica en eso. Siempre estamos trayendo nuestras necesidades al Señor. Dios quiere un pueblo que ora. Cultive la oración. La oración no viene fácilmente. La oración no es algo que nos nace naturalmente. Es algo que se cultiva. Es un arte. Es una disciplina que se cultiva, pero cuando la aprendemos trae una bendición increíble.

Él tuvo temor, y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová. Humilló su rostro. Él entendió… Este rey fuerte, guerrero, con tanta autoridad, humilló su rostro, y se fue a consultar al Señor. Cuando tenemos problemas, vamos a consultar a Dios. Si alguien tiene falta de sabiduría, pídala a Dios. Cuando tú estás en una estación difícil en tu vida, un problema, una dificultad, humilla tu rostro, y consulta al Señor. Admite que tú no tienes la respuesta. Y dile, “Padre, tengo las manos vacías, y me están pidiendo algo bien grande, pero no tengo nada que dar, así que Señor, me voy a encomendar a ti. Ayúdame. Provéeme. Dama la salida, dame la sabiduría, dame la respuesta, dame el entendimiento.” Humilla tu rostro. Confiesa tu ineptitud, y consulta. Me gusta eso de que para consultar a Jehová. Usted no consulta a alguien en que usted no cree. Usted no consulta a alguien que no sea real para usted.

E hizo pregonar ayuno a todo Judá. Hay algo hermoso en el ayuno. Nosotros cada año tomamos nuestro tiempo de ayuno, y a veces pienso, y me temo que se puede convertir en una rutina. Y tenemos que volver a renovar de alguna manera, porque la gente como que da por sentado, ok, sí, al comienzo del año, pues vamos a tirar un ayunito ahí. Y la misma gente olvídense que se hartan más que yo creo todas las demás semanas del año. Pero el ayuno tiene poder, y el ayuno colectivo tiene poder, hermanos. El ayuno tiene poder. Hay unción en el ayuno. Y tenemos también que aprender la disciplina del ayuno, aunque sea un rato, un mediodía, un día. Hay que buscar, hay que practicar.

¿Qué es el ayuno? El ayuno es subrayar su petición. El ayuno es ponerle micrófono a su petición. El ayuno es darle volumen a su oración. El ayuno le da gasolina a su petición. El ayuno también a usted mismo le ayuda a hacerse más consciente de lo que usted está pidiendo, y le da más pasión, y más intensidad para clamar a Dios. O sí, Dios sabe lo que tú necesitas, pero también nosotros necesitamos llegar a ese punto de convicción en lo que estamos pidiendo, porque muchas veces pedimos, pero pedimos como así a la distancia y vagamente. Pero el ayuno enfoca, y te obliga a concentrarte en lo que tú estás pidiendo. Y a veces a Dios le gusta que clamemos así.

A mí me gusta a Bartimeo, el ciego, que le gritaba al Señor, “¡Señor, hijo de David! ¡Jesús hijo de David! Ten misericordia de mí.” La gente le decía, “Cállate, muchacho, que Él está demasiado ocupado para ti. El decía que gritaba más duro, “¡Señor, hijo de David, ten misericordia de mí!” Porque a veces hay que clamar, y hay que subrayarle al Señor la intensidad de nuestra necesidad. Hay que reclamarle. Al Señor le gusta de vez en cuando que tiremos una perreta, y digamos, “¡Señor, te estoy pidiendo! ¿Cuándo vas a responder?” El ayuno nos ayuda a llegar a ese nivel de intensidad en nuestra oración. A veces el ayuno no es tanto para Dios como para nosotros. ¿Sabe? Es para purificar y enfocar lo que nosotros le estamos pidiendo al Señor.

