Romanos 8

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Vamos a la palabra del Señor, al Capítulo 8 de la Carta a los Romanos y animo también, bueno, doy una bienvenido a nuestros hermanos que nos visitan en esta mañana también, como Gregory hizo, añado mi propia palabra de bienvenida. Nos gozamos de tenerles a todos ustedes.

We welcome you this morning if you’re visiting us, and we hope that you feel right at home with us.

Esperamos que se sientan a gusto y les recordamos que siempre tenemos un pequeño refrigerio, una recepción sencilla al final del servicio al lado del elevador, donde usted puede pasar por allí y conocer a alguno de los hermanos sonrientes del ministerio de hospitalidad. Así que les invitamos a ser parte. Pase por allá, sin timidez alguna. No le vamos a cobrar, no le vamos a pedirle su tarjeta Visa ni nada por el estilo. Queremos, sobre todo, saludarles y dejarles saber cuán contentos estamos de tenerles con nosotros.

Capítulo 8 de la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos. ¿ Por qué decimos ‘carta’? Estoy pensando ahora en los hermanos que no conocen mucho de la Biblia. Carta porque el Apóstol Pablo les escribió muchas veces a sus iglesias, las cuales él había fundado, como tratados, escrituras donde les explicaba aspectos de la vida cristiana. No eran en sí cartas personales, aunque incluían elementos personales, pero eran más bien cartas de instrucción para como ellos debían educarse en la fe cristiana.

Entonces estamos estudiando la carta o epístola a los Romanos, es decir, esos cristianos que vivían en Roma, tanto judíos convertidos al Evangelio como también de otras naciones, incluyendo romanos que se habían convertido al Evangelio. La hermosa carta del Apóstol Pablo a los Romanos tiene que ver con la salvación y su naturaleza. El énfasis es que la salvación es por misericordia de Dios, por amor de Dios, por gracia, no por obras que nosotros hagamos, es que somos salvos.

Entonces, en el Capítulo 8, interesantemente de paso, antes de leer, ustedes recordarán que hace ya varios meses yo comencé, en realidad, y prediqué unos tres sermones basados en el Capítulo 8 de Romanos. Mi intención cuando comencé a predicar era simplemente quedarme ahí, predicar sobre un maravilloso Capítulo, una vez y se tornó en tres sermones. Y de ahí nació la idea, guau, por qué no predicar sobre la carta a los Romanos. Yo, generalmente no he predicado un libro, y guau, me metí en gran aprieto porque Romanos es una carta muy sustanciosa y muy profunda y compleja. Así que lo que hice fue que entonces como que comencé en el medio y volví hacia el principio y ahora, unos 3, 4, ó 5 meses después estoy en el Capítulo 8 donde comencé.

Pero si usted es como yo, que no me acuerdo que ni siquiera de lo que yo prediqué el domingo pasado, quiero simplemente a la luz de todo lo que hemos leído y aprendido, ahora visitar el Capítulo 8 de nuevo, para que lo podamos apreciar mejor. Yo mismo aprecio mucho más ahora el Capítulo 8 de Romanos, después de haberme obligado a estudiar más profundamente los Capítulos anteriores. Porque, de nuevo, la Biblia es total, no.... es un sistema y cada cosa depende de la otra. Si usted conoce la totalidad, nunca la conoceremos totalmente, pero si usted conoce lo esencial puede apreciar mejor las demás partes.

Aquí en el Capítulo 8, versículo 1, no voy a leer todo el Capítulo, Pablo dice:

“Ahora pues, -recuerde siempre, ese ‘pues’ indica ¿qué?, que está conectado a algo que acaba de escribirse antes- .... Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús...” Diga amen. Qué bueno eso, ¿verdad?

“.... los que no andan conforme a la carne sino conforme al espíritu porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu...”

Vamos a terminar ahí porque esto es simplemente un pasaje representativo de todo lo demás que hay en el Capítulo. Recuerden que en el Capítulo 7 el Apóstol Pablo ha desarrollado ese pensamiento de que la ley es simplemente, aunque es buena en su contenido, es decir, la ley judía, los mandamientos de Dios, aunque son buenos, pero en realidad no son capaces de justificar al hombre, al contrario lo único que consiguen hacer es dos cosas: 1) señalar la incapacidad del hombre para salvarse por medio de la obediencia a los mandamientos, porque todos pecamos, todos caemos, todos fallamos, todos violamos la ley de Dios. Y lo único que podría entrarnos al Reino de Dios, si fuera por nuestras propias obras, sería una vida perfecta, lo cual ningún ser humano es capaz de llevar a cabo. Entonces, por lo tanto la ley solamente sirve como para señalarnos, tu no te puedes salvar por tus propias buenas obras.

En segundo lugar, dice Pablo, extrañamente la ley, o los mandamientos sirven muchas veces para exacerbar e intensificar la tendencia a pecar en nosotros. ¿Por qué? Porque lo prohibido, como yo decía el domingo pasado, siempre tiende a ejercer fascinación sobre los seres humanos y cuando se dice, ‘no hagas esto’, es como que ¡guau! La carne dice, ah, lo quiero hacer para ver cómo se siente. ¿No? Hay una fascinación con lo prohibido, con lo pecaminoso, lo escondido, lo oculto en el ser humano.

