Orar con tanta fe que ya no es necesario orar

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Lucas, Capítulo 7, comenzando con el versículo 1. En este tiempo que estamos buscando el rostro del Señor con más fuerza, más poder esta semana, queremos renovar esa fe en nuestros corazones del poder de Cristo para vencer cualquier situación. Y para mí este texto que voy a leer ilustra algo, y es la sencillez de la oración. Ese es el enfoque que Dios ha puesto en mi corazón para este pasaje.

A veces hacemos la oración algo tan complicado y tan ritualista y como que le ponemos tantos requisitos, y en realidad la oración es algo sencillo cuando miramos este pasaje y podemos acercarnos al Señor con toda confianza, y en realidad lo que se necesita es algo muy sencillo para desatar el poder de Cristo en nuestras vidas.

Vamos a ver esto, no me voy a adelantar demasiado al texto mismo, leámoslo y entonces a la luz del texto yo puedo hacer este comentario que quiero hacer. Dice aquí:

“…Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que lo oía entró en Capernaúm y el siervo de un centurión a quien éste, el centurión, quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el centurión oyó hablar de Jesús le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud diciéndole, “es digno de que le concedas esto, porque él ama a nuestra nación y nos edificó una sinagoga.” Y Jesús les concedió la petición, fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa el centurión envió a él unos amigos diciéndole, “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo. Por lo que ni aún me tuve por digno de venir a ti, pero di la palabra y mi siervo será sano.”

Fíjense que sencillo es esto. Di la palabra y mi siervo será sano.

“…Porque yo también yo soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes y digo a este, ve y va, y al otro le digo, ven, y viene. Y a mi siervo le digo, haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él y volviéndose dijo a la gente que le seguía, “os digo que ni aún en Israel he hallado tanta fe.” Y al regresar a la casa los que habían sido enviados hallaron sano al siervo que había estado enfermo…”

Bendito sea el nombre del Señor. Usted sabe que todos los pasajes que hay en la Escritura acerca de la vida de Jesús están puestos allí porque quieren ilustrar una verdad acerca del ministerio de Cristo o de la vida espiritual que nosotros vivimos como miembros del Reino de Dios.

Yo veo aquí algo acerca de… hay un tipo de personaje que aparece muchas veces en la Escritura y es lo que yo llamo el forastero, la persona de afuera, la persona que no pertenece necesariamente a Israel.

Usted puede pensar por ejemplo, en la mujer con el flujo de sangre, que era una mujer que no debía estar en la multitud, no debía tener el derecho de acercarse ni siquiera a Jesús. Era una mujer impura, en otras palabras, ritualmente.

Pensamos en Saqueo que era un hombre también inmoral, en un sentido, era un ladrón, era un opresor y estaba fuera en un sentido, de la gracia de Dios, no tenía derecho de acercarse a Jesús.

Pensemos también en los amigos del paralítico que dice la Biblia que querían traer a su amigo para Jesús lo sanara, pero cuando trataron de entrar a la casa donde estaba Jesús, la casa estaba tan llena de gente que no podían entrar con la camilla donde estaba su amigo paralítico.

Y yo podía decirles así otras historias. Estaba Bartimeo también que era un hombre ciego, el Señor iba de camino, no estaba buscándolo a él, y Bartimeo grita, grita y grita, Señor, atiéndeme, Señor, atiéndeme y los discípulos le dicen, cállate, deja al Maestro tranquilo. Pero él sigue y finalmente tiene acceso a la persona de Jesús, pero al inicio como que no tenía derecho para estar ahí ante la presencia de Dios.

Y mientras más pienso, pienso en la mujer siro fenicia también, no era de Israel, el Señor al inicio la rechaza, ”tu no eres miembro de ninguna tribu de Israel. Tu no tienes derecho para que tu hija sea sanada.” Pero ella persiste y finalmente recibe lo que necesitaba.

Y si usted mira toda esta gente, ninguno de ellos tenía derecho a recibir lo que necesitaban y lo que pedían. Pero tenían algo en común que era una gran fe y una confianza de que Cristo no los iba a rechazar si ellos se acercaban a él de alguna manera.

