Obediencia quiero, dice el Señor

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Como ustedes recuerdan estaba hablando de ese llamado del Señor a una vida de hechos y no solamente de emociones con respecto a la obra de santidad, la vida de santidad. El Apóstol Pablo dice que el Evangelio no consiste en palabras. Las palabras son lindas, los sentimientos son bonitos pero la Biblia habla de la obediencia, ‘obediencia quiero, dice el Señor.’ eso es lo que conmueve verdaderamente el corazón de Dios, cuando obedecemos su palabra.

Por eso Santiago dice en el 22, ‘pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores.’ Si alguno es oidor, dice, pero no hacedor se engaña a sí mismo. Yo hice unas notas aquí hace muchos años, más de los que quiero acordarme. Estos papeles amarillos están más amarillentos creo que por viejos que por el color original que tenían. Pero escribí aquí hace muchos años, hay personas que vienen los domingos y se sientan en el santuario a escuchar el sermón. Les gusta lo que dice el predicador y por un momento se entusiasman y emocionan pero al momento se olvidan de lo que oyeron.

Habla aquí de que es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural pero se considera a sí mismos y luego se olvida cómo era. Esta persona desde que pasan por el umbral de la iglesia y salen de la puerta de la iglesia, les ataca una especie de amnesia total. Si se les pregunta de qué habló el predicador no saben contestar. Les gusta hacer gárgaras con la palabra de Dios pero no se la tragan.

Parece que yo estaba de mal humor cuando escribí este pasaje. No sé. Quizás no había cenado bien. No sé qué pasó allí. Yo creo que ustedes entienden lo que quiero decir. Como cuando nos daban una píldora cuando éramos niños y la reteníamos debajo de la lengua para engañar a la mamá y desde que ésta se iba, la escupíamos. Así que denle gracias a Dios que me agarraron ustedes cansado ya y viejo.

Santiago dice que tenemos que ser hacedores porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor se engaña a sí mismo. Nos estamos engañando. Dios no puede ser burlado, dice la Biblia. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Y tenemos que tener eso tan en mente siempre, hermanos, que ciertamente en nuestras acciones, nuestras palabras, las cosas que hacemos, quizás otros no las vean, pero ciertamente en algún momento nos alcanzas y si creemos que podemos hacer cosas que no están bien delante del Señor y que simplemente saldremos totalmente ilesos de esas escapaditas, nos estamos engañando. A quién engañamos es a nosotros mismos. Y si hacemos del doblez de ánimo y de la inconsistencia en nuestra vida una regla, en realidad estamos engañándonos a nosotros mismos.

De nuevo, dice que es como un espejo, la persona que se mira en un espejo. La palabra de Dios es un espejo, nos muestra tal y como somos. Viene a mi mente Hebreos, capítulo 4, versículo 12, que dice que la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intensiones del corazón, y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Entonces, la palabra de Dios es algo muy poderoso, no solamente en el sentido de que Dios la implanta en nosotros y nos transforma, como decíamos antes, esa palabra implantada. La palabra también de Dios nos da vida, dice que es capaz de salvar nuestras almas, en el versículo 21, ‘la cual puede salvar nuestras almas’, sino que también esa palabra tiene la virtud de que al nosotros escudriñarla, leerla continuamente nos muestra a nosotros mismos tal y como somos. Es como que hace un análisis, hace una radiografía de nosotros.

Cuando nosotros leemos la palabra, la palabra nos retrata y nos podemos ver en ella. Y en realidad, yo diría, que la palabra de Dios es la única forma confiable de nosotros vernos a nosotros mismos y de realizar la condición humana. No hay ningún otro sistema ni ningún otro documento. Es un espejo, por eso Santiago lo compara con un espejo que jamás miente. Ese espejo de la palabra es muy poderoso.

No es como el espejo de la bruja y la Bella Durmiente, ustedes recuerdan que la mujer le pregunta ‘Y quién es la más hermosa?’ Y el espejo siempre le dice, ‘Claro, tu eres.’ Pero la palabra de Dios nos muestra en nuestra verdadera naturaleza.

Solo este espejo nos muestra el alma humana tal y como es, no como la psicología o como la sociología y otras disciplinas de ese tipo, que muestran una imagen errada y distorsionada del hombre. Tienen su virtud hasta cierto punto, pero hoy en día, por ejemplo, la psicología está siendo usada para justificar una cantidad de cosas que son dañinas a la textura de la sociedad humana y pueden ser tergiversadas en una manera muy poderosa.

