Tocando a Jesus podemos reescribir nuestra historia

TRANSCRIPT

Roberto Mata trabajó en las tierras de California, en campos de California cosechando frutos y vegetales como tantos hermanos mexicanos y centroamericanos, que vienen a Estados Unidos a buscar una mejor vida. Creo que no le molesta que digamos que estuvo indocumentado por un tiempo también trabajando a brazo partido, un jovencito mexicano, sin papeles y Dios lo ha llevado de una manera muy bella a estudiar en un seminario de las Asambleas de Dios en una universidad, la Asamblea de Dios, también creo que era parte seminario, comenzar sus estudios allí, ordenar sus papeles. Y lo ha llevado hasta la universidad de Harvard donde está haciendo su doctorado hoy en día, así que es una carrera muy interesante, él está en la escuela de divinidad.

Es un hombre que busca de Dios, ha sido un miembro de nuestra iglesia por varios años. Está casado con nuestra hermana Noemí Blanco, creo que es originalmente, pero ahora es Noemí Mata, española, gallega, de Galicia. Y Roberto y Noemí son una pareja muy bella que Dios hace muchas cosas lindas a través de ellos aquí en la iglesia. Roberto da clases en nuestro programa de discipulado, da también clases en Cume y es una persona que está creciendo mucho en el Señor. Es muy hambriento de la cosa de Dios. Ha sido un recurso para nuestra iglesia también y él está, como digo, haciendo su doctorado ahora mismo en divinidad y siempre estamos buscando formas de que nuestros hermanos sean impregnados con palabra de Dios de diferentes recursos que Dios pone en nuestra congregación y queremos también que esos talentos que Dios ha puesto allí tengan oportunidad de desarrollarse y tener oportunidad de bendecir a otros y usar los dones que Dios les ha dado.

Así que Roberto y yo nos reunimos hace poco, estuvimos hablando y le dije, mire Roberto por qué no vienes, nos bendices con una palabra del Señor. Y este es el día que Dios ha escogido. Denle un aplauso de bienvenida al pronto para ser doctor Roberto Mata, y vamos a escuchar palabra del Señor de parte de nosotros, Roberto bienvenido, un placer tenerte con nosotros, Dios te continúe bendiciendo, mi hermano.

Dios les bendiga, hermanos. Es un privilegio poder estar aquí con ustedes y quiero agradecer primeramente al pastor la oportunidad y la confianza que me brinda para poder compartir con ustedes esta mañana lo que el Señor ha puesto en mi corazón, y que yo creo que es el mensaje para usted en este día y como el pastor dice, yo soy mexicano. Yo llegué a este país a los 14 años y sí trabajé en los campos de California recogiendo todo tipo de frutas y verduras, todo lo que ustedes se comen de frutas aún zanahorias también. Y gracias al Señor, el Señor durante ese tiempo me tomó ahí de los campos, de los viñedos de California y puso en mi corazón un deseo de buscarle y seguirle. Y sentí el deseo de ir a prepararme, a la universidad y terminar un bachillerato en ciencias sociales y estudios bíblicos. Y de ahí el Señor abrió puertas también y me dio una beca a la universidad de Harvard y estoy hasta este día estudiando ahí.

La gloria sea para el Señor. Estamos en casa. Amén. Gloria a Dios. En esta mañana quiero compartir con ustedes una inquietud, un análisis, un discernimiento que tuve hace ya unos cuantos meses atrás que continua aún, concerniente a la condición social, política, económica del país en que vivimos y quizás también hasta cierto punto de la iglesia.

En el tiempo presente pienso yo la iglesia y la comunidad hispana enfrentan grandes retos y yo pienso que no es ninguna sorpresa para muchos. Estos retos son retos educativos, sociales, económicos. A nivel educativo el 19% de estudiantes hispanos no terminan la escuela. A nivel social, 6 de cada 10 adultos en este país no son residentes legales o ciudadanos sino ilegales, como en algún tiempo yo también lo fui. Recuerdo a pure hispanic center, a nivel económico 9% o sea 1 de cada 10 hispanos que son dueños de casa, durante esta crisis económica se han retrasado al menos una vez con el pago de su hipoteca. 3% dicen haber recibido noticias de embargo y 36% viven en temor de perder su casa.

