Autoconciencia - La mejor defensa contra la tentación

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Estuvimos hablando acerca de las pruebas, y cómo las pruebas, las tribulaciones, la vida, las situaciones difíciles, muchas veces son usadas por Dios para bendecirnos, formarnos, crear en nosotros discernimiento, hacernos más como Cristo, hacernos más compasivos, darnos experiencias que nos dan diferentes dimensiones y facetas del Dios al cual servimos. Dios usa las pruebas, las pruebas vienen, vienen a la vida de los creyentes, pero nuestra fe puede transformarlas en peldaños para el crecimiento espiritual. Qué lindo sonó eso. Apúntenmelo ahí para que no se olvide. Sí, sí, pueden ser formas de crecer, de llegar a ser más como Cristo.

Entonces, Santiago ahí en ese Capítulo 1, después de hablar acerca de eso, pasa a otra parte donde habla, en el Versículo 12, acerca de “soportando las pruebas”. Interesantemente, la palabra prueba, que es la palabra en griego peirasmos.

Peirasmos es la palabra que puede decir o prueba o puede decir tentación. Es la misma palabra en el griego original. Una prueba también puede ser una, se usa también para hablar de tentación. Entonces es interesante que aquí Santiago cuando dice “bienaventurado el varón que soporta la tentación”, dice “el varón que soporta peirasmos”. Peirasmos. Porque cuando haya recibido el peirasmos recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman.

Por eso es que ve, él intercambiablemente usa la misma expresión, la tentación, cuando haya resistido le prueba. Es la misma palabra. Es como si hubiera dicho que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la tentación, recibirá la corona de vida. Él acaba de hablar acerca de las pruebas antes de eso. Y entonces, o mejor dicho está hablando aquí acerca de eso mismo, de las pruebas, y entonces está usando aquí esa misma idea de… pero ahora la usa en términos de la tentación. Y dice “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios”.

Evidentemente aquí él está tomando esa expresión que es de doble sentido, y él está usando, para el sentido de tentación, porque en el Versículo 2, decía “Hermanos míos, tenéis por sumo gozo cuando os halléis diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. En realidad las pruebas, la tentación, son dos situaciones de adversidad, conflicto, lucha. Nos ponen en presión, en tensión nuestra vida. Cualquiera de las dos puede ser difícil para nosotros.

Ahora, él escoge esta idea de pasar por una tentación. Entonces él dice que primero el varón, las hermanas no son jamás tentadas así que no tiene nada que ver con ellas en este caso. Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a los que le aman.

Ustedes recordarán que yo hablé un poquito como una radiografía de la tentación, recordarán esa expresión. Santiago dirigido por el Espíritu Santo habla aquí acerca de como tres, cuatro pasos. Cuatro etapas que se dan cuando una persona es tentada. Para mí eso es una de los tratados en la escritura más reveladores acerca de cómo es que se dan las cosas. Es como entrar en la psicología del ser humano y ver qué es lo que pasa, cómo es que se da la tentación y el pecado y toda esta cosa.

Lo primero que él dice es que tengamos cuidado de nunca culpar a Dios de una tentación. ¿Quién es que tienta? Dios no tienta a nadie, dice. Dios ni tienta a nadie ni es tentado por nadie. Satanás es quien es el tentador. Porque una tentación es totalmente diseñada para hacernos tropezar y caer. Caer en pecado, apartarnos de Dios, ofender a Dios. Dios no se contradice a sí mismo. Dios nunca va a poner una persona en una situación para tentarla para que esa persona caiga y sea condenada. Dios no quiere que nadie se pierda, dice segunda de Pedro, sino que todos procedan a la salvación.

Entonces Dios no se contradice. Dios no te va a meter una zancadilla para que tú tropieces, caigas, entonces te condenes, o lo ofendas o te alejes de él. Dios no hace eso. Pero a veces nosotros sí tendemos a echarle la culpa a Dios. ¿Recuerdan a Adán y a Eva? Nosotros siempre estamos echando la culpa a alguien en vez de nosotros mirarnos a nosotros mismos. No. ¿Qué dijo Adán cuando pecó en el huerto del Edén? La mujer que tú me diste, doble acusación.