Pero la palabra de Dios es esa norma que al nosotros usarla y verla como es, y considerarla como es, nos da una imagen exacta y precisa de cómo es el alma humana. Dios nos conoce muy bien a través de su palabra.

Entonces, Santiago establece aquí como una relación, dice que la persona que no hace la palabra de Dios sino que simplemente la escucha, es semejante a un hombre que considera en un espejo su rostro natural, porque él se considera a sí mismo y se va y luego se olvida cómo era.

Es interesante, piensen que Santiago está hablando de espejos hace 2000 años. Y usted sabe que los espejos de entonces no eran como los espejos de hoy, que usted se puede ver casi exactamente como usted es, aunque solo se ve en dos dimensiones, sino que los espejos de antes. Para los que tenían la bendición o la suerte de verse en un espejo, era metal más bien. Piensen que no había el vidrio cubierto con esa sustancia, que no sé qué es, no recuerdo el nombre, que hace que la persona se refleje. No, lo que la gente usaba era metal, broce bruñido o algo por el estilo para verse, y entonces se veían en una manera muy imperfecta. Muy poca gente tenía inclusive un metal pulido lo suficiente como para poder ver su rostro y se veían se podía ver quizás en un río, o algo por el estilo, pero eso era todo. Y se veían muy limitadamente, muy imperfectamente.

Y por eso yo creo que mucha gente quizás no sabían bien cómo se veían y muchos dirían, qué bueno. Pero mucha gente no tenía la capacidad para verse ni para recordar cómo eran. Eso es importante. Dice, una persona que puede mirarse, ver su rostro y no recordar cómo era.

Yo creo que para mucha gente era así, que simplemente veían algo rápidamente y después se olvidaban. Nosotros tenemos una imagen muy clara de nosotros, nos vemos 20 veces al día, y algunas hermanitas todavía más que eso. Por eso es tan importante lo que dice aquí que mucha gente es así, escuchan el sermón, por un momento la palabra los retrata, pero después hacen así y puf, tienen una imagen… porque no están acostumbrados a mirarse detenidamente. Ese tipo de situación es peligrosa para el cristiano.

Considerar está como en contraste con mirar atentamente. Considerar es una mirada rápida, un vistazo rápido como cuando usted va rápido saliendo de la casa y solo tiene tiempo para mirarse un momentito en el espejo y salir corriendo. Se considera a sí mismo rápidamente.

Dice, pero el que mira atentamente, hay un contraste entre considerar como algo rápido, leve, superficial, y mirar atentamente, mirar con detenimiento, escrupulosamente, con suma atención, concentrando toda su energía en el esfuerzo de mirar, como miramos algo que no podemos levantar hasta nuestros ojos, sino que tenemos que bajar el cuello y la cabeza e inspeccionarlo como frunciendo el ceño.

Cuántos saben esa expresión frunciendo el ceño? Es muy fina esa expresión. Yo me encuentro haciendo eso cada vez más y más según pasan los años. Como nos bajaríamos a mirar una pequeña flor escondida en un rincón del camino, un insecto curioso o algo pequeño, mirarlo con detenimiento. Así debemos ser nosotros en el estudio de la palabra del Señor, en los principios de la palabra de Dios, escudriñarlo con suma atención.

La mayoría de los cristianos francamente, somos muy superficiales en nuestro conocimiento de la palabra de Dios. Cada día hay menos gente que conoce la Escritura y los principios de la Escritura, menos gente dedica tiempo a escudriñar la palabra. Como yo decía hace tiempo, de ser gente de la palabra, que conocen los temas principales, conocen los personajes principales, conocen las historias de la Biblia.

Usted le pregunta cualquier cosa y enseguida le salta un recordatorio de eso, tienen versículos continuamente en su mente. Esa persona, la persona que viene a la casa del Señor con una suma seriedad, porque sabe que está trabada en ese momento en una relación íntima y personal con la voz de Dios que está hablando a través de la palabra que está siendo expuesta, o la palabra que está leyendo en ese momento.