Y hay poder cuando una congregación, cuando una comunidad de Cristianos, cuando un grupo de amigos… Fíjese que él no se tiró esa pelea él solo. Buscó a su pueblo, y dijo, “Ey, yo no soy el único que voy a llenar aquí. Vamos a llenar a todo el mundo, hasta el gato también. Todo el mundo vamos a llenar, porque yo necesito…” Esta es una batalla grande y fuerte, y necesitamos todos. Hay poder en la unidad. El Señor dijo que dónde están dos o tres, ahí está Él. Si dos se pusieran de acuerdo sobre cualquier cosa, les será hecho. Hay poder en la unidad. Hay poder en clamar. Porque tengo un problema, búsquese a tres o cuatro guerreros o guerreras, y dígales, “Hermana, tengo una necesidad. Necesito que tú me apoyes en oración y en ayuno.” Hay espíritus que sólo salen con ayuno y oración. Hay necesidades, hay respuestas que sólo van a venir por medio de un clamor subrayado. Y ese es el ayuno.

Aquí había una situación terrible. Venía un gran ejército, una multitud poderosísima, y venían caminando ahí. El problema se iba acercando. Iba progresando milla por milla. Y él no lo veía porque no había televisión en ese tiempo. No había satélite para ver ese ejército, pero él sabía que venía. Era peor todavía que si lo hubiera visto, porque en algún momento iban a llegar, y no sabían cuando, pero venían. Y ese ejército, él casi se lo podía imaginar. Pero él decidió, “No sé qué hacer.” Y buscó el rostro del Señor, y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová. Y también de todas las ciudades de Judá, vinieron a pedir ayuda a Jehová. Entonces después de eso—después lea el capítulo—se reúne él con todo el pueblo en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo. Él fue a la casa de Dios.

Hermanos, nunca pierdan el enamoramiento de la casa de Dios. Que el venir a la iglesia no se convierta en una rutina. Venga a la iglesia a buscar respuestas, a buscar fortaleza, a buscar renovación, aunque sea gateando, pero llegue a la iglesia. Hay poder en la casa de Dios. Hay que amar los atrios del Señor. Ahí hay respuestas. Para nuestras necesidades se acercó al atrio y convocó allí una asamblea de toda la nación, y se dirigió al Señor, “No eres Tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? No está en tu mano tal fuerza y poder que no hay quien te resista?”

Hermano, cuando usted esté en prueba y en necesidad, vaya a la palabra para recordar las cosas que Dios ha hecho a través de la historia. Pero también usted puede ir a su propia vida y recordad situaciones en que todo parecía negro y sin posibilidad de respuesta, y Dios de alguna forma le respondió, y le sacó adelante. Cuántos de nosotros no podemos decir que hay algo en nuestra vida que ha sucedido, que hemos visto la mano de Dios obrando cuando no parecía que podía haber respuesta, y Dios lo hizo. ¿Sí o no?

Yo creo que todos los que estamos aquí podemos, sabemos que ha habido algún momento en nuestras vidas en que Dios dice, como dice el salmista, “Pacientemente clamé al Señor, y Él se inclinó a mí, y escuchó mi clamor, y me hizo sacar del pozo de la desesperación del lodo cenagoso, y puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” Todos podemos decir eso en algún momento de nuestra vida. Pues no se olvide de eso, y cuando venga la próxima prueba, vaya a esos momentos, y recuerde lo que Dios hizo, y tome fuerza y ánimo de eso. Eso fue lo que hizo Josafat. Él recordó. “¿No echaste tú a los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham, tu amigo para siempre, y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre?” Recuerden al Señor su palabra cuando usted esté orando, y usted le dice… Recuérdele Su palabra. Él la sabe, pero la palabra es como cuando el abogado viene ante el juez, y usa las leyes de la nación para apelar a favor de su cliente, o a favor de la causa de su cliente si es un caso civil. Y él usa la ley como una palanca para recibir lo que él quiere, y el juez consulta la ley, y dice, “Hm, es legítimo lo que él está diciendo, a la luz de la ley de la tierra, es justo, y es adecuado, y el juez dice, “Sí, lo que él dice está conforme a la ley de la tierra.” Y le otorga su fallo al abogado, porque está fluyendo dentro de la declaración de los principios legales de la tierra. Y por eso es que nosotros tenemos que conocer a la palabra, porque es conforme a la palabra nosotros podemos palanquear y recordar que tenemos derecho para pedir al Señor. Y es tan lindo cuando nosotros oramos a la luz de lo que Dios nos ha dicho qué podemos aspirar, lo que Dios nos ha prometido, lo que Dios nos ha dicho que es cierto, los principios de la palabra. Por eso es que tenemos que aprender ese principio.