Estas son preocupaciones reales que agobian aún al pueblo de Dios. En este panorama yo pienso que también todos estos factores a veces se juntan y caen sobre nosotros y crean cierta carga en muchas personas, crean cierta desilusión, aún falta de confianza en el liderazgo político y en la iglesia en ciertas áreas, quizás hasta un enfriamiento espiritual. Pero la mayoría de las veces crea una sed y un hambre de algo que sea real, un hambre de Dios.

Me recuerdo de la oración del profeta Habacuc cuando decía, Señor, aviva tu obra en medio de los tiempos. Y yo pienso que los tiempos en que vivimos esa es una oración más que apropiada, Señor, yo tengo sed y hambre de ti. Aviva tu obra en mi vida. En que los tiempos, Señor, son inestables que yo pueda ser firme y cimentarme en tu palabra.

Pero cómo vamos a lograr eso? Cómo vamos a sobrevivir en esos tiempos y no solamente sobrevivir, sino levantarnos y también ser una luz de esperanza para los demás. Quizás para los vecinos que no conocen de Dios. Cómo vamos a lograr esto? Bueno, en esta mañana desde Marcos, capítulo 5 al 25, cuando lo encuentren díganme amén para…. Marcos 5:25 viene una mujer que es muy conocida en nuestros círculos como la mujer del flujo de sangre y esta mujer nos dice que para sobrevivir estos tiempos, para mantener nuestra vida espiritual avivada, es necesario que seamos proactivos y que nos atrevamos a tocar a Dios. Y no solo eso, ella también nos da la receta, los pasos a seguir, un ejemplo de cómo ella también aún en su vida, viviendo en tiempos similares a los de nosotros, pudo tocar a Dios.

Pero qué conlleva tocar a Dios? Eso es precisamente lo que quiero tratar con ustedes. Vamos a verso 25 y voy a estar leyendo hasta el verso 30 la palabra del Señor, se lee de esta manera:

“….pero una mujer que desde hacía 12 años padecía de flujo de sangre y había sufrido mucho, de muchos médicos y gastado todo lo que tenía y nada había aprovechado, sino que antes le iba peor. Cuando oyó hablar de Jesús vino por detrás de entre la multitud y tocó su manto porque decía, si tocare tan solo su manto seré salva. Y enseguida la fuente de su sangre se secó y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote…”

Y conforme va avanzando el sermón profundizaremos un poco más. Por qué no inclina su rostro conmigo y vamos a hacer una oración para encomendar esto en las manos del Señor.

Padre celestial, te damos gracias Señor por tu palabra, Señor, te pedimos, Señor que abras nuestros corazones, que abras los oídos de nuestro entendimiento, Señor, nuestro corazón para que podamos recibir, Padre Santo, lo que tu tienes para nosotros en esta mañana. Te pedimos, Señor, que tu nombre sea glorificado, Padre Santo, que nuestro corazón se una, Señor, a tu iglesia, y al espíritu que dice, ven, sí, ven Señor Jesús. Amén.

En los tiempos en que vivió esta mujer no eran fáciles. Yo sé que muchas de las veces nosotros cuando vemos el texto bíblico, decimos, ah, bueno es que estos personajes bíblicos la tenían muy fácil en su tiempo. No tienen los problemas que tenemos ahora, todo el estrés, ellos no pasaban por las pruebas que nosotros pasamos. Y a veces como que menospreciamos lo que esos personajes pasaron. Pero cuando nos adentramos en el texto bíblico vemos que la realidad es diferente y de hecho tienen mucho que enseñarnos y si estamos dispuestos a aprender podemos recibir una bendición.

