Habitando en la bendición de Dios

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Hoy he decidido tomar una lectura de ese libro que estoy escribiendo, que tiene que ver mucho con esa idea de nuestra vida, una vida de superación, de crecimiento, de desarrollo espiritual, de superación de todos los problemas y las luchas que nos atañen en nuestra vida y cómo vivir vidas así como la de nuestro hermano Miguel Prieto, vidas que influyan, que impacten la sociedad, que sean un crédito para el Reino de Dios y cuando lleguemos al final de una parte de nuestra carrera, podamos hacerlo con toda satisfacción sabiendo que hemos sido usados por Dios, que nuestra vida ha marcado el mundo.

Y ¿cómo llegamos a esa vida de influencia, esa vida de suficiencia en el Señor, de superar cada día más y más cosas? Pues, es meditando como decimos, en esos principios de la palabra de Dios que nos ayudan a superar. Esta mañana vino una hermana, me voy a permitir la libertad, que ha pasado también por su tiempo de prueba, la conocemos, la amamos mucho, muchos años en nuestra iglesia, muchos, muchos años y que pasó por un tiempo muy difícil yo sé en su vida, tiempo de gran crisis y de… entró en la tormenta como un avión que entra en un frente de tormenta muy grande y ha estado batallando y en luto y vino esta mañana y se acercó a nosotros para decirnos que ya se siente que pasó al otro lado y que tiene esa victoria, ha prevalecido. Y yo me gocé de ver su persona reflejando de hecho esa libertad. Qué bueno cuando pasamos por tribulaciones, ¿verdad que sí? A veces es difícil, son valles de sombra de muerte. Esa es la vida de los hijos de Dios y de todo ser humano en esta tierra, pero lo bueno es cuando podemos agarrarnos del Señor.

Dice la Biblia, cuando llegue el día malo estar firmes hasta que haya pasado y cuando pase el día malo estar todavía firmes. A veces lo único que podemos hacer cuando vienen los tiempos de prueba y dificultad es agarrarnos al brazo del Señor y pasar la tormenta con él, pero nunca tirar la toalla, y apropiarnos de esos principios de la Escritura. Y también cuando estamos pasando por defectos en nuestra vida. Cada uno de nosotros tiene sus áreas de lucha, tenemos nuestras ataduras, nuestras dificultades y quisiéramos como el aguijón de Pablo, que ya Dios nos librara de ese aguijón, esa lucha que tenemos. Y tenemos que seguir en esa batalla, apropiarnos de los principios de la palabra del Señor para que podamos ser cada día más y más como Cristo Jesús, cada día más saludables, cada día más libres, más livianos, más despojados de todas las cosas que nos aquejan.

Hay un salmo que quería compartir con ustedes, unos pocos versículos de él porque es largo, es el Salmo 16 y hay unos versículos en el 16:5 donde dice:

“Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa, tu sustentas mi suerte, las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado. – versículo 11 – Me mostrarás la senda de la vida, en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre…”

¡Qué lindo ese salmo! Me encanta ese versículo 5 que dice “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa, tu sustentas mi suerte…,” es decir, mi destino, camino en la vida, las cosas que me suceden. Entonces dice, “… las cuerdas me cayeron un lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha toda…”

El salmista expresa un sentido de suficiencia en Dios y las cuerdas es como la medida de tierra que me dieron a mí. Los judíos se repartieron toda la Tierra Prometida conforme a familias, a tribus, y a cada uno le tocaba una porción de tierra, y esta persona dice, la porción de tierra que me tocó, las cuerdas donde me las trazaron de mi propiedad, cayeron en lugares deleitosos, es decir, en lugares donde quizás había un río, había agua, había árboles frondosos. Le tocó una porción bien bonita de tierra a esa persona.

Y qué imagen más linda de creyente bendecido por Dios que dice, guau, lo que me ha tocado es bueno en la vida. Eso no quiere decir que no hay dificultades y pruebas, pero el resultado neto es de bendición.

Y yo quiero hablar acerca de eso, de habitando en la bendición de Dios. Más que el fracaso en la vida, más que el fracaso, el enemigo número 1 del potencial humano es la mediocridad de espíritu, el acomodamiento a las circunstancias, la falta de visión y de ambición espiritual. El pensar que estamos destinados meramente a caminar sobre la tierra, cuando en realidad Dios nos ha hecho para surcar los aires, para ser cosmonautas del espíritu. Esa falta esencial de aspiración en nosotros, combinada con la ignorancia de las leyes espirituales del éxito y de la superación personal, constituyen una fórmula mortal para el logro de nuestros sueños.