Mientras más tabúes hay alrededor de un comportamiento, más apetitoso, más atractivo se hace. Entonces, en un sentido, mientras más mandamientos Dios les da a la gente, como que en vez de ayudarlos, lo que hace es que los hace tropezar y precisamente esa era la intención de Dios.

Ahora, de nuevo, ¿por qué eso? Y Pablo en el Capítulo 7, en la segunda parte, la parte final del Capítulo 7, habla de sí mismo, de su drama que es representativo del drama de todo ser humano. ¿Por qué? Porque hay en nosotros como una tendencia a violar la ley de Dios. Es como que hay una ley secreta dentro de nosotros, hay una dimensión que por una parte, nosotros queremos hacer el bien, queremos obedecer a Dios, queremos ser buenos, queremos portarnos bien, pero hay otra ley dentro de nosotros que nos lleva irremisiblemente al pecado, y cuando vamos a ver, ya violamos la ley de Dios y nos caemos y sufrimos, pero ya es muy tarde. Esa es la naturaleza humana, y todo eso que él dice en el Capítulo 7, por ejemplo:

“... así que queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley, que el mal es mi. Miserable de mi, dice en versículo 24, Capítulo 7, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?....”

Y es por eso que la ley no puede salvar al hombre. El mandamiento, la religión, los mandamientos morales, no son suficientes para que nosotros podamos tener paz con Dios. Tenía que venir alguien que pagara la deuda que nosotros hemos contraído. Nuestra insuficiencia tenía que ser cubierta por algo o por alguien y esa persona es Cristo Jesús. Él pagó el precio de nuestra insuficiencia. Él asumió como una forma de carne que tenía que ser crucificada, matada y él subió a la cruz, y en su carne, en su cuerpo, él pagó todas las deudas de todos nosotros. Amen. Eso es lo que dice el Capítulo 7.

Entonces, por eso en el Capítulo 8, fíjese. En el Capítulo 7 Pablo termina con un tono bien frustrado, “.... miserable de mi, ¿quién me librará de este cuerpo de muerto porque estoy atado al pecado?...”

Pero entonces en el Capítulo 8, el Capítulo 8 está diseñado para consolarnos, para aquietarnos, para asegurarnos, para decirte, mira, es cierto, tu eres un sinvergüenza, pero ¿sabes qué? Hay una solución a tu problema. Por eso Pablo dice: “... ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.”

En otras palabras, una vez que hemos admitido que hemos fallado, que hemos pecado, que hemos ofendido a Dios podemos estar tranquilos porque si yo estoy en Cristo Jesús, si yo he recibido a Jesús como mi Señor y salvador, si yo lo he aceptado a él como mi propiciación por el pecado, Dios dice, no te preocupes, yo estoy bien contigo. Para ti no hay condenación, no hay pena de muerte, no hay cárcel porque yo te he perdonado a través de mi hijo Jesucristo. ¡Qué maravillosa seguridad es esa!

Ahora, estar en Cristo, es algo bien complejo. ¿Qué quiere decir ‘estar en Cristo’? Bueno, él añade aquí “.... los que no andan conforme a la carne sino conforme al espíritu...”

En el Capítulo 8 va a haber una insistencia muy grande entre vivir en la carne y vivir en el espíritu. ¿Cómo tu sabes si estás en Cristo? Por tus prioridades y por dónde está tu mente y dónde están tus intereses y dónde está el énfasis de tu vida. Estar en Cristo quiere decir que ya el mundo material, el tiempo y el espacio, las cosas de esta vida no son tan importantes para ti como lo eran antes. Y un cristiano maduro, un cristiano que está en el espíritu se puede medir por cuánta atención le da a las cosas, los afanes de la vida, y cuánta atención le da a las cosas del espíritu.

Por eso es que Pablo dice, “los que no andan conforme a la carne sino conforme al espíritu...” En el versículo 5 él continúa aclarando eso de que, ¿qué es caminar en la carne? Dice: “..... porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne, pero los que son del espíritu en las cosas del espíritu, porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz....”

La persona que verdaderamente ha tenido un encuentro profundo con Jesús y que ahora vive por el espíritu y en el espíritu de Jesucristo, es una persona que idealmente ya vive aquí en la tierra, bueno, porque no le queda más nada, pero sabe que es un peregrino y extranjero camino a la patria celestial. Está aquí en la tierra de paso.

Por eso el Apóstol Pablo, si usted lee en la Epístola a los Filipenses, se encuentra en esa epístola, encarcelado, posiblemente no sabe si va a salir de la cárcel, porque lo van a ejecutar posiblemente, pero él dice ¿saben qué, hermanos ? Yo, si me matan, ¿saben qué? Mejor para mi porque me voy con Cristo. Y ya lo que yo vivo en la tierra, dice Pablo, lo vivo simplemente porque soy útil a la causa del Evangelio, pero en realidad, a mi me gustaría morir porque yo se que morir en Cristo es mucho mejor, porque es estar en el espíritu, es estar en Cristo Jesús. Y eso es lo que le permitía a Pablo mirar con gran ecuanimidad la posibilidad de ser ejecutado, y de estar en la cárcel y de pasar por todos los sinsabores del ministerio, es porque ya a él no le importaba tanto las cosas de este mundo.