No se contentó solamente con echarle la culpa a la pobre mujer, sino que también dice “la que tú me diste, yo no la escogí a ella, así que tú eres responsable. Ese muerto cárgalo tú. No me lo eches a mí encima”. No.

La mujer que tú me diste. Siempre el ser humano tiende a echarle la culpa o a Dios, los judíos son famosos por eso. Váyanse al Antiguo Testamento y verán siempre echándole la culpa a Dios. Cuando vienen los 12 espías de la tierra prometida y dicen “¿Saben qué? Allá hay, sí, es verdad, buena comida, las uvas son del tamaño de pelotas de béisbol. Pero hay unos gigantes allí que nadie les puede meter el diente. Son de seis, ocho. Son tremendos. Hay que cogerles miedo.”

Y entonces cuando el pueblo escucha ese mal reporte que dan los espías, ¿qué pasa? Se quejan de Dios. “Ay, mira, nos trajiste aquí para matarnos. ¿Cómo vamos a entrar ahora a esa tierra que está llena de gigantes y de gente mucho más fuerte que nosotros? Nos trajiste de Egipto. Nos hubiéramos quedado allá con esos buenos ajos que había y esos sancochos tan ricos que…

Y comienzan a echarle la culpa a Dios de haberlos sacado de Egipto y para meterlos en una tierra donde no podían entrar, y que se iban a morir en el desierto. Siempre estamos echándole la culpa al Señor, entonces Santiago dice “no le echen la culpa a Dios cuando ustedes se encuentran en una tentación porque Dios no tienta ni es tentado por nadie, no tiene nada que ver con él.” Pero qué interesante.

Aquí dice, de paso, otra de las culpas favoritas que tenemos en este tiempo es las cromosomas me obligaron. Los genes. Por ejemplo, el movimiento homosexual echa la culpa que “bueno, yo nací así” y hay científicos que han tratado de descubrir un gen homosexual, que es lo que hace, que la genética. Echamos la culpa a la genética. La genética made me do it. Le di un golpe a la mujer, la genética me obligó a hacerlo.

Entonces Santiago dice “no, la responsabilidad está sobre cada ser humano, no le echen la culpa al diablo”. A veces le echamos la culpa al diablo, y el pobre está por allá en unas ramas con palillos metiéndoselos en los dientes y no tiene nada que ver con nuestro pecado pero le echamos la culpa al diablo. Qué cosa.

Entonces Santiago dice “no, no, no. Miren hacia ustedes mismos. Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. ¿Recuerdan que decíamos acerca de la palabra que se traduce al español concupiscencia? Epitumía. ¿Que qué es? Epitumía es cualquier, esos apetitos fuertes que hay en nosotros, esas emociones fuertes que hay, que nos obligan a hacer cosas que no queremos hacer porque son cosas que están fuertemente en nosotros.

Te habla la nevera antes de irse a dormir, ha tenido las mejores intenciones, ha guardado su dieta religiosamente toda la semana, y ahí hay medio galón de helado Friendly’s, de chocolate, fresa y vainilla y usted lo mira y ese helado le está diciendo “ven, ven, ven”. Y usted dice, bueno, una cucharita nada más antes de irme a dormir para no quedarme con ese mal pensamiento. Cuando viene a ver, dejas el container vacío completamente. Le corre el helado por la esquina de la boca. No. Satanás me hizo hacerlo. No. Es simplemente los apetitos, la epitumía del helado, esto que le hizo pecar, mi hermano, no le eche la culpa a nadie.

Epitumia puede ser cualquier emoción fuerte, cualquier apetito. Hay tantos diferentes: emociones, inclinaciones, cosas que nos obligan y que están en nosotros, los instintos. Nuestro sistema neurológico. Hay tantas cosas que estamos construidos para obedecer a estos estímulos. Y están dentro de nosotros. Satanás no pone nada nuevo en el hombre. Es más, Satanás no coge una persona que está caminando por ahí lo más bien, santa, linda, perfecta, pura, y entonces como que le abre la boquita y le instala un pecado dentro, no. Eso no es así.

Lo que él hace es que él encuentra las cosas que están en nosotros. Esos puntos de aterrizaje, son pistas que están dentro de nosotros, y entonces él anda por allá arriba mirando con su avión, y dice “Ah, mira, una pista, qué linda allí”. Y entonces viene y aterriza en esa pista. Y entonces, lo que él hace es que él opera sobre esas cosas que están en nosotros.