En los tiempos en que vivió esta mujer, Israel, el antiguo Israel, la tierra de Palestina, estaba sufriendo una crisis económica, social, militar y religiosa. Militarmente Palestina estaba bajo la ocupación romana. Los romanos no eran muy buenas gentes que digamos. No iban a venir a su pueblo y lo iban a tratar muy bien. Políticamente los romanos quitaban y ponían reyes a placer. Y económicamente durante la ocupación romana de Palestina, los pobres usualmente eran los que llevaban la peor parte. Por qué? porque ellos tenían que pagar al menos tres tipos de impuestos. Nosotros nos quejamos hoy día que pagamos ciertos impuestos, no? Pero imagínense usted pagar tres impuestos. Y a tres entidades diferentes. El primer impuesto era el impuesto a los romanos, imagínese usted que usted le tiene que estar financiando la ocupación de su país a un invasor y aparte de que lo están oprimiendo, están ocupando su país usted tiene que financiar sus acciones.

El segundo impuesto era el impuesto a Herodes. En aquel tiempo Herodes se había envuelto en un gran proyecto de construcción. Había construido puertos, ciudades, pero toda esa carga recaía sobre la gente pobre. El tercer impuesto, era el impuesto al templo. Herodes también había edificado ciertas áreas del templo y una vez más los pobres tenían que pagar ese impuesto. Cierta parte de ese impuesto iba también a la clase sacerdotal que es los saduceos.

Imagínese usted, Marcos nos dice que la mujer había padecido de esta hemorragia por 12 años, 12 largos años. Y que aún le iba peor. Usted sabe que a veces cuando la ciencia falla, cuando las cosas perdemos nuestra confianza fallan, la gente se desorienta y de pronto todo va, una píldoras de hígado de bacalao, unas píldoras de cartílago de piel de tiburón, algo así, y no sé cuánta cosa. Y la gente a veces no encuentra algo que pueda saciar su sed, que pueda usar para ser sanado.

En ese tiempo ciertamente no había income tax returns, entiende. No podía la mujer esperar que después de pagar todos esos impuestos se los iban a regresar. No. Una vez que ella daba el dinero, it was gone. Entiende? Y tampoco había seguros médicos. Un seguro que ella pudiera decir, bueno, tengo esta enfermedad voy a ir a un doctor y voy a llevar mi seguro médico. No, no había seguros médicos, no había Blue Cross, ni Harvard Pilgrim, olvídese. Nada de eso. La mujer básicamente estaba mirando la desesperanza cara a cara.

Estaba confrontando su fin. Como decimos en inglés, she was coming to the end of her road. Era casi su final. Y no sé si usted ha estado alguna vez en una situación donde usted siente que su mundo se está deshaciendo, poco a poco. No sé si usted en algún momento, quizás en su vida espiritual, en su vida cotidiana, haya visto cómo de pronto todos los fundamentos de su vida se van desvaneciendo. Me bendicen los testimonios de esta mañana. Me bendicen los testimonios de esta mañana porque hablan de una experiencia real con Dios, pero también hablan de una crisis, de una lucha que se tuvo que sostener para llegar a ese nuevo entendimiento de Dios. Y la mujer que tenemos delante de nosotros estaba teniendo esa lucha.

Cuando tenía 8 años mi madre enfermó crónicamente. Precisamente de una hemorragia similar. Y ya era común en mi casa ver llegar a la ambulancia y llevarse a mi madre. Era como el pan diario. Hasta que una vez llegué de la escuela y la ambulancia estaba ahí y los médicos le habían dicho a mi madre, ya no tenía remedio. Mi madre vino a casa solamente para pasar los últimos días con nosotros y antes de eso había un proceso de ver nuestro mundo desvanecerse. Vimos como mi padre tenía que dejar de trabajar para llevarla a los diferentes hospitales de la ciudad de México y los doctores decían, no hay cura, no hay nada que podamos hacer, no sabemos en realidad como parar esto. Y de pronto mi padre tuvo que vender su herramienta. Imagínense ustedes, él trabajada de albañil en la construcción. De pronto, tenía que vender su herramienta, de pronto los muebles. Había un mueble en particular, un artefacto en particular que cuando lo vi ser vendido, dije, estamos en crisis y era la máquina de coser de mi madre. Usted conoce esas máquinas que le daba usted con el pie, no eran ni eléctrica, solamente usted las movía con el pie y empezaban a coser. Cuando ese artefacto se fue de la casa, todos entendimos que estábamos en grandes problemas.

