¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?

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Tengo un pasaje que Dios puso en mi como para compartir en esta noche, Isaías, capítulo 6, y vamos a leer solamente de versículo 1 hasta el versículo 8: “…En el año que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno tenía seis alas, con dos cubrían su rostro, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo, “Santo, santo, santo Jehová de los Ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria.” Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba y la casa se llenó de humo. Entonces dije, “Ay de mí, que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey de los Ejércitos.” Y voló hacia mí uno de los serafines teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas y tocando con él mi boca dijo, “He aquí que esto tocó tus labios y es quitada tu culpa y limpio tu pecado.” Después oí la voz del Señor que decía, “A quién enviaré y quién irá por nosotros?” Entonces respondí yo, “Heme aquí, envíame a mí.”

Amén, gloria a Dios. Hermanos, Isaías estaba viviendo uno de los momentos más cruciales de su vida, de la historia. Isaías estaba viviendo un momento de crisis. El capítulo 1 de Isaías, el propio libro, describe una nación en dificultad, una nación podrida. En el versículo 3 del capítulo 1, dice que el pueblo estaba sin conocimiento y del versículo 4 del capítulo 1, dice que el pueblo también estaba cargado de maldades, una nación pecadora, una nación de hijos depravados, abandonaron al Señor, provocaron la ira del Señor.

Una nación destruida, ciudades puestas al fuego. En el versículo 11 del capítulo 1 dice que el propio [inaudible] estaba contaminado y la última frase del capítulo 5 es un resumen del caos y si alguien mirara hacia la tierra, solo podría contemplar maldad y tinieblas, angustias, dolor, hasta la luz se convirtiera en densa oscuridad, dice la palabra del Señor.

Y esa es la visión de Isaías de la tierra, una visión que parece que el mal prevalecía sobre la tierra. Y sin embargo, delante de esa circunstancia, en esa situación algo pasa con la nación, muere el Rey de la nación, el Rey Uzías. Y después de haber dirigido los destinos de Judá, por más de 50 años, un hombre de una influencia tremenda, impresionante sobre Judá, ese hombre muere. Y la nación se desestabiliza, entra en crisis.

Isaías ve una nación en dificultad. Isaías ve una nación en crisis espiritual, en crisis económicas, en falta de estabilidad política. Isaías, entonces empieza a tener los mismos cuestionamientos que muchos de nosotros tenemos muchas veces cuando miramos las crisis de nuestras naciones.

Isaías va al templo un día, como nosotros venimos aquí a la noche, buscando de Dios una respuesta. El trono estaba vacante, por lo tanto eran horas de desesperación, de angustias. Isaías tiene preguntas, tiene cuestionamientos y a una pregunta que muchas veces hacemos en momentos de crisis, en momentos de desesperación. Siempre preguntamos dónde está Dios.

Y esa es la pregunta, hermanos, que no solamente la gente afuera que no tiene conocimiento del Evangelio, pero nosotros que somos cristianos muchas veces preguntamos, Señor, dónde tu estabas cuando el Señor murió? Señor, dónde tu estabas cuando pasó eso? Dónde tu estabas cuando esa persona planeó poner esas bombas ahí? Señor, dónde estabas cuando estuve enfermo? Señor, dónde estabas? A dónde está Dios?

Isaías va al templo preguntando, Señor, a dónde estás? Y este visión de Isaías, estos cuestionamientos de Isaías, llevan a Isaías a una experiencia profunda que vemos aquí en el capítulo 6, que Isaías fue al templo, Isaías tuvo una visión y la primera visión que Isaías tuvo fue una visión de un Dios estable.

Hermanos, qué quiero decir con eso? El mundo está en crisis, la nación está en crisis, pero Dios no está en crisis. El Reino de los Cielos no está en crisis. Dios no está con inestabilidad pensando de un lado para el otro, qué voy a hacer, ah, qué voy a hacer con Boston? Dios no está pensando esas cosas. Dios está estable.