Así debemos ser nosotros, debemos ser observadores atentos de la palabra y de los principios del Señor. Cuando usted venga a la iglesia venga en atención, venga con su espíritu erguido, venga con expectativa de que Dios le va a hablar, venga con una determinación, no me voy a poner a estar pensando en pajaritos en el aire y dando vueltas por todas partes, por el universo con mi mente. No, cada vez que mi mente esté devaneando la voy a volver a traer a concentración en lo que yo estoy escuchando, lo voy a escuchar con fe. Voy a escuchar como que Dios me está hablando. Esa gente recibe de Dios y Dios le habla y son tocados.

Entonces, hay que mirar atentamente, dice, el que mira atentamente en la perfecta ley. Cuál es esa ley? La ley de la palabra del Señor. Pienso en ese versículo que dice, ‘lámpara es a mis pies tu palabra, lumbrera a mi camino.’ La ley del Señor. Piensen que Santiago está poniendo ahora la palabra de Dios como en términos de ley, los mandamientos, los preceptos, consejos de Dios, las normas divinas. Y es una ley perfecta que no tiene traba, no tiene desperfecto en ella.

No como la ley mosaica, yo creo que Santiago también está estableciendo un pequeño contraste entre la ley mosaica que era una ley imperfecta, sino la perfecta ley de la revelación de Dios. Dice y entonces aclara, “el que mira atentamente la perfecta ley, la de la libertad.”

Ven ustedes aquí como una ironía y una paradoja? Porque generalmente ley no está asociado con libertad. Ley es algo que nos restringe, ley es algo que nos limita, sin embargo, Santiago se le ocurre, inspirado por el Espíritu Santo, el que mira en la perfecta ley, la ley de la libertad, porque la palabra del Señor nos hace libres, la palabra del Señor nos pone ciertos límites, es cierto, nos limita en el ejercicio de nuestros apetitos y las cosas que nos son destructivas, pero paradójicamente también los liberta, nos hace libres para disfrutar de la vida, nos hace libres para vivir tranquilamente, para correr con ligereza la carrera de la vida cristiana.

No hay nada como un ceñirse a la palabra del Señor. hermanos, déjenme decirle mientras más pasa el tiempo yo más descubro que en el uno mantenerse dentro de los linderos de la palabra del Señor, hay un sentido de seguridad y de tranquilidad que uno no lo cambia por nada. Tantos errores y tantas cosas en las cuales uno cae en la vida, tantos golpes que uno se da, muchas veces son porque nos hemos salido de la seguridad de la palabra del Señor.

Entonces si somos obedientes a la palabra, la palabra nos protege y entonces nos libera para vivir vidas felices, vidas productivas, vidas tranquilas, para dormir tranquilos, despertarnos tranquilos, si pasamos por tribulaciones y pruebas, no tenemos que estarnos preguntarnos, por aquel pecado, no. Okay, amén, estoy pasando por una prueba pero el Señor me sacará, porque uno se examina y como Job uno dice, bueno, me estoy buscando dónde pude yo haber… pero no, estoy tranquilo, yo he hecho todo lo que he podido. Siempre pecamos contra el Señor, pero hay una seguridad que tenemos entonces, y sabemos que el Señor nos va a socorrer y nos va a sacar adelante. Nos sentimos con autoridad para venir ante su presencia. Nuestra consciencia no nos acusa, sabemos que el diablo no puede sacar provecho de nuestra vida.

Un día quiero predicar acerca de una imagen, un pasaje que me vino a la mente hace poco y que lo he querido tocar en algún momento, donde dice que no le demos lugar al diablo. Lugar es una palabra como un asa de una taza, no le des una pista de aterrizaje a Satanás en tu vida. No le des lugar por donde cogerte. Y cuando uno está en la voluntad del Señor, haciendo la voluntad de Dios, el enemigo no tiene por dónde manipularnos, dónde acusarnos, dónde atraparnos porque él está vencido en nuestras vidas.

Si viene alguna prueba, algún dolor a nuestra vida, sabemos que será por otras razones y Dios nos socorrerá, Dios nos sacará adelante. Y nos sentimos contentos y claros con respecto a eso.

Entonces, es una ley pero una ley que liberta. Vivir en la verdad es la cosa que más libertad nos ofrece. Hagamos un esfuerzo, hermanos, y yo sé que es difícil pero hagamos todo lo posible por vivir en la ley del Señor que nos libera.

Dice, ‘el que mira atentamente la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella.’ He hablado últimamente acerca de la persistencia, de mantenernos en las cosas a las cuales nos comprometemos, las visiones que Dios nos da, las metas que proseguimos, la persistencia es algo bien importante.