Y, para mi, Pablo significa eso. En otro pasaje dice que “para mi el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Dice también que “....vuestra vida está escondida en Cristo Jesús”. Dice que “ya no sois de vosotros sino que sois de otro”.

¿Cuántos aquí podemos decir....? No levante la mano, que verdaderamente vivimos ya para la eternidad, vivimos para Cristo, que ya lo que nos importa es avanzar el Reino de Dios, que decimos, bueno, mira, ya mis talentos, mis dones, mi tiempo, mi cuerpo, mi dinero, todo que sea para el Señor, que sea para el Reino de Dios; me voy a quedar con lo que yo pueda, voy a vivir, voy a disfrutar en lo que yo pueda pero si hay una necesidad en el Reino de Dios yo voy a decir presente. Amen, porque eso es lo que más me importa.

¿Cuántos de nosotros podemos vivir así? Porque es lo único que garantiza que podemos estar verdaderamente llenos del poder de Dios y poder disfrutar de los recursos del Espíritu Santo.

Dice el versículo 9, “.... más vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el espíritu de Dios mora en vosotros, y si alguno no tiene el espíritu de Cristo no es de él, pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia..”

Tenemos que pedirle al Señor, Padre, cada día, ayúdame a vivir más para ti y para tus caminos, para tu reino, que mis prioridades estén siempre en la patria celestial. Eso es lo que quiere decir morir en Cristo, morir a la carne, morir al pecado, morir a la ley.

La persona que vive así, Dios dice, yo estoy contento contigo. Yo te apruebo, no hay condenación para ti, no hay ira para ti. Tu te has escapado de esa condenación que le espera a los que no conocen a Dios.

Es decir, ya cuando tu has dado tu prioridad al Señor, y has puesto tu corazón en las cosas del espíritu, tu estás bendecido, estás libre de condenación. Así que uno de los beneficios de vivir en el espíritu es libres de condenación.

Entonces, en la segunda parte, en el Capítulo, ahí mismo, en ese Capítulo, en el versículo 14 dice, aquí entra otra sección del Capítulo, dice: “.... porque todos los que son guiados por el espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios....”

Aquí se introduce una idea importante y es que cuando tu mueres a la carne, cuando tu mueres al mundo, mueres no solamente a la religión muerta, a la condenación del pecado, a todas estas cosas, sino que ahora tu recibes una condición nueva. Antes tu eras un hijo de ira, un carne de cañón, te esperaba la condenación al final de tu vida. Ahora, ¿sabes qué? Tu recibes una nueva condición, un nuevo título que es hijo de Dios o hija de Dios.

¿Qué dice el Apóstol Juan en su primer Capítulo en el Evangelio según San Juan? Dice: “a todos los que creyeron en él, los que le recibieron les fue dada potestad de ser hechos ¿qué? hijos de Dios....”

Tu pasas de ser un bastardo o un esclavo de la carne y del pecado a ser un hijo adoptivo del Reino de Dios. Dios te adopta ahora como su hijo, te llama hijo. Ya no te llama esclavo o rechazado.

Entonces eso es maravilloso, ¿no? Dice, “.... pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor....”

La persona que vive pura religión y religiosidad es una persona que no ha conocido el gozo del Señor, el gozo del espíritu. Siempre está afanado, tratando de agradar a Dios, de hacer algo que lo haga acepto delante de Dios. Y Pablo dice, ¿sabes qué? Cuando tu recibes espíritu dentro de ti, esa confirmación de que tu eres un hijo de Dios, eso te da libertad, te da confianza, te da seguridad.

Hay otro pasaje donde él dice, “...donde está el amor, no hay temor, porque el perfecto amor echa fuera el temor...”

Cuando uno sabe que está bien con Dios, uno puede estar tranquilo, uno puede dormir tranquilo, uno puede mirar a la muerte con ecuanimidad. Hay mucha gente que no quieren morirse, ¿saben? Y piensan en la muerte y comienzan a temblar y a sudar, tienen miedo a morir.

Yo creo que el cristiano no le tiene miedo a la muerte, no vive en temor, porque ya sabe que todo está bien con Dios y cuando parte de aquí entra a la patria celestial, entra a una vida completamente mucho mejor. Eso es lo que nos permite mirar a la muerte con ecuanimidad y reírnosle en la cara.

Como dice Pablo, ¿dónde está, oh, muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Se la quitaron. Le quitaron las garras, las uñas a la muerte. No vivimos en temor porque estamos bien con Dios, por eso ya no somos esclavos tampoco de los mandamientos y la religión sino que estamos libres en el Señor.

Dice, “... habéis recibido el espíritu de adopción, -versículo 15- por el cual clamamos, Aba,...”

Yo he oído, cuando estuve en Israel hace unos meses, oía a los muchachitos, podía distinguir por lo menos esa palabra, Aba, hablándole a su papá. Quiere decir como papi, papito. Para un judío decirlo a Dios ‘Papito’, eso era imposible, porque la idea que tenían los judíos de Dios era el Dios este que hacía temblar los montes, el Dios que vio Moisés, ¿no? Fuego, azufre, rayos y centellas y temblores y truenos. Y ese era el concepto que tenía el hebreo de Dios. Cristo cambió ese concepto y ahora podemos acercarnos confiadamente al Padre, podemos subirnos sobre sus rodillas y besarlo y pegarnos a él porque él nos ha adoptado, nos ha recibido como su Padre.