Pero afortunadamente, hermanos, cuando estamos en estas situaciones aún hay esperanza. En el caso de esta mujer y ella nos los dice, muy claramente, una de las cosas que podemos hacer cuando nos encontramos en tiempos difíciles como estos y podemos vencer es primeramente escuchar atentamente. Diga conmigo, escuchar atentamente.

En el versículo 27 vemos que nos dice, cuando oyó hablar de Jesús… la primera cláusula, cuando oyó hablar de Jesús. En el griego original se lee, ……………. Escuchó hablar acerca de Jesús. La Reina Valera nos queda de ver de ese aspecto porque lo traduce muy general, solamente que ella oyó hablar de Jesús. Pero en el griego original se nos dice que ella oyó hablar acerca de las cosas que Jesús hizo. Nota usted la diferencia? En una no hay necesariamente un énfasis, pudo haber escuchado cualquier cosa. Pero en el griego original ella escuchó hablar de las cosas que Jesús hizo.

Esta mujer escuchó testimonios de los milagros que Jesús hizo. No sé yo, quizás escuchó hablar de aquel leproso que el Señor Jesús sanó. Quizás escuchó hablar de aquel paralítico que sus amigos tuvieron que abrir un hoyo en el techo y bajarlo para que el Señor pudiera sanarlo. Quizás escuchó de la liberación del endemoniado. Y estoy seguro que debió haber escuchado de ese momento cuando Jesús calmó la tempestad.

Y sabe usted que la fe viene por el oír, y el oír de la palabra de Dios. Por eso es importante los testimonios. Es importante escuchar a los hermanos, a la gente porque estamos escuchando de alguien que ha experimentado el poder de Dios en ese momento y Dios se ha convertido en algo real para sus vidas. Amén. Es algo precioso escuchar a Dios, escuchar hablar las cosas que Dios hizo.

Qué significa? Escuchar también puede traducirse hasta cierto punto como entender la palabra de Dios, como entender, como discernir casi. Qué discernió esta mujer? Esta mujer discernió quién era el que estaba pasando por esas áreas de Galilea. Entendió quién era el que estaba caminando cerca de su pueblo. Y al contrario que los sacerdotes, que los fariseos, que las instituciones religiosas, ella creyó en su corazón.

Saben que el error más grande que cometían los Apóstoles continuamente en el Evangelio de Marcos era que no entendían muy bien, no captaban muy bien la persona de Jesús. Jesús continuamente les está diciendo, bueno, quiénes dicen ustedes que yo soy? Dicen, bueno, unos dicen que…. No, no, no, pero quiénes dicen ustedes que yo soy? Y si usted ve los Evangelios cuidadosamente no daban una los Apóstoles, no daban una. Ya hasta el final que el Señor dice, Pedro, a ver tu, dime, quién crees que yo soy? Tu eres el Cristo, Señor. Tu eres el Cristo.

Pero los fariseos, los saduceos, esta gente, nunca entendió quién era el Señor. Por eso, cuando el Señor tenía conflictos con ellos, ellos le decían, cómo va a ser tu mayor a Abraham, que nuestro padre Abraham, que ha vivido tantos años? Y el Señor dice, de cierto os digo antes de Abraham fuese, yo soy.

Ustedes hablan tanto de Salomón, que Salomón para allá, Salomón para acá, pero he aquí alguien más grande que Salomón, en este lugar. Eso fue lo que la mujer discernió. El escuchar es también discernir. Oír lo que se dice del Señor, los testimonios acerca de Dios.