Dice, la persona que persevera está en contraste con ese hombre de doble ánimo, del cual él habló anteriormente. En el mismo capítulo 1, él habla acerca de la persona de doble ánimo que es como la onda del mar que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra y que no debe pensar quien se comporte así, que recibirá cosa alguna del Señor. Eso es el versículo 6 y 7, del capítulo 1.

El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. Contraste eso con el hombre, la mujer que persevera en la ley de Dios y en los mandamientos del Señor. Escribí aquí, en contraste con el hombre de doble ánimo, el cristiano que crece es aquel o aquella que se mantiene firme a través de los años sabiendo que le espera una larga carrera y que esa carrera tiene que ser corrida con paciencia. Entonces, hay que perseverar.

La Biblia dice que el que persevere hasta el fin, ése será salvo. Hay algo de la perseverancia, porque la vida cristiana es un maratón, no es una carrera de 100 yardas que usted le da todo lo que tiene y en 3 segundos, 5 segundos ya terminó la carrera. No. la vida cristiana es un maratón de un par de horas, por lo menos, en el mejor de los casos, 26 millas. Y la vida cristiana es para largo plazo.

En esa trayectoria, en esa caminata van a venir dificultades, van a venir enfermedades, van a venir pruebas de diferentes tipos y también va a venir tiempos de gran bendición. Vamos a pasar por situaciones difíciles. Esta noche antes de comenzar el servicio un hermana me hablaba de la carga que tiene por su hijo, y en el Señor ahora mismo lo bendecimos, de hecho, no sabe dónde está, y declaramos bendición, Padre, sobre ese joven. Tu eres poderoso, Señor.

Pero, uno se imagina el dolor de esta cristiana, esta madre cristiana por su hijo, la angustia que uno siente. Y la vida cristiana es así, entonces vienen preocupaciones, y uno a veces ora por los hijos y no hay respuesta y vienen tiempos y rachas en nuestra vida de dificultad, pero también vienen tiempos de victoria, de refrigerio, de ir adelante y de penetrar la brecha y salir al otro lado. Y requiere paciencia, requiere persistencia.

La persona que se cuitea demasiado rápido no llega a la victoria. Tenemos que armarnos de fe, por eso es que la palabra dice que corramos con paciencia la carrera que está delante de nosotros. Y cada día tenemos que decir, Señor, yo estoy para largo. Yo no me voy a zafar de ti. Yo puse la mano sobre el arado y no la voy a quitar. Amén. Una vez que usted se comprometió en los caminos del Señor, siga adelante, ármese de fe, no importa lo que venga, luche con su carne, luche con sus emociones que le van a decir, no, ya Dios te abandonó, Dios se olvidó de ti, la vida cristiana no sirve para nada. Usted siga adelante y persista y recuerde, el que persevere hasta el fin, ése será salvo.

Los hijos de Dios a través de los siglos han pasado por el mismo proceso, por el crisol muchas veces de la prueba. Dice Pedro, creo que Segunda de Pedro, que nuestra fe probada como el oro, que salga brillando y así nosotros tenemos que hacer en nuestra vida espiritual, aunque pasemos por lo que pasemos, tenemos que persistir hasta el último momento y perseverar porque eso es lo que permitirá que el Señor haga su obra en nuestra vida.

Entonces, el que persevera en esa palabra del Señor, en esa ley, no siendo oidor olvidadizo. Yo creo que el centro de esta meditación en esta noche es eso, no seamos oidores olvidadizos. Rumiemos la palabra como las vacas, estamos comiéndola poco a poco, masticando la palabra del Señor. Debemos estar siempre meditando en la palabra de Dios. Debe ser nuestra meditación de día y de noche, como dice el salmista, ‘cuán dulce es tu palabra, es mi meditación de día y de noche.’ Y así tenemos que ser nosotros, esas son las personas que verdaderamente son bendecidas por la palabra de Dios.

El que persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, ése será bienaventurado en lo que hace. Gloria al nombre del Señor. Usted quiere un fundamento para la prosperidad y la bendición en su vida? Sea un oidor atento, perseverante y practicante de la palabra del Señor y usted será bendecido, será bienaventurado.

Les dejo con las palabras del salmo 1, los primeros tres versículos, recuerde y compárelo con lo que dice Santiago al final, que será prosperado, será bienaventurado en todo lo que hace. Dice el salmista en el salmo 1, versículo 1, “Bienaventurado el varón, bienaventurada la mujer que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado… ve usted allí comportamiento, integridad, vida santa, vida consistente con la palabra del Señor.

