Te paras por los cojos cuando vas a la iglesia?

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Diga cada uno de ustedes, “Que bueno es estar en la casa del Señor. Aquí en la casa del Señor suceden cosas maravillosas”. Hay algunos que todavía nos cuesta a veces entender que el Señor quiere hacer cosas grandes en medio nuestro. Así que, qué le parece si hoy día podemos decirle a nuestro hermano que está a nuestro lado, “el Señor quiere revolucionar nuestro corazón”.

Es interesante porque por mucho tiempo hemos tratado de motivar a la iglesia en diferentes lugares a que podamos estar disponibles para el uso que el Señor quiere hacer de nosotros a través del Espíritu Santo. Cada uno de nosotros puede ser un instrumento tan útil, tan grande, de tanta bendición cuando nos podemos poner en una línea con el Señor y dejar que el Espíritu Santo obre en el tiempo preciso, a la hora acordada, a la persona indicada.

¿Saben qué? Yo creo que el Señor hoy día quiere volver a que nosotros recordemos, según el Génesis, Capítulo 1, que todo lo que él había hecho había sido bueno. Han sido buenas las cosas que el Señor ha hecho con usted? Alguien tiene alguna queja con el Señor? Si levanta su mano, le pido que pase al frente y oramos por usted por ingrato.

Creo que el Señor ha hecho todas las cosas bien para nosotros. Él ha sido fiel, él ha sido leal, él ha sido nuestra provisión, nuestro sustento. Y quiero invitarle a abrir su Biblia en el libro de Hechos, Capítulo 3. Hay un acontecimiento interesante desde el punto de vista de la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Hay un acontecimiento interesante porque creo que esta es la actitud que el Señor está buscando en su pueblo cuando nos reunimos. Dice el salmo 133:

“… Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía…”

Y hay una serie de detalles en ese Capítulo y al final del Capítulo dice:

“… porque allí envía Jehová bendición y vida eterna…”

Sabe, esa expresión de bendición y vida eterna, no es solo llenarnos los bolsillos de dinero, no es solo llenarnos de casa, llenarnos de carro, llenarnos de zapatos, llenarnos de ropa, bendición y vida eterna está también diciendo, yo traigo milagros. Yo traigo transformaciones. Yo traigo restauración. Yo traigo una nueva vida hoy día para ti y para el mundo. Eso está diciendo el Señor ahí. No solo está diciendo cosas que nos convengan, está diciendo cosas que lo glorifiquen a él también. El mundo necesita ver que nuestro Dios es un Dios poderoso y que hoy día sigue siendo el mismo de ayer, como dice el libro de San Juan, que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre, y las obras que él hacía ayer, las puede hacer hoy día.

Cuántos creen eso? Estaba preocupado, pensé que no había nadie. Miren, quiero invitarlos a Hechos, Capítulo 3. Una palabra que me impactó mucho y vamos a tomar un poquito también algo del Capítulo 2, pero solo quiero dejar esto en su corazón, versículo 1 en adelante.

“…Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la comida, la de la oración…”

La primera observación que nosotros tenemos es que debe haber en el hombre y en la mujer de Dios un tiempo específico para el obrar específico del Señor en nuestra vida. Y había un propósito en tiempo específico para Pedro y Juan, subir a una hora, a la hora de la oración. Después vamos a ir viendo por qué es tan importante el detalle, la especificación de esto.

“… Y era traído un hombre cojo de nacimiento a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama La Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro con Juan fijando en él los ojos, le dijo, “Míranos”. Entonces, él les estuvo atento esperando recibir de ellos algo…” ─Aquí viene la gran frase de Pedro, esta es la que muchos decimos cuando estamos afuera─ “… Más Pedro dijo, “No tengo plata, ni oro, pero lo que tengo te doy en el nombre de Jesucristo de Nazaret, Levántate y anda.” En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.”

Cierre sus ojos un momento. Hoy día el Señor no nos trajo hasta este lugar solo para ser expectantes de lo que podía pasar en el servicio. Hoy día el Señor te trajo hasta aquí porque tu eres una persona portadora del poder del Espíritu Santo y todas las bendiciones que trae consigo a través de ti.

Señor Jesús, gracias por tu palabra. Gracias Señor, porque creo que tu hoy día estás hablando a una iglesia que está siendo renovada, transformada, que está siendo, Señor, tocada por ti de una manera tan poderosa. Creo que el poder sobrenatural de Dios en estos tiempos se está manifestando de una manera tan grande que aún los que se paran en las puertas puedan recibir una gloria, un impacto tuyo tan grande. Gracias, Señor, porque así como Pedro y Juan, así estamos nosotros, entrando cada día al templo. Señor, que fluya y que brote poder de nosotros en el nombre de Jesús. Amén. Amén.