La gran aventura del éxito personal comienza cuando nos damos cuenta de que la victoria ya ha sido declarada sobre nosotros y sobre nuestras vidas. Nuestra herencia, hermanos, como dice el salmista en el Salmo 16, nuestra herencia es ya una realidad de grandeza. Jehová es nuestra herencia, imagínese, si la porción de nuestra herencia y de nuestra copa es Jehová, ¿qué nos puede faltar? Nuestra verdadera identidad como hijos de Dios es seres realizados, personas que habremos llegado a vivir una vida plena y llena de significado y excelencia, influencia positiva.

El reto de los creyentes, los hijos de Dios que queremos triunfar en la vida, no consiste tanto en dejar atrás una condición actual de fracaso, como escaparnos de esta condición que tenemos de fracaso, sino más bien de reclamar que nuestro estado actual como hijos de Dios, lo que ya somos, nuestra condición verdadera de gente bendecida, es que ya caminamos, ya estamos bajo la bendición de Dios, bajo el signo positivo de la aprobación y respaldo divino.

Tu no tienes que estarte escapando como que, Señor, cámbiame. No, yo creo que parte del secreto está en uno reclamar lo que tu eres en Cristo Jesús, lo que Dios ha declarado sobre ti, la manera en que Dios te ve, las profecías positivas que Dios ha dicho para tu vida. Como dice, “porque yo sé los pensamientos, las intensiones que tengo para ustedes…” Tu tienes que entender lo que ya tu eres en Cristo Jesús. La palabra dice que estamos sentados junto a Cristo Jesús en los lugares celestiales. Ya estamos sentados, no dice, vamos a estar, ya estamos. El problema está en que no hemos accedido a esa identidad, no la hemos hecho algo personal nuestro y estamos diciendo, “Señor, cámbiame.” Sí, en un sentido podemos decir eso pero por qué no mejor decir, “Señor, ayúdame a entrar en lo que yo soy como tu hijo.”

Recuerden la historia del hijo que se quedó en la casa, siempre lo uso como ejemplo. El hijo que se quedó en la casa en la parábola de Jesús del hijo pródigo, no cometió ningún error ni nada, siempre fiel, pero cuando llega el hijo pródigo él le dice, “Papá, este muchacho que ha desperdiciado todos tus bienes, tu lo coges y lo restauras y yo que nunca puedo disfrutar ni siquiera de una cosita, una migaja de tus bienes.” Y el papá le dice, “Pero hijo, ¿cómo es posible que tu pienses así si todo lo que yo tengo es tuyo?” él no podía verse como heredero de todo lo que su padre tenía. No lo estaba disfrutando aunque estaba a su disposición, pero como que nunca se había dado cuenta de su posición de hijo amado por su padre.

Como declara el salmista en el hermoso Salmo 16, como he dicho aquí, “Jehová es la porción de mi herencia de mi copa, las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado.”

El creyente habita en un terreno privilegiado que le ha tocado por medio del sacrificio de Cristo en la cruz, su destino es uno de bendición y por qué no decirle, de prosperidad. “El bien y la misericordia de Jehová me seguirán todos los días de mi vida,” dice la palabra del Señor. Los hijos de Dios pastoreados a través de la vida por un pastor todopoderoso y paternal son perseguidos por el bien, custodiados por una nube de bendición que los sigue generosamente a través de la vida.

Pablo declara en Efesios 2:16, dice, que “Dios – dice en pasado – nos dio vida juntamente con Cristo y justamente con él nos resucitó y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.”

Qué declaración más asombrosa, esa identificación con Cristo que establece la palabra de Dios para cada creyente, nos asegura que el poder de Cristo, su triunfo sobre los poderes oscuros que pretenden robarnos una vida plena y exitosa operarán a nuestro favor en este mundo. Judicialmente podemos decir estamos sentados juntamente con Jesús en los lugares celestiales, lugares de autoridad y plenitud. Desde ese lugar alto e infinitamente ventajoso podemos observar confiadamente el camino que tenemos por delante, podemos participar del poder liberado por la resurrección.

La inercia de un mundo caído no tiene ya poder en última instancia sobre nosotros. En la cruz Cristo triunfó decididamente sobre los principados y potestades que militan contra el bienestar de la raza humana, según dice Colosenses 2:15, dice que los exhibió públicamente y anuló el acta de los decretos que nos era contraria. Ninguna acusación del diablo ya puede prevalecer contra nosotros, porque Cristo le puso una equis a toda acusación del diablo.