En el caso de mi madre había una pequeña iglesia pentecostal cerca de la casa y a mi madre le gustaba que los hermanos vinieran a hablar con ellas. Nosotros no éramos cristianos en ese tiempo. Pero mi madre le gustaba, entonces venían, y de pronto las monjas, porque también éramos católicos, pues se enojaban, se enojaban. Y venían y decían, pero cómo puedes dejar tu que venga esa gente? Y mi madre decía, pero es que a mí me gusta escuchar, me gusta escuchar los testimonios de la palabra de Dios.

Y saben que el día que vinieron los médicos a dejarla, la ambulancia vino a dejarla en la casa, el día que le dijeron ya no más, los hermanos estaban ahí. Yo era pequeño pero me recuerdo, teníamos una sala pequeña en la casa y en un lado estaban las monjas con sus rosarios y en el otro lado estaban los hermanos pentecostales orando por sanidad para que mi madre se levantara, y en el cuarto estaba el cura con mi madre. Y le estaba dando algo que se conoce, no recuerdo muy bien, como la extremaunción, como los santos óleos. Y tenía ahí un incienso y me recuerdo que nos llamaron a todos. Yo estaba afuera, yo no quería entrar. Hacía un mes que no veía a mi madre. No sabía cómo iba a estar. Y no quería entrar y vino mi padre y dice, ven, quizás esta sea la última vez.

Y entramos y estaba mi madre y estaba entrando y saliendo… se desmayaba por momentos, por momentos volvía otra vez, estaban mis hermanos pequeños. Somos 7. Estábamos todos ahí y escuché cuando el cura le dice, mujer, ya es tiempo, ya es tiempo. Descansa, muere y descansa. Esas fueron las palabras del cura. Muere y descansa. Y yo puedo escuchar, y aún recuerdo hasta ahora cuando mi madre dijo, no, no, no. Y los pentecostales seguían orando, Señor, has la obra. Levántala. La fe viene por el oír. Y el oír la palabra de Dios.

Sabía usted que una persona puede escuchar 4 veces más rápido de lo que otra persona puede hablar? Si usted en verdad está dispuesto a escuchar, usted puede digerir 4 veces más rápido de lo que la persona por más habladora que sea, y usted sabe que de vez en cuando nos encontramos con personas que, fíjate que esto y aquello…. Si usted en verdad está interesado en lo que esta persona quiere decir, usted lo puede digerir. Sabe por qué? porque cuando escuchamos quiere decir que tenemos interés, que estamos interesados en lo que está diciendo, pero también cuando escuchamos quiere decir que hay hambre, que hay necesidad de ver, que hay sed y que hay también esperanza. Y nos aferramos a ella, nos aferramos a la vida. Esos tiempos por difíciles que sean si escuchamos, si atentamente abrimos los oídos y nuestro corazón para escuchar lo que el Señor está haciendo en la vida de diferentes personas, podemos alimentarnos de eso. Esa puede ser una semilla de esperanza en nuestros corazones. No lo cree usted así? Y podemos seguir al día a día.

Imagino yo que esta mujer cuando estaban contando acerca de las cosas que Jesús había dicho y hecho, las estaba digiriendo, quizás 8 veces o 16 veces más rápido, porque imagínese usted estar en cama por 12 años, 12 largo años sufriendo, padeciendo todos estigmas que esta enfermedad implicaba. Pero de hecho, uno de los problemas más grandes de nuestra sociedad el día de hoy es que no sabemos escuchar.

Cuántos aquí saben escuchar? Cuántos son buenos oidores? Cuando la esposa le está hablando y usted está mirando el partido de fútbol. Oh, sí, oh, sí, sí… y de pronto usted teniendo un monólogo porque la esposa ya se dio cuenta que usted no le está haciendo caso y usted está sí, oh.

Y según los estudiosos, note usted, la causa de los problemas por los cuales nos cuesta escuchar simplemente es como decimos los mexicanos, la flojera. No sé cómo le dirán en el español dominicano o caribeño, la flojera. Cómo le llaman? La pereza? La vagancia. Por pura vagancia, por pura vagancia. Y también quizás por las distracciones de la vida. Oh, los juegos y si usted es aficionado al box a todas estas cosas, pueden distraernos y quitarnos verdad, de una bendición, pero también muchas de las veces no escuchamos es por el cinismo. Porque cuando suceden todas estas cosas y perdemos de vida a Jesús nuestro corazón se endurece y a veces decimos, ah, eso yo ya lo escuché y nunca pasa nada. O aquello ya pasó y no… el corazón se endurece.