Hay una famosa fotografía de John F. Kennedy, el conocido presidente de EEUU, en su gran oficina presidencial, reuniéndose con un grupo de grandes dignatarios, y ahí estaban sus dos hijos, chiquititos, metiéndose y jugando en la oficina con él, y esa foto se hizo famosa en todo el mundo, porque fue como una escena familiar dándose en un ambiente muy oficial y muy grandioso, ¿no? Estos niñitos entrando al despacho del presidente de EEUU, pero que también era su papá. Gloria a Dios.

¿Sabe qué? Usted puede venir confiadamente al trono de Dios. Usted puede decirle a los ángeles, excúseme, y a los arcángeles, perdónenme que tengo que hablar con mi Papá. ¡Aleluya! Diga gloria a Dios. Amen.

¿Por qué? Porque hemos recibido el espíritu de adopción. Tenemos un título que dice hijo de Dios, hija de Dios, ya no hay esclavitud, no hay condenación para nosotros, hemos recibido un título de adoptados. Es decir, ese es el segundo elemento, ¿no? Primero, no hay condenación, puedes estar tranquilo, puedes estar seguro. No hay muerte para ti tampoco, porque Dios te ha dado vida por medio del espíritu de Cristo, pero tampoco hay esclavitud, porque tu eres ahora hijo del Rey y un hijo no puede ser esclavo.

En el versículo 16 dice: “... el espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios...”

Ahí está la cosa. Yo espero, hermano, que tu puedas escuchar esa voz dentro de ti, del Espíritu Santo que te dice, hija, hijo, eres adoptado, el diablo no puede venir a condenarte y a acusarte porque ya el Señor te hizo libre. No permitas que Satanás o que tu misma mala conciencia por obras hechas en el pasado, o lo que sea, te haga pensar que tu no eres un hijo de Dios. Tu eres un hijo de Dios mientras tu desees ser hijo de Dios en Cristo Jesús, eres un hijo de Dios.

Hablaba con una persona de aquí de la congregación, no se si está aquí, no estoy revelando ninguna confidencia, esta semana, y peleando con este hermano querido que ama al Señor para que crea que él es un hijo de Dios, que no hay demonio que pueda apartarlo de la gracia de Jesús, que él no es un ser corrupto, que él no es un ser despreciable, que él no es una persona endemoniada porque si hay en él impulsos de querer al Señor, y temor de no agradarlo, eso quiere decir que el Espíritu Santo le está diciendo, Yo estoy dentro de ti. Porque si él estuviera cómodo con el pecado y no tuviera ningún tipo de duda, entonces si que yo me preocuparía. Pero mientras uno siente deseos de agradar a Dios y se pregunta si estoy agradando a Dios o no, eso quiere decir que el Espíritu Santo está obrando en tu vida.

El espíritu de Dios da testimonio. No permitamos, hermanos, que lo psicológico o lo emocional nos arrebate esa seguridad de confianza. Cuando tu sientas, y si tu eres un hijo de Dios, eres cristiano, has recibido a Cristo como tu Señor y salvador, y sientas un voz dentro de ti diciéndote, Dios no te ama, Dios no te quiere, tu ofendiste al Señor, tu no sirves, etc. Repréndela en el nombre de Jesús porque esa no es la voz del espíritu de Dios. Esa es la voz de su psicología, es la voz de tus emociones, es la voz de tu pasado o es la voz del diablo inclusive, haciéndote dudar.

La seguridad del creyente es por fe, no es por emociones. Amen. Te vas a levantar un día, y tienes un dolor de cabeza, el lunes por la mañana, estás deprimido porque faltan 5 días para que termine la semana, y te vas a sentir un pecador, no sabes si eres salvo, crees que te vas a ir al infierno, no sabes si Dios te ama o no. No te preocupes, pon eso a un lado, di ‘Yo soy una hija de Dios, yo estoy bien’. El espíritu dentro de mi, aunque mi carne y mis emociones lo nieguen, mi espíritu dice, ‘yo soy una hija de Dios porque yo he recibido el espíritu de adopción’. Ok, así que no dudemos de eso.

Es decir, recibimos también espíritu de adopción, ¿sabe qué? Si tu eres hijo es para ti también quiere decir algo maravilloso, que eres también ¿qué? Heredero. Gloria al Señor. No va a ser como en el caso de nosotros que nuestros hijos lo que van a heredar son nuestras deudas. No. Cuando tu heredas con Dios, tu heredas toda la riqueza y todas las bendiciones espirituales, los lugares celestiales, en Cristo Jesús. Ese si que tiene dinero, hermanos. Ese tiene los átomos con que se hace el papel con que se hace el dinero. Imagínese.

Es decir, que lo maravilloso es eso, que tu sabes que tu tienes como hijo de Dios entonces, tu tienes una cuenta de banco que puedes girar en cualquier momento. Tienes bendición de Dios. Tienes recursos en el cielo. Es muy importante que tu y yo entendamos eso. Tenemos una herencia como hijos de Dios.