De paso, no quiero complicar mucho el tema porque en realidad lo que me interesa es esa sencillez. Pero también fíjense para nosotros, que muchas veces hay que vencer obstáculos para poder llegar a la presencia de Jesús y recibir lo que nosotros necesitamos. Toda esta gente persistió y se sobrepuso sobre los obstáculos para llegar hasta la presencia de Jesús y recibir su bendición.

Y eso nos pasa a nosotros en nuestra vida de oración, de paso, a mí me encantaría que la primera vez que yo tocara a la puerta de Dios enseguida la puerta, ni siquiera que yo la tocara, se abriera… así que uno pasa por encima de ella porque se abre antes de que uno… Pero desgraciadamente sabemos que no es así, que muchas veces tenemos que tocar, y tocar, y tocar y pasan las semanas y los meses y le pedimos al Señor algo y no lo recibimos inmediatamente como lo deseamos.

Es un misterio, esa parte como física de la oración, que como que se requiere un ejercicio, un esfuerzo, un trabajo que nosotros tenemos que hacerlo aquí en el mundo, porque por alguna razón nosotros tenemos que ver algo bien importante como el milagro que queremos recibir y tenemos que esforzarnos y trabajar y hacer nuestra parte para recibir lo que Dios nos quiere dar.

Yo quiero que tu entiendas eso, aparte de todo lo demás, que es importante que si tu estás pidiéndole algo al Señor en tu vida, una solución que tu necesitas, una provisión, mira, tu tienes que fajarte, como decimos los dominicanos, hay que fajarse, hay que hacer su parte, hay que trabajar duro, no se puede uno dar por vencido demasiado fácilmente. Hay que luchar.

Esto no es para los flojos. Hay que luchar. Algo que me toca mucho de ese pasaje ese centurión, era extranjero, era un gentil, no tenía derecho de pedir nada a Jesús, pero él se atrevió a pedir a Jesús que sanara su siervo.

Cuantos de nosotros a veces nos sentimos como que, yo no tengo derecho, en realidad, para venir ante la presencia de Dios. si la semana pasada me quedé durmiendo el domingo por la mañana y no fui a la iglesia, cómo puedo yo venir…

Si cometí un pecado o tuve un mal pensamiento o hice algo indebido, o tengo una atadura, una adicción, o lo que sea, qué derecho tengo yo para venir ante la presencia de Dios? Dios no me va a escuchar.

O algunos de nosotros somos perfeccionistas por naturaleza y creemos que tenerlo todo bien planchado y bien arreglado, y tener todo en orden para que entonces Dios nos pueda escuchar.

Y cuantos de nosotros nos hemos metido en un lío por nuestra mala cabeza y cuando estamos en el lio decimos, bueno, no puedo pedirle al Señor que me saque de aquí si yo fui quien me metí en él, cómo puedo yo pedirle al Señor que me ayude?

Y ¿Saben qué? El diablo está bien preparado y listo para ayudarnos en ese proceso, haciéndonos sentir culpables y merecedores de venir ante la presencia de Dios.

Cuantos padres a veces miramos hacia atrás, cometimos errores con nuestros hijos? Quizás no conocíamos al Señor y esos primeros años que los criamos, los criamos en un ambiente muy imperfecto, donde todas las cosas que pasan en una casa donde no se conoce al Señor, estos niños participaron de ellos y llegan a adultos y tienen esas heridas, y son ya jóvenes y son rebeldes, no quieren venir a la iglesia, después que nosotros nos convertimos al Señor y sabemos que muchos de lo que están padeciendo es porque nosotros desgraciadamente cometimos errores y entonces nos sentimos como que, qué derecho tengo yo para pedirle a Dios que ayude a mi hijo, que lo saque adelante porque si yo mismo fui quien lo metí donde está ahora mismo.

O desobedecimos a nuestros padres, nos casamos con una persona que no es la persona adecuada y ahora tenemos que fumarnos ese pedazo de carne que está ahí que no estamos contentos, estamos sufriendo, nos está maltratando y decimos, bueno, qué derecho tengo yo para pedirle que convierta a mi esposa, no solamente los hombres, a mi esposa, y Señor, ya lo que tengo que hacer es sufrir hasta que me muera y eso es todo, porque yo fui quien me metí en este lío. Desobedecí a mis padres, desobedecía mi pastor, lo que fuera, muchas veces eso puede pasar también. Entonces creemos que no tenemos derecho para venir ante el Señor para que nos saque del lío.