Dice la palabra del Señor que Isaías vio al Señor y el Señor estaba sentado sobre un alto y sublime trono. Todas las cosas aquí abajo, en la visión de Isaías, a la visión de otros está muy inestables, estaba como que temblando, pero Dios estaba en el trono.

Cuando usted ve la situación difícil, cuando usted piensa que no hay soluciones, cuando usted piensa que no hay salida, sepa de algo, Dios está en el trono y nada va a quitar Dios de su trono maravilloso que él está.

Primera visión que Isaías tuvo fue una visión de ese Dios glorificado, una mirada hacia Dios. Hermanos, en toda llamada al ministerio tiene comienzo y una experiencia profunda con Dios. Dios estaba preparando a Isaías para algo maravilloso, para algo grandioso que vemos aquí en el final de su ministerio.

Isaías vio un Dios soberano, centrado, reinando, vio un Dios [inaudible], conocía todo lo que estaba aconteciendo en la tierra. Dios sabe todo. Dios ve todo.

Isaías vio un Dios omnipotente, que llenaba la tierra. Muchas veces no vemos la mano de Dios en tiempos de crisis. No entendemos, no logramos ver la mano de Dios a través de un médico, a través de un enfermero, a través de un paramédico, ¿verdad? no logramos ver la mano de Dios a través de un policía, a través de una persona que da la mano a otra. Es la mano de Dios en medio de la crisis, hermanos.

Isaías vio un Dios estable. Pero aprendería además algo distinto, aprendería de su santidad, Dios es santo. Él estaba separado de todo, de serafines proclamaban, diciendo ‘Santo, santo, santo.’ Además de la experiencia de Isaías entiende que Dios estaba estable, Isaías estaba viviendo otra experiencia, entender la santidad de Dios. Dios es santo.

Y los serafines proclamaban eso. Isaías esta estático ante esa experiencia. Dios no ha cambiado. Él es el mismo. Si usted lee Apocalipsis capítulo 4, versículo 8 la palabra dice, “los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor y por dentro estaban llenos de ojos y no cesaban de decir ‘Santo, santo, santo, es el Señor Dios todopoderoso el que era, el que es y el ha de venir.”

Ese es el mismo Dios de la visión de Isaías. El Dios entronizado y que los ángeles estaban diciendo, ‘Dios tu eres santo, santo, santo.’ Y según [inaudible] esta visión nos hace responsable y nos impulsa a comprometernos con esta visión, con la iglesia de Jesucristo. Tenemos una misión.

Después de una visión a la que Isaías tuvo, tanto fue el impacto en la vida de él, mira qué pasó en la vida de él en el versículo 5.

“Entonces dije, Ay de mí! Soy muerto, mis ojos vieron al Señor de los ejércitos…” mis ojos contemplaron la gloria de Dios. Ese el segundo impacto en la vida de Isaías, una visión hacia sí mismo. No hay hombre o mujer, yo le digo por experiencia propia, hermanos, no hay hombre o mujer que no haya experimentado un caminar con Dios que como consecuencia de ese caminar con Dios no empieza a mirar para dentro de sí mismo.

Sabe qué significa? Cuanto más camino con Dios, más veo quién soy, más Dios me impone al revés y me muestra quién soy. Y Dios muestra que yo no soy la persona tan santa que yo pensaba que era. Y quería impresionar a otros con mi santidad. Aproximo de Dios y Dios me muestra que tengo debilidades, que tengo pecados, que tengo flaquezas, que tengo cosas que cambiar en mi vida, y que tengo tendencias y que esas tendencias necesitan [inaudible] delante de él.

Hermanos, yo no sé cuál era el pecado específico en la vida de Isaías que Dios en ese día quería tratar con él para prepararlo para el ministerio, pero tengo una impresión. Yo tengo la impresión que Isaías tenía un problema que muchos de nosotros tenemos, se imaginan? Mire la palabra de Dios.