Quiero que señale eso, que una de las cosas más importantes que nosotros tenemos que hacer en la vida es conocernos a nosotros mismos. Y conocernos como un psiquiatra conoce a un loco, es decir, sabiendo de qué pié cojea. Nosotros tenemos que ser honestos con nosotros mismos. Porque cada uno de nosotros tiene sus áreas débiles. Cada uno de nosotros tiene sus apetitos, tiene sus tendencias, tiene sus inclinaciones, tiene sus debilidades, tiene sus deformaciones. Todos las tenemos. Y fíjense que no son solamente necesariamente cosas así abiertamente pecaminosas, porque puede ser muchas veces, por ejemplo, una inseguridad que hay en nosotros, que fuimos fomentada por un trasfondo donde no se nos afirmó, no se nos fortaleció, no se nos generó en nosotros una confianza en nosotros mismos y una identidad clara y definida.

¿Cuántos muchachos ustedes ven así por ejemplo jovencitos que como que no están definidos? Son inseguros. ¿Y qué pasa? Viene por ahí otro que está bien claro en el mal. Y este jovencito, que se portaba bien, que está bien en su casa, que era un niño bien comportado, en seis meses, o tres meses, está vendiendo droga por la calle. ¿Por qué? Porque esa inseguridad que había en él, esa falta de definición, ese deseo de agradar a otros para sentirse querido y afirmado lo lleva entonces en vez de cuando dicen ¿sabes que vamos allí? ¿Quieres fumar un poquito para que tú veas qué bueno? En vez de decir “no, yo no hago eso porque no es bueno o yo soy un cristiano, lo que sea”, se deja influenciar porque hay una inseguridad en él.

Hay una epitumía, hay algo, una debilidad interna que lo lleva entonces a caer en el pecado. El diablo usa eso. Y así puede ser cualquier otra cosa. Hay tantas cosas. Hay un deseo, por ejemplo de gloria de una persona de ser admirado, de estar en control, de tener influencia, de cuando entra a un lugar, lo reconozcan y lo saluden y lo lleven al mejor lugar, etc. Muchas veces eso lleva a una persona a cometer crímenes, lo lleva a vender su alma al diablo, lo lleva a hacer cosas deshonestas para ganar mucho dinero, para entonces tener fama.

El enemigo usa cualquier tipo de inclinación, debilidad interna que hay en nosotros. Y eso es lo que él usa para atraparnos, seducirnos. El ve, él es un psicólogo consumado, y por eso es que nosotros tenemos que pedirle al Señor que nos ilumine cada día y nos dé entendimiento y honestidad para reconocer cuáles son las áreas en nosotros que nos pueden llevar a la autodestrucción, al pecado, a hacer las cosas que no debemos hacer, que no queremos hacer. Todos tenemos algo en nosotros, déjenme decirle “no hay nadie”. Quizás yo solamente pero aparte de eso no hay nadie más.

OK. Todos la tenemos, hermanos, y parte de la sabiduría de un hombre o una mujer es saber que siempre vamos a estar luchando con eso. Y no es que Dios no sea poderoso, no es que su espíritu no sea lo suficientemente…. Es que Dios obra en maneras extrañas. Y muchas veces él escoge no destruir completamente eso que hay en nosotros, porque es como un contrincante benévolo. Un contrincante benévolo que Dios permite que esté allí como para ser nuestro entrenador. Para boxear con nosotros y enseñarnos la guerra.

Sabes que muchas veces dice, hay un pasaje interesante, se me dio la introducción solamente pero está bien, que sea parte de la… ¿Sabes que Dios dice? La Biblia dice, en el Antiguo Testamento, Dios no quitó originalmente las tribus enemigas de la tierra prometida ¿por qué? Para que los judíos aprendieran la guerra. ¿Está ahí o no? Yo no me estoy inventando eso. Él dejó tribus enemigas para que los hebreos se entrenaran en la guerra y fueran gente fuerte y pudieran defender su tierra.