Hay muchas, podríamos aducir muchos ejemplos acerca de esto. Pero recuerde la palabra. Cuando usted esté en clamor, en necesidad, pídale al Señor conforme lo que Él ha hecho, lo que Él ha dicho, lo que Él ha prometido. En el versículo se dice, “Ahora, pues he aquí los hijos de Amón y de Moab.” Eran tribus que odiaban a Israel, tribus poderosísimos. “Y los del Monte de Seír, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel, etcétera. He aquí. Ellos nos dan el pago, viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión.”

El Señor ha dicho, “Yo te entrego toda la tierra que pise la planta de tus pies.” El Señor ha dicho, “Yo he venido para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia.” El Señor ha dicho, “Yo te he bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.” El Señor ha dicho que tuya es la tierra. El Señor ha dicho que Yo te he sentado en los lugares celestiales al lado de Jesucristo. Eso quiere decir que tú puedes usar esos principios. El Señor te ha entregado el derecho. Tú tienes derecho a vivir una vida buena, a vivir una vida positiva. Tú tienes derecho a pedir salud. Tú tienes derecho a pedir provisión financiera material. Tú tienes derecho a pedir sanidad de tus enfermedades. Tú tienes derecho a pedir sanidad de tus heridas emocionales y tus traumas. Tú tienes derecho a pedir defensa y justicia en tus situaciones de necesidad. Él te ha dicho que esas cosas son tuyas. Lo que Josafat estaba diciendo del Señor. Tú nos diste esta tierra. Tú derrotaste a las naciones, y nos diste esta tierra en posesión, y ahora vienen a quitárnosla. Eso es una contradicción. Tú no puedes permitir eso. Así que estamos apelando a Ti. “¿O Dios nuestro, no los juzgarás Tú?” En otras palabras, no vas a usar Tú tu palabra, tus promesas, tus leyes para decir, “Ustedes no tienen derecho para estar en esta tierra. Esta tierra pertenece a…” Qué pasa cuando dos vecinos tienen pugna acerca de a quién pertenece una tierra. ¿Van a los records de la ciudad, y buscan allí un survey, una exploración de la tierra y esa exploración dice, mira los linderos van por aquí? Que eso pertenece a fulanito, y así tenemos nosotros que hacer. Cuando el diablo quiere robarnos parte de nuestra tierra, vamos adonde Papá y le decimos, “Papá, Tú me diste esa tierra, y mira este manganzón, este abusador aquí quiere sacarme de ella, así que sic ‘em.” Tíratele encima.

Tenemos que usar los principios de la palabra de Dios. ¿No? Tú nos diste la tierra. No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros. A mí me encanta eso. No sabemos qué hacer, y a Ti volvemos nuestros ojos. Yo creo que pocas veces en la escritura, hay una expresión más tierna y más humilde de petición que esa. Señor, no sabemos qué hacer.