El Apóstol Pablo dice, “quién condenará si Dios es el que justifica.” Cristo destruyó la inevitabilidad del poder diabólico que se deleita en atormentar a los hijos de Dios pretendiendo borrar la marca de divinidad y grandeza que lleva todo ser humano. Por medio del sacrificio de Cristo en la cruz todo aquel que se ubica dentro del marco del Reino de Dios queda libre de la jurisdicción diabólica y entra bajo la administración de una nueva autoridad, un gobierno benévolo y amoroso cuyo único deseo es restaurar nuestra comunicación con el Creador y restablecer el vínculo con esa fuente de energía divina que nos asegura una vida de plenitud, creatividad y poder.

Recuerdan ustedes las palabras de la Escritura que dicen que el Señor nos transfirió de las tinieblas a su luz admirable. Es como que cuando una persona recibe a Cristo, Dios envía un ángel poderoso al infierno mismo y le dice, “Mira, entrégame el record de fulanito, ya tu no lo controlas, ahora lo vamos a poner en los records divinos.” Ahora él está bajo la administración del cielo, ya no está bajo la administración diabólica que quiere torturar, matar, robar, destruir, y lo pone bajo la luz admirable de Cristo Jesús.

Eso es lo que quiere decir esa idea. Que tu vida ya no está en control del diablo más, ahora si tu crees que está en el control del diablo, el diablo se va a ensañar sobre ti. Si tu no sabes que ya tu vida está escondida en Cristo Jesús el enemigo va a seguir haciendo estragos en tu vida. Pero si tu entiendes que ya Cristo te transfirió de las tinieblas a la luz entonces ya tu puedes reclamar tu derecho como hijo de Dios, caminar con esa seguridad. Cuando vengan las pruebas a tu vida, tu puedes usar la palabra de Dios, cuando el diablo quiera susurrarte, tu eres un perdedor, una víctima, un abusado, un fracasado, tu puedes gritarle, “El Señor me ha libertado, el Señor tiene buenos propósito para mí vida. Yo soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Tengo esperanza, tengo poder para vencer cualquier situación. No tengo que vivir siempre bajo la sombra del pasado y de los defectos de mi carácter.”

Cristo ha dicho en su palabra, “el ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir, yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia,” eso lo que ha dicho él. El ladrón es Satanás quien encarna el principio del mal que se opone a todo lo que afirma la luz, la vida y el amor. El propósito de Dios al enviar a Jesús como su embajador exclusivo al mundo es establecer un reino de luz y de verdad, un nuevo gobierno encaminado hacia la restauración debida.

Una de las epístolas de Juan dice que Jesús vino a deshacer las obras del diablo, a desmontar el aparato diabólico que gobierno el mundo ilegítimamente. El mundo ahora sufre todas las cosas que sufre porque está bajo el dominio del mal, porque el hombre mismo le ha entregado a Satanás el poder. Una nación como la nuestra sufre tantas cosas hoy en día porque nuestros hijos, nuestra juventud no está recibiendo la palabra de Dios, por lo menos cuando un gobierno no reconoce el señorío de Dios y los principios de la palabra de Dios, esa autoridad ilegítima entonces se transfiere a la nación y vemos los crímenes y vemos todas las cosas que están matando a nuestra sociedad, nuestra juventud. Porque el diablo entonces tiene derecho, aunque no lo tiene en última instancia, si el hombre se acogiera a Dios, se refugiara en Dios sería diferente la cosa.

Tenemos que anunciar a Cristo por eso, hermanos, y decirle a la gente, tomen refugio en la casa de Dios, tomen refugio en el Evangelio para que Cristo entonces pueda cubrirlos con su sangre. Satanás quiere que los propósitos originales que gobernaron la obra creativa de Cristo en el acto de la creación sean anulados y él gobernar, tomar control de las naciones.

Cristo se constituye, hermanos, en un transmisor de poder ilimitado, desde el trono de Dios hacia su creación. Ese poder benévolo quiere darle vida a las naciones, erradicar la pobreza, la guerra, la opresión, quiere hacer posible toda reforma y transformaciones en el ámbito humano que los grandes idealistas de todos los tiempos han dado su vida y talento para realizar. Cristo es el único que lo puede hacer real. Cristo quiere que cada hombre o mujer alcance la plenitud de su potencial, que dejemos de vivir vidas tronchadas, llenos de envidia por los logros de los demás, logrando nosotros vivir nuestro propio drama heroico, escalando nuestras propias montañas y realizando nuestros propio grandiosos sueños. Eso es lo que Cristo quiere hacer con nosotros.

El propósito de Satanás, el gran destructor de vida, de potencial, es que ningún ser humano llegue a ser y a reflejar plenamente la imagen de Dios en su vida. La actividad incesante de los poderes del mal que rigen el mundo está consagrada a un solo propósito, impedir que un niño en una favela de Brasil, o una aldea de África alimentando sueños de grandeza, mientras cuida a sus hermanitos hambrientos, logre educarse o alimentarse lo suficiente como para desarrollarse saludablemente y llegar a ser un hombre exitoso y de bendición a su comunidad.