Me impactó esto, muchos años nos han hablado de esto y hay un montón de maneras de enfocar esto. Solo que yo siento que este es un tiempo interesante. Los grandes estudiosos de la Biblia, y algunos no tanto, siempre coinciden de que el libro de los Hechos, aún no se ha terminado de escribir. Eso es como la parte poética de toda esta parte de las Escrituras. Que el libro de los Hechos aún no se termina de escribir, que han pasado más de dos mil años y todavía se está escribiendo lo que el Espíritu Santo está haciendo en medio de la iglesia.

Pero hay algo interesante que el Espíritu Santo está tratando de que nosotros no solo continuemos en el proceso poético de seguir escribiendo el libro de los Hechos, a través de los años, sino que de vez en cuando miremos cuando se inició todo esto. Sino que de vez en cuando refresquemos nuestra mente y veamos cuál era el poder que el Espíritu Santo estaba trayendo a la iglesia en esos momentos.

Era interesante cómo dos hombres se iban a hacer algo que estaba dentro de su agenda, iban a orar a la iglesia, a una hora determinada. Quién sabe cuántas veces habían ido, era algo tradicional, era algo normal en ellos ir a la iglesia, pero algo pasó un día específico en el caminar de ellos en esta rutina. Había un hombre que estaba todos los días ahí, algo pasó que no lo vieron antes, pero algo pasó ese día que ese día, el Señor tenía una respuesta para ese hombre.

Sabe, nosotros venimos muchas veces a la iglesia esperando que nos solucione el Señor nuestros problemas, esperando del Señor la respuesta a nuestras necesidades, pero caminamos por la calle y estamos seguros de que pasamos al frente de muchos cojos, de muchos ciegos, de muchos sordos, de muchos menesterosos que están esperando algo de la iglesia del Señor.

Pero primero nosotros, después ellos. Primero que el Señor haga algo por mí para que yo pueda predicarle a otros con autoridad. El Señor está llamando a una iglesia que se deje revolucionar por el poder del Espíritu Santo.

Aún mayores cosas haréis, dijo el Señor Jesús al final de los Evangelios. Aún mayores cosas haréis. Saben lo que me atrae de este pasaje es este hombre que representa la necesidad del mundo mirando a la iglesia del Señor. Sabe lo que estaba esperando este hombre? Algo. Algo. Algo que pudiera satisfacer su alma. Algo que pudiera hacer descansar su dolor. Algo que pudiera hacerlo mirar hacia el futuro de una manera distinta. Algo. Unas moneditas, una mirada, una sonrisa.

El mundo, hoy día, está mirando a la iglesia para recibir algo. Y aunque muchos de nosotros podamos decir, el mundo está lejos de Dios, la gente afuera está viendo a la iglesia para recibir algo. Muchas veces no le damos nada, ni el saludo, ni siquiera los miramos, ni siquiera sentimos el dolor de ellos, ni siquiera estamos sintiendo su frustración, su tiempo de desánimo, su muerte espiritual, no la estamos sintiendo.

El Señor está llamando a una iglesia más perceptiva, una iglesia que pueda estar atenta a las necesidades de la gente, pero no a esas necesidades de limosna, no a esas necesidades de sonrisitas, no a esas necesidades de unas monedas, a esa necesidad que diga, “Mira, yo no tengo lo que tu quieres probablemente pero sí tengo algo más poderoso. Tengo al Señor Jesucristo que puede sanarte. Tengo al Señor Jesucristo que puede transformarte. Tengo el poder del Dios Espíritu Santo que puede trastornar tu vida de una manera grande.”

Esa es la iglesia que hoy día debe estar pisando la tierra. Yo no sé si usted está de acuerdo conmigo, pero creo que hoy día es el tiempo oportuno, apropiado para que la iglesia muestre el poder de Dios en donde vivimos, en donde trabajamos, en donde nos juntamos.

Pedro y Juan iban al templo a orar. No se iban a reunir con el hermano porque iban a tratar de negocios. No, no iban ahí porque tengo que hablar con la hermana para la cocina del arrocito con el pollo que vamos a hacer para el domingo. Pedro y Juan iban al templo a la hora de la oración, a la hora donde mayormente la comunicación con Dios debe estar libre de cualquier vicio. No iban a la iglesia solamente a agarrar un micrófono y cantar o tocar un instrumento. Iban a un momento donde realmente la presencia del Señor podía hacer cosas grandes.