Yo creo que hermanos, la mejor posición donde uno puede estar en la vida es cuando uno no sabe qué hacer. Que simplemente tú estás en la carretera yendo a setenta millas por hora en el highway, y te quitas las manos del volante, porque simplemente Dios te dice, “No puedes.” Y Tú tienes que encomendarte a la gracias y a la misericordia de Dios para no estrellarte contra la pared. Hay momentos así en la vida en que uno ha buscado todas las posibles salidas y todas las soluciones posibles, y no se ofrece una salida. Y qué bueno cuando uno simplemente tira las manos a los lados, y dice, “Señor, ya. He tratado todo. No tengo respuesta. Hacia Ti vuelvo mis ojos.” El salmista dijo, “Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová. Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.” Hacia Ti, Señor, volvemos nuestros ojos. Yo me imagino que esa gente estaba ahí llorando, pensando en ese gran ejército, aún mientras nosotros estábamos orando. ¿Por qué no se pusieron mejor a filar los machetes y a preparar los bates que tenían, sacarlos del dormitorio, o las ollas para darnos aunque sea en las cabezas, las mujeres a veces… No. Se fueron al templo a clamar a Dios, a orar, a buscar del Señor solución. Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová con sus niños, y sus mujeres, y sus hijos. Y mire de ahí… Mire de dónde Dios sacó la respuesta a necesidad. Había allí un profeta, un hombre de Dios, lleno del Espíritu Santo.

Qué importante son la gente de oración, la gente llena del Espíritu, la gente que conoce los caminos del Señor, la gente que está de rodillas, y que puede oír departe de Dios. Estaba allí Jaciel. ¿Si tú vas a tener un hijo, por qué no le pones el nombre Jaciel? Hay tantos nombres tontos. Jaciel es un buen nombre. Jaciel, le quitas la H y la A. Simplemente Jaciel. Hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Jeyel, hijo de Matanías, Levita de los hijos de Jesab, sobre el cual vino el espíritu de Jehová en medio de la reunión. Ese hombre… quizá eso fue lo único grande que hizo en su vida, pero con eso justificó toda su existencia. El espíritu del Señor descendió sobre él. Hermanos, yo creo que el espíritu de Dios todavía desciende sobre los hijos del Señor. Todavía. Cuando nosotros clamamos al Señor, oramos, ayunamos, buscamos el rostro del Señor, el espíritu del Señor puede venir sobre tu vida, y tú puedes profetizar, y puedes recibir revelación de Dios, puedes recibir una respuesta de Dios, puedes recibir una opción, una solución que tú no tenías antes. Dios puede iluminarte y sacarte adelante. Dios lo ha hecho, y lo puede seguir haciendo. Dios vino sobre Jaciel, y Jaciel levantó su voz en medio de la reunión, y dijo, “O Judá, todos y vosotros moradores de Jerusalén, y tú Rey Josafat. Jehová nos dice así, ‘No temáis, ni os amedentréis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, si no de Dios.” Aleluya.

Hermanos, la guerra no es tuya en última instancia. La guerra es de tu Papá que te ama más de lo que tú te amas a ti mismo. Recuerda eso siempre. Tú no estás solo. Tú tienes a tu Papá que te ama ferozmente. Y Él dice, “Yo voy a pelear por ti, mi hijo.” En este caso, Dios les dijo, “Yo voy a pelear por ustedes. Yo me voy a poner en frente de ese abusador, y yo les voy a mostrar que con mis hijos no se puede jugar.” En este caso, la guerra no es… Y en todos los casos, en última instancia, hermanos, la guerra no es nuestra. A veces Dios nos va a poner a pelear. Y en algunos casos, Dios puso a los hebreos a pelear, pero en este caso, Él quería como mostrar su gloria pura, pura, pura. Quería mostrar su corazón protector completamente, y dijo, “Mis hijos, esta me la tiro Yo. Yo voy a pelear por ustedes. Yo voy a defenderlos.”

Hermanos, van a haber momentos así en tu vida en que tú no vas a tener fuerza, no vas a tener sabiduría, el enemigo va a ser demasiado grande para ti. Todo va a estar en contra de ti. Y en esos casos simplemente quita las manos del volante, y dile, “Señor, me abandono totalmente a tu misericordia, a tu gracia. Pelea Tú por mí. Sal a camino.” Hermanos, yo creo… Es más, si nosotros tuviéramos suficiente fe para hacer eso… Lo que pasa es que muchas veces hacemos cosas así, pero no hay suficiente fe para una hazaña de ese tipo. Pero cuando hay suficiente fe, nosotros podemos decir, “Papá, tírate Tú encima del enemigo. Defiéndeme Tú. Yo confío en que Tú lo vas a hacer.” Y el versículo 17, “No habrá para que peleéis vosotros. En este caso…” ¿Usted ve?