El río de las tinieblas existe y se mueve solo para hurtar, matar y destruir, como dice Jesucristo. Los poderes tenebrosos que ilegítimamente rigen este mundo caído identifican bien temprano a cada ser humano que tiene el potencial para desarrollarse y bendecir a la humanidad con sus dones. Estos poderes demoníacos hacen todo lo que está a su alcance para tronchar nuestros sueños y para hacer tropezar a esas personas que tienen potencial en sus esfuerzos de auto realización.

Nosotros estamos siempre en guerra con los poderes del mal, aunque nuestras luchas parezcan como muy cotidianas y muy pequeñas, hay poderes dedicados a tratar de destruir los sueños en nosotros y cuando nos estamos poniendo de pie, la fuerza del mal trata de hacernos tropezar continuamente. Estamos en lucha continuamente. El Apóstol Pablo dice que nuestra lucha no es contra carne y sangre sino contra principados y potestades que están siempre tratando de tronchar la vida humana.

En el relato navideño, por ejemplo, vemos que el Rey Herodes que es un tipo de Satanás trata de matar al niño Jesús antes de que éste logre realizar su destino, porque sabe que sus propósitos de poder ilegítimo, Satanás, se verán frustrados si el maravilloso niño llegara a realizar su potencial divino. Y por eso manda a matar a todos los recién nacidos en Israel, tratando de asegurarse de que el enviado de Dios no prospere y establezca su reino de luz y bondad.

Este es un arquetipo que se repite a lo largo de la Escritura y a través de toda la historia. En el libro del Éxodo, por ejemplo, se relata la historia de Moisés nacido para libertar al pueblo de Dios de la esclavitud y ¿qué pasa? Antes del nacimiento del niño faraón da una orden de que todos los niños varones judíos sean echados al río y ahogados en el momento mismo de nacer. Hoy en día es más fácil, hoy en día los abortan antes de que nazcan. Hoy en día hay más tecnología que antes. Antes tenían que esperar a que naciera el niño y entonces lo mataban, hoy lo matan en el vientre de su madre. Es más, lo matan cuando está a mitad de nacer para llenar una ley maldita de exactitud judicial, diabólico.

Pero ¿saben cuántos millones de niños han sido abortados en esta nación? Decenas de millones, un holocausto que grita ante los ojos de Dios, todas esas vidas. Ahí murieron ingenieros, poetas, científicos, maestros, pastores, evangelistas, adoradores, y todo es el diablo tronchando vida. Ese es su negocio. Eso es lo que él hace y se especializa en matar vida antes de que salga a la luz.

El faraón tenía temor de la prosperidad de los judíos, una nación que iba a ser de bendición a la raza humana, de su rápido crecimiento numérico y desea neutralizar su progreso. Satanás le teme a una humanidad bendecida por Dios, hermanos, libre para escoger su propio destino y prosperar bajo la mirada benévola de su Creador. Pero Dios socorre al niño y hace posible que éste crezca y madure en las entrañas mismas del palacio real del faraón, logrando así alcanzar su destino libertador.

Ese es el patrón arquetípico de la historia humana, las fuerzas del mal se empecinan en destruir el potencial creativo y benévolo en los seres humanos. Pretenden destruir prematuramente a un hombre o a una mujer destinado a lograr grandes cosas a fin de perpetuar su reino de maldad y destrucción de vida.

Pero en la nueva economía que Cristo ha establecido Dios se asegura que cada ser humano tenga la oportunidad de lograr su potencial. Dios iguala el terreno de competencia y entonces nos toca a nosotros decidir libremente si vamos a aprovechar los recursos que él ha hecho disponibles por medio de su hijo Jesucristo. Lo que hace la diferencia entre un cristiano exitoso, poderoso, influyente, que se beneficia de Dios y uno que sigue estancado, no es que Dios le ha dado más a uno o al otro, es la capacidad del individuo para aprovechar los recursos que tiene en sus manos.

El Señor reparte un don a cada siervo en la parábola de los siervos y uno se lo rinden a 30, otros a 60, otros a 100, y uno lo esconde debajo de la almohada y cuando llega el momento de decir, okay, ¿qué hiciste con tus talentos? Mira, yo tenía miedo y lo metí debajo de la almohada porque tenía miedo de que si lo invertía se iba a perder. Los otros cogieron su talento, rindieron. Yo veo cada día en León de Judá hermanos y hermanas que comienzan la carrera perfectamente ordinarios y en unos meses a veces, y en unos años, yo los veo prosperar, hacer cosas grandes, superando sus luchas, bendiciendo su congregación, haciendo actos heroico, enseñando niños, dando clases en discipulado, personas que uno no esperaría. ¿Por qué? Porque se esforzaron, porque tomaron la bendición de Dios, tomaron en serio la dotación de Dios y comenzaron a usar su talento y Dios entonces los bendice.