Y este milagro en el cojo revela que muchos de nosotros debemos caminar por las calles, cuando venimos al templo y estar atentos cuando el Espíritu Santo pueda hacer algo en ti y te diga, “Háblale”, y te diga, “Ora por él”, y te diga “No es acerca de ti, es acerca de mi amor para el mundo.” Esto no se trata de venir a la reunión de oración y dejar solo mis cargas, ya porque a mí me interesan que mis cargas sean solucionadas.

Esto es acerca de lo que el Señor quiere hacer con el mundo a través de nosotros. Este cojo representa a la gente triste de la calle, a la gente hambrienta de la calle, a la gente que no tiene justicia en la calle. Este cojo representa a aquellos que sufren de violencia, que sufren de abuso. Este cojo representa una condición de la humanidad que no puede valerse por sí misma porque muchas veces el precio del pecado los ha llevado a estar postrados espiritualmente, sin salida y es ahí donde los hijos del Señor debemos mostrar a la iglesia de Cristo obrando como el Señor obraría en la tierra.

A usted le causa algo interesante el poder saber de que en sus manos está la autoridad del Señor para ser desatada en la vida de las personas? No le parece interesante esto que en gente tan normal, tan imperfecta, tan llena de faltas, el Señor está depositando en nuestras manos esta oportunidad de hacer que el mundo no solo nos pida algo, sino que le entreguemos todo lo que Dios ha preparado para ellos. No necesitan bajar ángeles. No se necesitan abrir los cielos y hacer una serie de cosas. Se necesitan hombres y mujeres que caminen en la hora oportuna al tiempo de comunión con el Señor. Que caminen hombres y mujeres en el momento preciso cuando el Señor quiere usar tus palabras para poder traer poder a través de tu boca, a través de lo que digas, a través de lo que mires.

Hoy ya llegaste con necesidad? Yo creo que sí. Y yo creo que el Señor ya miró tu necesidad, pero creo que cuando caminaste hacia acá tu te diste cuenta de muchos cojos que estaban en tu casa, de muchos cojos que estaban en tu trabajo, de muchos cojos que estaban en la calle y que venían en el bus que pasaron cruzando la calle. Tu te diste cuenta de muchos de ellos, y que muchas veces no tenemos el discernimiento para hacer que el Señor poderoso nos use para entregar su gran premio.

El cojo entró corriendo al templo. Mire el efecto de un hombre o una mujer haciendo la voluntad del Señor en su vida. El mundo comienza a reconocer que adentro de la iglesia del Señor hay vida. Él entró contento, él entró saltando, él entró alabando, él entró gritando, reconociendo que en la iglesia del Señor hay poder y que no es un mito, y que no es falsedad y que no es solo una idea religiosa, la iglesia del Señor es una iglesia donde hay vida, donde hay poder, donde hay transformación. Y yo agregué una palabra estos días en la iglesia mía, debemos ser trastornados.

Saben lo que es un trastornado? No me lo diga. Los locos son capaces de hacer cosas irracionales, no naturales. Nosotros usamos la palabra transformado porque suena más cuerda, más racional, más lógica. Claro, nosotros somos transformados, vamos a orar por este cojo, por este paralítico, por este ciego, por este sordo. Transformados, pero el Señor nos quiere trastornados por el poder del Espíritu Santo en nuestra vida. Es la única manera como Pedro trastornado, se le ocurrió caminar por el agua. Porque estaba siendo trastornado por este poder de fe, del Espíritu Santo en la vida de él, que lo hizo creerle al Señor.

La única manera de creerle al Señor es sacando nuestra lógica, es sacando nuestra racionalidad, es sacando nuestro orgullo, es sacando nuestra soberbia, es sacando todos nuestros cuestionamientos, y decir, “Señor, esta cuestión es por fe.”

Ya el hecho de hablar de fe ya es una cuestión de locos. Así que de loco a trastornado, no nos queda mucho. La gente afuera, Pablo dice, yo prefiero estar cuerdo para Dios y loco para el mundo. No le hace sentido? Y Pablo llegaba a Roma y Roma se desarmaba. Solo Pablo pisaba Roma y la gloria del Señor descendía en esa ciudad.

No hay que ser transformado para eso. Hay que ser un trastornado por el poder del Señor. Una iglesia trastornada es la que le dice, “Mira, no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy en el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda.”