Hay veces que hay que pelear uno, aunque sea hacer un amaraco allí, pero esta vez ni eso siquiera. No habrá que peleéis en este caso. Uf. Parados. Estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Gloria al Señor. Tres cosas. Parados. ¿Pero qué pasa? A veces uno está parado, pero está comiéndose las uñas. Si no estaiseis parados, estad quietos, y ved, ved la salvación del Señor. Muchas veces, cuando nosotros nos paramos, y estamos quietos, hermanos, es un estar quieto, pero no sé, es el estar quieto del ojo del huracán. Es un estar quieto que es como todo contenido. Es como poder. Es como el hoyo negro del espacio que es simplemente la materia tan poderosamente concentrada que se traga a si misma. Y traga hasta la luz que no puede siquiera salir. Por eso le llaman hoyo negro. Hay tal condensación de la materia, es tan fuerte la atracción de la gravedad, que ni la luz se puede escapar. Y así hay muchas veces que, hay una quietud que yo le pido, “Señor, ayúdame a llegar a esa quietud en mi vida, a cultivar el arte de estar quieto.” Pero es una quietud terrible. Es una quietud de poder. Es una quietud que es más poderosa que una bomba atómica. Cuando el ser humano aprende a descansar en el Señor, y a concentrarse en Señor, y decir, “Yo no voy a hacer nada.”

Hermanos, hay mucha gente, hay muchos Cristianos afanosos. Hay muchos Cristianos que siempre están metiéndose en medio de Dios, y Dios dice, “Déjame Yo obrar. Déjame Yo a hacer las cosas. Déjame a Mí. Tú siempre te estás metiendo en el medio.” Dice, “Estate tranquilo muchacho. Me estás interrumpiendo mi obra.” A veces tenemos que aprender a quietarnos, dedicar más tiempo a la oración, dedicar más tiempo a la oración, dedicar más tiempo a la alabanza, dedicar más tiempo a esperar en el Señor, dedicar más tiempo a cultivar ese poder dentro de nosotros que atrae la bendición. Al concentrarnos tanto, toda nuestra materia se concentra, y adquirimos un poder que atrae, una fuerza de gravedad que atrae la bendición de Dios. Parados. Estad quietos, y ved la salvación de Jehová. O Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis. Salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros. Gloria al Señor.

Y la última escena está aquí, que dice en el versículo 20, “Cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa, y mientras ellos salían…” Pero miren, más bien el versículo dice, “Y se levantaron los Levita de los hijos de Coad y de los hijos de Coré para alabar a Jehová desde Israel con fuerte y alta voz.” La alabanza juega un papel muy importante en esta guerra. Esto es uno de los grandes, grandes pasajes de la escritura donde la alabanza muestra todo el poder que puede tener. La alabanza. Eso fue lo que hizo la diferencia. Y nosotros tenemos que aprender esa gran lección en esta noche, hermanos. El poder de la alabanza. Hermano, cultive el corazón de un adorador. Aprenda a adorar al Señor. Aprenda a lubricar sus oraciones con alabanza. Entre y salga de la alabanza. Cuando usted esté orando, y venga una alabanza a su mente, suéltela, y úsela para darle alas a su oración, y para renovar su ánimo y su fuerza. El corazón de un adorador es tan importante, enamorarnos del Señor, amar la presencia del Señor, declararle al Señor. Al Señor le encanta que lo arrullen, al Señor le encanta que lo besen, al Señor le encanta que recostemos nuestra cabeza sobre Su pecho, al Señor le encanta que le digamos palabras bonitas. Él no es tan grande que no le importe eso. Al Señor le encanta a los hijos alameros como la mujer con el vaso de alabastro, que quebró su vaso, y se lo derramó el perfume sobre el Señor, y le lavó al Señor con sus cabellos, y con sus lágrimas, y secó sus pies y sus manos con su cabello. Al Señor le encanta un alma adoradora, un alma que vierte su amor sobre Él, la alabanza.