¿Qué estás haciendo tu con la dotación divina? Porque Dios quiere usarte. Dios quiere hacer grandes cosas a través de tu vida. No te quedes estancado en imágenes de derrota, estancamiento, victimización. Tu no eres una víctima. En Cristo tu eres libre para perseguir tu destino y para llegar a ser todo lo que Dios quiere que tu seas. Las bendiciones son para todos sus hijos. Dios les da igualmente a todos.

Tenemos que estar preparados, hermanos, para discernir la verdadera naturaleza de esas fuerzas contrarias que nos atacan cotidianamente. Tenemos que denuncia su verdadero origen satánico y proseguir con nuestros esfuerzos de liberación personal de todas maneras. Por medio del entendimiento que viene de conocer los principios del espíritu, que yo estoy compartiendo con ustedes a través de estas enseñanzas, estaremos preparados para interpretar nuestra vivencia espiritualmente.

Podremos usar toda la armadura de Dios para lograr nuestros sueños. Hay que usar la armadura de Dios porque el enemigo no quiere que nosotros accedamos a la grandeza. Por medio de una unión estrecha con el poder que hay en Jesús somos preparados para romper la fuerza de la gravedad malévola que nos quiere arrastrar y mantenernos en el suelo.

Fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza obtenemos la autoridad que necesitamos. Podemos vencer en las arduas luchas que inevitablemente confrontaremos en el camino hacia la grandeza personal. Cuando nos lanzamos hacia la conquista de nuestro verdadero destino escuchamos las palabras amorosas de Jesús, “Permaneced en mí y yo en vosotros. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto.”

Cristo quiere que tu lleves muchos frutos. Permanece en él y en sus principios y llegarás a la meta. Hasta este punto he hablado mucho de éxito, de superación personal, de lograr nuestros sueños, de vivir vidas plenas y creativas, hemos hablado de concebir visiones atrevidas y de lanzarnos a la búsqueda de nuestros sueños, pero en realidad ¿qué queremos decir por medio de estas expresiones? ¿A qué dimensiones específicas de la vida nos referimos? ¿En qué áreas de nuestra vida está Dios dispuesto a intervenir en respuesta a nuestras oraciones y esfuerzos?

Es posible que cuando se escucha la palabra éxito inmediatamente se piensa que nos referimos sobre todo a hacer dinero, a adquirir posesiones materiales, o a escalar alturas profesionales, y ciertamente mucho de lo que se escribe hoy en día acerca del éxito, aún en círculos religiosos, sugiere este tipo de interpretación limitada: mucho dinero, una casa grande, dos carros en la marquesina, un ascenso en el trabajo.

Expandiendo un poco más este concepto de éxito, podríamos pensar en el mejoramiento de nuestras relaciones sociales, la adquisición de prestigio y estatus social, eso de cómo ganar amigos e influir sobre la gente, según el título del famoso libro por Dale Carnegie, y podríamos pensar hasta quizás que nuestros esfuerzos visionarios debieran limitarse a asuntos de gran envergadura, excluyendo los temas más cotidianos y comunes de la vida diaria.

Y la verdad es que aunque la intención de esta meditación es ayudarnos a alcanzar éxito en todas esas dimensiones, también lo material, lo financiero de la vida, nuestro alcance, mi visión de los que es éxito se extiendo mucho más allá de ese territorio relativamente limitado de la prosperidad material. Incluye, hermanos, los aspectos más cotidianos de la vida, así como los más sublimes.

Quizás alguna hermana aquí quiere ser una mejor cocinera, por ejemplo. Bueno, Dios te puede enseñar cómo hacerlo, cómo no quemar la comida o cómo ponerle ese sazoncito especial que la gente te admire. O quizás quieres aprender a pintar, has querido desarrollarte en la pintura, por ejemplo, y nunca has podido hacerlo. Dios te puede dar esa dimensión también. Quizás puedes ser simplemente… aprender a hablar mejor en público, muchas maneras, si eres un maestro, si eres una persona que tiene que dar instrucciones a empleados y todo este tipo de cosas, Dios te puede ayudar en cosas bien sencillas de la vida. Incluye también asuntos familiares e íntimos.

Puede involucrar algo tan grande como tus planes para afectar el curso de tu nación o de la comunidad donde vives. Involucra la formación de su personalidad, el proceso de desarrollo personal, por medio del cual vamos eliminando las asperezas e imperfecciones de nuestro carácter y reemplazándolo con cualidades que reflejen el carácter de Cristo.