Mire lo que dice el Apóstol Pablo en Efesios, Capítulo 1, un pasaje al cual siempre me refiero, Pablo ora para que los creyentes sepan, en el Capítulo 1 versículo 18:

“.... para que sepamos cuál es la esperanza que Dios nos ha llamado y cuál es la riqueza de la gloria de su herencia en los santos.”

Tu eres rico. Dile a tu hermano al lado, ‘yo soy rica, yo soy rico’, dile así y créelo en el nombre de Jesús aunque la tarjeta Visa diga lo contrario, pero créelo. Tu eres rico, tu eres rica en el Señor si te atreves a creerlo y a vivir en esa manera, a pedirle al Padre, venir confiadamente. La Biblia dice “... no recibís, porque no pedís...”

Te tienes que mover con esa confianza. Tienes que pedirle al Señor que transforme tu mente de ratón a una mente de león. Amen. Que no vivas pensando ahí en cucharita chiquitita. No, coge el cucharón más grande y sírvete porque tu Padre tiene mucho que darte. Ten confianza en el Señor. Emprende grandes cosas. Mantén grandes sueños. Cultiva grandes visiones. Atrévete a visualizar una vida plena. No pienses en que tus hijos van a ser unos criminales empedernidos. No, piensa va a ser doctores, van a ser médicos, van a ser maestros, van a ser trabajadores sociales. No pienses lo negativo. No estés siempre pensando en truenos y centellas y tormentas. Piensa que Dios tiene buenas cosas para tu vida. Cambia tu manera de pensar y eso cambiará tu manera de vivir. Espera buenas cosas y vendrán buenas cosas a tu vida.

Muchos de nosotros somos como esos aparatitos en los baños diseñados para atraer malos olores y como tenemos malos pensamientos, malas expectativas, atraemos cosas malas continuamente. Nos están pasando, nos chocaron el carro, nos vino una enfermedad, perdimos dinero, lo que sea, ¿por qué? Porque hay en nosotros como una expectativa subconsciente de que algo malo va a pasar. Y si tenemos un momentito en que nos sentimos contento, nos sentimos culpables porque nos sentimos contentos. Así estamos de mal programados.

Y Dios dice, Cambia el programa. Tu eres hijo, no hay condenación para ti. No hay esclavitud para ti. Tu tienes una gran herencia así que mira hacia la vida. Yo creo, hermanos, en eso, la actitud magnética, la actitud, la expectativa de bien que atrae el bien. El sentido de bienestar de que yo soy una hija de Dios. Dite eso de vez en cuando aunque piensen que estás loco en el camino, en la carretera: Yo soy una hija de Dios, yo soy un hijo de Dios. Yo no soy esclavo. Dios me ha dado una herencia. Yo voy a recibir buenas cosas de mi Señor porque ya yo no vivo en la carne, yo vivo para el espíritu y vivo en el espíritu de vida de Cristo Jesús.

Por eso dice aquí, “.... somos herederos –versículo 17- herederos de Dios y coherederos con Cristo....”

Ahora aquí hay una parte que no nos gusta mucho a nosotros, dice “... si es que padecemos juntamente con él...”

 

 

Ahí si que nos apeamos del autobús rápidamente, ¿no? “.... si es que padecemos juntamente con él para que juntamente con él seamos glorificados...”

Recuerden que hay varias ocasiones en que yo les he señalado eso que no todo es solamente bonito, lindo, bueno, dulce, suave en la vida cristiana. Hay también un precio que pagar. Pablo dice que “....yo quiero conocerlo a él y quiero conocerlo en el poder de su resurrección y en el poder de sus padecimientos también...”

Hay que morir en Cristo para poder resucitar en Cristo. Hay que morir a la carne, para poder disfrutar de los beneficios de vivir en el espíritu. Es decir, recuerda eso siempre que van a venir padecimientos a tu vida porque tu te estás identificando con Cristo, así que la misma jornada de Jesús, va a ser también repetida en tu vida. Va a haber momentos en que Dios, para prepararte para lo que viene, va a tener que apretarte un poquito las tuercas aquí y allí. Es como los braces esos que les ponen a los niños para arreglarle los dientes, ¿no? Todos nosotros somos como niños así que tenemos los dientes para afuera cuando entramos al Evangelio. Somos feítos, somos desagradables para Dios y lo primero que Dios hace es que te manda al dentista espiritual. Le dice, pónmeles ahí unos braces y te aprietan y de vez en cuando Dios viene y te aprieta un poquito para que finalmente puedas tener esa sonrisa linda que te va a caracterizar como una hija un hijo de Dios adoptado.

Y así va a pasar, de vez en cuando Dios va a tener que apretarte un poquito las tuercas, ponerte a sufrir un poquito, subirte a la máquina de correr para que pierdas unas cuantas libritas de grasa, para que seas cada día más ‘como Cristo Jesús’. Hay que padecer un poquito.