Usted sabe lo que yo veo siempre, hermanos, Dios me dice eso una y otra vez en mi vida y en la vida de mis seres queridos y de la gente que yo observo, y es que el corazón de Dios es mucho más sencillo de lo que nosotros le damos crédito a él. Dios es un Dios sencillo. Yo no estoy diciendo esto, hermanos, para que abusemos de la misericordia y el amor de Dios, entiéndame.

Lo que yo estoy diciendo es que una y otra vez yo veo que, hermanos, lo que Dios busca es un corazón contrito y humillado y que reconoce que nadie tiene derecho a venir, en última instancia, ante la presencia de Dios, nadie.

Muchas veces nosotros estamos sufriendo y dándonos latigazos en las espaldas y creyendo que tenemos que caminar hasta Roma de rodillas y subir todas las escaleras de la catedral de San Pedro para que Dios nos escuche. Y Dios está allí echándose fresco y diciendo, por qué estará este muchacho sufriendo tanto si ya yo le dije que lo único que tiene que venir es con confianza ante el trono de la Gracia y pedir y yo le voy a dar, porque es mi hijo, es mi hija, yo lo amo, yo la amo, yo les he perdonado y yo estoy bien.

Yo creo que nosotros sufrimos demasiado. El corazón de Dios es un corazón de padre, es un corazón generoso, tolerante, más de lo que nosotros pensamos.

Y yo creo que si uno lograra entender ese corazón de Dios, yo creo que nos desgastaríamos menos en la vida y podríamos lograr más, inclusive ser más santos para con Dios.

Dios es infinitamente complejo, pero también es sencillo de corazón, hermanos. Y lo único que Dios quiere es lleguemos a ese punto de reconocer, Padre, yo no soy nadie, yo no tengo derecho a ti, sin embargo, tu me amas y yo soy tu hijo y yo puedo entrar confiadamente a tu trono y pedirte, como me pide mi hija o me pide nieto, mi nieta o un ser que yo amo tanto, y yo estoy más que deseoso de darle porque lo amo, punto, y eso es todo.

Cuando tu corazón está entregado a Dios, cuando tu lo amas por encima de todas las cosas, cuando tu deseas glorificarlo a él con tu vida, aunque tu metas la pata, Dios siempre está dispuesto a sanarte, perdonarte, levantarte y bendecirte. Eso es lo que yo veo a través de toda la Escritura, no hay que complicarse demasiado la vida, hermanos.

¿Saben qué? Que cuando tu aprendes a vivir dentro de la aceptación de Dios eso liberta unas energías en ti que entonces inclusive te permiten ser más agradable a él y entonces vivir la vida que Dios quiere que tu vivas, en vez de tu vivir atormentado y condenado y continuamente en incertidumbre creyendo que tienes que hacer esto y lo otro para que Dios te de algo. No es así.

Mire esta palabra que se encuentra, no en el Nuevo Testamento, porque uno la podría entender en el Nuevo Testamento, gracia, perdón, misericordia. No, pero esto está en el Antiguo Testamento, Miqueas, Capítulo 6.

Ya los voy a dejar dentro de un momentito hermanos, 40 minutos más y ya terminamos. Mire el Capítulo 6, versículo 6, llévese esta palabra con usted, hermano, hermana, esta noche y medite en ella, dice aquí Miqueas, y él está preguntando esto retóricamente, porque la respuesta ya se sabe cuál es, no es una pregunta… no, él sabe la respuesta y está haciendo la pregunta, dice:

“…Con qué me presentaré ante Jehová y adoraré al Dios altísimo? Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un años? se agradará Jehová de millares de carneros o de diez mil arroyos de aceite? Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?...”

En otras palabras, esto es lo que la gente cree, que para venir ante Dios y obtener algo de él hay que meterse un cuchillo y romperse las entrañas y hay que sangrar y sacrificar a su hijo menor, y hay que hacer algo tremendamente sacrificial y agónico para que Dios entonces diga, oh, me estás hablando? Y que le ponga atención a lo que usted está diciendo. Me acercaré con esto, con lo otro.