Yo creo que muchos de los evangélicos nos limitamos solamente como a logros bien grandes y bien externos. Pero Dios le interesa mucho también nuestra formación personal, nuestro carácter, las relaciones humanas, la forma en que tratamos a los demás, todas esas cosas que son muchas veces los contaminantes que crean tropiezos y dificultades en nuestra vida.

O puede tratarse de una meta tan relativamente sencilla y cotidiana como mejorar tus hábitos de alimentación y perder peso. Lo importante es que entiendas que Dios te ha entregado toda la tierra que pise la planta de tus pies, toda la tierra, todas las cosas que componen tu tierra Dios te la ha entregado. Lo único que él espera de ti es que te esfuerces y seas valiente, le dice a Josué, que hagas tu parte y que asumas la responsabilidad que te toca en el proceso de la transformación de tu vida.

Dios quiere que vivas una vida intencional, tomando control de tu tierra, viviendo conforme a metas específicas que te trazas continuamente, las cuales tienen que ver con todos los aspectos de tu persona. Recuerden que él ha hablado de visión, de ponernos metas específicas, de decidir qué es lo que yo quiero en mi vida, cuáles son las áreas de mi vida que yo quiero dominar y superar, ponerte metas específicas y alinear el tiempo, cómo tu lo inviertes, alinearlo con tus visiones.

Porque si tu quieres ser un gran hombre de Dios y quieres ser un ser humano bien realizado, pero te pasas la vida viendo televisión, no esperes que vas a llegar. No, tienes que leer buenos libros, tienes que ejercer disciplina en tu vida, tienes que escuchar buena música, tienes que rodearte de gente que te enriquezca y te bendiga. Tienes que disciplinar tus hábitos para que tu vida esté alineada con tus metas de grandeza. No puedes vivir como un mamarracho y querer ser un genio espiritual. Hay que alinear las dos cosas en la vida. Hay que pagar un precio por la grandeza.

Dios quiere que nombres tus retos, que diariamente reconozcas las tareas que tienes por delante. Dondequiera que asome la cabeza algo que contradiga la bendición y la prosperidad abarcadora que Dios tiene para ti, eso inmediatamente debe ser identificado como un gigante que tiene que ser sometido al señorío de Cristo. Todos nosotros tenemos una lista de cosas, identifícales, nómbralas y pon enemistad entre tu y ese carácter.

Segunda de Corintios 10:4 y 5, dice que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Dice, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

Eso quiere decir que los hijos de Dios hemos recibido recursos especiales para pelear nuestras batallas. Las armas de nuestra milicia no son carnales, son poderosas en Dios para emprender el largo peregrinaje de la realización personal. Estos recursos provienen del ámbito del espíritu y no solamente del mundo o de la materia. Con esas armas poderosas podemos emprender la conquista de todo aquello que nos oprime o limita, todo lo que se opone al buen propósito de Dios para nuestras vidas.

Toda área de negatividad y opresión a nuestra vida, todo pensamiento, todo sistema, toda circunstancia o actitud que se oponga al espíritu excelente de Jesús en nosotros, debe ser llevado cautivo a la obediencia de Cristo. Es decir, debe ser reemplazado por un nuevo elemento que esté en consonancia con los valores del Reino de Dios, valores de excelencia, verdad, libertad, armonía.

Identifica todo lo que sea contrario a los valores del Reino de Dios en tu vida y establece un plan de guerra contra ellos. No te acomodes a nada que contradiga la excelencia de Dios en ti, sea depresión, sea ansiedad, sea rencor, sea heridas del pasado, sea derrotismo, sea haraganería, sea dejarte descorazonar fácilmente en la vida, sea alguna tristeza por algo que te sucedió en el pasado, sea un sentido de pérdida, la muerte de un ser querido, un fracaso financiero, estancamiento profesional. No te acomodes a nada que contradiga el hecho de que Cristo ha venido para darte vida y vida abundante, para que tengas victoria en todo lo que emprendas, para que salgas adelante, para que reflejes la excelencia, la grandeza, la suficiencia, el poder de Cristo Jesús. Todo lo que te impida llegar a ser excelente y grandioso como Cristo, acomete una guerra contra ella y cada día toma tu espada otra vez y comienza a cortar esa maleza, todos los días.