Le pido al Señor que en esta mañana como congregación, como amados hermanos que los oídos de nuestro corazón estén abiertos para que podamos escuchar lo que el Señor está haciendo aún en nuestros medios. Amén.

Sé que pasamos cosas difíciles pero estoy convencido también que si como esta mujer escuchamos, ni la muerte ni la vida, ni el pago de una hipoteca, ni las sequedad espiritual, o algún achaque físico nos podrá separar del amor de Cristo.

Gloria a Dios. Pero con todo escuchar no es suficiente, no es suficiente. Cuántos no hemos escuchado una buena historia y decimos, ah, sí, que bien. Debemos actuar. Debemos tomar acción y este es precisamente el mensaje de la mujer para nosotros esta mañana. Sí, escucha, siembra esperanza, ve lo que el Señor está haciendo pero también acepta el reto. Y es el reto que nos presenta, tomar la acción adecuada. Qué acción tomó ella?

Si vemos en el capítulo 27, en la segunda cláusula, vemos que cuando ella oyó hablar de Jesús, qué hizo? Vino, vino y tocó. Pero antes de tocar ella vino y ahora vemos el verso y decimos ah, sí, que fácil, de seguro alguien le contó y dijo hmmm, ya voy. Pero lo de esta mañana, si también profundizamos un poco más en el texto, nos vamos a dar cuenta que hubo una lucha interna, poderosa, la cual ella tuvo que vencer antes de poder ir al Señor. Ella tenía la disposición pero usted sabe que el espíritu está dispuesto siempre, pero la carne es débil. Y veamos, qué significó entonces tomar la decisión adecuada de ir a Jesús? Significó, lo sugiero en esta mañana, enfrentar sus temores, enfrentar los estigmas. Después de 12 años tenían esas cargas, esos estigmas religiosos y sociales pues dada su enfermedad ella era considerada una persona impura. Sabía usted? Según Levítico, capítulo 15:19 cuando, lo voy a leer:

“… cuando una mujer tuviere flujo de sangre y su flujo fuere en su cuerpo, 7 días estará apartada y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche…. El verso 25 dice, que la mujer cuando siguiere el flujo de sangre por muchos días, fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda, como en los días de su costumbre…”

Una cosa es ser inmundo por unos cuantos días, no cree usted? Pero 12 años, 12 años. Y no solamente eso, sino que todo lo que usted tocare iba también a ser inmundo y todo el que lo tocare a usted iba a ser inmundo. Qué le habrá hecho eso al psiquis de esa mujer? No cree que usted eso de alguna manera le habrá afectado negativamente? Y le pudo haber quitado la fuerza, la confianza? Me imagino que para no contaminar a nadie, y que nadie se contaminara la mujer debió haber permanecido mucho tiempo en su casa y que le daba aún vergüenza salir a la calle porque el flujo no paraba. Y es cosa seria, es cosa seria.

Me recuerdo en una ocasión, cuando niño antes de que mi madre enfermara con más gravedad, íbamos a la ciudad de México a ver a mi padre cada semana y de pronto tuvo flujo por su enfermedad. Y en ese momento yo hubiera querido ser más grande, más fuerte, casi como ahora, para proteger a mi madre, para infundirle a mi madre algún tipo de confianza, que no se sintiera tan débil, porque yo miraba en sus ojos, aún de niño discernía cierta preocupación, como no saber qué hacer y me recuerdo que ella en su desesperación fue. Nos fuimos de la ciudad y fuimos a donde están los vecindarios, y tocó una puerta al azar y le pidió a la señora, señora, por favor necesito usar su baño, es una emergencia. Y esta señora comenzó a insultar a mi madre. Y yo de niño viendo eso decía, pero cómo puede ser la gente así? y mi madre le explicó, mire señora, usted es mujer, usted entiende y la mujer a regañadientes le abrió la puerta y la dejó pasar.