Miren, lo que dice, cuál es la respuesta a esta pregunta, dice:

“…Oh hombre, o mujer, él te ha declarado lo que es bueno, ya él te ha dicho lo que tu tienes que hacer, lo que es necesario, lo que es bueno y adecuado…”

Hay como una nota de impaciencia. Dios en dominicano, pero muchacho, pero hombre, pero bueno, ya no te he dicho lo que tienes que hacer. Y qué pide Jehová de ti? solamente, digan todos, solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios.

En otras palabras, usted sabe, hermanos, eso es lo que contenta, en última instancia, usted puede venir a la iglesia y estar aquí 24 horas, 7 días a la semana, ayunar todos los días, ponerse boca abajo, y pararse en un pie 24 horas, haga lo que usted quiera que eso no es lo que conmueve el corazón de Dios.

Hay mucha gente que cree que porque hace todas estas cosas, como que de alguna manera van a sobornar el corazón de Dios y van a cambiar un poquito la agujita en la dirección de ellos. El corazón de Dios es bien sencillos, hermanos, y lo que a él le agrada es cuando el hombre, la mujer, lo sirven con sinceridad, con amor, con dedicación, lo aman, por sobre todas las cosas apasionadamente. Eso es lo que a Dios más le interesa.

Y por eso es que este hombre, el centurión, [inaudible] cuál es la conexión con el centurión [inaudible] porque este hombre no es de Israel, no tiene derecho de estar en la presencia de Jesús, envía a otros judíos para que le hablen a Jesús e intercedan por él y él como que pone en funcionamiento una maquinaria, bien compleja. Viene Jesús con una gran comitiva, se moviliza el Reino de Dios a favor de él, él hace todas las cosas correctas, y entonces como que la maquinaria del cielo, comienza a moverse para acceder a su petición de sanar a su siervo. Pero miren lo que pasa aquí.

Pero de momento la maquinaria se para y este hombre dice, sabe qué? Envía a alguien y dice, mira, espérate, se me prendió la bombilla. Él no tiene que venir a mi casa porque esto es tan sencillo, simplemente que de la palabra, que diga la palabra y ya es todo lo que se necesita para que mi siervo sea sanado.

El corazón de este centurión era un corazón noble, él amaba a los judíos, amaba a sus siervos. Cuantos centuriones se molestarían porque su siervo estaba enfermo. Lo que harían es simplemente le darían una patada y se conseguirían otro siervo fresquecito para que lo reemplazará. Pero este hombre tenía un corazón sencillo, amaba a Dios, amaba a su siervo, amaba a Israel.

Y entonces dice, Señor, no tiene que hacer todo eso. ¿Sabe qué? Yo me he dado cuenta, yo soy un soldado y yo soy un oficial y yo le digo a mis subalternos hagan esto, y ellos lo hacen, así que simplemente di la palabra, eso es todo, Señor, di la palabra y ya todo se va a resolver. No tiene que venir a mi casa, simplemente di la palabra porque yo no me considero digno.

Usted ve la cosa? Esa humillación, ese corazón sencillo. Yo no me considero digno de que tu entres a mi casa. Y en realidad, en última instancia, no es necesario, si tu estás de acuerdo di la palabra y ya todo se va a resolver.

Es decir, que no hubo gran ceremonia, él no tuvo que usar la frase ni las expresiones del judaísmo, él ni siquiera era judío, ni siquiera conocía el judaísmo. Pero su corazón estaba lleno de fe, de amor y de confianza en Jesús y en los métodos del reino, y eso fue todo lo que se necesitó.

Y saben lo interesante de este pasaje? Que en ninguna parte aquí me dice que Jesús dijo, centurión romano, tu siervo es sanado, ve porque yo he dado la palabra y él está sano cuando llegues allá. Él no dice nada. No dice nada absolutamente.

Es que el Señor se maravilló tanto de la fe que hasta se le olvidó el problema de ese bendito siervo. Es decir, simplemente eso pasó como a segundo lugar. El Señor se maravilló de la fe, se alegró. Y yo creo que esa alegría del Señor se transmitió y se manifestó en una sanidad. El Señor ni siquiera dijo, que tu siervo sea sano, porque así son las cosas en el Reino de Dios.