Esos elementos negativos y rebeldes al señorío de Cristo podrán estar afectando negativamente a nuestra comunidad, el ambiente donde trabajamos, nuestra nación, o nuestra iglesia o podrán estar afectando nuestra vida interior, nuestro carácter, nuestras relaciones matrimoniales, nuestras finanzas o nuestra salud. Cualquiera que sea ese factor, si su naturaleza es contraria al orden, la belleza, la gracia, que caracteriza el Reino de Dios y sus valores, si se trata de un pensamiento o principio que se opone a la verdad de Dios y quiere florecer en tu vida o en tus circunstancias, entonces es necesario reconocerlo, nombrarlo, confrontarlo y sujetarlo a la autoridad de Jesucristo.

Voy a saltar un ejemplo que tengo aquí para ir ya terminando. Uno de mis versículos favoritos se encuentra en Primera de Corintios 6:12 donde Pablo declara:

“…Todas las cosas me son lícitas más yo no me dejaré dominar de ninguna.”

Es interesante, si algo que tu haces en tu vida tu lo haces compulsivamente, porque no tienes alternativa eso probablemente es malo. Nosotros debemos estar siempre regidos moral y éticamente por la libertad, porque hemos escogido el bien. A veces hay cosas que no son malas pero tu las haces por razones indebidas y entonces eso tu tienes que también identificarlo. Hay muchas cosas que no ofenden a nadie, no son contra Dios pero son dañinas para tu bienestar, entonces no te dejes vencer ni dominar de nada en tu vida, nada. No te dejes esclavizar por nada en el mundo.

El Apóstol acaba de mencionar, en los versículos anteriores a este versículo, toda una lista de pecados, ataduras y prácticas inmorales que aquejan a los que no conocen a Dios. Y aclara de que a pesar de los hijos de Dios tenemos un gran libertad en Cristo, no todas las cosas que podemos practicar son buenas para nuestra salud física, moral o espiritual. Hay hábitos y actitudes que a veces permitimos que entren a nuestra vida y nos esclavicen y nos hagan adictos. Hay prácticas que comienzan como una diversión ocasional y luego se convierten en una fortalece interior que gobierna nuestra vida y permite que el imperio del mal se aloje en nuestro ser.

Las consecuencias de esa condición son terribles pues perdemos nuestra libertad y nos convertimos en esclavos de lo que comenzó como una práctica a discreción. En ese versículo Pablo declara uno de los valores esenciales de su vida, que no se dejará dominar o esclavizar por ninguna cosa de este mundo, no someterá su libertad a ninguna práctica, circunstancia, relación, actitud o rasgo de carácter que contradiga la naturaleza santa, libre y hermosa de Cristo Jesús.

Se trata en este caso de una declaración de emancipación, liberación total, la libertad esencial de todo creyente, su derecho de rebelarse contra todo lo que niega los valores del Reino de Dios dentro de él o de ella. Los hijos de Dios hemos sido hechos libres, hermanos. Cristo ha declarado que conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. Eso quiere decir que siempre tenemos que retener nuestra libertad esencial para examinar las cosas que determinan nuestra existencia y determinar si permitiremos que gobiernen nuestras decisiones o no.

Ningún elemento de este mundo debe privarnos de nuestro libre albedrío. No podemos proceder en la vida actuando compulsivamente, bajo la influencia de fuerzas oscuras, no reconocidas que se mueven por debajo del radar de nuestra conciencia. Tenemos que examinar todos los factores que gobiernan nuestras decisiones y comportamiento y determinar si reflejan los valores de la palabra de Dios o no, si son contrarios a los valores del Evangelio, aunque tengan la apariencia de bondad y santidad, aunque sean socialmente aceptables. En todo caso, necesitarán ser rechazados y sometidos al señorío de Cristo.

Una de las cosas más importante que nosotros como gente que quiere superarse tiene que hacer es, conocernos a nosotros mismos, examinarnos a nosotros mismos, continuamente, saber de dónde vienen las cosas que yo hago, por qué hago yo esto, por qué hago lo otro, dónde están las cosas de mi pasado y de mi formación que me llevan a tener problemas con mis co–trabajadores, con mi esposa, que de momento la depresión me coge y no sé de dónde vino. Hay una razón, conócete a ti mismo. Pídele al Espíritu Santo que te dé discernimiento espiritual, que te ayude a conocer los resortes internos, secretos, de tu ser. Dedica tiempo a meditar, a estar en silencio, a buscar dentro de ti en el espíritu. Saca tiempo para estar en silencio y para escuchar de Dios porque eso te ayudará a dominar las áreas de tu vida que necesitan ser liberadas.

El hijo de Dios es un caballero andante, con la espada siempre en la mano, perpetuamente vigilante, conquistando y reteniendo la herencia que Dios ha declarado sobre su vida, defendiéndola de todo aquello que amenaza con sumirla en la mediocridad moral o el conformismo.