Y sabes que muchas veces Dios permite, hay contrincantes en nosotros, luchas en nosotros. Decimos “Señor, sácame esto, quítame esto”. Y batallamos y peleamos. Y dice “no, basta de mis gracias”. Porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Como le digo a Pablo. “Señor, líbrame de este aguijón”. Pablo lo llama un mensajero de Satanás, imagínense. No solamente nuestro esposo el mensajero de Satanás a veces hay mensajeros que vienen también de otras maneras, no.

Hay un mensajero de Satanás, dice, para que me abofetee. Como para que mantuviera a Pablo humillado y le recordaba “tú eres un mero hombre”. Sí. Tuviste grandes revelaciones, fuiste al tercer cielo, oíste cosas que no le son dadas a nadie, ni siquiera revelar. Pero después de todo, tú eres un hombre, y tienes que tener misericordia y tienes que venir ante mí y buscar mi gracia todos los días.

A veces Dios permite cosas en nosotros para que no nos envanezcamos demasiado, para que aprendamos misericordia hacia los demás, para que seamos pastorales en nuestra forma de tratar a los demás. Muchas razones.

Pero entonces, esas cosas van a estar en nosotros, esos aguijones van a estar en ti, van a estar en mí. Y por alguna razón misteriosa, Dios no los va a quitar pero es importante que tú sepas cuáles son y conozcas su nombre y dirección y que tú siempre te tomes una píldora de autodisciplina y de gracias del Señor y que estés bien alerta, y que le pidas al Señor introspección y capacidad para entender esas cosas y que te guardes a ti mismo.

Y si tú tienes un área débil, mira, huye de esas áreas y mantente, sabe cómo desarrollas defensas contra esa área. Yo decía “si usted ha sido alcohólico, no se mude encima de una licorería, no”. Si usted le gusta el helado, no llene su refrigerador de helado, no compre helado. Si le gusta demasiado la comida, compre platos chiquitos, lo que sea, pero el caso es que tenemos que entender cómo hacerle la guerra a esas áreas de nuestras vidas que nos están haciendo daño y desarrollar, pedirle al Espíritu Santo que nos dé sabiduría, y sabe que en ese proceso de aprender cómo batallar esas áreas de nuestra vida, nosotros crecemos, nos hacemos fuertes.

Malas compañías, malas conversaciones, malas lecturas. Si usted sufre de una testosterona sobreabundante, no vea películas excitantes. Es más, no las vea, punto, sufra o no, de malas inclinaciones. No las vea. Pero usted tiene entonces que tener especial cuidado de cosas que lo puedan inducir a una vida mental o una práctica indebida. Tenemos que tener cuidado. Y todas esas cosas Dios las usa entonces para que aprendamos prudencia, sabiduría, introspección, capacidad pastoral para aconsejar a otros, etc. Pero definitivamente están allí.

Y por eso que Santiago habla de que cuando de nuestra propia concupiscencia, nuestra propia pecaminosidad, podríamos decir, vuestra propia imperfección, nuestra propia constitución interna, las fallas estructurales que tenemos en nuestro carácter, en nuestra psiquis, en nuestra personalidad. Llámenlo lo que usted quiera. La tentación viene cuando el enemigo aprieta ese botoncito que está ahí en ustedes. Y a veces algunos tenemos no uno sino tenemos todo un panel lleno de botoncitos con luces amarillas, rojas y verdes, flashing para que el enemigo las pueda ver y las apriete cuando él quiera, toque unas sinfonías demoníacas con las lucecitas.

Cuando en su propia concupiscencia es atraído y seducido, la presión por la que él es atraído y seducido es la idea de por ejemplo, en proverbios está la idea de cuando un joven va caminando por la calle y viene una mujer sexual, una prostituta y comienza a decirle “Vamos a mi casa, tengo allá un cafecito que me mandaron de Puerto Rico que tiene un sabor riquísimo y un postre que hice para ti específicamente, vamos allá, vamos a ver televisión, vamos a oír buena música tengo un último cd de Julio Iglesias y yo sé que lo vamos a pasar muy bien”. Y ese joven, el pobre que iba a trabajar por las mañanas, termina en la casa de ella atraído y seducido. Entonces por eso es que la tentación muchas veces es eso, es seducción. El enemigo es el gran seductor. Nos atrae. Usa esas cuerdas que están en nosotros.