Hay muchos de nosotros, hermanos, que para poder librarnos de las esclavitudes que tenemos dentro de nosotros carnales, vamos a tener que ser crucificados, vamos a tener que sudar el pecado. No hay forma de que así sea. Pero, mira, sométete a la operación de Dios. Sométete a la cirugía del Espíritu Santo. Cuando salgas de allí vas a salir purificado, bendecido, fortalecido, dándole gracias a Dios porque te sometió a su disciplina. No temas. Dile, Padre, yo necesito sudar este pecado. Méteme en tu horno, pero asegúrate de que no salga demasiado tostado tampoco, ok.

Pero no le temas a Dios. Entrégate al Señor y pídele que haga su obra en tu vida, y él lo va a hacer. Porque te tienes que identificar de vez en cuando con los padecimientos de Jesús para que tu puedas llegar a ser como Cristo.

Recuerda que tenemos que pasar por el mismo proceso. Cristo fue crucificado y Dios lo levantó. Asimismo, al tu ser crucificado, Dios te levantará también. Dios sabe lo que tu necesitas. Sométete a la disciplina del Padre. Dile, Señor, trátame porque yo quiero ser glorificado juntamente con Cristo Jesús.

Esa idea de ser glorificado como que toca la mente del Apóstol y lo entra en otra sección de este Capítulo 8 que comienza en el versículo 18 y es que lo pone a meditar sobre la gloria futura que vamos a recibir porque él como que tropezó con ese concepto de que somos glorificados, y eso le hace hacer una asociación mental con la glorificación del creyente al final de los tiempos.

Entonces, el versículo 18 dice: “....Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse....”

Aquí hay otro elemento más positivo de seguridad que tiene el cristiano que está en Cristo Jesús y es esta idea, hermanos, de que un día nuestros cuerpos van a ser glorificados. Un día vamos a ser redimidos de todo lo malo que hay en este mundo, un día entraremos en una dimensión donde no hay llanto, no hay enfermedad, no hay sufrimientos de ningún tipo, no hay más arrugas, sino que ya Cristo sanó toda lágrima de nosotros.

Aquí en el mundo vamos a padecer de vez en cuando. Ve, porque muchas veces los predicadores nos gusta dejar a la gente bien contenta y le decimos solamente lo bueno del Evangelio. Ahora, Dios no dice que no vas a sufrir en este mundo. Vas a pasar tus aprietos, vas a tener tus problemas. Vas a, de vez en cuando, a fallar en el caminar cristiano, vas a padecer de enfermedades. Pero ¿sabes qué? Dios dice, no te preocupes, un día yo voy a secar toda lágrima de tus ojos.

Eso permite que el creyente pase por los problemas de la vida con más ecuanimidad, con más seguridad. Mientras estamos en el mundo, hermanos, tendremos aflicción. Recuerda eso que el que tu seas cristiano no te exime de pecado, no te exime de sufrimiento, no te exime de enfermedades y dificultades. Pero el diseño del Señor es que un día todo eso termine. Mientras estás aquí lo pasas con alegría, con gozo, porque tu sabes que ya ganaste la victoria. Ningún problema de este mundo tiene poder para quitarte en última instancia el gozo del Señor.

Dice: “... tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera”.

Cuando tu te vas aquí en el mundo sufriendo con diferentes situaciones, piensa en lo que te espera: bendición, vida eterna. Eso es lo que nos permite, por ejemplo, cuando perdemos a nuestros seres queridos sentir paz, a pesar de que sentimos cierto dolor, pero sabemos que están disfrutando de la presencia del Señor, porque no hay comparación. Pensamos en los sufrimientos de nuestros seres queridos aquí, sus limitaciones, sus imperfecciones y cuando miramos hacia adelante los vemos ya redimidos en el Señor, sanos, gozosos, jóvenes, alegres, perfeccionados y eso es también lo que te espera a ti.

Eso es lo que nos da a nosotros confianza y gozo de ser miembros de la familia del Señor. ¿Sabe qué? Ese estado de pasajera imperfección y sufrimiento no es solamente típico de nosotros, los hijos de Dios, sino que aún la creación misma, el mundo en que habitamos está corrompido de igual manera. Nosotros somos como grandes príncipes que estamos ahora obligados a caminar como si fuéramos trabajadores comunes y corrientes, y la creación es igual también. La creación que nosotros habitamos no es la creación que Dios hizo. Es una creación empobrecida. Es una creación que espera el día también de su redención.

Por eso Pablo dice aquí, “.... porque el anhelo ardiente de la creación –versículo 19- es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios, porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad sino por causa del que la sujetó a vanidad en esperanza, porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora....”

¿Entienden hermanos? Por eso es que es tan difícil en este mundo tener una vida perfecta o decir que nos escapamos ilesos de los sufrimientos y los sinsabores de este mundo. Porque estamos en un mundo que inherentemente, inescapablemente es imperfecto y está diseñado para hacernos tropezar y llevarnos algún tipo de sufrimiento. La pobre creación no puede hacer más. Es como pedirle a una persona que no sabe cocinar que te cocine un buen plato de comida. Te va a decir, yo no puedo, no se. La creación no te puede dar nada bueno. La vida humana no puede darte perfección.