Un racional no hace eso. Hay evangélicos racionales, por si acaso? Hay cristianos racionales, pensadores, y no digo que le hacen mal a la iglesia, provocan un balance. Pero ya cuando se meten en las cosas de la fe, donde hay solamente hay que estar loco para decirle que sí al Señor, ya ahí comienzan a hacer daño.

Hasta donde tengamos que ser racionales seamos, pero cuando el Señor quiera usarte, no le preguntes a él, en qué libro de filosofía sale eso; en qué parte de la Biblia sale eso; o en qué libro de educación cristiana sale eso. El Señor cuando te quiere usar, no usa ni un manual, lo hace y no importa cómo y no importa cómo quedes, la gloria de él es la que va a ser mostrado a quien él te ha mandado a hacer algo.

Así es. Tu no viniste aquí hoy día por un asunto tuyo, viniste aquí hoy día porque el Señor quiere derramar un poder especial sobre tu vida. No viniste aquí hoy día solo porque estás enfermo, porque tienes necesidad de esto, porque tienes necesidad de lo otro, porque tienes estos sueños, el Señor hoy día quiere transformar tu vida y quiere ponerla en un proceso de trastorno que puedas hacer las cosas que él te está pidiendo que hagas. Un trastorno santo, un trastorno espiritual, un trastorno que te lleva a ver la misma gloria del Señor obrando a través de ti.

Esa es la iglesia que hoy día debemos comenzar a cultivar en esta ciudad, en este estado, en este país, y en el mundo. Esta es la iglesia que el Señor comenzó a hacer en los primeros años, cuando tu vuelves a los versículos en el Capítulo 2, versículos 43 en adelante, dice que los primeros cristianos, esos primeros que estaban como recién fresquitos por el poder del Espíritu Santo dice que estaban llenos de temor, y se llenaron de temor, versículo 43 del Capítulo 2:

“… y sobrevino temor a toda persona…”

Saben lo que estaba haciendo el Señor? Estaba llenando de milagros esa zona. Estaba llenando de su gloria esa zona. La gente no había visto nunca la gloria del Señor activa de esa manera. Hoy día, sabe qué? Si vemos un milagro tienen que orar por nosotros para resucitarnos, nos caeríamos de espanto.

Cuándo fue la última vez que vio un milagro, un cojo que se le alargó la pierna? Ya. Pastor Andrés, esas cosas ya no existen. Pastor, ya los ciegos ya no, si ya hoy día hasta lo operan.

Hay algunos, miren, yo les voy a contar un caso, no voy a decir el nombre para no ofender. Estábamos orando por una persona hace algunos años y oramos, Señor, sana. Y yo veía que la persona estaba muy indiferente. Señor, sana de esta parálisis que tenía en la pierna. Señor, sánalo. Señor, sánalo. Al final no lo sanó. Ya, para hacer el cuento corto.

Hablando con esta persona le digo yo estábamos orando, “Mira, cómo te sentiste?” “Bueno, sí, bien, pastor, recibí una bendición del Señor.” Ah, que bueno! Pero sabe, pastor, yo no quiero que el Señor me sane. Y por qué? Le digo yo. Porque pierdo el dishability, porque voy a tener que comenzar a trabajar, voy a tener que contar mi dinero para la renta. Pastor, no quiero que el Señor me sane. No me conviene la sanidad del Señor.

Saben, esto parece chistoso. Bueno, no era chistoso, pero bueno, si se rieron hay que reírse. Pero la iglesia hay muchos que no quieren ser tocados por el poder del Señor para no perder los beneficios del estado.

Estos días mi hermano hizo lo que se llama un espíritu inmundo de welfare. Hay gente que no quiere ser tocada por el Señor para no perder sus beneficios. Y eso es verdad. Si usted mira a su alrededor y hace la pregunta esa a sus amistades que tiene por ahí, que viven de esto. No, a mí no me conviene pagar más renta. Está bien con los $ 80 que pago. Pero están sujetos a una maldición eterna.

Y el Señor los quiere sacar de ahí. Hablamos de prosperidad. Hablamos de abundancia. El Señor también hace todas esas cosas, nos saca de los proyectos. Sabe para qué? Para que otros con necesidad puedan realmente estar ahí. Y hay algunos que el Señor los tiene ahí también, también creo en eso. Pero llegar a decir, no, yo no quiero que el Señor me sane porque me quitan los beneficios. Yo no sabía si reírme, si llorar, si golpearlo. Por último, dale la otra pierna ya para que lo cobre doble.