Y entonces fíjense que es el proceso, ahí está el proceso de la tentación. Él da unos cinco pasos. Primero es de nuestra propia concupiscencia, hay algo en nosotros. Entonces, dice, entonces la concupiscencia, después que ha concebido, fíjense, la concupiscencia atrae, nos atrae y seduce. Después, hay una, la concupiscencia concibe. Número tres, da a luz el pecado. Y el pecado, número cuatro, siendo consumado, número cuatro, da a luz la muerte. Entonces concupiscencia en nosotros, concepción, dar a luz, entonces consumación del pecado, y da a luz la muerte. Entonces lo primero es eso, está en nosotros. Segundo, ha concebido. ¿Qué quiere decir para mí concebir? Después que ha concebido. Él lo da, es casi como un parto. De un parto.

¿Qué es lo equivalente, digamos, en el proceso de la tentación a concebir? Yo creo que es cuando, digamos, mira, el diablo puede tirarte una tentación, viene a tu mente. Si tú rápidamente apartas la mirada o renuncias a ella. Pero muchos de nosotros ¿Qué es lo que hacemos que nos quedamos ahí? No. Nos quedamos fantaseando, pensando en eso, sea lo que sea. Sea lo que sea. Un buen vestido en Marshall’s y no tenemos dinero ni siquiera para pagar la renta, y estamos pensando, lo vimos, nos vamos a la casa, pero guau, ese vestidito qué lindo quedaría con estos aretes.

Y usted va allí y está pensando, pensando en el bendito vestido ese. Y llega un momento como que ¡bam!, se desprende de usted, “lo voy a comprar, no importa, no voy a decir nada a mi marido pero yo tengo que tener ese vestido.” Se le plasmó, se le pegó la raíz, llega un momento, yo creo que en toda tentación, en toda situación, en que uno como que se ahínca a eso. Pasó de ser un mero pensamiento a ser ya es como una presencia en usted. Y ya se convierte en algo bastante concreto.

Nosotros tenemos que tener mucho cuidado al decir “Señor ayúdame”, porque sabe que si nosotros somos lo suficientemente honestos con nosotros mismos y atentos, vamos a discernir esos pasos. Lo que pasa es que nos hacemos de cuenta que no lo vimos. Pero hay una foto ahí grabada que un día se la va a enseñar el Señor allí arriba en el cielo que “oh, yo no sabía, me encontré haciendo, sin darme cuenta”. Mira, aquí está, esta es la foto de tu cerebro cuando digo “ahora lo voy a hacer”. No me digas que no.

Entonces yo creo que hay muchas veces, por eso yo creo que el mejor momento para huir de la situación es cuando está fresca todavía. Cuando el enemigo está simplemente tratando de seducirnos. En ese momento trate de apartar la mirada, quite el pensamiento, ponga un cassette de Marcos Witt, lo que sea, pero haga algo y no esté allí meditando y obsesionando sobre eso. Es como la nieve. ¿Cuál es el mejor momento de palear nieve? Cuando cayó. Porque después ¿qué pasa? ¿Sí o no? Mi espalda le puede decir mil veces lo que pasa. Después que la gente comienza a pisar la nieve y a caminar sobre ella, dime…

Después que esa nieve está apretada y se pegó al cemento, usted necesita una antorcha de fuego para sacarla de allí. Mejor desde que cayó y está fresquecita, vaya dos o tres veces y palee lo que pueda pero no la deje que se pegue. Y eso pasa, el mejor momento es cuando está fresco, superficial, porque después que ha concebido, después que se ha pegado, ya es muy difícil que se salga de nosotros.

Señor, dame discernimiento para entender eso. Entonces el tercer proceso que dice aquí Santiago es que entonces cuando ha concebido, tarde o temprano da a luz el pecado ¿Qué pasa? Después que tú ya te fijaste eso y echó raíz en ti, generalmente va a dar a luz es cuando ya es realizado, cuando ya tu pasaste de mera fantasía, obsesión, pensamiento, visitarlo, imaginarlo, ensayarlo en tu mente, tú pasas a llevarlo a cabo. Entonces da a luz, ya el bebé está afuera, ya no puedes decir nada, ya está ahí, visible.