No ha de haber sido fácil me imagino yo para esta mujer cargar con esa enfermedad por 12 años. Pero en esta mañana yo quiero preguntarle a usted también, hay algún estigma moral o religioso que usted esté todavía cargando y arrastrando? Yo sé que como comunidad hispana, como creyentes hispanos a veces somos sujetos a todo tipo de vejaciones. De tal forma que para muchos el término hispano es sinónimo de pobreza, de ignorancia, de violencia. La realidad, para muchos es el pasado, el pasado que nunca terminamos de deshacernos de él.

En mi clase de Nuevo Testamento tengo un hermano que vino antes de que la clase comenzara y mirando que nadie estuviera ahí y me dice, maestro, quiero hablar con usted. Digo, sí, qué pasa? Dice, yo tengo muchos deseos de aprender, muchas ganas de estudiar y este libro que usted tiene parece que va a ser muy bueno pero yo no sé leer muy bien y es que no es que yo no quiera, es que mi papá siempre me dijo que yo era un burro y que nunca iba a aprender nada en la vida. Y yo estoy todavía luchando con eso. Yo sé que a nosotros se nos ha dicho esto, se nos ha dicho aquello.

Imagínese usted cuando estaba en el tercer grado mi profesora de matemáticas me humilló grandemente, me avergonzó delante de los estudiantes, delante de los padres, de mi madre y dijo, este muchacho, nunca va a ser nada en la vida. Le voy a mandar una carta diciendo, mira, saludos desde Harvard. Gloria a Dios.

Pero es necesario romper con el pasado, es necesario vencer esos estigmas. Para ir a Jesús tenemos que lidiar con esos problemas por muy difíciles que sean, ir a Jesús, significó pues también tener un objetivo, enfocarse en la meta. No debió haber sido fácil seguramente para esta mujer y no sé si en su mente dijo, cómo lo voy a hacer? Si yo toco a Jesús pues será que él también, pero no…. Si él es el Hijo de Dios de ninguna manera va a ser él inmundo porque su santidad es mayor que todo, mayor que la vida. Yo seré transformada. Y pienso que de alguna forma la mujer no le quería causar problemas al Señor también, porque recuerde usted con el Señor Jesús toda la gente que le seguía, no necesariamente todos creían, muchos le seguían porque él les daba de comer, otros seguían para criticarlo, como los fariseos y los saduceos, y otros lo seguían porque él los había llamado.

La mujer tenía cierto conflicto pero tenía un objetivo y su reto para nosotros en esta mañana es enfocarnos en la meta. Para ir a Jesús tenemos que enfocarnos en la meta. No debió haber sido fácil.

Si usted caminaría con esa enfermedad por ese mundo, habrá salido gente a la calle diciéndole, apártate de mí, o habrá gente también señalándole y diciéndole, inmunda. Pero la mujer tuvo que olvidarse de su alrededor, tuvo que olvidarse de la gente, de las críticas, de todas las cosas con un objetivo en mente y es que es claro, hermanos, que para tocar al Señor a veces tenemos que olvidarnos de todo, no tenemos que escuchar todas aquellas palabras que dicen, tu no puedes, tu nunca vas a ser nada en la vida, tu eres un burro, tu eres un bueno para nada, todas esas cosas tienen que ir quedando atrás mientras nosotros vamos caminando hacia Jesús. Amén.

El tocar a Jesús también significó ser atrevidos, tener valentía. Esta mujer, hermanos, nos da un reto tremendo porque las circunstancias donde ella se encontraba ameritaban una intervención inmediata. Si usted se da cuenta en este pasaje su historia se encuentra encerrada dentro de otra historia. Cuando ella fue a tocar el Señor Jesús, el Señor Jesús iba en camino a sanar a la hija de Jairo. Ustedes conocen a la hija de Jairo? La niña de 12 años que se estaba muriendo. Era una situación urgente. Imagínese usted si usted es un poquito tímido y apenado y diciendo, bueno, no puedo ir a interrumpir al Señor porque él ya va en camino a otro milagro, mejor lo espero a la próxima vuelta. Pero esta mujer habrá dicho, por 12 años yo he estado padeciendo esto, no puedo esperar, yo tengo que ir y tocar a Jesús. El Señor tiene poder para levantar muertos, la hija de Jairo puede esperar.