Hermanos, yo quisiera eso en mi vida, que mi fe para con Dios fuera tan grande, que yo ni siquiera tuviera que orar. Sabe que yo creo que eso es posible? La fe de un hombre, una mujer, sea tan grande que ni siquiera tenga que pedirle nada al Señor porque algo de él o de ella abre las llaves del cielo, cierra, abre, derrumba, edifica, porque nuestro corazón está lleno de fe y de esa fe se desprende todo lo bueno que necesitamos.

Déjeme decirle algo, y esto suena como si fuera un budista, tipo zen, pero muchas veces la oración más poderosa es la que no se dice, es la que está ahí en el corazón tan real que ni siquiera se nos ocurre porque creemos tanto que no tenemos que verbalizarla. Usted entiende lo que le estoy diciendo?

Hay muchas veces que Dios me dice, mira, no me ores y hazlo como una ofrenda de fe para mí, no me pidas lo que me vas a pedir, simplemente cállate y cree que yo te lo voy a dar. Y Dios me concede esa petición.

A veces cuando tu le has pedido mucho al Señor y ya él sabe y tu se lo has puesto en español, en chino, en inglés, en francés, mira, descansa, cállate y déjaselo ahí al Señor y dale gracias a él y reposa porque ya tu oración ha sido contestada.

Así que, hermanos, recordemos esa sencillez del corazón de Dios en esta noche. Yo creo que ya el milagro de ese santuario ya eso en el corazón de Dios y ahora lo que tenemos que hacer es movernos en esa seguridad, hacer nuestra parte, confiar en el Señor, ya Dios tiene eso en su corazón y eso se va a dar.

Y en esta noche, si hay algo en tu corazón, una petición que tu quieres para con Dios, algo grande, serio, importante, yo te pido que adoptes la fe del centurión esta noche.

Vamos a ponernos de pie ahora mismo y vamos a poner esa petición, esa necesidad delante de Dios y decirle, Señor, yo confío que tu me das lo que mi corazón anhela. Yo lo creo en esta noche y te doy gracias por ello, Señor.

Reposa ahora en el Señor, entrégaselo al Señor, confía en el Señor. Puedes seguir orando por ello, no te digo que no lo hagas, pero hazlo desde una postura de fe y de confianza que tu petición te ha sido concedida porque tu corazón está bien para con Dios. Dios te ama. Dios se alegra contigo, descansa en él en esta noche. Dios está.

Así que, Señor, en el nombre de Jesús nos agarramos de esa fe del centurión esta noche y declaramos que viviremos una vida de victoria en victoria, de poder en poder, tu nos darás los anhelos de nuestro corazón. Gracias porque no tenemos que estrujarnos porque ya tu quieres darnos los anhelos de nuestro corazón.

Gracias por tu amor por esta Congregación. Gracias por los sueños que has puesto en nuestro espíritu. Gracias porque tu nos llevas de victoria en victoria, de altura en altura y nosotros creemos que el corazón generoso de nuestro Papá siempre estará dispuesto a darnos buenas cosas a los que se las pidamos.

Gracias Señor porque tu eres un Dios misericordioso. En esta noche llénanos del gozo de tu corazón, bendice a nuestros hermanos. Los bendigo en el nombre de Jesús. Declaramos la gracia del Señor sobre tu vida. Gozo y paz y bendición, prosperidad y poder, los anhelos de tu corazón y las peticiones de tu alma te las conceda Dios [inaudible] tu tierra y sane tu familia y tu hogar y te de su paz en esta noche.

Yo declaro la buena voluntad de Dios sobre tu vida. Declaro la brisa de Dios que se lleva todo lo malo y lo negativo que el diablo quiere arrojar sobre tu vida. Declaro bendición y esperanza sobre tu vida. Gracias Señor, te amamos, te adoramos porque tu eres bueno y porque para siempre es tu misericordia, Señor. ¡Aleluya!

Denle un gran aplauso de gozo y gratitud al Señor. Gracias, Jesús te amamos, te bendecimos. ¡Aleluya! Gracias Señor porque tu eres bueno, por tu corazón de Padre, porque tu nos amas y estamos seguros en ti Señor. Amén.