Y eso es lo que pasa entonces ¿qué pasa? Esa es la tercera cosa, ya cuando sucede, hicimos lo que hicimos, cualquier cosa, hermano, hay tantas maneras, no tienen que ser cosas malas, obviamente pecaminosas, pero esa es la forma. Y usted como que tiene como que entender ese proceso, decir ¿dónde estoy en el proceso? ¿Qué puedo hacer en este punto? Y usted, medir, y entonces tomar acción enseguida. Porque usted, no “oh, Señor, sáname, quítame esto, dame amnesia”. No. No es tan fácil. Brega tu con las armas y los recursos que yo te he dado, las herramientas de mi palabra, de la oración, y otras cosas. Sé honesto contigo mismo.

Entonces, da a luz el pecado. Y el pecado siendo consumado, es decir, llegando a su máxima manifestación, su plenitud de manifestación, ya, y muchas veces lo que hacemos entonces es que nos metemos en él y nos regodeamos en él. Y lo perfeccionamos casi. Siendo consumado, da a luz la muerte. Es el último resultado. Porque todo pecado lleva a la muerte, de una manera u otra. Puede ser la muerte de tu inocencia, puede ser la muerte de tu relación con Dios, puede que Dios la resucite. Pero ¿Qué pasa? Cuando nosotros hemos pecado, como Adán y Eva, algo se rompe. Hay una comunión que se rompe.

¿Por qué Adán y Eva se escondieron y se pusieron ropas de hojas? Porque algo en ellos, conciencia, les dio a entender, ya no es lo mismo. Ya no es ese Dios venir y visitarnos y conversar con él y esa perfecta comunión. Ya una sombra se posó sobre tu mente, sobre tu psiquis, y ya tú sabes que hay algo dentro de ti que te impide disfrutar plenamente tu comunión con Dios. Hay muerte. A veces puede ser muerte literal. ¿Por qué la muerte está en el mundo? Porque el pecado de nuestros padres originales, el pecado siempre conduce a la muerte. La paga del pecado, dice el apóstol Pablo, es muerte. Más la dádiva de Dios es vida en Cristo Jesús.

Todo pecado conduce a algún tipo de muerte, puede ser muerte en tu relación con tu esposa, tu esposo, muerte en tu relación con Dios. Muchas veces puede ser muerte eterna, cuando una persona practica el pecado y se olvida de buscar restauración y sanidad, y no se arrepiente. Pero siempre el pecado tiene algún tipo de muerte. Olvídense. Nunca va a ver la frescura de una planta, fresca, virgen, bonita y bien irrigada, sino que algo se marchita dentro de nosotros. Por eso Santiago dice “El pecado siendo consumado da a luz la muerte”. Esa es la radiografía del pecado.

Pero él no termina (perdón y yo sé que me extendí un poquito) pero él no termina en una nota negativa sino dice “Amados hermanos míos, no erréis, toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Él de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad. Para que seamos primicias de sus criaturas. Santiago termina con una nota positiva. Ese Dios que a veces acusamos de ser el origen de nuestro pecado. No.

Él no es, al contrario, lo único que Dios da es todo don perfecto, toda buena dádiva, él es el origen de la bendición, la luz, el gozo, la virtud, el fruto del Espíritu Santo, y él no cambia, ese es su carácter, no es como que un día él se levantó de mal humor y decidió meterte en una situación difícil o que no quiere que tú entres al reino de Dios o que se arrepintió de haberte llamado. No. El siempre es el mismo. Dios todo es sí y Amén, dice la palabra. Y su único deseo es que nosotros ganemos la victoria, que entremos a la vida eterna. Dios está comprometido con nosotros para que vivamos una vida bendecida. Dios quiere eso de nosotros.

Y nosotros tenemos que, no tanto acusar al diablo como llenarnos de Dios. Tanta gente le echa la culpa al diablo todo el tiempo. Mira, llénate de Dios. Alguien ha dicho que en vez de maldecir la oscuridad, prenda una luz. Lo que tenemos que hacer, Señor, ayúdame a estar tan lleno de ti y a vivir tan cerca de ti, en tu palabra, en la alabanza, en la meditación en ti, en buscar más y más de las cosas buenas de tu reino, que no haya lugar en mí para que el diablo pueda hacer lo que él quiera, porque es el Dios que nosotros tenemos.