Así que mientras tu estés en este mundo sabe que vas a tener problemas, vas a tener dificultades. Es como esos espejos que hay en los parques de diversión que tu te paras delante de ellos, y como están dañados a propósito, te hacen ver más gordito, más chiquito, más flaco. Y tu dices, ese no soy yo. Así mismo es el mundo en que tu habitas. El mundo en que tu habitas es un mundo torcido. Va a haber problemas, vas a tener problemas con tu esposo, tus hijos no van a ser tan perfectos como tu quisieras, los trabajos, cada trabajo va a tener su problema. Olvídate.

Cada matrimonio va a tener su cruz. Cada cuerpo va a tener su grado de incomodidad y de sufrimiento y de imperfección y de enfermedad. Eso es así. Todo lo que este mundo da trae problemas con ello y parte del gozo del cristiano es aprender a vivir con ecuanimidad en medio de esa imperfección. Y la imperfección que nosotros mismos tenemos dentro de nosotros mismos.

Yo creo, de hecho, que un cristiano maduro es un hombre, una mujer que está rodeado de imperfección incluyendo la propia, pero ha desarrollado una actitud llena de gracia, de amor, de misericordia, de paz. Pocas cosas lo molestan, pocas cosas lo sacan de quicio, pocas cosas lo llevan a rebelarse o a protestar o a crear problemas, porque vive ya con su mira puesta en la eternidad. Él sabe que este mundo no ofrece nada, este mundo es un problema y lo vive porque tiene que vivirlo pero su mirada está puesta en ese día en que su vida será redimida, en que el mundo será redimido y él también para entrar en la plenitud de su herencia que tiene en Cristo Jesús.

Dios nos anima, nos llama a descansar en él, porque este mundo está completamente caído, está completamente imperfeccionado. Lo último es los versículos 28 al 37, creo que es, la última sección de este Capítulo 8. He corrido a través de ella porque es mucho, mucho material, donde este es uno de los pasajes más famosos que hay en toda la Escritura, hermanos, donde Pablo termina con una gran, gran declaración de victoria para el cristiano. Esto como que resume todo lo demás. Y termina en realidad la sección teológica de la Epístola a los Romanos, de ahí en adelante Pablo entrará en otros asuntos, pero ahí terminó toda su discusión acerca de la salvación y todo esto y lo que entra más bien es en otro aspecto, dos temas: uno, la elección de Israel y otro la vida que tenemos que vivir como cristianos en nuestro diario comportamiento.

Pero Pablo termina aquí diciendo: “... Y sabemos, -versículo 28- que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados....”

En otras palabras, eso como que lo dice todo. Todo lo que pasa en tu vida, cualquier situación que venga a tu vida, si tu estás en Cristo Jesús yo quiero dejarte saber que todo Dios lo está usando para bendición de tu vida, aunque parezca imposible, porque hay situaciones en nuestra vida que, mira, si nos dicen que esto es para bien de tu vida, le damos una bofetada a cualquiera en ese momento, ¿sabe? Nunca le diga a una persona que está pasando por un trauma, oh, esto para bien tuyo, porque te van a arrancar la cabeza muchas veces. Espera que se le haya pasado el susto y entonces trata de explicarles qué es lo que quiere decir eso.

Pero en realidad, objetivamente hablando, hermanos, nosotros podemos estar tranquilos, si estamos en Cristo Jesús de que Dios se las está arreglando para que toda situación por la cual nosotros pasemos termine obrando para bien, aún las malas intenciones del diablo por hacerte tropezar, aún los errores de tu carne, aún las malas intenciones de tus enemigos, aún las enfermedades que puedan venirle a tu cuerpo, aún los reversos financieros que pueda haber en tu vida, aún los fracasos matrimoniales. Todo, mi hermano, mi hermana, Dios dice, si tu estás en mi Hijo, yo me voy a asegurar que este mundo maligno, perverso, torcido, empobrecido por el pecado trabaje para tu beneficio y para tu bendición.

Por eso es que necesitamos esa perspectiva de Dios, decirle, Padre, cambia mi manera de interpretar los eventos de la vida para que yo siempre pueda ver el fondo dorado que hay en todas mis experiencias. Todo lo que pasa en tu vida, pregúntale a Dios, ¿cómo puedo yo sacarle provecho? Eso es lo que redime los dolores y las tragedias de la vida. Cuando tu estás pasando por un problema, pregúntale, Padre, tu me has dicho a mi que todo lo que pase en mi vida, de alguna manera va a operar para mi bien, ¿qué bien le puedo sacar a esto que ha sucedido en mi vida?

Si es una enfermedad, quizás Dios está permitiendo esa enfermedad para que tu puedas ser más humilde y puedas, en la imperfección que eso trae a tu cuerpo, recordad que después de todo, ¿quiénes somos nosotros? Si es que no quieres envejecerte y que haya arrugas en tu cara o que aumentes un poquito de peso o lo que sea, di ¿cómo puedo ser más humilde a través de esto?

Si es que hay deudas que están creciendo y no sabes cómo pagarlas, di, Señor, ¿cómo puedo yo aprender a malgastar menos mi dinero o a apretar más la economía de mi vida para que yo pueda vivir más dentro de los límites de mis finanzas?