“… Y voló hacia mí uno de los serafines teniendo en su mano un carbón encendido tomado del altar con una tenaza…”

Qué significa eso? El serafín va volando, ahí está el altar con brazas vivas y el serafín coge una braza viva del altar y viene volando. Usted imagine conmigo. Viene volando e Isaías mirando, a dónde va ese ángel, Isaías mirando y de pronto va en dirección a Isaías y él está mirando. Isaías, abre la boca, shhhhhh, yo tengo la impresión que Isaías tenía un pecado localizado.

Cuántos de nosotros aquí tenemos un pecado localizado que Dios quiere shhhhhhh? Usted entiende la palabra de Dios? Amén.

Hermanos, si tienes un problema de lengua, hable de Jesús porque a él [inaudible] importa, ¿verdad que sí? Hable de Jesús, hable de maravillas de Dios. El ángel toca a Isaías, tenemos que reconocer nuestras debilidades, hermanos, [inaudible] que hasta que Isaías tuvo esta visión él no se enteraba de sus propios pecados, de sus propias debilidades. Un encuentro con Dios nos hace ver exactamente quién somos, nos confronta, ¿verdad?

En el capítulo anterior, había pronunciado contra el pueblo una serie de problemas, de dificultades, pero ahora es él el que está diciendo, ‘Ay de mí!’ en el capítulo 5 Isaías habla contra el pueblo, pecadores, miserables, abandonaron al Señor. Ahora en el capítulo 6, ay de mí! Por qué? Tuvo un encuentro con Dios.

Aproxímate a Dios en tu vida personal de oración. Comienza a orar. Comienza a ayunar, comienza a buscar de Dios. Tu vas a ver, hermanos, esta maravilla de conocer cosas misterios, cosas maravillosas.

Note que la amplia confesión de Isaías, ay de mí! Él dijo estoy muerto. Un mortal viviendo. Soy hombre de labios impuros, o sea, confiesa que hay una producción de impureza en su vida. Tercero, habito en medio de un pueblo de labios inmundos. Que ellos se conviertan a ti. O sea, Isaías reconoce su pecado y el pecado de la nación.

Yo pienso que Dios siempre quiere apropiarse de situaciones para levantar la iglesia. Mire, estamos orando aquí hoy, estaba pensando por qué no salimos a las calles para orar, por qué no bendecimos las calles de la ciudad, por qué no salimos en grupo orando, tomando posesión de la tierra, profetizando, bendiciones sobre la ciudad. Y estaba viendo todas las noticias y todas las cosas desde el lunes y los policías dijeron, ‘No, nosotros hicimos todo el trabajo de investigación antes, de mirar todo antes, si había una cosa, un peligro y todo.’ Pero estaba pensando, nosotros como iglesia, no estuvimos antes ahí para caminar, para bendecir, para orar y para proclamar bendición sobre la ciudad.

Debemos entender, hermanos, que Dios no se revela a nosotros o a la ciudad por nuestras cualidades. Dios se revela por su grandeza, por su santidad. Amén. Y él sigue y llama creyentes para su obra, pero nuestra respuesta a él depende mucho del tipo de vida que respondemos a él.

Pero hay otra mirada que Isaías después de esa experiencia con Dios vive, después de esto, vi la voz del Señor que decía, ‘A quién enviaré? Y quién irá por mí?’ Es la tercera visión que Isaías tuvo en esta situación, en este encuentro con Dios. Él vio la necesidad de otros, una visión hacia los demás, una visión hacia la necesidad de la gente.

Y estamos mirando a otros? Debemos conocer, hermanos, al pueblo y ministramos en sus necesidades. Debemos entender que la misión no es nada fácil. Si observamos el capítulo de 1 a 5 notaremos que existía una caótica situación, condición espiritual del pueblo, un pueblo que no quería escuchar la palabra de Dios, el mensaje de Dios, y mucho menos se arrepentía de sus pecados.