Entonces Santiago nos invita a quitar la mirada del pecado del diablo o de un Dios neurótico que quiere hacernos daño y ponerla sobre un Dios virtuoso, amoroso, que es la fuente de toda bondad, de toda virtud, de toda cosa buena, de todo buen pensamiento, de toda buena inclinación. Es el Dios que de su voluntad nos hizo nacer, por la palabra de verdad, para que seamos primicia de sus criaturas. Él termina con una nota tan linda. “Dios quiere que nosotros seamos primicias de sus criaturas”. Lo que quiere es que tú brilles. Dios quiere que tú seas un hombre o una mujer virtuosa, un consejero, un pastor de almas, un hombre logrado en el espíritu. Quiere que tú seas lo mejor de lo mejor. Y esa es la visión de Dios.

Él termina entonces tornando nuestra mirada de una persona que cae, peca, ofende a Dios, a una persona llena del Espíritu Santo, virtuosa, crédito para el reino de Dios y que trae gozo al corazón de Dios. Qué linda, ¿no? Como él cambia las cosas. Entonces ahí usted tiene, hermano, ese llamado de Dios a esa vida virtuosa y a saber que eso es una lucha continúa, vamos a tener esa lucha hasta que partamos de este mundo y Cristo venga. Pero gloria a Dios que tenemos un Dios comprometido, danos la victoria, siempre, por medio de Cristo Jesús, Amén, la victoria es tuya. Dios está comprometido contigo, y todos sus dones, todo el poder de su espíritu está diseñado para que tú llegues a la victoria.

Lo que Dios le quitó al diablo era esa autoridad que él tenía sobre la humanidad. Le quitó esa dictadura, ahora en Cristo es un nosotros no somos esclavos del pecado ya. El pecado no es algo inevitable porque Dios se ha comprometido. Ese Dios bueno está comprometido a que tú llegues a la meta siempre. Usa de sus dones, usa de sus recursos, usa de sus armas. Toma la armadura de Cristo. Y eso te va a dar poder sobre toda situación en tu vida. Ven. Que Dios nos ayude, que nos dé la victoria siempre.

Vamos a ponernos de pie, en este momento, pedirle al Señor ahí un segundo que te dé sabiduría, cuáles son las áreas de tu vida que necesitan ser tratadas por Dios. Nombra algo en tu vida, en mi vida, ahora mismo, tengo que hacer lo mismo, y decirle al Espíritu Santo, examíname, oh Dios, y conoce mi corazón. Pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino de perversidad. Y guíame por el camino eterno. Señor, si hay algo en mí, si hay algo en nosotros que te ofende, que nos incline hacia el pecado, que le da un agarre al enemigo, en esta noche te pedimos, Señor, sánanos, tócanos, ilumínanos, danos sabiduría. Padre, instala tu fuerza dentro de nosotros, dominio propio te pedimos, padre.

Te pedimos Señor, autoridad sobre las inclinaciones, los apetitos que nos llevan a ofenderte, Padre. Danos un corazón de virtud, de amor, sánanos y purifícanos. Oh, Señor, de nuevo como dice el salmista, purifícame, conoce mi corazón, Señor, contra ti, contra ti solo hemos pecado y hecho lo malo delante de ti para que sea reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio. Sánanos, límpianos, purifícame, Señor, purifícanos. Llévanos a esas aguas limpias, a beber de tus aguas, Señor, porque sólo tú, Dios, eres la fuente de toda virtud, de toda cosa buena.

Danos una iglesia, Padre, limpia, Señor, cada día que esta iglesia pueda reflejar más y más los valores de tu reino. Valores de santidad, de pureza, sencillez de corazón, Padre. Actitudes como las de Cristo, haznos inocentes, Señor, como niños. Oh, Dios, ten misericordia, perdónanos y ayúdanos, Padre. Lávanos, límpianos, purifícanos, Señor, y llévanos a esa postura de santidad que hay en Cristo, Jesús. Te alabamos esta noche, Padre, te bendecimos. Gracias, Espíritu Santo, gracias Señor, gracias Padre. Y nosotros decimos Amén. Dios les bendiga.