“Bienaventurada esa persona, sino que en la ley de Jehová está su deleite, está su delicia… piense en la persona que se goza y se deleita en la palabra del Señor. No es suficiente simplemente tolerar la palabra, no es suficiente solamente someterse a escucharla una vez a la semana por un rato a regañadientes, no es suficiente ni siquiera leerla religiosamente como mucha gente lee a veces casi como por superstición, voy a leer dos versículos antes de irme de la casa para ver si eso me cubre un poquito cuando salga a la calle. No, no, se deleita en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche.

Mire cuál es la consecuencia de ese tipo de postura, de actitud hacia la palabra del Señor, de obediencia, de deleite en ella y de meditación continua en esa palabra, dice, “será como árbol plantado junto a corrientes de aguas.”

Esa palabra correrá dentro de ti, te refrescará continuamente, te dará consuelo, consejo, descanso, esperanza en todo momento. “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae y todo lo que hace prosperará.”

Todo lo que hace prosperará. Gloria al nombre del Señor. Muy similar a lo que dice Santiago, siglos después dice, “será bienaventurado en todo lo que hace”, muy similar, a todo lo que hace prosperará. Es una promesa que el Señor repite una y otra vez, cuando tu te dedicas a alinear tu vida con la palabra de Dios lo que tu hagas el Señor lo va a bendecir de alguna manera, se tomará tiempo a veces, tendrás que pasar por dificultades y todo, pero a la larga el Señor te dará la victoria y serás bendecidos en todo lo que tu emprendas.

Gloria al Señor. Esa es la esperanza que yo quiero que tu te lleves esta noche de acá. que si Dios está contigo nadie te puede hacer daño. Si Dios está contigo tu no puedes fracasar. Si Dios está contigo tu vida irá de mejor en mejor. Si Dios está contigo tu serás como la luz de la aurora que va en aumento como hemos dicho ya varias veces hasta que el día es perfecto. No te preocupes de que en esa trayectoria haya momentos de dificultad, de prueba, de fatiga, de sufrimientos y tribulaciones. No te preocupes, eso es parte del proceso, pero a la larga Dios te llevará a lugares de delicados pastos y junto a aguas de reposo él te pastoreará, porque su palabra será como esa corriente de agua que te refresca continuamente a través de tu vida.

Que esa sea la imagen que te lleves en esta noche, un propósito, Señor, voy a ser hacedor de tu palabra, voy a ser un oidor atento, voy a meditar en ella de día y de noche, no voy a dejar que la vida me arranque la palabra y tus promesas y entonces yo creo que tu vas a hacer conmigo y que mi causa tu tendrás atención de ella en el nombre del Señor. Amén.

Vamos a ponernos de pie. Recibe la promesa del Señor en tu vida. Vete de aquí con gozo en tu corazón, si viniste un poquito cansado, renuévate ahora mismo en las aguas del Señor. Entra en ese lago precioso y fresco del Señor ahora mismo. Padre, nos refrescamos por dentro y por fuera en esta noche, de nuestras cargas, nuestras luchas, confiamos en ti y decimos como decíamos hace un rato, alzaré mis ojos a los montes, de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.

Señor, yo declaro que tus hijos reciben ayuda, oportuno socorro en esta noche para toda necesidad y tu renuevas sus fuerzas en el nombre de Jesús. Nos refrescamos en tus aguas, Señor, nos metemos en tus aguas, encontramos esperanza en ellas, Padre. Reprendemos toda angustia, todo cansancio emocional, físico, Padre, las pruebas y las cargas de la vida las echamos a tus pies y gracias, Padre, porque al habitar… el que habita al abrigo del Altísimo, el que habita al abrigo de tu palabra morará bajo la sombra del omnipotente.

Bendigo a tu pueblo, Señor, en esta noche. Gracias, Señor. Gracias. Hermanos, reciban la bendición de Dios. Vete a tu casa, vete a tu cama confiando en el Señor. Date un buen bañito antes de acostarte y cree que Dios está contigo. Amén. Te bendigo en el nombre de Jesús. Saluda a alguien y declárale la bendición de Dios sobre su vida en esta noche. Gloria a Dios. Amén. Amén. Gloria al Señor.