Si es una traición de un amigo, pregúntale al Señor, Padre, ¿cómo puedo yo aprender a depender menos de la gente y a saber que todo ser humano tarde o temprano traiciona, comete un error, obra injustamente y no depender tanto de la amistad de los hombres y depender más de ti?

Si es un problema matrimonial pregúntale al Señor, Padre, ¿cómo puedo yo ser un mejor esposo o una mejor esposa para mi cónyuge? ¿Qué me estás tu diciendo a través de esta dificultad, qué puedo yo cambiar para hacer mejor mi relación matrimonial y cómo puedo yo aprender a vivir más ya para ti y menos para las situaciones humanas?

Cualquier situación, hermanos, cualquier problema, si sacaste una nota mala en el examen, Padre, ¿cómo puedo yo aprender, quizás a estudiar un poquito más o simplemente a saber que aunque ahora fallé, pero que en la próxima tu me vas a dar una mejor nota, y que yo tengo que aprender a confiar en ti y a no darme por vencido cuando las cosas no me van bien en el momento que yo quiero que me vayan bien?

Porque a veces Dios quiere que tu desarrolles paciencia por medio de las pruebas, que desarrolles fe y que digas, no, no me voy a quedar caído. Voy a levantarme y voy a seguir adelante. Porque muchos de nosotros nos damos por vencido demasiado rápido y si algo no nos va bien, ya nos deprimimos y dejamos. Muchos de nosotros tenemos un largo rastro de proyectos comenzados que nunca terminamos, porque nunca desarrollamos persistencia.

Ahora, en Cristo Jesús Dios te dice, mira, cuando tu falles, móntate otra vez en el caballo y sigue adelante, porque yo quiero formar en ti, un hombre, una mujer que sepa mantenerse en las cosas que emprende. Todo lo que pasa en tu vida, Dios lo puede usar para bien, aún ese gran trauma: si fuiste abusada sexualmente, si tus padres te maltrataron, si viviste en pobreza cuando eras niño, si no pudiste estudiar aunque querías, tenías sueño de lograr algo. Todas esas cosas Dios las puede usar para hacer un mejor hombre, una mejor mujer de Dios porque esas cosas te pueden ayudar para ser una mejor consejera, un mejor consejero de alguien, tener más misericordia de los demás.

Hermanos, el que está en Cristo, en otras palabras, no puede perder. El que está en Cristo no puede fracasar porque ya Dios se arregló para que todo redunde para bendición y para bien.

Termino con los versículos 37 al 39 del Capítulo 8, “.... antes en todas estas cosas somos más que vencedores....”

Di, más que vencedor, soy más que vencedor por medio de aquel que nos amó, Cristo Jesús. Todo lo que pueda pasar en tu vida, Dios te hace más que vencedor. Dios te ha hecho hijo, te ha hecho libre, te ha hecho heredero, te ha hecho más que vencedor y te ha hecho también una persona que de todo aprende, a todo le saca provecho, en todo puede crecer y ser mejor cada día.

“.... por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

Gloria al Señor. Dale un gran aplauso al Señor. ¡Aleluya! Amen, amen.

Vamos a ponernos de pie, hermanos. Yo espero que en esta mañana tu salgas de aquí con esta gran seguridad. En los primeros 7 Capítulo de la epístola a los Romanos, Pablo ha estado hablando de los peligros y las vicisitudes que confronta el ser humano, todas las trampas que hay en el mundo. Es un mundo siniestro, pero el que está en Cristo Jesús sale más que vencedor de toda situación.

Nosotros tenemos un Padre que ha dicho, yo te he adoptado y nadie te arrebatará de mi mano, ningún demonio, ningún accidente, ningún cataclismo, ninguna inundación, nada podrá separarte de mi amor, dice el Señor. Yo te tengo esculpido en las manos y tu eres como la niña de mis ojos.

Así que, hermano, habita en esa seguridad. Para el que no conoce a Cristo hay problemas, hay incertidumbres, hay cosas que no tendrán explicación ni redención, pero para el hijo de Dios todo tiene solución, en todo hay esperanza, nunca te desesperes. Nunca abandones la esperanza porque Dios siempre dice, hay una solución, hay una salida. Yo estoy contigo. Aún las terribles heridas del pasado yo las voy a convertir en algo bueno para ti.

Padre, ayúdanos a habitar en esa seguridad. Ayúdanos a estar confiados de que tenemos un Padre benévolo, un Padre amoroso, un Padre lleno de misericordias, poderoso para asegurarse de que siempre saquemos una A en el examen, de que siempre salgamos bien de todos nuestros aprietos y apuros.

Gracias por la obra de Cristo Jesús. Gracias porque no hay condenación cuando estamos en él porque ya la ley de la muerte por medio de la religión y del pecado, ya no nos aplica a nosotros sino que tenemos vida en él, tenemos redención, tenemos adopción, tenemos herencia, tenemos relación con nuestro Padre, tenemos una condición de hijos adoptivos, tenemos la esperanza de una vida redimida, glorificado, un cuerpo nuevo, un mundo donde habitaremos donde no hay peligros, donde no hay fieras que nos amenacen. Gracias porque podemos habitar confiados en Cristo Jesús.

Te adoramos y te bendecimos, Señor. gracias. yo quiero preguntar si en esta mañana antes de irnos, si hay alguien.