Y fue. Si usted lee la historia cuidadosamente es como si la mujer abriera un paréntesis a la fuerza y ahí se cumplen, pienso yo, las palabras del Señor que dicen, que el Reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Y esta mujer en último esfuerzo, con la última fuerza que tenía, el último aliento se levantó, venció sus temores, salió de su casa y fue al objetivo que era tocar a Jesús.

Y por último, hermanos, vemos que para tocar a Jesús ultimadamente tenemos que hacerlo. Una cosa es llegar a la oportunidad pero otra cosa es completar el trabajo, ah, cuántos cuando ya estamos en medio de una situación, como dicen los mexicanos, es tiempo de bailar, de pronto nos tiemblan las piernas y decimos, no, bueno, y a veces como que retrocedemos.

Pero esta mujer, hermanos, cuando llegó, she got the job done. Ella hizo lo que tenía que hacer. Y al hacerlo, hermanos, experimentó el poder de Dios. Según Marcos, dice que enseguida la fuente su sangre se secó y ella sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote.

Cuando tocamos a Jesús le conocemos de una manera diferente, ya no es solamente una historia que escuchamos, o aquel gran personaje sino que se convierte en una realidad para nuestra vida, una realidad palpable. Y la mujer descubrió también una nueva revelación acerca de Jesús, descubrió, como sugiero esta mañana, que Jesús no puede resistirse a la necesidad humana. Jesús no puede resistirse a la necesidad humana. Por tanto él también decía, venid a mí los que estáis trabajados, cargados y cansados que yo os haré descansar. Venid a mí todos los que tienen sed. El que tiene sed que beba.

El Señor se voltea atrás y ve a la mujer pregunta, quién me tocó? El Señor no puede resistirse a la necesidad humana. Se le adelantaron, lo único que le quedó al Señor fue bendecir a la mujer y decirle, mujer, yo me imagino que el Señor ha dicho, bueno, ya me tocaste, ya solo me queda darte la bendición. Vete. Tu fe te ha hecho sana. Y la mujer dice, en ese momento quedó libre de su azote, quedó sana y no solamente eso, al quedar sana ella reescribió su historia y desde el momento que ella tocó a Jesús ya no se le conocería más como la mujer del flujo de sangre sino como la mujer que tocó a Dios.

Yo les sugiero a ustedes en esta mañana que si como esta mujer escuchamos atentamente, venimos a Jesús, vencemos todas esas cosas y le tocamos, nosotros podemos reescribir nuestra historia, de tal forma que ya no nos van a definir las circunstancias, ni sociales ni políticas, nada, sino el Señor. Y la palabra del Señor para nosotros es la misma que fue para la mujer, vete en paz. Tu fe te ha sanado.

Por qué no se ponen de pie conmigo en esta mañana. Padre, quiero darte gracias Señor y quiero Señor que tu palabra en esta mañana también se haga una realidad en la vida, Señor, de todas las personas que están aquí presentes. Mira a tu pueblo delante de ti, Señor, cargamos una larga historia, Señor, muchos temores, muchos estigmas, cuántas cosas, Padre Santo, abusos quizás de la niñez, circunstancias desafortunadas, Padre, pero tu calmaste la tempestad, tu sanaste al paralítico, Señor, yo te pido, mi Dios que como en aquel tiempo también en este tiempo, Señor, tu te hagas real en nuestra vida y que podamos también llegar a un entendimiento nuevo, Señor, de quién tu eres, que podamos tomar tu palabra, Señor, en nuestros corazones, encontrarnos con tu mirada, mi Dios, que nos dice, vete en paz, tu fe te ha sanado.

Amén. Gloria a Dios.