El hombre o la mujer de Dios que ha decidido vivir una vida de excelencia tiene una tarea ardua por delante, tendrá que adoptar el estilo de vida de un héroe, yo creo eso, hermanos. Tendrá que someterse a muchas privaciones y operaciones quirúrgicas a lo largo de su carrera sobre la tierra. Tendrá que abstenerse de muchos placeres y libertades que quizás le serán permitidos a otros, pero a él o a ella no. su placer y su gozo vendrán de cada día parecerse más a Cristo, de mirar su herencia interior prosperar, y cada día hacerse más hermosa.

Su sentido de realización lo obtendrá de saber que está viviendo al filo de la espada, todos los días, en la voluntad perfecta del Padre y que está trayendo gloria a Dios con su proyecto de perfeccionamiento y santificación personal. La excelencia de su vida entonces adornará el mundo, inspirará a otros y por un instante iluminará la oscuridad de este mundo caído, dejará una estela de buenas obras, vidas impactadas, palabras y acciones edificantes, discípulos que continúen la misión después de su partida.

Nuestro programa de vida debe consistir en reflejar cada vez más la perfección y el carácter de Cristo con el paso del tiempo. Al entender cabalmente el hecho de que Dios es glorificado, no tanto por lo que hacemos como por lo que somos, nos sentiremos motivados a hacer de nuestra jornada en la tierra un holocausto de olor suave para la gloria de Dios. Nuestra vivencia estará gobernada por la idea de que mucho más importante que vivir vidas superficialmente respetables, ir a la iglesia, dar dinero a los pobres, respetar externamente las leyes de la sociedad, se supone que reflejemos el carácter excelente, la grandeza ética y moral de Cristo Jesús.

Por eso el creyente que se ha compenetrado con el sentir esencial de la Escritura no se deja engañar por la falsa idea de la vida cristiana como un proyecto básico de reforma superficial del comportamiento. El siervo maduro entiende claramente que el camino para agradar a Dios involucra muerte y resurrección continuas, la entrega total del yo, nada menos que someternos a un trato radical de parte del cirujano divino hasta que la imagen de Cristo sea formada en nosotros. Que Dios les bendiga, hermanos.

Dios nos anime a vivir nuestra vida como un proyecto de transformación, un proyecto de cambio cristiano. Dios no te ha llamado a mediocridad, Dios no te ha llamado a conformismo, Dios no te ha llamado a acostumbrarte a tus cadenas, Dios no te ha llamado a acomodarte a esa celda de 8 por 8 en la cual tu habitas. Dios te ha llamado a caminar libre y ambicionar cosas grandes y a vivir una vida de héroe cada día conquistando tu tierra, cada día pagando el precio, cada día sujetándote más a la excelencia de Dios.

Tenemos que encontrar el placer de vivir como soldados que cada día queremos ser mejores en Cristo Jesús y adornar el mundo de esa manera. Creo que nuestro hermano Miguel ha podido hacer en su carrera como maestro, es impactar vidas y llegar a ser algo grandioso. Él viene de un trasfondo humilde y todos nosotros podemos hacer lo mismo, hermanos. Él no está superdotado, yo no estoy superdotado, simplemente es la gracia de Dios en nosotros. Pero lánzate.

Yo quiero que esta iglesia cada día más y más esté compuesta de hombres y mujeres que vengan aquí y si se van a quedar acá, sea para cada uno de nosotros conquistar el terreno que Dios nos ha dado, construir una comunidad excelente, una comunidad ejemplar, una comunidad que el mundo la vea y diga, guau, ¿qué están consumiendo esta gente? Ponte a superarte en Cristo Jesús y a pelear tus batallas. Únete.

Dios me está hablando acerca de esto, del evangelismo y una de las cosas que yo creo tenemos que decirle a esta comunidad allí afuera, miren, vengan y tomen refugio en el Evangelio porque el Señor les va a libertar de sus cadenas. El Señor le va a ayudar a lograr su sueño. El Señor le va a ayudar a que el diablo no tenga poder sobre sus hijos, sobre su matrimonio. Entren en la excelencia del Reino de Dios y entren a conquistar sus gigantes, porque eso es lo que el Evangelio ofrece, una vida de excelencia y de grandeza.

Yo les animo, juntos irnos en esa dirección cada día, hermanos. Padre, en el en el nombre de Jesús has estas palabras habitar en nosotros como semillas de vida, Padre. Queremos ser grandes en Cristo y traer crédito al Reino de Dios con una vida de excelencia moral, ética y espiritual, y queremos contribuir a la calidad de este mundo. Ayúdanos a ser como Cristo Jesús.

Bendice a mis hermanos en este día en el en el nombre de Jesús. Amén. Amén. Que la gracia del Señor sea con ustedes, mis hermanos.