Solamente el encuentro de Isaías con Dios proporciona el comienzo del pueblo a regresar para el Señor. Debemos entender que Dios se nos revela a nosotros con un propósito. En el momento que Dios trae una revelación de su voluntad, de su deseo, de sus propósitos a su vida, él ya hace un propósito definido para la gloria de él y para salvación de otras personas.

Dios no llena una iglesia para [inaudible] en poder. Dios nos llena para [inaudible] en bendición para otras personas. De qué vale llenarnos aquí y quedamos como una cosa grande orando, ah, Señor, bendiciones, bendiciones, bendición, bendiciones, cuando el mundo ahí fuera necesita que llevemos ese mensaje de salvación.

La pregunta del Señor sigue vigente todavía, y cuál será mi respuesta, y cuál será tu respuesta. A quién enviaré? Y qué haré? Quién va a hablar? Estaría dispuesta a ir dondequiera que Dios te envíe? Estaría dispuesto a obedecer al Señor y decir, sí, Señor, yo voy? Voy a iniciar un proyecto de oración por esta ciudad.

Te levantarías a predicar sin que te importe con la respuesta o que te responderá la gente frente a tu mensaje? Te atreverías a predicar la palabra de Dios? Te atreverías a entender ese mensaje del día de hoy y decir, Señor, quiero santificar mi vida porque tu vas a hacer una obra grandiosa en mi ciudad y yo soy parte de ese desafío. Amén.

Yo soy parte de eso que vas a hacer en la ciudad de Boston y en el mundo. Que al mirar a la gente y la necesidad logres mirar la mano de Dios en tu vida para bendecir a otros. Que Dios nos ayude y que Dios bendiga la ciudad de Boston. Traiga paz sobre esta ciudad y que Dios por su excelencia de gracia y misericordia ayude a nosotros como iglesia de él, a hacernos santos, a entender que somos en Dios para vivir una vida diferente y que traiga un impacto a esta generación. Amén.

Vamos de pie a orar al Señor. Señor, entendemos tu palabra en esta noche y bendecimos esta ciudad de Boston, Señor, porque sabemos que tu quieres hacer algo tremendo en esta ciudad. Tu has levantado tu iglesia en este lugar con propósitos bien definidos, has levantado un ejército, Señor, de guerreros, de hombres y mujeres responsables, apasionados por tu palabra, por el Evangelio del Señor, por la verdad de Jesucristo. Señor en el nombre de Jesús ayúdanos a mirar, Señor, hacia ti y entendemos que tu estás en el trono, Señor, en el trono de gloria y que los serafines cubren, Señor, el templo del Señor.

Señor que no hay nada que pase en este mundo, en el universo, Señor, que haga temblar tu reino, tu trono, porque tu estás entronado sobre todos, Señor, y ayúdanos a entender que tu tienes el dominio y el gobierno, Señor, sobre todos, sobre la vida y sobre la historia. Señor, y ayúdanos a tener experiencia contigo, a volvernos hacia ti para aprender de ti y conocer tus caminos y conocer una vida diferente, conocemos una vida de santidad. Ayúdanos a entender, Señor, que somos débiles, tenemos debilidades y que necesitamos santificar nuestra vida delante de ti para ver una vida que valga la pena vivir, para que active en nosotros la responsabilidad, Señor, de predicar el Evangelio a otras personas y de llevar esta paz que tanto hablamos, que tanto proclamamos a otras personas, Señor.

Comienza esta revolución hoy, Señor, en mí corazón, en mí vida y en la vida de mis hermanos en esta noche, Señor. Comienza esa revolución mañana cuando venga el presidente a esta ciudad, Señor. Comienza revolución en la vida de tu iglesia, Señor.

Señor, haga que tu pueblo se mueva, pero se mueva en el poder de tu espíritu. No queremos manifestaciones, no queremos guerra, no necesitamos, Señor, levantar banderas, Señor, necesitamos levantar a Jesucristo a los corazones para que reciban la palabra de verdad, Señor. Glorificamos tu nombre Señor, a ti sea la honra, a ti sea la gloria, Señor, ¡Aleluya! Amén. Amén.