En el versículo 20 al final dice, “Creed en Jehová, vuestro Dios, y estaréis seguros. Creed a sus profetas, y seréis prosperados.” Y habido … con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová. Esto lo voy a leer porque es una escena preciosa, “Vestidos de ornamentos sagrados mientras salía la gente armada, y que dijesen, ‘Glorificad a Jehová porque su misericordia es para siempre.” Y mire que bello, “Dice, y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, puso contra los hijos de Amón, de Moab, y del Monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.”

¿Hermano, sabe que la alabanza crea confusión el reino de las tinieblas? La alabanza, los demonios no pueden soportar la alabanza. La alabanza crea estática en las comunicaciones de los demonios. La alabanza molesta los oídos, porque contradicen todo lo que ellos representan que es la rebeldía contra el Señor. La alabanza es adoración y reconocimiento del señorío de Dios, los atributos de Dios, la gloria y la santidad de Dios. Cuando el pueblo está alabando al Señor, sus oraciones ascienden con más rapidez, y la bendición de Dios desciende con más fluidez a nuestras vidas. La alabanza es poderosa. Cultivemos la alabanza. Aprendamos a alabar. La alabanza no es cuestión de buena voz o buen oído. Es asunto del corazón. Al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú o Dios. Dios busca adoradores creados en espíritu y en verdad. Y cuando nuestra alabanza sale del corazón, no importa que salga desafinada. Dios la arregla cuando llega allá a su trono. Aprendamos a adorar, a adorar, a alabar, porque la alabanza es guerra. Cuando uno dice, “Torre fuerte es el nombre del Señor.” Mire, eso es una lanza, una daga que se mete en el corazón del diablo. A Él correrá el gusto. Hay otras palabras que dicen, “Golpes de espada es la alabanza.” Otro dice que el Señor se mueve en la alabanza de su pueblo. Él habita la alabanza de su pueblo. Hay poder en la alabanza. Hay poder en alegría. Hay poder en declarar las verdades y las virtudes y los atributos del Señor.

Y el final es maravillosa. Viniendo entonces Josafat de su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas riquezas. Así vestidos con alhajas preciosas que tomaron para si. Tantos que no los podían llevar. Tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho. De la crisis, a la bendición. De la crisis a la bendición.

Yo estuve en México hace un tiempecito—con eso termino—y vi una, era un negocio Cristiano que se llamaba Beraca. No era un nombre… En español no suena muy bonito. Beraca. Yo me preguntaba… Beraca. ¿Qué es eso? Yo sabía que lo había oído en la Biblia, pero no sabía… Beraca viene de aquí. Dice que ellos le llamaron a ese lugar Beraca, que quiere decir, bendición. Bendición. Beraca. En hebreo. Es decir, ellos fueron de la crisis y la impotencia a la bendición y a la abundancia. Hermano, esa misma trayectoria puede ser tuya. En cualquier situación de tu vida que tú confrontes este año. Cualquier situación. No importa. Mientras más grande sea el enemigo, más… Mientras más alto, más redondo cae, dice el Señor. Mientras más grande y poderoso sea el obstáculo, más se glorificará Dios en darte la victoria. Amén. Mientras más débil tú seas, más poderoso será Dios dentro de ti. En la debilidad se perfecciona el poder de Dios. Ponte de pie. Aleluya. Vamos a hacer esa última declaración en esta noche. Vamos a movernos. Lea ese capítulo este año varias veces. Léalo, y reciba toda la unción y toda la bendición que sale de ese capítulo.