Deje que el Señor saque todas esas barreras, todas esas frustraciones. Siguiendo el Capítulo 2, versículo 43:

Había un asombro enorme por lo que el Señor estaba haciendo milagros. Dice que los Apóstoles eran usados en señales y maravillas. Dice que la iglesia estaba junta, que la iglesia era persistente, que la iglesia continuaba siempre en comunión, tenían en común todas las cosas, la iglesia seguía alabando y la iglesia se juntaba en las casas alegremente.

Hay una parte bien interesante en este Capítulo, en el versículo 46, dice:

“… Y contaban con el favor del pueblo…”

Saben lo que está diciendo ahí? Que el pueblo sabía dónde llevar a sus enfermos. Que la ciudad sabía dónde llevar a sus hambrientos. Que la ciudad sabía, el pueblo sabía dónde llevar al que estaba triste, dónde llevar al que estaba solo. ¿Saben qué? Hoy día la gente ya no trae su gente a la iglesia, porque dice que salen peor. Para qué los vamos a llevar si salen peor?

La primera iglesia es esto, el reflejo del carácter, de la imagen de Dios que debe estar reflejada en nosotros, con su poder, con lo que realmente podamos proyectar: amor, poder, autoridad, sanidad, transformación, libertad, libertad de endemoniados.

Creo que el Señor hoy día es el mejor tiempo que nos está dando para poder ver lo sobrenatural del poder de Dios en estos tiempos a través de su iglesia. No esperemos que venga alguien famoso a hacerlo. Tu te puedes parar, estás bien orando al Señor, tienes un tiempo de comunión grata con el Señor, yo estoy seguro que donde pongas tus manos, el Señor va a volar una sanidad. Donde pongas tus manos el Señor va a llevar una bendición, donde pongas tus manos, donde pongas tus pies, ahí el Señor se glorificará, porque hay un hijo, hay una hija de Dios dispuesto a declarar la gloria del Señor por sobre todas las cosas. Esa es la iglesia, esa es la iglesia que se supone debemos seguir escribiendo después del libro de los Hechos.

Ahora es tiempo. No hay un problema de edad, no es porque sea joven o porque seamos viejos. El Señor te va usar igual, solo ven a hacer lo que tienes que hacer. Deja que el Señor poderoso se acuerde de tu comunión con él y te entregue esta unción, esta gracia del Espíritu Santo.

¿Saben qué? Esto no es acerca de nosotros, es acerca de lo que él es y que él quiere hacer en el mundo. Hay muchos cojos, hay muchos ciegos, hay muchos sordos. Hay muchos hambrientos, muchos necesitados. Cuando vengas acá tu puedes orar por todos ellos y decirles “no tengo plata, no tengo oro, pero te doy lo que el Señor me ha dado, poder, el poder del Espíritu Santo”.

Cierre sus ojos. Cierre sus ojos y dígale al Señor que usted quiere ser un vaso útil para que el poder del Espíritu Santo pueda fluir a través de usted, porque el Señor es el espíritu y donde está el espíritu del Señor hay libertad.

Hay algunos cojos, hay algunos enfermos que te rodean cada vez que tu caminas a la iglesia, cada vez que tu caminas hacia la célula? O te juntas en algún grupo específico? Hay alguien que tu sabes que pasas por al lado de él o de ella, y necesitas que te detengas y lo mires atentamente, dice atentamente, dice atentos a los ojos esperando recibir algo. Lo que tu tienes para darle es tan maravilloso, es tan precioso que solo un hombre y una mujer de Dios tiene autoridad y autorización para dárselo.

Señor Jesús, muchas veces Señor, tenemos las motivaciones equivocadas, cuando nos acercamos a compartir con nuestros hermanos en la iglesia, en la célula o en algún grupo específico. Señor, enséñanos a entender que cada vez que caminamos por las calles, que estamos frente a nuestras familias, a nuestras amistades, a nuestro compañeros de trabajo, incluso al frente de nuestros hermanos en la iglesia, somos potencialmente proveedores del poder tuyo, Señor, para la sanidad de otros.

Enséñanos, Señor, a ser sensibles a tu gloria en nuestra vida. Y así como te le preguntaste al profeta, en Ezequiel, Capítulo 37, profeta, estos huesos vivirán? Señor, tu sabes que vivirán. Señor, este cojo sanará? Señor, tu sabes que el cojo puede sanar, porque para ti no hay nada imposible, y para el que cree todo, todo, todo es posible. Gracias, Señor. Gracias, Jesús.